lunes, 9 de noviembre de 2009

Maltratos y Abusos sexuales contra menores


Actualmente vivimos un periodo donde se comienza a estudiar el problema de los efectos de la violencia, sea ésta del tipo que sea, sobre las personas y, dentro de este problema, el abuso sexual sobre menores es tan sólo un problema más, particular, acotado y con sus propias connotaciones y características.

El primer motivo para la represión legal del abuso sexual sobre menores es que existe una evidencia clínica creciente de que el abuso sexual durante la infancia afecta verdaderamente al desarrollo psicológico ulterior del adulto.

La hipótesis del abuso sexual como “trauma” dentro del desarrollo evolutivo del niño ha adquirido peso específico durante los últimos años. En este sentido, Mullen et al., demuestran que existen secuelas en las víctimas infantiles que les afectará en su desarrollo adulto y que son:

· Declive del status socioeconómico

· Problemas sexuales crecientes

· Propensión a percibir a sus parejas como poco cariñosas e hipercontroladores

Mullen también asegura en su artículo que existen otros factores de deprivación y desventaja asociados al abuso sexual y que, por tanto, sería inadecuado realizar intervenciones terapéuticas centradas exclusivamente en el trauma sexual. Esto es completamente coherente con los datos que aportó: “Las reacciones de las víctimas son mucho más complejas y multidimensionales, y se trate del tipo de abuso que se trate, y en su conjunto, tan sólo el 50% de los niños nos informarán de alguna consecuencia para su salud mental a largo plazo”.

Aunque a veces se tiende a hablar del maltrato infantil como concepto global y éste se suele definir como “el tratamiento extremadamente inadecuado que los adultos encargados de cuidar al niño le proporcionan y que representa un grave obstáculo para su desarrollo”, se podrían establecer diferentes tipos, cada uno con características propias. En la actualidad se consideran cinco tipos diferentes de maltrato:

1) Abuso físico (maltrato físico activo): acción no accidental llevada a cabo por un adulto encargado de cuidar al niño, que le produce daño físico o que le sitúa en riesgo de sufrirlo.

2) Abuso emocional (maltrato emocional activo): acción no accidental, llevada a cabo por un adulto encargado de cuidar al niño, de naturaleza psicológicamente destructiva y que deteriora gravemente el desarrollo psicológico del niño, o que representa un grave riesgo para ello. Incluye: hostilidad, rechazo crónico, corrupción, aterrorizar al niño/a, etc.

3) Negligencia física (maltrato físico pasivo): persistente falta de atención de las necesidades físicas del niño (alimentación, vestido, higiene, vigilancia médica, …) por parte de los adultos encargados de su cuidado.

4) Negligencia o abandono emocional (maltrato emocional pasivo): persistente falta de atención a las necesidades psicológicas del niño (seguridad, afecto, …) por parte de los adultos encargados de su cuidado. Incluye: falta continuada de disponibilidad psicológica e interés hacia el niño, falta repetida de respuesta a las conductas iniciadas por el niño, …

5) Abuso sexual: cualquier acción de tipo sexual (que transgrede los tabúes existentes en ese sentido en una determinada sociedad) por parte de un adulto hacia un niño.

Si nos guiamos por esta definición de abuso sexual, hay que destacar un primer elemento: los abusos sexuales distan de ser algo objetivo, es decir, dependiendo del contexto social donde se den serán vividos como abusos o no. El único tabú universal es el tabú del incesto y proviene prácticamente del nacimiento del hombre como especie. Según esta prohibición, los hombres de la tribu no pueden tener contacto carnal con las mujeres de su familia.

Este último tipo de maltrato, el abuso sexual, es el que se produce fundamentalmente contra las niñas, distribuyéndose de forma inversa en los demás tipos de maltrato.

Existen otras clasificaciones de tipos de maltrato, por ejemplo la realizada por Henry Kempe en su libro "Síndrome del niño maltratado", en el cual establece cuatro subtipos:

a) Maltratos físicos: la violencia física implica la existencia de actos físicamente nocivos contra el niño. Queda definida por cualquier lesión inflingida (hematomas, quemaduras, lesiones en la cabeza, fracturas, daños abdominales o envenenamiento, administración a un lactante de las dosis de sedantes correspondientes a un adulto o bien drogas alucinógenas, ...). Las lesiones producidas requieren atención médica. La negligencia física también estaría incluída aquí e implicaría un fallo del progenitor en cuanto a actuar debidamente para salvaguardar la salud, la seguridad y el bienestar del niño. Incluye el abandono alimenticio, la falta de cuidados médicos, o bien la ausencia de una suficiente protección del niño contra riesgos físicos y sociales.

b) Maltratos psíquicos: el maltrato psicológico es el más difícil de diagnosticar por la dificultad de encontrar unas manifestaciones características. Es la consecuencia de un rechazo verbalizado, de falta de comunicación, insultos y desvalorización repetida, educación en la intimidación, discriminación en el trato en relación con el resto de hermanos o compañeros y exigencias superiores a las propias de la edad. La negligencia y el abandono emocional se dan cuando el niño no recibe las atenciones afectivas, nutricionales, educacionales, sanitarias e higiénicas que necesita. Un ejemplo de esto sería la mendicidad.

