martes, 24 de junio de 2008

UNA LÁGRIMA COVERTIDA EN OCÉANO


Una lágrima convertida en océano
Axel Didriksson
24-Jun-2008
Miguel Adame está en la lucha por reformar el Código de Procedimientos Penales para que las víctimas de abuso sexual puedan contar con un trato digno, que pueda ser considerado un apoyo en el momento más crítico de su vida.




Axel Didriksson

Desde hace poco más de un año, Miguel Adame ha estado en contacto conmigo, enviándome, de forma sistemática, con una firmeza que me desdobla, sus reflexiones y sus avances. Me ha insistido en la necesidad de hacer valer un derecho inexistente y me informa de iniciativas legales que deberían de ser motivo de análisis general y de preocupación social.

Miguel Adame derramó una lágrima insoportable, que se convirtió en un océano, cuando se enteró de que su hija de siete años había sido abusada por el abuelo materno. Su primera misiva me derrumbó de forma absoluta, y luego he seguido, desde sus reclamaciones, su dolor y su tarea, que se ha convertido en una misión de vida, y no es para menos. Su carta, en el Yo Lector, publicada en Excélsior el pasado Día del Padre, es una muestra de ello.

Desde entonces, está en la lucha por reformar el Código de Procedimientos Penales para que las víctimas de abuso sexual puedan contar con un trato digno, que pueda ser considerado un apoyo en el momento más crítico de su vida. Retomo lo que otro comentarista, solidario con Miguel, José Rubinstein (20/06), destaca con respecto a lo que debe atenderse en la iniciativa de ley que se discute ahora en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal: “a) las diligencias en materia de exploración médica, siquiátrica o ginecológica no son practicadas por personal especializado en el tratamiento de menores, lo que provoca un mayor trauma en la víctima al tener ésta que revivir episodios de abuso y sufrimiento; b) los repetidos peritajes atentan contra la integridad física, sicológica y emocional de la víctima; c) el impacto emocional que produce la víctima al verse confrontada con el agresor, a quien además debe identificar; d) el fuerte impacto producido en infantes abusados sexualmente que, por su edad, son incapaces de comprender la trascendencia del suceso; e) la experiencia agotadora del proceso de integración del expediente durante la averiguación previa, conduce a la revictimización”.

Está, pues, la iniciativa en manos de los diputados locales de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y debería entrar en discusión y resolución en su periodo de sesiones. Se debería avanzar más, como ciudad y como sociedad, en la prevención de este tipo de delitos en contra de menores de edad y, particularmente, de mujeres niñas. Nos espantamos de la noticia de Austria en donde un tipo mantenía secuestrada a la hija, para violarla; nos escandalizamos de los sucesos de un barrio de París en donde los familiares mantenían secuestrados a sus pequeños y pequeñas hijos para violarlos, pero en el país también ocurren brutales sucesos similares, en donde la impunidad prevalece, como en los casos que ha destacado Lydia Cacho o bien los que se producen desde la doble moral de la derecha y de los personeros de la decadencia.

Sin embargo, más allá de lo que pueda avanzarse en materia legal, la violencia sexual es un problema de salud pública y de educación, en donde los adolescentes y las niñas son quienes tienen que asumir, desde su corta edad, una situación traumática y luego desesperante para su desarrollo humano. El tema, entonces, rebasa su tratamiento como mero delito, porque se expresa como un fenómeno social más amplio y, sobre todo, cultural, y esto porque éste se reproduce y se extiende en el actual ambiente autoritario, represivo, que justifica los excesos desde una racionalidad insultante.

didrik@servidor.unam.mx