lunes, 31 de agosto de 2009

LA SEXUALIDAD EN LOS ADULTOS SOBREVIVIENTES DE ABUSO SEXUAL INFANTIL.


La sexualidad humana es un asunto que tiene tantas interpretaciones como individuos. Sin embargo hay factores pueden ser muy influyentes a la hora de determinar aspectos de nuestra sexualidad. Parece poco discutible que los abusos sexuales padecidos durante la infancia (ASI) sean uno de los aspectos más drásticos e intrusivos, y por lo tanto, uno de los que más puede modificar nuestra realidad y nuestra percepción en relación con el sexo.

La relación que establecemos las personas sobrevivientes de ASI con la sexualidad dista bastante de lo que podríamos considerar como normal, por lo que suele ser común que se halle situada en los extremos. Así pues, algunas veces se cae en la más absoluta promiscuidad y otras tantas manifestamos un rechazo más o menos acusado a todo lo referente al sexo. Ambas posturas, a pesar de ser opuestas, son perfectamente explicables.

Es probable que el rechazo sea más fácil de entender. Frente a unos abusos sexuales reiterados que, por la edad, no pueden ser interpretados ni procesados en modo alguno por el niño, lo que se hace es archivarlos en la mente, asociando el sexo con algo horrible. Aunque más adelante la madurez nos permita reinterpretar muchas cosas, lo cierto es que ese mensaje que grabaron a fuego en nuestra infancia puede llegar a tener un poder devastador. A partir de ahí pueden aparecer patologías como el vaginismo u otras secuelas, entre las que también se encuentra una ausencia total de contacto con el sexo; incluido con uno mismo. De hecho es un comentario frecuente decir que se siente asco hacia el propio cuerpo.

Si todo lo anterior es como lo hemos explicado, que lo es, ¿como podemos explicar también lo contrario? Aunque ocurre con menor frecuencia, también es bastante habitual que las personas abusadas caigan en una promiscuidad descontrolada. En este sentido me permito traer a colación un estudio estadístico que se hizo con prostitutas. Según el mismo, un 60% de las encuestadas manifestaron haber padecido abusos sexuales en su niñez. Debemos tener en cuenta que buena parte de los abusos sexuales no se llevan a cabo mediante el uso de la violencia. El adulto, por lo general un familiar, tiene suficiente con las armas que le confiere su autoridad sobre el menor. Y no sólo eso; si es necesario se hace uso del chantaje, de las amenazas y, lo que nos interesa en este caso, del cariño. Cuando se trata de abusos intrafamiliares, sobre todo, el mensaje que se traslada al menor es que se le hace todo eso porque es especial y porque se le quiere. Puede ocurrir, entonces, que entre otras muchas secuelas, también esté la de relacionarse con los demás a través del sexo; es decir, la persona abusada termina auto convenciéndose que, o bien sólo sirve para eso, o bien que esta es la manera de expresar afecto, cariño o amor. Es, en definitiva, la que se ha adquirido mediante este aprendizaje tan doloroso como erróneo. Igualmente se pueden dar desórdenes como la masturbación compulsiva o una adicción al sexo. Y también al sexo de pago, lo que añade una carga económica al problema.

Otra dificultad que aparece en nuestra vida con una mayor incidencia que el resto de la población versa sobre nuestra orientación sexual. Es normal que a ciertas edades uno pueda tener ciertas dudas, sin embargo en nuestro caso las dudas pueden permanecer flotando en nuestra mente durante mucho tiempo. En un foro sobre ASI que administro he confeccionado diversas estadísticas. Una de ellas buscaba respuestas sobre este asunto. Los resultados nos hablan de un 6% homosexual y otro 6% bisexual. Estas cifras habría que cotejarlas con el resto de la población para comprobar si realmente la incidencia es significativa. Las cifras no parecen indicarlo, desde luego, sin embargo las dudas de las que hablaba antes creo que son más acusadas en nuestro colectivo.

Decía al principio que una de las complicaciones más graves que comporta el ASI respecto de nuestra sexualidad es lo intrusivo que puede llegar a ser. Cuando en nuestra vida se ha producido un hecho traumático, algunos elementos asociados al trauma, mucho tiempo después, pueden hacernos reexperimentar las sensaciones negativas que vivimos en el pasado. Es decir, si de niños tuvimos malas experiencias con el agua porque estuvimos a punto de ahogarnos, por poner un ejemplo, ese miedo puede seguir latente y manifestarse en ocasiones donde el agua sea protagonista. En nuestro caso, al tener una experiencia tan negativa con el sexo, también ocurre que la relaciones que podamos tener con una pareja de la que, además, estemos totalmente enamorados, nos puede retrotraer al pasado y a las imágenes, olores, sensaciones o incluso colores que asociamos con los abusos padecidos en la niñez, dando al traste con un momento que debería ser todo lo contrario. Muchas personas manifiestan que muchas veces son incapaces de realizar el acto sexual con su pareja, otras están ausentes durante el mismo o bien en un momento dado salta el interruptor de los recuerdos y se echa todo a perder. Y otras tantas dicen que después de hacer el amor sienten ganas de llorar.

