lunes, 23 de mayo de 2016

¿Cómo enfrentarnos al dolor causado por la violencia sexual?


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Durante la mayor parte de su vida, Virginia Woolf sufrió de lo que llamaba “la vergüenza ante el espejo”. Tenía aversión a verse reflejada. Escribió sobre ello en los últimos años de su vida, no mucho antes de suicidarse, recordando que el problema había comenzado con un espejo en concreto. Estaba en la entrada de la casa en la que creció. Cuando tenía seis años, su hermanastro, Gerald Duckworth, la levantó, la puso sobre una mesa y metió las manos por debajo de su vestido.
Su otro medio hermano, George Duckworth, también comenzó a acosarla algunos años después. Durante una época, la visitaba cada noche. Virginia Woolf habló en público del abuso y escribió sobre el tema, que continuó hasta bien entrados los veinte años. Fue capaz, incluso, de enfrentarse a George, pero nunca pudo controlar el malestar ante los espejos. “Es tan difícil”, escribió con una torpeza poco habitual en su obra, “dar testimonio de la persona a la que le suceden las cosas”.
¿Cómo enfrentarnos a nuestro propio dolor? Es un tema especialmente complicado. ¿Cómo entendemos nuestro sufrimiento? ¿Con qué palabras? ¿Para qué? ¿Nos hace más pequeños, nos impacta realmente el sufrimiento intenso?
Ese tipo de preguntas gira en torno a la palabra “superviviente”, un término cada vez más extendido entre quienes han sufrido violencia sexual. Utilizado con frecuencia para referirse a aquellos que pasaron por el Holocausto, la palabra se sumó al acervo utilizado por los grupos feministas que comenzaban a trabajar contra el abuso sexual infantil en la década de los ochenta y ha ampliado su sentido hasta ser parte del lenguaje de uso diario.
Durante la última entrega de los Premios Oscar, Lady Gaga cantó su canción nominada “Til it Happens to You”, de “The Hunting Ground”, un documental sobre violación en las universidades. Lo hizo acompañada por 50 hombres y mujeres que habían sufrido abusos que llevaban la palabra “superviviente” escrita en sus brazos. El día después habló de su propia experiencia como adolescente violada. “51, sobreviviendo y alcanzando el éxito”: fue el pie de foto que puso a una imagen del grupo en Instagram. En las redes sociales, los usuarios pusieron mensajes de apoyo con la etiqueta #SurvivorLoveLetter (#CartaDeAmorAlSuperviviente). Una mujer, por ejemplo, le escribe a su versión más joven: “No eres lo que te quitaron. Eres un monumento a la supervivencia y la recuperación está ahí… eres una reina”.
El mundo se ha puesto al día, al igual que la ley. El informe sobre seguridad en los recintos universitarios elaborado por la Casa Blanca en 2014, dice: “Estamos aquí para decirle a los supervivientes de asalto sexual en la universidad que no están solos”.
Y acaba de presentarse una propuesta de ley de los derechos de los supervivientes en el Senado de Estados Unidos que tiene el objetivo de “reforzar la capacidad de los supervivientes para tomar decisiones con toda la información disponible a lo largo del proceso de justicia criminal”, además de otras cosas como alargar el tiempo durante el que se conservan los kits que contienen la información acerca de una violación.
La definición legal de violación evoluciona con el tiempo y siempre ha sido un barómetro de las actitudes sobre género y raza. La legitimidad del superviviente apunta a un cambio sutil pero importante en el debate sobre la violencia sexual. La historiadora Estelle B. Freedman cree que la historia de la violación en Estados Unidos “consiste en gran medida en darle seguimiento a las narrativas cambiantes que definen qué tipo de mujeres pueden acusar a qué tipo de hombres por el delito de sexo forzado sin consentimiento y qué versiones de los hechos son creíbles”. Son muy pocas las excepciones y, en general, no hay memoria histórica de cómo las víctimas de violencia sexual se perciben a sí mismas y entienden sus experiencias.
Después de todo, la víctima de violación “buena” o “creíble” siempre ha sido la que ha muerto, y se convierte así en ese símbolo útil de inocencia rota que cualquier grupo puede adoptar para hacer ruido –un suicidio como el de Lucrecia, cuya violación se convirtió en catalizador de la fundación de la república en Roma, o el de cualquiera de las santas de la Iglesia católica (ninguna de las cuales fue violada, por cierto, porque prefirieron morir antes que aceptar la violación). En literatura, las mujeres han sido silenciadas. En “Metamorfosis” de Ovidio se convierten en pájaros y árboles. A una le cortan la lengua para que no testifique, un lugar común que aparece en todas partes desde “Tito Andrónico” a “El mundo según Garp”.
Pero desde los años setenta, algunos libros que recogen testimonios en primera persona de mujeres que sufrieron incesto y abuso sexual cuando eran niñas expusieron el tema ante la opinión pública. Alguna de estas obras usó específicamente la palabra “superviviente” para sustituir a “víctima”. Su objetivo era, de manera deliberada, resignificar y enfatizar los recursos de la mujer ante su supuesta indefensión y defender las decisiones tomadas, las que permiten a esas mujeres mantener la cordura y la salud.
