martes, 24 de noviembre de 2009

Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil.


Ma. Teresa Crespín.
Desde hace nueve años, cada 19 de noviembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Abuso Infantil, que fue creado por la Fundación Cumbre Mundial de Mujeres (llamada WWSF por sus siglas en inglés).
Esta fecha es un punto de encuentro alrededor de los temas de prevención, protección y rehabilitación de los niños y niñas víctimas de abusos. El programa está específicamente dirigido a resaltar la importancia de la prevención y la eficiente protección contra la pedofilia. En países como México y Costa Rica esta fecha fue asumida como día nacional para la prevención del abuso.
En Nicaragua, muchas personas desconocemos que en esta fecha se realizan una serie de actividades a escala mundial, para visibilizar el problema del abuso sexual. Igualmente en nuestro país, las políticas públicas y las acciones estatales no muestran indicios de estar preparadas para combatir este flagelo.
Desde hace más de 20 años, organizaciones civiles han investigado, denunciado y acompañado a las víctimas, mientras los gobiernos de turno se hacen de oído sordos.
Siendo un problema social con repercusiones graves en la vida de la niñez y la adolescencia, pareciera que eso no basta, ni tampoco la alarma por el incremento de este delito en Nicaragua.
En 2008 se registraron 3 mil 214 denuncias en la Comisaría de la Mujer, en lo va del primer semestre de este año se han registrado mil 863 denuncias de delitos sexuales a personas menores de 18 años. La cifra aumentó un poco comparándola con el primer semestre de 2008 (un 15.93% más).
Ya hemos dicho que una consecuencia frecuente del abuso sexual es el embarazo infantil y adolescente. Confirmamos que toda niña embarazada fue violada, y para remate esto se agrava por la falta de acceso al aborto terapéutico. En Nicaragua el aborto terapéutico se condena, y se persigue a quienes en su desesperación ante la falta de alternativas acuden a un aborto clandestino en condiciones inseguras. Y aquí las niñas se quedaron sin opción, las obligan a ser mamás aunque peligre su vida porque su cuerpo no está preparado y por supuesto ni siquiera se piensa en los traumas y efectos sicológicos y emocionales ni en que se les trunca su vida.
Es por ello que las personas sobrevivientes de abuso sexual, sus familias y la sociedad civil organizada ya no queremos seguir viendo pasivamente la falta de sensibilidad de funcionarias/os públicos que limitan el acceso a la justicia. No queremos que el trato del personal en las instituciones públicas se dé como un favor y no como un derecho que tenemos como ciudadanas y ciudadanos de este país.
El Movimiento contra el Abuso Sexual, las más de 50 organizaciones civiles que lo constituyen, nos comprometemos a realizar acciones permanentes para generar una nueva cultura que permita el respeto a las niñas, niños y adolescentes, sin atropello a su condición y respetando sus derechos.
Por eso nos comprometemos con la niñez a:
1. Promover una cultura de prevención del abuso sexual infantil
2. Fomentar una educación no sexista que promueva la igualdad real entre mujeres y hombres desde que nacemos, no el abuso de unos sobre el cuerpo y la vida de quienes tienen menos poder
3. Impulsar una educación sexual científica que promueva los derechos de la niñez y el abordaje de este tema desde un punto de vista laico
4. Empoderar las comunidades para que asuman la responsabilidad por el futuro de sus hijos e hijas, enseñándoles a protegerse a sí mismos
5. Demandar del Estado de Nicaragua políticas y acciones claras de protección a las niñas, niños y adolescentes ante el incremento del abuso sexual
6. Desarrollar conocimiento local y alternativas para niños y niñas en condiciones de riesgo y proveer filtros de protección e instrucciones para un buen uso de Internet
7. Ser una plataforma para el intercambio de información y la toma de conciencia acerca de la prevención, protección y programas de rehabilitación efectivos
8. Incentivar que más personas y organizaciones se sumen a los espacios de prevención y protección contra el abuso sexual infantil
9. Fortalecer los conocimientos sobre la problemática dentro de las organizaciones y los medios de comunicación, para que incorporen los temas en su trabajo diario
10. Invitar a los medios de comunicación a ofrecer espacios como esta columna, para que grupos organizados, víctimas y sobrevivientes expresen sus sentimientos, demandas y necesidades.
11. Pedirles a los abogados y abogadas, jueces, magistrados y Policía que cumplan con el papel que les corresponde, aplicando la justicia a favor de las víctimas, no de los abusadores
12. A que las instituciones estatales se unan a una gran coalición nacional que permita tomar medidas urgentes para atender el problema del abuso sexual
Todas las voces y las voluntades contra el abuso sexual.
Movimiento contra el Abuso Sexual – Nicaragua
hablemosde.abusosexual@gmail.com

LAS PALABRAS PUEDEN CURAR.


ELVIRA LINDO 22/11/2009.

