lunes, 26 de noviembre de 2012

APRENDIENDO A CONFIAR EN TI MISMA(O)



Muchos sobrevivientes adultos tienen problemas para creer sus percepciones, sentidos y sentimientos. Tú puedes dudar de tus intuiciones y fallar en confiar en tus propios instintos. Tú podrías no estar conectada(o) con tu calibrador interno que te dice cómo sentirte respecto a lo que está pasando a tu alrededor. Esta falta de consciencia propia es un resultado directo del abuso sexual infantil.

Los niños(as) naturalmente confían. Su primer impulso es amar a las personas que los cuidan. El abuso sexual rompe esa confianza y los(as) niños(as) aprenden que no es seguro responder a sus más básicos instintos. 

A muchos niños(as) abusados se les dijo que estaban locos, que sus sentimientos estaban mal o no tenían sentido. Los abusadores a menudo tuercen la realidad: “Esto es lo que un abuelo amoroso hace con su nieta”. “Esto es lo que todos los padres e hijos hacen antes de ir a la cama”. “Si tú no fueras tan malvada, yo no tendría que hacerte esto”. O todas tus percepciones pudieron haber sido negadas completamente: “Nada sucedió. Estás imaginando cosas”. Los niños(as) creen que todo lo que dicen los adultos es verdad, así que las mentiras y las distorsiones remplazan la realidad. 
A pesar de que tú no aprendiste a confiar en tus propios instintos y sentimientos cuando eras niño(a), este capítulo te ayudará a aprender a identificar y escucharlos ahora. Mediante aprender a estar presente, deshacerte de los mensajes negativos que absorbiste en la infancia, descubrir tu voz interna, establecer límites y decir no, tú eliminarás muchos de los obstáculos para confiar en ti misma(o).

ESTAR PRESENTE

A fin de estar en contacto con tus pensamientos, percepciones y sentimientos, necesitas estar presente en el momento –de sentir tus emociones, estar en tu cuerpo, prestar atención a lo que está sucediendo dentro y alrededor tuyo. Esto puede ser un reto tremendo para los sobrevivientes, muchos de quienes aprendieron a temprana edad a disociarse, desconectarse de sentimiento no placenteros y sensaciones corporales. 

Cuando estabas creciendo, disociarte de tus sentimientos y sensaciones físicas fue una habilidad necesaria y efectiva para enfrentar la realidad. Tú no podías soportar el dolor físico, las sensaciones confusas, la humillación, la intensa confusión de sentimientos que el abuso causó. Así que aprendiste a desconectarte. El problema es que probablemente tú sigues desconectándote, aun cuando no quieres. Como otros mecanismos de defensa de la infancia, las habilidades de supervivencia pudieron prevalecer después de haber cumplido su propósito. 

Los sobrevivientes tienden a estar en uno de dos extremos –desconectados y ausentes o híper vigilantes, alertas de todo, todo el tiempo . Si te has disociado toda tu vida, podrías no estar consciente de ello. No estar presente puede ser tan normal para ti que no sabes que te estás perdiendo algo. Podrías no darte cuenta de que te estás desconectando hasta que alguien te lo señala, o hasta que tú decides hacer un seguimiento de tu propia falta de atención. Entonces te das cuenta que te desconectas todo el tiempo y resulta turbador. ¿Quién estaba manejando el auto mientras no estabas poniendo atención? ¿Quién estaba teniendo esa conversación? ¿Quién estaba haciendo el amor cuando no estabas ahí?
Yo me desconecto ___ casi nunca ___ algunas veces ___ muchas veces ___ la mayor parte del tiempo.

Creo que me desconecto el ___% del tiempo.

Si te desconectas regularmente, aprender a estar presente cuando quieres estar es una habilidad importante. Conforme incrementas la destreza de estar presente, tu capacidad de sentir tus sentimientos, pensar tus pensamientos, experimentar tu cuerpo y moverte en la vida con atención puede aumentar dramáticamente. Tal atención incrementa naturalmente tu capacidad para sanar.