Lo que un día sonó radical, se convierte en una retórica de heroísmo casi forzado. “No soy víctima, soy superviviente” es el lema habitual de mujeres como Trisha Meli, quien fue violada mientras trotaba en Central Park en 1989, o la actriz Gabrielle Union, violada a punta de pistola a los 19 (“Odio sentirme víctima, te vuelve perezosa”). Otras prefieren “luchadora” o incluso “guerrera”.
Es indiscutible que hoy en día existe una insistencia en proyectar fuerza y dureza, tal como lo hacen mujeres como Jessica Jones, la emperatriz de Mad Max; Lisbeth Salander; Olivia Benson de la serie de televisión “Law and Order”, o a la novia de “Kill Bill”.
La superviviente, o su representación en la cultura pop, ahora tiene una imagen distintiva: está herida pero no lo suficiente como para provocar pena o repulsión. Su herida la hace interesante, incluso atractiva. Antes la víctima era una figura aislada que producía vergüenza, pero la superviviente es ágil y está bien equipada con recursos. Provoca un poco de miedo, es sexy y su rabia cuenta con bendición divina.
Y tiene la capacidad de cruzar culturas: es Priya, la estrella de un cómic indio que va montada en un tigre y se enfrenta a sus violadores; es Maima, que recorre el escenario en Broadway con un AK 47 colgando del pecho en “Eclipsed”, la obra de Danai Gurira sobre las esclavas sexuales de la guerra civil en Liberia. Incluso como prisionera —como la madre que aparece en “Room”— puede con todo.
Y toma vida en las marchas de protesta contra la violencia sexual en las universidades. El año pasado, Karmenife Paulino, una estudiante, montó una exposición frente al edificio de la asociación de estudiantes donde dice que fue violada. Posó triunfante, vestida de dominatriz y rodeada de actores que representaban a los miembros de la asociación. “Una de las cosas que más me ha ayudado como superviviente ha sido encontrar una manera creativa de expresar mi dolor”, dijo la joven en una entrevista con un blog de la universidad. “Así se me ocurrió pensar en cómo sería reclamar ese espacio”.
La preferencia por “superviviente” en lugar de “víctima” es una cambio en el lenguaje tanto ideológico como lingüístico. En “Bright-Sided” su crítica publicada en 2009 sobre la obsesión estadounidense con el pensamiento positivo, Barbara Ehrenreich señaló un proceso similar en los pacientes con cáncer. “La palabra víctima está proscrita”, escribe, porque se entiende como lástima por uno mismo. Se prefieren metáforas marciales, y quienes “han perdido la guerra” pasan al olvido. “Son los supervivientes quienes han hecho méritos para recibir honores”. Y de esa manera, el péndulo pasa de un extremo al otro: de ver la violación como dolor insoportable a ver al superviviente como alguien con poderes sobrehumanos.
Es, de nuevo, “la vergüenza ante el espejo”. Es el miedo a enfrentarte a tu propia vulnerabilidad en una sociedad desesperadamente optimista y adicta a las historias con final feliz. Con algunas excepciones, la misión no es solo sobrevivir, sino hacerlo lo más rápido posible, y que sirva para levantar a los demás.
Wagatwe Wanjuki, una de las personas que estuvo junto a Lady Gaga durante los Premios Oscar, escribió en una página web sobre “el costo invisible” de ser superviviente. “Eres reconocido por ser capaz de soportar las peores experiencias de tu vida”.
Una palabra que antes servía para liberar a las mujeres de su estigma es, ahora, un tratamiento. “La supervivencia obligatoria despolitiza nuestra manera de entender la violencia y sus consecuencias”, escribió en feminist.com Dana Bolger, directora ejecutiva de Know Your IX (una organización “por y para jóvenes supervivientes” que lucha contra la violencia sexual en las escuelas). Y añadió: “Pone el peso de la recuperación en el individuo mientras borra el sistema y las estructuras que hacen que sobrevivir sea algo duro, más duro para unos que para otros”.
La obligación a sobrevivir anticipa las sensaciones que afrontan muchas víctimas de la violencia: desconfianza, indiferencia y la falta de apoyo por parte de la sociedad. Esto sin añadir lo que menciona Jon Krakauer en su libro sobre la violación en las universidades, “Missoula”: si una persona es violada en Estados Unidos, más del 90 por ciento de las veces el violador no será condenado.
Así, la ética de coraje y fortaleza tiene sentido. No hay alternativa.
En japonés, la palabra trauma se expresa con la combinación de dos caracteres: “afuera” y “herida”. El trauma es una herida visible –es sufrimiento que podemos ver–, pero también es sufrimiento público que se calcifica hasta convertirse en parte de la identidad e inevitablemente se simplifica. Quizás queda algo de sabiduría latente en la frase de Woolf: “La persona a la que le pasan las cosas”. Es amplia. No te ubica en ninguna fase específica del sufrimiento o la recuperación. Se centra en la persona y no en el evento, algo que resulta crucial. Quienes han sufrido violencia sexual caen en el sentimentalismo de los demás.
O, aun peor, en el estigma: O están rotas o son heroínas. Todo puede proyectarse sobre ellas.
Todo menos el poder y la vulnerabilidad de las personalidades normales.

