viernes, 30 de abril de 2010

A LOS SENADORES DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS.

GRACIAS POR APROBAR POR UNANIMIDAD LA REFORMA INTEGRAL PARA TIPIFICAR EL DELITO DE PEDERASTIA.

A CLAUDIA CRUZ,Directora del Instituto de Acción Ciudadana para la Justicia y la Democracia, a JOSÉ BONILLA Director de la Fundación de la mano con la Justicia,a JOAQUÍN AGUILAR MÉNDEZ,SNAP miembro de laRed de Sobrevivientes de Abuso Sexual ,a AIDÉ GARCÍA Coordinadora de Políticas públicas deCatólicas por el Derecho a Decidir, a LETICIA VALDÉS MARTELL,ERICK BARRAGÁN,JESÚS ROMERO COLÍN y MÓNICA RUIZ.

Abusar sexualmente de un menor significa someterlo a un delito horrendo que deja profundas cicatrices para toda su vida.

Casi todos sistematicamente mostramos horror al escuchar o leer casos de abuso sexual a menores, sobre todo ahora que el abuso sexual en la infancia ha irrumpido en los medios y empieza a formar parte de la conciencia social.

Ahora más que nunca los niños deben saber que tienen derecho a que se respete su cuerpo y que si se sienten acosados han de comentárselo a los mayores, que les escucharán con atención y les ayudarán.

Así como también deberían sentirse protegidos por las legislaciones locales de donde viven.

Sólo hay que echar un vistazo a las cifras de varios estudios para comprender la magnitud del problema: entre un 20% y un 25% de las mujeres, y entre un 10% y un 15% de hombres han sufrido abusos sexuales en la infancia.

Es la única manera de que estas víctimas no entren en la cárcel del silencio. Una prisión que, muchos, tardan años en abandonar.

A.S.I NUNCA MÀS.
MIGUEL ADAME VÀZQUEZ

CIDETEC A.C

jueves, 29 de abril de 2010

ESTADISTICAS DE A.S.I


El maltrato físico y los delitos sexuales contra infantes representan para México 14.5 por ciento del Producto Interno Bruto y afectan la productividad nacional, de acuerdo con el estudio Impacto económico de la violencia contra la niñez en el país, realizado por investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Los investigadores sostienen que la información sobre violencia sexual infantil no está sistematizada; sin embargo, la más reciente Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (2006) reveló que de 25 mil 56 adolescentes entrevistados, 59 por ciento reconoció haber sido agredido físicamente y 17 por ciento haber sufrido otros ataques, incluyendo el abuso sexual.
Las estadísticas son preocupantes: "Tan sólo en California, aproximadamente 237 mil niños hispanos han reportado ser víctimas de abuso, 50 mil de esos niños están sufriendo abuso o descuido y 16 mil son retirados de sus padres y ubicados en casas de crianza u hogares sustitutos por causa de este abuso y abandono", dijo Jennifer Rodríguez miembro de la mesa directiva de CASA.

Cada año alrededor de 905 mil niños son víctimas de abusos o descuidos, según los casos confirmados por el servicio de protección infantil (Child Protective Services).

Todos los niños son vulnerables, pero las principales víctimas de abuso infantil son los menores de 3 años. Estos representan el 75.5% de la totalidad de abusos, debido a que son más más dependientes y tienen poca capacidad de defenderse a sí mismos.

La única manera de prevenir el abuso infantil es a través de la comunicación y la educación, ya sea en la escuela, comunidad o en la propia casa con ayuda de los padres. Un niño que cuenta con esto y además tiene todo el cariño y la atención de sus seres queridos es difícil que pase por este tipo de situación.

sábado, 24 de abril de 2010

Dormí... ¡estoy sanando!