APRENDIENDO A ESTAR PRESENTE

Si tú quieres estar más presente, empieza por observar tu conducta actual. Sin juzgar, explora la forma cómo las cosas son. Luego establece la intención de cambiar. Decide que estás dispuesta(o) a estar presente, a sentir los sentimientos y las sensaciones de las que el desconectarte te ha estado protegiendo. Luego practica poner atención. Estar presente es una cuestión de intención, voluntad y respirar. 
Conforme inicias tus observaciones, hazte las siguientes preguntas: ¿Puedo diferenciar las ocasiones en que estoy presente de las ocasiones en que no estoy? ¿Qué sucede cuando me desconecto? ¿Cómo se siente dentro? ¿Qué pensamientos surgen en mi mente? ¿Qué sentimientos tengo? ¿Qué sucede en mi cuerpo? ¿Cómo cambia mi conducta? (Si tú no sabes qué hace cuando te desconectas, pídele a una persona que de tu círculo de apoyo que te observe y te reporte sus observaciones).
Cuando me desconecto, se siente como si (estuviera bajando por el desagüe / estuviera bajo el agua / estuviera detrás de un cristal /estuviera flotando en el techo) _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Yo empiezo (a hablar muy rápido / mover el pie / sentir mis dedos entumecidos) _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Yo dejo de (hacer contacto visual / respirar / sentir cualquier cosa /pensar con claridad) _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Yo empiezo a pensar que (voy a morir / no pienso, ese es el problema / las tablas de multiplicar / salir volando en una alfombra maravillosa) _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Una vez que estés consciente de la forma cómo te sientes y actúas cuando te desconectas, empieza a llevar un diario de consciencia. Lleva este libro (o pequeña libreta de notas) contigo, cada vez que te sorprendas a ti misma(o) desconectándote (y no te darás cuenta de todas las veces), anota la fecha, hora, lugar y la situación. Luego responde las siguientes preguntas:

DIARIO DE CONSCIENCIA 

Momento de desconectarse: _____________________________________________________________
Duración de la desconexión (si lo sabes): ___________________________________________________
Lugar: _______________________________________________________________________________
¿Cuál es la última cosa que recuerdo antes de desconectarme? _____________________________________________________________________________________
¿Qué estaba sucediendo? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¿Quién(es) estaba(n) ahí? (si había alguien) ¿Qué estaba(n) haciendo? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¿Qué emociones estaba sintiendo? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
¿Hubo algo que me turbara en el momento que me desconecté? Si sí, ¿qué fue? _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Cuando observes tus periodos de atención e inatención, empezarás a reconocer ciertos patrones. Cuando alguien está enojado contigo, te desconectas. Cuando se espera que te comportes sexualmente, te desapareces. Cuando estás triste o asustada(o), te vas. Entender esos patrones es crucial para aprender a estar presente. Cuando tú aíslas las ocasiones en que te desconectas, puedes identificar la necesidad que estás satisfaciendo y entonces puedes encontrar alternativas para satisfacer esa necesidad.
Me desconecto para no tener que (sentirme enojada / comportarme sexualmente / decir lo que realmente pienso) _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
Otras maneras de satisfacer esta necesidad: _______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________

Una ves que hayas reunido información acerca de estos patrones, tú tienes que decidir si quieres cambiar. Esta es una pregunta de voluntad. ¿Estás dispuesta a sentirte enojada? ¿A ponerte de pie por ti misma? ¿A sentirte sexual? ¿A estar presente?

Si tú estás dispuesta(o) a estar presente, algunas técnicas sencillas para volver a tu cuerpo te podrían ayudar. Trata respirar, poner las plantas de los pies contra el piso y decir “estoy dispuesta(o) a estar aquí”. Podrías regresar inmediatamente. Algunas veces tú podrías necesitar otras cosas para ayudarte a volver –mirar a tu alrededor, sentarte o acostarte en el piso, moverte o estirarte, contactar a un persona segura que puede ayudarte a hacer tierra, dar un paseo, recordatorios verbales acerca de dónde estás (o quién eres), contacto físico seguro, o hablar acerca de tu experiencia. 