Contra menores de 15 años, 37% del abuso sexual


Foto: Especial
En México, entre 2010 y 2015 hubo 41 mil 571 menores de 15 años víctimas de abuso sexual, lo que representa más de un tercio de las personas que sufrieron este tipo de violencia en ese lapso de tiempo, afirma el Diagnóstico sobre la Atención de Violencia Sexual en México de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).

El informe de la CEAV indica que, en ese lapso, en todo el país se registraron a 110 mil 914 víctimas, de las cuales 37.48% son niños y niñas menores de 15 años. Estos datos se desprenden de las 83 mil 463 averiguaciones previas registradas ante el Ministerio Públicoentre 2010 y 2015.

Además, 90 mil 25 de las víctimas son mujeres, añade el documento: “La desagregación por sexo de las personas que figuran como víctimas de los delitos sexuales evidencia que las mujeres constituyen las principales víctimas”, indica el documento.

Destaca que una de cada cuatro víctimas era estudiante, mientras que 19% era empleado o empleada de su victimario; las amas de casa tampoco se escapan, pues entre las mujeres, 12% se dedicaba al quehacer doméstico.

A pesar de estos números, el estudio indica que éstos representan sólo una pequeña parte de la problemática, ya que más de 90% de los casos no se denuncia, por lo que las autoridades infieren que hay miles de casos que nunca llegan ante las autoridades correspondientes.

“Es preciso recordar que la información que se presentó no permite un acercamiento –ni siquiera una inferencia– de la ocurrencia de violencia sexual, pues los datos refieren a la cantidad de averiguaciones previas que se integran en los organismos de procuración de justicia y de las quejas que se interponen en dependencias de derechos humanos”, explica el estudio.

Para Martín Pérez, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), la razón por la cual no se denuncian es porque en la mayoría de ocasiones el abuso es perpetrado por familiares o maestros, situación que vuelve complicado denunciarlo. Lo peor (en el caso de las mujeres) es que varias veces la víctima acaba embarazada.

Según los datos de la CEAV, seis de cada 10 agresores tenían alguna relación con las víctimas: 24% eran la pareja en el momento del ataque, 20% son familiares y 11.55% personas conocidas sin parentesco con la presunta víctima, mientras que 41% era un desconocido.

70% de los casos de violencia sexual denunciados involucraron víctimas menores de 30 años.

56.5% de las víctimas de violación equiparada (víctima incapaz de defenderse) era hombre.

En 25 estados, el abuso sexual infantil es cosa menor; no lo consideran delito grave.


En 25 de las 32 entidades del país no se considera delito la pederastia, de acuerdo con la senadora perredista Angélica de la Peña.
Para Laura Martínez, directora de la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas, AC, la violencia sexual contra menores, en el 80% de los casos, deja secuelas para toda la vida. Adicionalmente, las leyes de las entidades la castigan de manera laxa o nula y se utiliza un enfoque de usos y costumbres para enfrentarlos.