Las palabras pueden curar. Hace unos años una lectora se puso en contacto conmigo con la intención de contarme su historia. Desconfío de ese tipo de relación. Lo más común es acabar decepcionando. Sería largo de explicar porque esto no me sucedió con S. Al principio, intercambiamos varias cartas. Ella había leído una novela mía en la que aparece una criatura de la que su abuelo abusa mientras la madre está en el trabajo. Esa pequeña historia estaba inspirada en lo que me contó una persona cercana, así que a pesar del envoltorio literario había en ella detalles específicos que se repiten en los casos de abusos a niñas que mi lectora reconoció. Buscaba a la autora de esas palabras. Quedamos en un café. Fui con la sensación de que no debía haber ido. No es prudente entrar a saco en el corazón de un desconocido. Nunca se sabe. Allí estaba. Era, es, una mujer guapa, con una sensualidad voluntariamente borrada, una sonrisa dulce y una mirada dura. Como suelo hacer cuando una situación me desconcierta hablé compulsivamente de asuntos triviales. Pasó una hora sin que dijéramos nada importante, salimos del bar, y me propuso llevarme a casa. No me gusta montarme en el coche de alguien que no conozco, pero tampoco sé decir que no. Aparcó cerca de casa, me miró y me dijo que se sentía decepcionada. ¿Decepcionada? Ya estamos. "Venía dispuesta a contarte lo mío y me voy igual que vine". Quise largarme. No me moví. Allí, en el interior del coche, me contó esa historia que jamás había sido contada. La historia que su madre fingía desconocer y su familia prefería ignorar. Fue desde los cinco años hasta los quince. Diez años de terror resumidos en media hora. Yo me preguntaba por qué me había convertido en la depositaria de aquel secreto. No era la clásica historia de una familia lumpen y no se trataba de un maltratador de mujeres: nuestro hombre era un profesional y se dedicaba exclusivamente a violar a sus dos niñas. Las marcas aún están ahí, en el pecho. El individuo fue progresando en sus abusos siguiendo un sistema: antes de la llegada de la regla las sometía a todo menos a la penetración y las avisaba de que ésta llegaría después de que "fueran mujeres". La niña, para que el mal trago pasara pronto, hacía lo que su padre le pedía, las palabras sucias exigidas, los movimientos requeridos; esa sumisión, que naturalmente se da en todas las niñas, es lo que acaba por hacerles creer que son cómplices de un pecado. ¿Es posible que una madre no se entere de que su marido se levanta de la cama para violar a sus hijas? Éste es el lado más turbio del asunto. La madre. La madre de nula personalidad y escasa autoestima hace que no oye ni ve. Mi lectora tenía razón: qué fácil es apoyar causas en abstracto y qué costoso enredarse en las penas concretas. Ésa es la razón por la que las víctimas se tienen por bichos raros de los que la gente huye. Pero pasó el tiempo, a mí se me quitó el miedo y a ella se le suavizó la mirada. Hoy casi puedo decir que mantenemos una amistad distante pero sólida. Nos seguimos la pista. Quise escribir un libro sobre ella y sobre mí, sobre esa inusual relación. No citaría nombres ni ciudades, le dije, y reproduciría parte de las cartas que ella me había escrito: nunca he conocido a nadie que describiera mejor el dolor infantil. Pero ella estaba muerta de miedo. Su padre, el violador, vive. Aunque hace años que no lo ve, sabe dónde disfruta de su vida de jubilado meapilas, de cabrón refractario al arrepentimiento. Desde hace unos días me acuerdo intensamente de ella mientras leo una novela, Push, que causó un gran impactó en América en 1996 y que llegará pronto a España en forma de una película, Precious, que ha cosechado ya numerosos premios. Precious es una chica de Harlem, gorda, fea, negra, pobre, y su nombre, Preciosa, es como una broma de mal gusto. Está escrita por Sapphire, una escritora que durante años dio clases de alfabetización en el Bronx. El ambiente de Push no tiene nada que ver con el ambiente social de mi lectora; sin embargo nada iguala a los seres humanos tanto como la desgracia. El padre lumpen y el padre profesional esclavizan de la misma forma a sus niñas; de manera perversa, las hacen creer que ellas también disfrutan. Eso atormenta su mente infantil, la invade de vergüenza y culpa. La madre inválida de Harlem y la señora burguesa española hacen la vista gorda para retener a su hombre. Su silencio cómplice es el mismo. No sé si Push es buena literatura, creo que a veces eso no importa. Es una voz poderosa, la de esa pobre muchacha que se salva gracias a la escuela de los servicios sociales y al afecto de una maestra. Yo he visto a muchas Precious en el metro: obesas, de mal humor, adolescentes que no saben cómo tratarse a sí mismas ni a sus hijos, niñas violadas, jóvenes analfabetas. De vez en cuando se produce el milagro y alguien reconduce su vida. La vida de Precious no es la de mi lectora, pero cómo se parecen en el recuerdo de su tormento infantil. Las dos, como tantas niñas, aprendieron a desdoblarse mientras el padre las violaba. Mientras el monstruo perpetraba su delito, ellas se concentraban en una canción cursi, de esas que cantan las niñas con otras niñas, y volaban lejos, muy lejos de aquella cama.