*Laura Jiménez
De repente abrí mis ojos y me sorprendí gratamente al ver que eran las 12 del día. ¡Dormí casi 10 horas!... Diez horas sumamente conciliadoras, aunque mis hombros me dolían un poco, pero mi mente y mi cuerpo agradecían profundamente este valioso regalo que mi subconsciente y mi largo proceso de sanación como sobreviviente, me había regalado.
Sé que para la mayoría de las personas no hay nada de extraordinario en lograr dormir diez horas un domingo, pero para quienes hemos pasado casi 20 años con dificultad para dormir es algo realmente fascinante. Recuerdo de niña las largas horas de noche estando despierta, tratando de dormir pero sin poder lograrlo. En el preescolar, a la hora de la siesta era la única niña que no podía dormir. Todos mis compañeros y compañeras estaban bien dormidos y yo tenía ganas de jugar o hacer cualquier otra cosa, pero la profesora me decía "Laura, es hora de dormir", y me quedaba acostada, intentando dormir pero sin dormir. ¿Es eso normal? Por supuesto que no.

En esa época y durante mucho tiempo no sabía la causa de mi trastorno. Ahora sé que he pasado buena parte de mi vida en hipervigilancia, es decir, con una ansiedad permanente y una necesidad de estar despierta porque era mi manera de estar alerta a poder defenderme en caso de que apareciera el abusador sexual que pudiera hacerme daño.
Esta es sólo una de las secuelas que me dejó el abuso sexual: Mi lucha está en decirme cada día que merezco descansar. Durante mucho tiempo me he provocado daño inconscientemente por mi necesidad de estar alerta y de cumplir con todo, con estudiar, con aprender, con ser buena hija, con ser buena profesional. Ese estado de alerta latente me ha enfermado del estómago, de la presión, de la garganta, y me mantiene cansada casi todo el tiempo. Me está costando mucho hacerle entender a mi cerebro que descansar también es algo sumamente valioso y no una pérdida de tiempo.
Sé de otras mujeres jóvenes que tienen alguna conducta similar a la mía aunque con otra manifestación. Por ejemplo, alguien para quien estar dormida es su mecanismo de defensa, pues el abusador sexual no podía atacarla si ella estaba dormida. La lucha de ella es por mantenerse despierta, en decirse cada día que vale la pena ver el sol y seguir adelante.

Ahora estoy muy orgullosa de mí misma porque en el 2010 estoy comenzando a dormir. Algo tan normal, una función propia de todo ser humano, pero lacerada en mi existencia y en la de tantas mujeres y algunos hombres que tuvimos la desdicha de sufrir abuso sexual en nuestra infancia. Mi proceso de sanación ha sido tan doloroso, tan complejo y tan retador porque me ha hecho fuerte. Me he dado cuenta que de niña fui fuerte, más fuerte que ese abusador que se aprovechó de mi inocencia de 4 años. Yo logré sobrevivir a la tortura que me sometió durante el abuso, y a las secuelas que todavía siguen siendo una tortura. Logré estudiar, estoy logrando trabajar y sigo fuerte. Ahora estoy cada vez más fuerte porque he estado sanando poco a poco, aunque lamentablemente sanar ha implicado que me ha tocado sacar, sentir, llorar, gritar todo lo que tuve que callar en mi subconsciente para sobrevivir en mi infancia y a lo largo de toda mi vida.

Estoy tan contenta porque dormir y descansar ha sido un gran logro para mí. Hablar con mi grupo de sobrevivientes y reconocerme como sobreviviente ante otras personas, también han sido otros pasos importantes. Ahora estoy en el de persuadir a mi consciente de mi propia fortaleza y de autofelicitarme por todo lo que he logrado, todo esto, frutos que he conseguido después de tres años desde que comencé la terapia individual. Cada vez me siento más libre, aún con mucho por sanar pero confiada en que llegará el día en que estaré completamente sana. Esa seguridad también la he conseguido gracias a cada una de las personas que me han apoyado y me siguen apoyando en mi proceso, mi psicóloga, mi grupo de sobrevivientes, mi terapeuta corporal y compañeras que me han acompañado en este camino tan doloroso, porque duele, y mucho.

