martes, 21 de agosto de 2012

Indicadores de abuso sexual infantil: cautos a la hora de la detección

PARA RECORDAR...


Se ha escrito a lo largo de nuestra literatura una extensa lista de indicios claves para tener presente ante posibles casos de abuso sexual en niños y niñas. Estudios empíricos (Friedrich et al., 2001; Paolucci, Genuis y Violato, 2001) de muestras comparativas entre menores abusados y aquellos que no pasaron por esta infausta y traumática experiencia, lograron observar que el primer grupo señalaba un alto índice de conflictos sexuales, tanto en su conducta como en su conocimiento y verbalización.

Indicadores que se asocian a experiencias de abuso sexual

  • Conducta sexual precoz 
  • Preocupación por el sexo
  • Agresividad sexual
  • Conducta seductora
  • Conocimiento sexual precoz
  • Lenguaje obsceno
  • Masturbación frecuente
  • Interacción sexual con muñecos
  •  Exhibicionismos recurrentes
  • Juego sexual frecuente
  • Obsesión con los genitales
  • Comentarios recurrentes sobre sexo
Pero surgía una pregunta inevitable: ¿Cuál de todos ellos explicaba mejor la existencia del abuso sexual infantil?

El estudio

A raíz de esto, los investigadores Gonzales, E., Orgaz, B. y López, F. de la Universidad de Salamanca tomaron todos estos indicadores y mediante un estudios de 974 profesionales españoles y de lengua hispanoamericana que trabajaban con niños desde distintos ámbitos, les pidieron que evaluaran cuáles eran los que ellos creían más relevantes a la hora de presentar una presunta sospecha y, por consiguiente, notificar la misma a las instituciones.
Pusieron a prueba una serie de situaciones claras de abuso y junto con ello evaluaron aspectos personales de cada uno de los participantes que tenían la responsabilidad de valorar estos indicadores.

Qué encontró la investigación…

Curiosamente los profesionales más erotofóbicos eran quienes tenían más probabilidad de tener sospechas, con lo cual mostraron más sesgos a la hora de detectar y notificar los abusos.
En cuanto a los factores situacionales, los resultados extraídos a través de análisis de regresión mostraron que es más probable que los profesionales presenten sospechas cuando los niños mostraban agresividad en los juegos sexuales y conocimiento sexual precoz (en ambos casos la sospecha era más elevada aún en niñas) y menos probable que aparezcan inquietudes si el prepúber se masturba todos los días (sobre todo si era niño y tenía una edad cercana a la pubertad). Por otro lado, había más probabilidad de notificar si presentaban agresividad sexual o tenían conocimiento sexual precoz, mientras que era menos probable que lo hicieran si mostraban un vocabulario obsceno sexual.

Escala de sospecha

Se armó en base de los resultados cuatro grados de sospecha, desde indicadores débiles hasta los que tienen mayor fuerza predictiva, de los cuales se expondrán los porcentajes más elevados según las respuestas dadas por los profesionales evaluados:
1. Nada Indicativo: Masturbación frecuente (33,7%).
2. Moderadamente Indicativo: Preocupación por el sexo (35,4%), Conducta seductora (37,4%), Lenguaje obsceno (41,6%) y Exhibicionismo recurrente (37,9%).
3. Fuertemente Indicativo:  Conducta sexual precoz (39,3%), Agresividad sexual (46%), Interacción sexual con muñeca (34,1%), Juegos sexuales frecuente (37,9%).
4. Prueba Inequívoca: Conocimiento sexual precoz (42,4%).
Resultó que la agresividad sexual y el conocimiento sexual precoz son los que sugieren mayor probabilidad y predicción en denotar casos de abusos para una gran mayoría de los encuestados.

No siempre es causa-efecto

A pesar de que varios de estos vestigios señalados se observaron en chicos/as abusados, hay quienes se oponen a la idea de que dichas expresiones en el comportamiento muestren necesariamente un posible abuso de índole sexual, ya que puede conducirnos a otras causas.

“Los problemas de conducta sexual infantil pueden responder a causas distintas del abuso sexual, dado que a menudo se asocian a situaciones de maltrato físico o emocional, abuso de sustancias por parte de los padres, violencia doméstica, desórdenes de conducta o cuadros depresivos” (Friedrich et al., 2003; Kambouropoulos, 2005). Y “Cualquier conducta sexual infantil puede estar presente en niños/as no abusados/as” (Friedrich et al., 1991).

Cautos, pero siempre atentos

Con lo cual es necesario ser prudentes al momento de formular una hipótesis, y, en el mayor de los casos, arrojar un dictamen de tal envergadura. Porque de lo contrario podríamos traer perjuicios innecesario a los involucrados.

“Si sus opiniones tienden a generar detecciones incorrectas, puede contribuir a la desasistencia de las víctimas -en caso de falsos negativos-, o hacer padecer de forma injusta a menores o personas inocentes -en caso de falsos positivos-.” (López, 1995).

Sin embargo, ante la existencia de un universo de sintomatologías y señales que hay que ser muy cautos de tomar, que pueden tan solo ser el simple espejismo del reflejo de un supuesto abuso o maltrato, debemos tener ojo clínico colegas, porque en mayor o menor grado, sean altamente predictivos o no, siguen siendo todos posibles amagos que, un menor desde lo más profundo de su inocencia, pide auxilio a través de su conducta y la interacción que tiene con su ambiente.
Y si no es de carácter sexual como es en muchos casos, recordemos que existen otros tipos de abusos, que de la misma forma, alteran sin piedad la psiquis de un niño.