Después de que has hecho contacto otra vez con el presente, tómate unos minutos para dilucidar por qué te fuiste. Registra tus respuestas en tu diario de consciencia. 
Aprender a estar presente es un lento proceso de prueba y error. A menudo cuando los sobrevivientes tratan este tema, ellos repentinamente encuentran que ellos se están desconectando mucho más que antes. Esto puede ser muy frustrante. Espera ahí. Sé paciente. Sigue respirando y tráete de vuelta. Estar presente sólo existe en el momento. Tú puedes estar presente ahora… y ahora… y ahora.

Cosas para reflexionar:

• ¿De qué me ha protegido desconectarme?
• ¿Qué me haría falta para hacer el compromiso de estar presente? 






Tomado de El Coraje de Sanar, libro de ejercicios de Laura Davis.
Espera los siguientes ejercicios sobre Aprendiendo a Confiar en Ti.

TRADUCCIÓN: CONY DIAZ.

Abusos sexuales a niños: claves para su prevención

Abusos sexuales a niños: claves para su prevención
Los abusos sexuales a niños son algo realmente serio y la peor de las opciones es la de no hacer nada, mirar para otro lado o actuar como si no existieran o no pudieran existir. Dejar las cosas tal y como estaban ha sido el modo de que permanezcan los abusos.
Lamentablemente no hay trucos ni palabras mágicas que puedan garantizar, con absoluta certeza, que eviten posibles situaciones de abusos sexuales en la infancia. Tampoco los hay para que, en caso que se produjesen, se detectaran inmediatamente. Así las cosas, y generalizando, ante los abusos sexuales a niños caben dos posibilidades: encender todas las alarmas o poner un poquito de sentido común.

Claves para prevenir el abuso sexual en niños

Poner sentido común es saber afrontar el problema, pero sin caer en trampas por abordarlo con prisas o con ansiedad. Este tema es suficientemente importante como para no ir por atajos. Los niños y niñas más vulnerables frente a un posible abuso sexual son quienes no saben hablar de sexualidad o no tienen con quién. Por tanto, las claves más importantes para prevenir el abuso sexual son:
1. El silencio no protege. Habla con tu hijo o con tu hija de sexualidad y que aprenda que contigo se puede hablar de todo lo relativo a la sexualidad. Es un modo de garantizar que “si algo ocurriese” probablemente te lo cuente. Si en casa nunca se ha hablado del tema… indudablemente el niño carece de ese apoyo. El atajo consistiría en aprender hablar de sexualidad hablando únicamente de situaciones de abuso, lo que no parece el mejor modo de aprender que lo sexual tiene que ver con muchas cosas y muchas de ellas muy bonitas.
2. La intimidad. No es lo mismo si, por ejemplo, el niño ha aprendido que lo sexual tiene que ver con la esfera de la intimidad o con la esfera de lo prohibido. Y esto es algo que se aprende cuando, por ejemplo, ante la conducta de acariciarse los genitales en público, se le dice “esto aquí o ahora NO se hace” en vez de únicamente  “esto NO se hace”. Pero también se aprende por la observación de cómo se abordan otros muchos temas en casa, las escenas de sexo en televisión, los comentarios en voz baja, el manejo del pudor…  Parece sensato pensar que se previene bastante más enseñando lo que es “la intimidad”, espacio sobre el que se puede ejercer algún control y sobre el que se puede hablar, que abocando la sexualidad a “lo prohibido”, un lugar que “por definición” se supone que no existe y, por tanto, del que no habría nada ni que contar ni que preguntar.
3. Enséñale a decidir. La tercera clave que ayuda a la prevención, y a que como padre o como madre uno se quede con la sensación de “tener los deberes hechos”, es la de enseñar a tomar pequeñas decisiones, lo que de algún modo lleva implícito que el niño o la niña aprendan a qué se le considera. No parece que pueda aprender a zafarse de una situación de abuso, negándose a la misma, quien ha aprendido que todo se decide en su nombre y que su opinión y sus gustos son poco relevantes. Para aprender a decir que sí, o que no, a las cosas importantes (como lo es decir un NO a una potencial situación de abuso) es imprescindible primero haber hecho algo parecido frente a situaciones aparentemente nimias y con resultados positivos. Que dicho sea de paso, no significa que haya que hacer siempre lo que el niño decida: se le escucha, se le considera y, en su caso, se le razona.  
En definitiva no hay mejor modo que tratar de prevenir los abusos sexuales en la infancia que tratar de hacerEducación Sexual con mayúscula. Esto es, la que apunta en la dirección de contribuir a que niños y niñas aprendan a conocerse, a aceptarse y a expresar su sexualidad de modo que resulte satisfactoria. Lo que evidentemente ha de significar que no hay presencia de abusos sexuales ni de otros problemas. 
Carlos de la Cruz, sexólogo