*Soy sobreviviente.
aguasbravas_nicaragua@yahoo.com
yotecreo@gmail.com
hmailto:hablemosde.abusosexual@gmail.com

miércoles, 21 de abril de 2010

Los lugares “más seguros”

Entre los mitos que socialmente se han establecido tenemos que los abusadores son personas extrañas, sucias, barbudas, borrachas; es decir, de muy mal aspecto. Igualmente, se ha creído que el abuso sexual ocurre en lugares solitarios, oscuros; que es más frecuente en el sector rural y no en la ciudad.

Mensajes como estos son los que regularmente se le proporcionan a las niñas, niños y adolescentes, a quienes además se les indica que no deben hablar con extraños, como una alternativa de prevención del abuso sexual.

Históricamente también se ha asumido que la casa, la escuela y la iglesia son los “lugares más seguros” para niñas, niños y adolescentes, particularmente para prevenir el abuso sexual.

Evidentemente, esto no proporciona ninguna garantía para que las niñas, niños y adolescentes no vivan el abuso sexual, porque se ha logrado comprobar en los estudios realizados a nivel nacional e internacional, que el abuso sexual es cometido en el mayor porcentaje, por personas conocidas, cercanas, con quienes hay una relación de confianza y afecto.

El mayor número de denuncias refleja que el abuso sexual ocurre en la casa y que mayoritariamente, los abusadores son los padres y padrastros. También presentan un porcentaje significativo los tíos, abuelos, hermanos, primos, novios, amigos de la familia. En la escuela, los abusadores son los maestros, los instructores de educación física, cuidadores, conductores de recorrido o jardineros.

Puede decirse que en la Iglesia, en cualquiera de sus denominaciones, se presentan menos denuncias de abuso sexual; lo que no significa que su ocurrencia sea menor que en otros espacios considerados “seguros” para niñas, niños y adolescentes.

Considerando la relación de poder como causa para el abuso sexual, es obvio que siendo un sacerdote o pastor el abusador, hay menos posibilidades de denuncia. Es un espacio donde se junta el temor al abusador y el temor al castigo divino; el abusador se encarga de integrar este elemento en su estrategia de abuso, para someter y controlar.

El abusador aprovecha la investidura religiosa para cometer el abuso sexual. Utiliza su figura de poder, su autoridad para sexualizar niñas, niños y adolescentes. Esto no determina que sea diferente que otros abusadores, los abusadores son tan solo eso: Abusadores sexuales.

Se ha tratado de desvirtuar la ocurrencia del abuso sexual, a partir de diferentes conceptos como pederastia o pedofilia, la intención es justificar su ocurrencia o de hacer ver que puede tratarse de personas enfermas. En realidad, estamos ante el mismo hecho: es un abuso sexual y quien lo comete es un abusador.

En las últimas semanas se ha estado presentando el debate sobre el abuso sexual en la Iglesia Católica y ésta se ha pronunciado desde su más alta autoridad, el Papa Benedicto XVI. Consideramos que éste es un buen momento para que la Iglesia desde sus diferentes denominaciones tenga un mensaje más amplio al respecto, es una oportunidad para abordar el tema desde lo que también ocurre en nuestro país, en ese espacio considerado “más seguro” para niñas, niños y adolescentes.

Desde el Movimiento contra el abuso sexual, no queremos hacer ningún tipo de confrontación, ni que se aduzca que somos algún tipo de amenaza para la Iglesia; lo que sí queremos es aprovechar la palabra del Papa Benedicto XVI para poner en el debate el abuso sexual que históricamente ha sido muy invisibilizado.

Para promover que los/as religiosos/as faciliten la visibilización del problema, apoyen a las niñas, niños y adolescentes que revelan haber vivido abuso por parte de religiosos y promuevan una efectiva prevención del abuso sexual por parte de religiosos.