De acuerdo con De la Peña, Yucatán, Tlaxcala, Tabasco, Sinaloa, Quintana Roo, Querétaro, Morelos, Jalisco y la Ciudad de México tipifican este ilícito como grave y sin derecho a fianza; sin embargo, las penalidades no son severas, sólo en el estado de Jalisco se dan entre 12 y 20 años de prisión a quien cometa abuso sexual en contra de un menor de edad.
En 25 entidades el abuso sexual no se califica y los agresores pueden salir bajo fianza, pagando multas que van de los tres días de salario mínimo a  mil 200 días.
De acuerdo con datos de la OCDE, México ocupa el primer lugar en abuso sexual, violencia física y homicidios de menores de 14 años. Un estudio de Adivac apunta que las víctimas pueden ser menores o mayores de edad.
Difieren estados
Existen códigos penales, como los de Baja California, Campeche, Durango y Sonora, cuya acción penal en contra de quien comete el delito de estupro se extingue si contrae matrimonio con la víctima, legalizando con esto la prolongación de la lesión al bien jurídico, de acuerdo con Adivac.
La mayoría de los códigos penales incluyen como pena la reparación del daño para los ilícitos de estupro y violación, y en varios dicha reparación comprende el pago de alimentos en favor de la mujer y del hijo (a) o hijos (as) que pudieran resultar como consecuencia de la comisión del abuso.
Cabe señalar, de acuerdo con Angélica de la Peña, que México está catalogado como país de origen, tránsito y destino de víctimas de explotación sexual, siendo el de mayor crecimiento la modalidad de turismo sexual infantil principalmente en Acapulco, Cancún, Tijuana y Ciudad Juárez.
Pornografía
De acuerdo con un informe del Senado de la República, México ocupa el primer lugar en difusión de pornografía infantil a nivel internacional, situación que fue confirmada por Nelly Montealegre, fiscal especial de la PGR para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas, quien habló de cómo se han incrementado las páginas de personas que buscan material de ese tipo.
    Según estimaciones de la UNICEF, la pornografía infantil es uno de los negocios más lucrativos en el mundo, después del narcotráfico, cuyas ganancias se estiman en 7 mil millones de dólares anuales.
Las estadísticas de la Policía Federal señalan que la explotación sexual de niños y adolescentes a través de internet ocupa el tercer lugar en la lista de delitos cibernéticos.
Mientras en 2004 se tenían registrados 72 mil 100 sitios de pornografía infantil, en 2006 ya existían más de 100 mil sitios. Además, México es considerado segundo país a nivel mundial con mayor producción de pornografía infantil.
   Además del caso de La Esperanza, encubierta casa hogar en donde Timothy Julian y Decker, de nacionalidad estadunidense, tenían concentrados a un grupo de niños que eran abusados sexualmente, mientras ellos les tomaban fotos y video que enviaban por internet a diferentes partes del mundo, existen mucho otros casos de pederastia y pornografía infantil.
Otro caso muy sonado en Acapulco es el del  pederasta mexicano José Guadalupe Borja Borbón, quien se hacía pasar como misionero franciscano. El sujeto mantenía una casa de asistencia llamada Casa Franciscana de Niños Desamparados, ubicada en el lote 27 de la calle Castillo Bretón, fraccionamiento Costa Azul.
De acuerdo con la averiguación previa, TAB/AEDS/02/832/2003, Borja utilizaba ese lugar para abusar sexualmente de los menores. Bajo engaños, invitaba a los niños a la casa hogar y, una vez ahí, les decía que les iba a sacar el demonio mediante sesiones de exorcismo.
Para el abogado Victoriano Sánchez Carbajal, el problema es que las leyes de Guerrero no protegen a los menores.
“Si vemos el Código Penal de Guerrero veremos que los niños están expuestos a múltiples actos que pueden llevar a denigrarlos como personas, sin que aquellos que cometen el delito reciban un castigo adecuado y ejemplar; lo máximo de lo que se les puede acusárseles es de corrupción de menores y saldrían libre bajo fianza”, señala el abogado.
Tal es el caso del ciudadano canadiense Williams Lee Suk, quien se hacía llamar Walter Suk, y fue sorprendido mientras tocaba y besaba a una niña, en plena Costera Miguel Alemán en Acapulco. El hombre fue detenido por integrantes de la Gendarmería y, en lugar de ser puesto a disposición del Ministerio Público federal, fue consignado al Ministerio Público del fuero común, donde se le aplicarán las leyes estatales, mismas que no prevén la figura  de pederasta.
Sánchez Carbajal hizo un llamado urgente a los diputados del estado para que armonicen las leyes locales con las federales y, de esa manera, “se pueda proteger a los niños de Guerrero de este terrible mal que llegó y no ha podido ser erradicado”.
De acuerdo con el abogado, Williams Lee Suk, quien enfrenta un proceso penal por acariciar y besar a una menor de edad, en cualquier momento podría salir libre bajo fianza, pues en aquella entidad el delito cometido está considerado como “no grave”.
La sicóloga Alondra Berber señala que “Acapulco sigue siendo primer lugar en turismo sexual infantil, el cual es propiciado, en gran medida, debido a la pobreza y falta de educación. En el 80% de los casos, el abuso es cometido por gente cercana a la víctima”, subraya.
Violencia sexual
De acuerdo con datos de la OCDE, México ocupa el primer lugar entre len abuso   sexual, violencia física y homicidios de menores de 14 años.