Es lógico que el sexo sea uno de los aspectos más dañados en las personas que fueron víctimas de abusos sexuales, pero a pesar de ello y aunque no sea nada fácil, también puede superarse.

INDICADORES DE ABUSO SEXUAL


Uno de los elementos más delicados en la evaluación de la veracidad del testimonio lo encontramos en los casos de abuso sexual infantil. En caso de que tales abusos se hayan producido ello puede suponer una experiencia emocional y psicológica muy dura para el niño o la niña. En los casos en que tales denuncias no se sustentan ello ocasiona un grave perjuicio a quienes han sido acusados falsamente. Tenemos referencias cercanas en la prensa.
Entrevistar a niños no es sencillo. Un policía con amplia experiencia en interrogatorios a adultos puede encontrarse con que las herramientas y técnicas que conoce no funcionan en el caso de los niños. Lo que también es verdad en el caso de los psicólogos o psiquiatras: no es lo mismo realizar una entrevista clínica a un adulto que a un niño. Precisamente esta falta de pericia puede hacer que se obtengan declaraciones falsas. A ello ayuda tanto la falta de experiencia como las ganas de obtener testimonios para una condena.
Existen una serie de indicadores que podemos tener en cuenta en los caso de abuso sexual y cuya presencia nos ponen sobre aviso de la posible ocurrencia del abuso. Es importante tener en cuenta que la presencia de estos indicadores en la entrevista con el niño o la niña no debe cegarnos: será necesario fundamentar adecuadamente la relación de causalidad entre los indicadores y el posible abuso.

INDICADORES FÍSICOS

- Dolor, golpes, quemaduras o heridas en la zona genital.
- Cerviz o vulva hinchadas o rojas.
- Semen en la boca, en los genitales o en la ropa.
- Ropa interior rasgada, manchada o ensangrentada.
- Enfermedades de transmisión sexual en genitales, ano, boca u ojos.
- Dificultad para andar y sentarse.
- Enuresis o encopresis.
- Problemas de sueño o alimentación.
- Embarazo en adolescentes.

INDICADORES COMPORTAMENTALES


- Pérdida de apetito.
- Llantos frecuentes, sobre todo en situaciones afectivas o eróticas.
- Miedo a estar sola, a los hombres o a un determinado miembro de la familia.
- Rechazo al padre o a la madre de forma repentina.
- Cambios bruscos de conducta.
- Resistencia a desnudarse y bañarse.
- Aislamiento y rechazo de las relaciones sociales.
- Problemas escolares o rechazo en la escuela.
- Fantasías o conductas regresivas (chuparse el dedo, orinarse en la cama, etc.).
- Tendencia al secretismo.
- Agresividad, fugas o acciones delictivas.
- Autolesiones o intentos de suicidio.

INDICADORES EN LA ESFERA SEXUAL

- Rechazo de las caricias, los besos y el contacto físico.
- Conducta seductora.
- Conductas precoces o conocimientos sexuales inadecuados para su edad.
- Interés exagerado por los comportamientos sexuales de los adultos.
- Agresión sexual de un menor a otros menores.

EL A.S.I EN EL SALVADOR, HONDURAS Y GUATEMALA


En El Salvador la edad promedio en que las niñas víctimas de abuso sexual experimentaron tanto abuso sin penetración como coito forzado fue 9.7 años. En esta importante investigación del abuso sexual infantil en El Salvador, Guatemala y Honduras las autoras encuentran que además del trauma inicial, el abuso sexual de niñas tiene un impacto negativo en el largo plazo. La investigadora principal, la Dra. Ilene S. Speizer, es Profesora Investigadora Asociada en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de North Carolina en Chapel. Es autora de numerosas investigaciones sobre la salud de los jóvenes.

Estudios realizados en diversos países del mundo muestran que entre 7% y 36% de las mujeres dicen que experimentaron alguna forma de abuso sexual en su infancia. Es más, muchas mujeres tuvieron su primera experiencia sexual a la fuerza o en circunstancias indeseadas.

