Se levantó, la espalda estaba llena de arena, el rostro un tanto quemado por el sol y los pies húmedos, sí, estaba solo en la playa, quizá el único lugar donde podía encontrar un poco de paz, lejos de todo aquello que con frecuencia la memoria le provocaba una revolución de emociones.
Imposible de olvidar el sentimiento de abandono y de rechazo, pareciera que desde niño he sido culpado, no aceptado por quienes debieron de haberme amado. Quizá por eso me he refugiado en mi propio mundo, donde de alguna manera he pretendido tener el control de lo que me rodea, pero no ha resultado hasta ahora. Algunas circunstancias similares a mis oscuros recuerdos me hacen actuar como antes, lastimándome de nuevo, pareciera que con la misma intensidad. Lo que para muchos es perder el tiempo y las oportunidades por la edad que no se detiene, para mí es todo lo contrario. Sé que retomar mi vida es en mi propio tiempo y entendimiento, con sus propios espacios, aunque quizá tenga que soportar el peso de la crítica por la lentitud de mis decisiones, claro, en la opinión de ellos. A partir de aquella ausencia de amor y lo que implicó como consecuencia, en la búsqueda de ser abrazado de niño, es decir, el abuso sexual, sé que todo se hizo diferente para mí, sí, muy complicado y confuso, es así como retomo mi vida y mis proyectos, desde una triste realidad, para poder edificar-me con gran fuerza, pero sí, duele mucho, algunos días se hace insoportable», pensaba en su interior.
Sin duda alguna, caminar solo es muy difícil vivir, yo le llamaría sobrevivir entre el pasado y el presente, un abandono que se hace más intenso, no permitiendo que lo más bello del interior fluya en armonía con la vida.
Creo que necesitamos de donde sostenernos, de quien alimentarnos, pero para ser independientes, conociendo y entendiendo nuestro interior, para retomar con fuerza, lo que quizá hemos abandonado, nuestra vida, una hermosa persona que otros han lastimado en la inocencia, cuando tan solo debimos de ser amados.
Gracias a todos aquellos que trabajan por apoyarnos día a día, por ti y por mí, gracias Miguel Adame por tu constancia, por tu generosa entrega, por no olvidar que también nosotros somos seres humanos.
Guardar silencio, sentir culpa, no, nunca más.
Juan M. Castro
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