Carlos de la CruzDoctor en Psicología y Sexólogo
Director Máster Oficial en Sexología UCJC-IUNIVES
Vicepresidente Asociación “Sexualidad y Discapacidad”

http://www.guiainfantil.com/articulos/educacion/abusos/abusos-sexuales-a-ninos-claves-para-su-prevencion/

La Justicia y la violencia sexual intrafamiliar


las12
VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2012
EL MEGAFONO
ARGENTINA



No se puede hacer nada, está todo hecho para que ellos ganen.” Así dijo mi hija, once años, víctima de abuso sexual infantil, hace dos semanas.
Ellos. Su progenitor, su abuela paterna. Tal vez todos los ellos.
Le pregunté por qué decía eso: “¡¿No te das cuenta?! Porque si realmente la jueza estuviera pensado en mí, ya se habría solucionado, y vos hace años que vas y venís haciendo cosas. Ya está, mamá”.
Siguió diciendo, en llanto silencioso, de adulto vencido que ha visto demasiado:
Que nunca va a tener hijos, porque no quiere elegir un marido que pueda hacer con sus hijos lo mismo que su papá con ella.
Que si tiene hijos, su papá, abuelo de esos hijos, puede insistir en verlos como la abuela hace con ella y eso –que los vea– sería horrible, y no quiere que pasen por la misma situación que ella ahora.
Que la dejen en paz. Que no puede más.
Que por qué la jueza y la defensora no la escucharon cuando les dijo que no, y tuvo que salir corriendo del despacho desesperada y llorando: “Ayudame, mamá, me quieren convencer para que vea a mi abuela”.
Que por qué, si ya les dijo, insisten e insisten.
Lástima que tenga tan claro lo que muchas madres sabemos y no nos animamos a aceptar ni a decir de viva voz:
Que no se puede hacer nada. Que está todo hecho para que ellos ganen.
¿Qué es lo que pasa en la Justicia argentina para que una nena de once años tenga esta lucidez?
Pasa que está viviendo toda una infancia prisionera de esa Justicia: ocho años, contados desde sus tres años y medio. Y la condena sigue, sigue.
Pasa que mi hija, y con ella cientos de niñas y niños víctimas de violencia y de abuso sexual intrafamiliar, sufren la violencia, todavía más dañina, de ser tomados por los funcionarios judiciales como meros objetos y no como sujetos pensantes, sufrientes, resilientes y deseantes.
Pasa que todos estos niños y niñas aprendieron desde muy chiquitos que son carne de cambio. Primero en manos de sus abusadores. Después, y aun más perversamente, en manos de quienes tienen la obligación de pensarlos como sujetos y protegerlos.
Aprendieron que no importan, que no pueden esperar que los defiendan funcionarios de la Justicia que los auditan y no los escuchan porque lo que dicen está en las antípodas de lo que quisieran oír, o que ponen a un traumatólogo forense a cargo de pericias ginecólogicas, o que les dicen que lo que les pasó en realidad no les pasó, que es la mamá quien dice que les pasó.
Todos estos chicos y chicas saben que la ley es letra muerta para ellos, que deben luchar contra fuerzas más grandes que las de un solo perverso: en silencio, llorando, huyendo del despacho de una jueza, o gritando su impotencia.
Mi hija también dice que cuando cumpla dieciocho va a hacer una gran fiesta: bye jueza, defensora, peritos, padre y abuela.
La fiesta de su liberación.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/20-7661-2012-11-23.html