Estudios de encuestas internacionales de la década de los 90 indican que entre 7% y 47% de la gente joven con experiencia sexual entrevistada expresó que su primer encuentro sexual fue forzado. Estas cifras varían considerablemente y sin duda subestiman el problema de violencia sexual debido a (1) problemas relacionados con los métodos y definiciones que se emplean para medir el alcance del abuso y (2) la aversión de las mujeres a revelar información sobre violencia sexual.

Los estudios de violencia sexual consistentemente muestran que quienes realizan el abuso son personas que la víctima conoce, y con frecuencia el agresor es su pareja, incluyendo novios y esposos. Buena parte de estos resultados provienen de estudios de mujeres de 15 años o más que han reportado abuso reciente.

Los resultados de Latinoamérica son consistentes con los de otras regiones del mundo al determinar que las mujeres que experimentan abuso sexual cuando niñas son más vulnerables en el futuro a tener sexo no consensual, al aumento en el riego de sexo consensual sin protección, y a problemas de salud mental y psicosocial. Sin embargo, se sabe menos sobre la asociación entre abuso sexual en la infancia y el abuso sexual o físico de parejas agresoras, tomando en cuenta los numerosos factores demográficos asociados con el abuso de parte de la pareja.

Nuestro estudio llena vacíos en la comprensión del abuso sexual infantil en Centroamérica usando encuestas basadas en la población nacional, muestras estadísticas comparables, y las mismas definiciones de abuso sexual para los tres países estudiados, El Salvador, Guatemala y Honduras. Estas mejoras metodológicas permiten evaluar la prevalencia de abuso sexual infantil, identificar a los agresores del abuso, y determinar si hay asociaciones entre el abuso sexual infantil y la violencia de pareja agresora al llegar a la edad adulta.

Este estudio utiliza datos de encuestas realizadas en los tres países: la Encuesta Nacional de Salud Familiar de El Salvador de 2004, la Encuesta Nacional de Salud Materno Infantil de Guatemala de 2002, y la Encuesta Nacional de Epidemiología y Salud Familiar de Honduras de 2001.

En las tres encuestas las entrevistas las llevaron a cabo mujeres que hablaron con las entrevistadas en sus casas. Antes de comenzar la encuesta las entrevistadoras solicitaron aprobación verbal a todas las mujeres. Se les aseguró que no tenían obligación de participar en la entrevista y que se podían rehusar a responder cualquier pregunta que no quisieran contestar.

En El Salvador se les preguntó “alguna vez la han forzado al acto sexual (violación)?” y “la ha forzado alguien a hacer una de las cosas siguientes: desvestirse, tocar o ser tocada en las partes íntimas, besar, abrazar, o cualquier otra acto sexual sin penetración?” Usando estas dos preguntas creamos para El Salvador una medida compuesta de abuso sexual que incluye tanto violaciones como abuso sexual sin penetración.

A todas las mujeres que habían tenido experiencias de abuso sexual se les preguntó quién cometió el abuso. Las mujeres que habían sido abusadas más de una vez (por ejemplo, antes de los 15 años y a una edad más avanzada) podían reportar más de un agresor. En el caso de mujeres que habían experimentado más de un abuso y reportaron agresores múltiples, los datos no nos permitieron identificar cuál agresor estaba asociado con el abuso antes de los 15 años. Por lo tanto, se incluyen a todos los individuos reportados en el análisis de los agresores.

A todas las mujeres, sin importar su estado civil, se les hicieron preguntas sobre violencia el año anterior con parejas agresoras. Las medidas de violencia incluyen haber estado expuestas el año anterior a violencia física (incluyendo golpes, que les arrojen objetos, y amenazas a muerte), o a violencia sexual. En cada país la lista de actos específicos de violencia física era ligeramente diferente.

Frecuencia de abuso sexual.

Honduras y El Salvador tuvieron la proporción más alta de mujeres que reportaron haber experimentado abuso sexual a cualquier edad: 13.4% y 12.6% respectivamente. En comparación en Guatemala la proporción fue 7.1%. La frecuencia de abuso sexual antes de los 15 años fue más alta en Honduras donde 7.8% de las mujeres dijo que las habían abusado de alguna manera antes de cumplir 15 años.

En El Salvador, donde se hicieron preguntas separadas sobre el tipo de abuso sexual (abuso con o sin penetración), 1.4% de las mujeres experimentaron solamente penetración forzada antes de los quince años y 1.1% reportaron haber experimentado tanto abuso sin penetración como acto sexual forzado antes de los 15 años. En total, 22% de las mujeres que experimentaron abuso sin penetración antes de los 15 años también experimentaron acto sexual forzado antes de los 15 años.