En este aspecto, no se trata de culpabilizar a la institución eclesiástica por el abuso que han cometido personas –aunque sean religiosas- se trata más bien de comenzar a reconocer que efectivamente el abuso ocurre con frecuencia y que estas personas se aprovechan del espacio y la autoridad de la institución, a la vez abusan de la autoridad que esta les confiere.

El abuso sexual ha seguido ocurriendo en este momento en la Iglesia, a pesar de la condena que hizo de este hecho su máxima autoridad; no como se dijo hace algunos días en un medio de comunicación, al referirse al abuso sexual que ocurre en la Iglesia: “Son hechos que ocurrieron en el pasado, con personas que ahora son adultas”. En la medida que los abusadores se sienten en la impunidad, van a continuar abusando.

Mientras la Iglesia guarde silencio, tratando de mantenerse al margen del problema, estará enviando un mensaje de no aceptación de la ocurrencia del abuso por parte de sus sacerdotes y pastores; mientras se busquen justificaciones o se traten de asumir como enfermos, se estará protegiendo a un abusador que se sentirá autorizado para seguir abusando niñas, niños y adolescentes.

Para la Iglesia de todas las denominaciones religiosas, éste es un buen momento para apoyar firmemente a niñas, niños y adolescentes, develando la realidad del abuso sexual por parte de religiosos. Tienen la palabra.

*Psicóloga
lornanorori@hotmail.com

martes, 13 de abril de 2010

Los niños que se culpan a sí mismos...

Los niños que se culpan a sí mismos y a sus familias por haber sufrido abusos sexuales presentan unas mayores tasas de estrés post-traumático

Ésta es una de las conclusiones de una investigación realizada en la UGR en la que han participado 1.500 universitarias, el ajuste psicológico a largo plazo de las víctimas de abusos sexuales infantiles depende, en gran medida, de ciertos factores cognitivos y de la interacción entre ellos
Los niños y adolescentes que se culpabilizan a sí mismos (por ejemplo, pensando que el abuso se produjo debido a alguna característica suya) y a su familia (por ejemplo, pensando que deberían haber hecho más para protegerlo) por el abuso sexual sufrido en la infancia, recurren a un mayor empleo de estrategias de afrontamiento de evitación (por ejemplo, tratar de olvidar lo sucedido, tratar de dormir más de lo normal para no pensar en el problema, o el empleo de alcohol o drogas en el caso de adolescentes). Esto les provoca mayores secuelas a nivel psicológico: concretamente desarrollan unos mayores niveles de sintomatología de trastorno estrés post-traumático (TEP).


Éstas son algunas de las conclusiones de una investigación realizada por David Cantón Cortés, del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UGR, y dirigida por los profesores Fernando Justicia Justicia y José Cantón Duarte. Su trabajo –que han llevado a cabo en colaboración con la Universidad de Cambridge (Reino Unido)- ha analizado el papel desempeñado por diversas variables cognitivas en el desarrollo de sintomatología de estrés post-traumático en una muestra de víctimas de abuso sexual infantil (ASI).

Concretamente, los científicos han investigado el papel moderador de las estrategias de afrontamiento, de las atribuciones de culpa y de los sentimientos provocados por el abuso. Este trabajo ha demostrado que el ajuste psicológico a largo plazo de las víctimas de ASI depende, en gran medida, de ciertos factores cognitivos y de la interacción entre ellos, así como determinar bajo qué circunstancias (características del abuso) estos factores cognitivos tienen una mayor relevancia.

Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores de la UGR realizaron una encuesta que, de forma anónima, contestaron 1.500 estudiantes universitarias. De este modo, lograron obtener información de un total de 160 mujeres que habían sido víctimas de ASI, las cuales compusieron la muestra de conveniencia final del estudio.