COBARDE ES SU NOMBRE



Despertó sobresaltada, creyó haber oído un golpe seco. Sigilosamente, se sentó en la cama atemorizada, intentando escuchar... No era la primera vez que sucedía. En otra ocasión, se había despertado igual, oyendo a su madre sollozar a la vez que suplicaba un "por favor, por favor, no despiertes a los niños".

Aquella otra noche se levantó a ver lo que sucedía y al entrar en el salón, vio como papá castigaba con un cinturón a mamá, mientras ella, acurrucada en un rincón del suelo, intentaba cubrir el rostro con los brazos a la vez que le pedía: "por favor, por favor, no despiertes a los niños". Ninguno se dio cuenta de su presencia, asustada, corrió a esconderse bajo las mantas. Y a solas, lloró. Hasta que el sueño calmó su dolor.

A la mañana siguiente su madre la despertó como cada día, con un beso y una sonrisa. Desayunaron y les acompañó a su hermano y a ella a la escuela mientras les contaba cuentos de niños felices que llevaban otras vidas.

Nunca dijo a nadie nada, jamás comentó con alguien lo que aquella noche observó. Su padre seguía siendo el hombre bueno que cada noche les acostaba con un beso. Su madre, la mujer que cantaba feliz al planchar la colada...Si alguna vez lo recordaba, pensaba al instante que debió de haber sido una pesadilla, que su padre jamás sería capaz de comportarse como el animal salvaje que aquella noche golpeaba con rabia a su mamá.

Pero hoy, de nuevo un ruido sordo la despertó. Como aquella otra noche, se decidió a investigar qué sucedia. Con cautela, salió de su habitación intentando no despertar a su hermano menor. En la oscuridad del corredor se veía brillar la luz de la habitación de sus padres por la rendija de la puerta a medio abrir.

Escuchó la voz de papá, hablaba de manera pausada, pero no entendió nada de lo que decía...de pronto, oyó sus pasos hacia la puerta y atemorizada, pegó su espalda a la pared de una de las esquinas, mientras sentía sus piernas temblar. Su padre salió de la habitación, no la vió oculta entre las sombras. Como un loco se dirigió a la puerta de la calle y cerró tras de él con un enorme portazo.

Ella, se asomó con miedo a la habitación. El horror entró por sus ojos y estalló en su corazón. En el suelo, sobre un gran charco de sangre, su madre parecía una muñeca rota. De su pecho, sobresalía el mango de uno de los cuchillos de la cocina...

No pudo moverse, no pudo gritar, no pudo correr, no pudo llorar. 

No supo cuánto tiempo pasó ni qué sucedió, hasta que un policía la tomó en sus brazos y la sacó a la calle. Allí, su hermano pequeño la esperaba sollozando dentro de una ambulancia, no comprendió por qué era a ellos a quienes se llevaban los médicos, estaban equivocados, era a su mamá a quien debían curar....

Pero no pudo decirles nada, asustada, sólo pudo gritar.


Que este día deje de necesitar una conmemoración, 
porque ya no haya ni una sola víctima a quien apoyar, 
ni un solo cobarde a quien denunciar.
Mi solidaridad a todas las víctimas del maltrato.
Si conoces un maltrato, por favor, no te calles: ¡DENUNCIA!!

http://larebeldequenofui.blogspot.mx/2012/11/cobarde-es-su-nombre.html