El abandono emocional coincide casi siempre con los malos tratos físicos, pero también puede darse en casos en que los cuidados meramente físicos son buenos, ocasionando entonces el mismo daño a la personalidad en vías de desarrollo. De vez en cuando surgen noticias de niños a los que se ha dejado atados en un desván o un sótano, aunque lo más frecuente son las formas sutiles de maltrato emocional, en las que un niño es constantemente aterrorizado, regañado o rechazado. Cuando el progenitor está constantemente ausente en el sentido emocional, el niño puede sufrir por causa de una privación que puede pasar perfectamente inadvertida.

El maltrato emocional, en ausencia de daños físicos, resulta difícil de demostrar, aunque sus efectos pueden ser invalidantes. Suelen ser diagnosticados por psiquiatras o psicólogos tan sólo años después, cuando los síntomas de la alteración emocional se hacen más evidentes. Los actos nocivos son sobre todo verbales, diciéndole constantemente al niño que es “odioso, feo, estúpido” o haciéndole ver que es una carga indeseable. Puede incluso no llamársele por su nombre, y referirse a él como “tú”, “idiota” o de cualquier otro modo insultante. Un niño así se siente el “chivo expiatorio” dentro de la familia, e incluso sus hermanos y hermanas son activamente animados, y quizá recompensados, por ultrajarle o ignorarle.

c) Maltratos sexuales: implican la explotación de niños mediante actos tales como incesto, abusos y violación. Los abusos sexuales se definen como la implicación de niños y adolescentes dependientes e inmaduros en cuanto a su desarrollo, en actividades sexuales que no comprenden plenamente y para las cuales son incapaces de dar un consentimiento voluntario o que violan los tabúes sociales o los papeles familiares. Incluyen:

- Paidofilia: supone el contacto sexual, no violento, de un adulto con un niño, y puede consistir en manipulaciones, exhibiciones de genitales, o contactos buco-genitales. La edad del niño suele oscilar entre los dos años y el comienzo de la adolescencia.

- Incesto: corresponde a individuos con personalidades psicopáticas y sexualidad indiscriminada, que consideran a sus hijos como objetos, siendo frecuentemente violentos (relación materno/paterno-filial). Se puede iniciar a la edad de uno o dos años y continuar hasta la adolescencia.

- Proxenetismo: explotación de menores con fines lucrativos por parte de individuos con o sin parentesco con ellos (p. ej.: la prostitución infantil).

- Violación: es un abuso sexual violento, sin consentimiento por parte del menor.

d) Maltratos institucionales: se pueden definir como “cualquier legislación, programa, procedimiento, actuación u omisión procedente de los poderes públicos, o bien derivada de la actuación individual del profesional o funcionario de las mismas. Comporta abuso, negligencia y detrimento de la salud, la seguridad, el estado emocional, el bienestar físico, la correcta maduración o que viole los derechos básicos del niño y de la infancia”. También como institución, nos referimos a los medios de comunicación ya que tienen la suficiente fuerza como para poder modificar, aleccionar y formar hábitos en la población en general y también en la infancia.

A diferencia de los otros tipos de abusos cometidos contra el niño, en la variedad institucional, no es necesario el contacto directo entre el niño y las personas que van a dictar las disposiciones, normativas, etc., que pueden constituir malos tratos. Detrás de una mesa de despacho también se puede ser responsable de malos tratos. Tampoco hay que olvidar que el profesional o funcionario también pueden actuar directamente sobre el niño y producir un mal trato. Hay dos diferencias fundamentales: mientras que en el maltrato familiar aparecen síntomas evidentes a corto plazo o desde el momento de la agresión, en el maltrato institucional son raras las manifestaciones a corto plazo, provocandose las alteraciones a medio y largo plazo.

En el tema de los abusos sexuales infantiles, al igual que en todos los demás temas tabúes, existen numerosas creencias erróneas. A continuación apuntaré las más comunes, las cuales, de forma más o menos consciente, contribuyen a ocultar el problema, así como a tranquilizar a quienes no desean afrontarlo:

· Muchas personas piensan que los abusos sexuales no existen o son muy infrecuentes y, sin embargo, la frecuencia es muy elevada.