En el total de los tres países la edad promedio de abuso sexual infantil fue 10 ½ años, lo que indica que más de la mitad de las mujeres que fueron abusadas antes de los 15 años tuvieron su primera experiencia antes de cumplir los 11 años. En El Salvador, donde es posible encontrar la edad promedio de abuso de acuerdo por tipo de abuso, las mujeres que experimentaron tanto abuso sin penetración como coito forzado antes de los 15 años fueron abusadas a la edad más temprana (promedio 9.7 años).

Agresores en el abuso sexual infantil


En los tres países los agresores de abuso sexual infantil eran conocidos por la víctima y, en muchos casos, miembros de su familia. En los tres países los agresores más comunes eran vecinos o conocidos, o miembros de la familia, incluyendo tíos, primos, y hermanos. En los tres países se reportaron con frecuencia similar a extraños y padrastros. En El Salvador el 11% de las mujeres reportaron que el agresor fue su padre. El porcentaje de mujeres que dio esta respuesta fue menor en Guatemala y en Honduras.

En El Salvador, donde es posible separar el abuso con y sin penetración, los agresores más frecuentes de abuso sin penetración fueron miembros de la familia aparte del padre o padrastro, incluyendo vecinos y conocidos. Entre las mujeres que reportaron abuso forzado con penetración antes de los 15 años, se reportaron con la misma frecuencia a vecinos y conocidos, padres, padrastros, otros miembros de la familia y extraños. Finalmente, entre las mujeres de El Salvador que reportaron tanto abuso con penetración como sin penetración el agresor más frecuente era el padre (22%) seguido de un vecino o conocido (19%) y finalmente un extraño (15%).

Asociación entre abuso sexual infantil y violencia de pareja


En el conjunto de los tres países, la proporción de mujeres que informaron sobre casos recientes de abuso de pareja fue el doble para las que experimentaron abuso sexual infantil que para las que no lo experimentaron. Por ejemplo, en Guatemala, 10% de las mujeres con pareja que no experimentaron abuso sexual infantil experimentaron violencia de pareja versus 23% en el caso de mujeres que habían experimentado abuso infantil.

Tomando en cuenta las características demográficas, las mujeres con pareja en Guatemala que sufrieron abuso infantil tenían 2.4 más probabilidades de haber tenido un episodio reciente de violencia de pareja; en Honduras la probabilidad era 1.8. En el Salvador, donde la frecuencia de violencia de pareja era menor que en los otros dos países, no había una diferencia significativa entre mujeres que experimentaron abuso sexual infantil y las que no tuvieron esa experiencia.

En El Salvador y Guatemala las mujeres que fueron testigos de violencia contra sus madres tenían el doble de probabilidades de haber tenido un episodio reciente de violencia de pareja. El único otro factor demográfico que tuvo un efecto consistente fue la residencia urbana o rural: la probabilidad que las mujeres de las zonas urbanas hubieran experimentado recientemente violencia de pareja era significativamente mayor que para las mujeres de zonas surales.

Con los datos disponibles no podemos determinar porqué o cómo el abuso sexual infantil está asociado con la violencia de pareja. Algunos mecanismos posibles para la asociación entre abuso sexual infantil y la violencia de pareja en el futuro puede estar relacionado con: (1) habilidades para relacionarse y expectativas que colocan a las víctimas de abuso sexual infantil en riesgo de abuso en una relación de pareja más adelante; (2) normas de la comunidad que afectan las dinámicas de las relaciones y dan como resultado riesgo de abuso sexual a lo largo de la vida. En particular, en el contexto latinoamericano, donde es común la cultura del machismo, las expectativas de que el hombre es dominante y agresivo y la mujer sumisa puede tener como consecuencia que las mujeres consideren que el abuso sexual es aceptable y que se debe tolerar para salvaguardar la unidad familiar.

Los hallazgos de este estudio tienen implicaciones para políticas y programas. Primero, para proteger a las jóvenes deben existir y se deben reforzar políticas de arresto y proceso judicial de los agresores. Segundo, una estrategia importante pueden ser programas escolares dedicados a la prevención del abuso sexual infantil incrementando las habilidades y confianza necesarias para evitar el abuso sexual y aumentando el número de denuncias. Tercero, quienes dan servicios de salud necesitan entrenamiento para aprender a reconocer factores de riesgo y síntomas de abuso sexual en niñas y adultas. Cuarto, se necesita una comprensión mayor en el contexto centroamericano de las influencias culturales que inciden en la identificación y tratamiento del abuso.

*University of North Carolina at Chapel Hill, School of Public Health, Department of Maternal and Child Healt