En casa hogar. 
Además del caso de La Esperanza, encubierta casa hogar en la que los ciudadanos estadunidenses Timothy Julian y Robert Decker  tenían concentrados a un grupo de niños que eran abusados sexualmente y también eran captados en fotos y videos que, poco después, eran enviados por internet a países como Estados Unidos, Inglaterra, Holanda y Alemania,  entre otros, actualmente existen más casos de pornografía infantil y pederastia en México.


Vía internet. 
Las estadísticas de la Policía Federal señalan que la explotación sexual de niños y adolescentes a través de internet ocupa el tercer lugar en la lista de delitos cibernéticos.
Mientras en 2004 se tenían registrados 72 mil 100 sitios de pornografía infantil, en 2006  la cifra se incrementó a más de 100 mil sitios. Además, México es considerado el segundo país a nivel mundial con mayor producción de pornografía infantil.

Código Penal. 
El artículo 201, párrafo primero, del Código Penal Federal establece: “Comete el delito de corrupción, quien obligue, induzca, facilite o procure a una o varias personas menores de 18 años o a una o varias personas que no tienen capacidad para comprender el significado del hecho o a una o varias personas que no tienen capacidad para resistirlo a realizar actos de exhibicionismo corporal o sexuales simulados o no, con fin lascivo o sexual”.