· La mayor parte de las personas creen que los agresores son personas con graves patologías o con desviaciones sexuales y, sin embargo, casi todos los abusos sexuales son cometidos por sujetos aparentemente normales.

· Es usual creer que si los abusos sexuales ocurrieran en nuestro entorno inmediato, nos enteraríamos. La realidad es que la mayor parte de los casos de abusos sexuales no son conocidos por las personas más cercanas a las víctimas y estas tienden con mucha frecuencia a ocultarlos.

· Se suele creer también que los abusos sexuales a menores sólo ocurren en ambientes muy especiales, asociándolos con la pobreza, baja cultura, etc. Aunque es posible que en determinados ambientes sean más frecuentes, los datos confirman que están presentes en todas las clases sociales, zonas geográficas, etc.

· Es también muy frecuente la tendencia a creer que los niños, cuando los cuentan, no dicen la verdad o que están fantaseando. Por el contrario, cuando un niño dice que ha sido objeto de estas conductas, prácticamente siempre dice la verdad y, por consiguiente, debemos creerle.

· También parecería razonable creer que si la madre de un niño se enterara de que su hijo ha sido objeto de un abuso sexual, no lo consentiría y lo comunicaría a alguien o lo denunciaría. Sin embargo, la realidad nos demuestra que si el agresor es un miembro de la propia familia, bastantes madres reaccionan ocultando los hechos.

· Otro error consiste en creer que en la actualidad hay más abusos a menores que antes, lo que pasa es que ahora son estudiados.

· Tampoco es correcto creer que los agresores son casi siempre familiares o casi siempre desconocidos. Los agresores pueden tener relaciones de muy diversos tipos con la víctima y no conviene hacer simplificaciones erróneas.

Los abusos sexuales contra niños se cobran al año un número desconocido de víctimas. No podemos arrancar las raíces de los abusos sexuales contra los niños, pero lo que sí podemos hacer es, a través de programas de prevención y tratamiento, educar al público sobre los peligros de estos abusos sexuales y sobre la necesidad de denunciar dichos abusos y los intentos de abuso.

Estos programas de prevención pasan, en primer lugar, por educarnos a nosotros mismos como padres o futuros padres, a nuestros hijos y a los profesionales que les rodean sobre los peligros y las consecuencias de los abusos sexuales. Esto será vital porque la experiencia demuestra que los niños alertados sobre la posibilidad de ser atacados sexualmente están mejor preparados para protegerse de ello que los que no son conscientes de dicho peligro. Además, tendrán más probabilidades de revelar un incidente que los niños que sólo reconocen vagamente lo que les ha ocurrido.

En segundo lugar, los padres deben crear un ambiente en el que los niños sean libres de comunicar y discutir cualquier situación que les haga sentirse incómodos, y de revelar cualquier ataque sexual que hayan podido sufrir.

Se ha de romper la barrera de silencio que rodea a este delito porque únicamente cuando se es consciente de la gravedad del problema y de sus consecuencias, disminuirán los sentimientos de culpabilidad y vergüenza que suelen experimentar las víctimas de este tipo de delitos. Solo entonces se romperá el silencio y dejarán de considerarlo un profundo y oscuro secreto.

Extraído de http://www.psicocentro.com/cgi-bin/articulo_s.asp?texto=art19001

El abuso infantil altera las bases genéticas de la respuesta ante el estrés


El maltrato infantil puede derivar en trastornos de ánimo e, incluso, puede llevar al suicidio. Según un estudio de la Universidad MacGill en Canadá, todo es debido a la modificación de un gen derivada de un comportamiento agresivo de los padres hacia sus hijos.
Esos niños sufrirían durante su desarrollo alteraciones en una parte de su cerebro que podrían acabar en problemas mentales. Este descubrimiento podría servir para intentar evitar estas enfermedades y las conductas suicidas.
El estudio
Los factores genéticos tienen un importante papel en los trastornos neuropsiquiátricos pero no se conocen bien los mecanismos por los que los factores ambientales afectan al genoma y contribuyen a la depresión u otros trastornos mentales en la vida adulta.
Los investigadores también descubrieron que en estos pacientes, el gen del receptor del glucocorticoide había sufrido una modificación para limitar la cantidad de ARNm y por ello de la proteína funcional que producía.
Trabajos anteriores han mostrado que el abuso infantil causa cambios genéticos a largo plazo en el mecanismo de la respuesta ante el estrés en ratas pero esta es la primera vez que se demuestra lo mismo en humanos.
Según los autores, el estudio sugiere un medio por el que el abuso infantil podría tener efectos a largo plazo sobre la respuesta al estrés de las víctimas en su vida adulta.
Fuente:
http://www.antena3noticias.com/PortalA3N/noticia/ciencia-y-tecnologia/abuso-infantil-altera-las-bases-geneticas-respuesta-ante-estres/4871972

NICARAGUA


¿Qué podría justificar la muerte atroz de una niña de 9 años en Las Tejas - Matagalpa que salió de su casa rumbo a su catecismo como todos los sábados? ¡Nada!.
No hay ninguna razón por la cual Keyling Dayana no pudiera regresar a su casa sana y salva. ¡Claro! Faltaría que viviera en una sociedad en la que se respeta el derecho a las niñas y a las mujeres a caminar por las calles sin temor a la violencia. Pero no, desafortunadamente en las calles de ésta y de muchas ciudades y comunidades de Centroamérica las mujeres no contamos con seguridad para sentirnos a salvo de las agresiones de asesinos y violadores que se ensañan en las niñas y las mujeres por quienes sienten un profundo odio que se manifiestan en el maltrato, violación, tortura y asesinato.
Formas extremas de violencia ejecutadas contra las mujeres por el hecho de ser mujeres como una manera de demostrarnos que el poder es un bien que sólo el género masculino puede detentar, y que los más convencidos de que esa superioridad les viene por nacer con cuerpo de hombre lo mantendrán a cualquier costo utilizando formas de dominación y control.

Ya algunas personas de Las Tejas habían notado la presencia de tres sujetos en los alrededores, lugar donde sucedieron los hechos. ¿Cómo imaginar que una niña caminando por ahí podría desencadenar la violencia por parte de los agresores?
Pensemos en la vulnerabilidad doble de una niña por su edad y por ser mujer. Miremos alrededor o recordemos a una hija, sobrina, hermana con el cuerpecito de una niña de 9 años e indignémonos frente a estos actos de terror que niños y niñas viven o han vivido al ser abusados sexualmente o torturados hasta morir.

Una madre y una familia entera hoy lloran y claman justicia ante este abominable acto y se preguntan, ¿cómo es posible que cuando se denuncia la desaparición de una niña la Policía les diga que deben esperar 72 horas para actuar? Lo que esperaba la familia de Dayana era que buscaran, investigaran y encontraran a la niña con vida, porque según el dictamen forense, la hora probable de muerte fue en la madrugada, así que hubo tiempo para encontrarla. Afortunadamente la comunidad mostró solidaridad y apoyó en la búsqueda, así como el Ejército, pudiendo encontrar a la niña aunque ya sin vida y con muestras de la violencia sufrida.

Ahora, vemos declaraciones de parte de la Policía afirmando que el caso está siendo investigado y priorizado. ¡Y nos parece excelente!, pero creemos que como ciudadanas y ciudadanos tenemos el derecho al empleo de mecanismos efectivos y ágiles que contribuyan a la prevención del delito, a la investigación científica y a la salvaguarda de la vida humana. Las mujeres, niñas y niños necesitamos sentir que contamos con la seguridad y la protección de las instituciones del Estado que garanticen nuestros derechos.

Recordemos que cuando hay impunidad, cuando los crímenes suceden sin castigo, toda la sociedad recibe un mensaje funesto: que hay permiso para seguir abusando y que estamos en la indefensión.

Las personas que formamos esta sociedad debemos comenzar a demostrar nuestro profundo rechazo a la discriminación y los comportamientos que violentan los derechos de las mujeres, las niñas y los niños. Sólo de esa manera se pueden empezar a ver los cambios. Tenemos que empezar a creer en las víctimas, a mostrar nuestra solidaridad y a oponernos a las actitudes sexistas en las que el poder absoluto lo tiene una sola persona en la familia, una sola institución.

En nuestro país no podemos seguir sumando números a las ya altas tasas de violaciones, abusos, asesinatos y múltiples formas de violencia. Necesitamos acciones decididas para prevenir y sancionar la violencia, así como brindar acompañamiento y resarcimiento a las víctimas. Necesitamos juntar esfuerzos entre las instituciones y la sociedad civil para dar respuestas efectivas a esta problemática que día a día cobra más vidas y enluta a Nicaragua.

No te quedés callada, no nos quedemos callados, ya no podemos seguir permitiendo que actos atroces como el cometido contra Keyling, contra “Anita”, de 13 años asesinada por su padrastro en el Tortuguero, o contra Meyling Raquel, de 15 años asesinada en Xiloá, sigan truncando la vida inocente de quienes debieron ser protegidas por las autoridades y respaldadas por todas y todos. Alcemos nuestras voces para decir NO MÁS. “Todas las voces, todas las voluntades contra el abuso sexual”.

¡Cárcel para los asesinos y violadores! ¡Justicia para las mujeres!
12 de noviembre: Día internacional por la prevención del abuso sexual infantil.
Grupo Venancia- Matagalpa Movimiento contra el Abuso Sexual
hablemode.abusosexual@gmail.com