Convenios. 
México ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño en 1990; en el 2000 el Convenio 182 de la OIT sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil y en el 2002 el Protocolo Facultativo de la Convención de los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía. Adicionalmente, en el 2003 ratificó el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños.
Acapulco, paraíso sexual infantil
ACAPULCO.— El destino turístico que dio a conocer a México ante el mundo, hoy es considerado como un destino de turismo sexual, donde prácticamente cualquier tipo de fantasía podría ser cumplida, lo que ha provocado que pederastas extranjeros, principalmente de Canadá y Estados Unidos, lo visiten.
De acuerdo con un informe del Senado de la República, México ocupa el primer lugar en difusión de pornografía infantil a nivel internacional,  dato que ha sido confirmado por Nelly Montealegre Díaz, fiscal especial de la PGR para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas.
“El conteo lo empezamos en 2010, cuando se detectaron 580 cuentas; para 2011, aumentaron a más de tres mil; en 2012 se detectaron más de siete mil cuentas y, en  2013, suman más de 12 mil 300. Y solamente se iniciaron 130 averiguaciones previa por parte de la PGR.  Ésta es una situación muy grave”, reconoce Montealegre Díaz.
De acuerdo al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, cada mes cien niños mexicanos son reclutados para esta actividad.
Las ciudades donde existe mayor actividad pedófila son Acapulco, Cancún, Tijuana, Guadalajara y Tapachula. Según estimaciones de la UNICEF, la pornografía infantil  es uno de los negocios más lucrativos en el mundo, después del narcotráfico. Se estima que reporta una ganancia de siete mil millones de dólares anuales.
No obstante, de acuerdo con un reporte de la ECPAT, que es la  Red de organizaciones trabajando para la eliminación de la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes, no existen informes precisos sobre su extensión.
De acuerdo con los casos reportados a la prensa entre 1998 y 2000, se pudo estimar que entre 16 mil y 20 mil menores de 18 años son víctimas de explotación sexual comercial en México.
Algunas otras estimaciones hablan de que las víctimas oscilan entre los 5 mil y 80 mil.
Para algunos especialistas, como el sociólogo Jesús Quevedo de la UAM, Acapulco podría ser considerado “el Bangkok de Latinoamérica”.
“La mayoría de los turistas sexuales proceden de Estados Unidos, Inglaterra, Holanda y Alemania, y no tienen un perfil determinado ya que pueden ser desde pederastas hasta clientes ocasionales”, precisa Quevedo.
Las estadísticas de la Policía Federal, por su parte, señalan que la explotación infantil a través de internet ocupa el tercer lugar en la lista de delitos cibernéticos, sólo antecedida por los fraudes y las amenazas.
En enero de 2004 se registraron 72 mil 100 sitios de pornografía sexual infantil. No obstante, en 2006 ya existían más de cien mil sitios. Cabe mencionar que México es considerado el segundo país a nivel mundial con mayor producción de pornografía infantil.
México ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño en 1990; en el 2000 el Convenio 182 de la OIT sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil y en el 2002 el Protocolo Facultativo de la Convención de los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía. Adicionalmente, en el 2003 ratificó el Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y Niños. A nivel interamericano, México firmó en 1995 la Convención Interamericana sobre el Tráfico Internacional de Menores y la ratificó en 1996.
A pesar de que México ha convalidado diferentes instrumentos internacionales y que se han efectuado algunas reformas a su legislación federal, y otras están aún pendientes de sus trámites de aprobación final, todavía hay algunos estados que no han adecuado sus legislaciones a estos compromisos.
Este hecho representa grave dificultades. Por ejemplo, si los delitos de prostitución y pornografía infantil no están vinculados con la delincuencia organizada, es de aplicación la legislación estatal. Sólo los estados de Baja California, Jalisco, Veracruz, Tlaxcala, Chiapas y Quintana Roo castigan con cierta severas a quienes cometen estos delitos.
Sin embargo, el resto de los estados apenas los consideran como faltas a la moral. De igual manera, existen diferencias entre los estados en cuanto a la edad de consentimiento sexual, que varía entre 12 años (en nueve estados), 14 años (en dos estados), 16 años (en seis estados), 17 para hombres y 18 para mujeres (en un estado) y 18 años (en dos estados). En 25 estados de la República no procede la acción penal por abuso o violación sexual si existe matrimonio entre el agresor y la víctima, lo que evidencia el riesgo que corren.
El artículo 201, párrafo primero, del Código Penal Federal establece: “Comete el delito de corrupción, quien obligue, induzca, facilite o procure a una o varias personas menores de 18 años o a una o varias personas que no tienen capacidad para comprender el significado del hecho o a una o varias personas que no tienen capacidad para resistirlo a realizar actos de exhibicionismo corporal o sexuales simulados o no, con fin lascivo o sexual”.
 “Al autor de este delito se le aplicarán de cinco a diez años de prisión y de quinientos a dos mil días de multa”. El párrafo cuarto de ese mismo artículo dispone que la pena será de siete a doce años de prisión y de 300 a 600 días  de multa “cuando de la práctica reiterada de los actos de corrupción el menor o incapaz (…) se dedique a la prostitución…”. De acuerdo con el artículo 201 Bis 1, la pena se agrava cuando el delito de corrupción de menores —o de quien no tenga capacidad para comprender el resultado del hecho— o el de pornografía infantil es cometido por quien se valiese de una función pública.
 El artículo 201 Bis 2 señala que las penas se aumentarán hasta una tercera parte si se comete con un menor de 16 años; y si la víctima es menor de 12 años, las penas aumentarán hasta una mitad de las sanciones.
En Acapulco, desafortunadamente, la pedofilia es un problema que existe desde hace años y, actualmente, ha sido fomentado por varios extranjeros. Uno de los casos de pedofilia más conocidos en este municipio es el del ciudadano estadunidense Robert Decker, quien  después de haber tenido problemas con la justicia de su país estableció su residencia en Acapulco en 1998. Para evadir a la policía de EU  decidió cambiar su nombre y hacerse llamar Roberto Campos López.
 En 1999, Decker se encontró en Acapulco a un viejo conocido, el también estadunidense, Joseph Timothy Julián; cuatro años antes ambos habían estado en una cárcel de EU, los dos acusados de abuso sexual contra menores.
 En ese momento, Timothy Julián manejaba una red de prostitución infantil en Estados Unidos e invitó a Decker a formar parte su organización. Le dijo que estaba interesado en abrir un centro de explotación sexual infantil en Acapulco y le ofreció pagarle un buen salario a cambio de su ayuda. El resultado fue La Esperanza, una supuesta casa de asistencia en donde se abusaba sexualmente de los menores.