El trabajo de Cantón Cortés es pionero a nivel mundial ya que, a diferencia de estudios previos realizados, no solo analiza el papel de las variables cognitivas en el ajuste psicológico de las víctimas de ASI, sino que también lo hace en función de diversas características del abuso. Es decir, ha investigado las condiciones bajo las cuales estas variables cognitivas tienen una influencia más relevante en el ajuste.

A juicio del investigador, estos resultados “pueden ser de utilidad en la práctica clínica con víctimas de abusos sexuales infantiles, ya que permiten identificar tres áreas de intervención extremadamente útiles tanto por su relevancia en la adaptación como por ser susceptibles de cambio (estrategias de afrontamiento, atribuciones de culpa, sentimientos provocados por el abuso sexual)”.
Parte de los resultados de esta investigación serán publicados próximamente en la revista “Child Abuse & Neglect”, una de las revistas especializadas en el tema del abuso sexual infantil con una mayor relevancia e impacto.

lunes, 12 de abril de 2010

Ahora comienzo a vivir.

En 2008 escribí un artículo en esta columna titulado “Desde mi experiencia en el camino de la Sanación” para ese entonces me planteé muchas metas, hoy con mucho orgullo y con mucha ayuda comparto lo que hasta este momento he logrado.

Después de un tiempo de haber transitado por este proceso de recuperación emocional del abuso vivido en mi infancia, comienzo a sentirme VIVA. Es casi increíble poder hoy por hoy levantarme por las mañanas con energía, ver que amaneció y sentirme descansada; es una total delicia. Hoy siento que la luz del día ya no equivale a la tortura vivida de tener que despegarme sin fuerza alguna de la cama para poder ir a clases hace algún tiempo o al trabajo en la actualidad.

Hoy siento la fuerza no sólo para levantarme de mi cama por las mañanas sino también para hablar, para hacerme oír; siento una energía cada vez fuerte, energía que seguramente antes ocupaba para sobrevivir. El liberarme de las “piedras o montañas” que cargaba me permite hoy sentirme más ligera, más creativa, más amorosa, más viva. Hoy soy capaz de hablar del Abuso Sexual que yo viví y no solo de la teoría que me enseñaron en la universidad, hoy soy capaz de alzar mi voz y defender mis derechos, desde pedir un trato justo en el bus que me traslada diario a Managua, hasta decidir sobre mi cuerpo.

El camino no ha sido nada fácil, más de una vez pensé que no iba a lograrlo, muchas veces me dije a mí misma que era mejor morirme, sobre todo cuando me permití sentir la tristeza, la rabia y el dolor profundo por lo que me hicieron cuando apenas tenía siete años. Me dolió recordar a la niña que le temía a la oscuridad, a la niña que se sintió sola, abandonada y traicionada por las personas que supuestamente la cuidarían, me costó aceptar que nadie estuvo ahí para defenderme ante los abusadores, me he permitido enojarme con mi mamá porque no estuvo ahí; estoy aceptando que ella hizo lo que pudo conmigo y que no me pudo dar lo que a ella tampoco le dieron: Cuidado, protección y seguridad.

A lo largo del tiempo he podido ver que el abuso sexual era parte de una lista de temas entre muchos por los que tuve que pasar (extrema pobreza, violencia intrafamiliar, familia numerosa en hacinamiento, alcoholismo paterno, antecedentes de abuso ocultos en las mujeres de mi familia por el secretismo cultural en el que vivimos).

Sólo se necesitó de dos personas para que me marcaran la vida de manera terrible, pero he necesitado del acompañamiento personal y profesional de varias para poder hoy estar viva, más de veinticinco personas y contando para poder recuperarme de esa vivencia oscura, muchas de esas personas me llenaron de su luz y de su amor por la vida, otras me tendieron la mano cuando me hundía en el fango del pasado del cual creía que no iba a salir.

También necesité, como ya dije, del acompañamiento profesional de mis terapeutas, su acompañamiento incondicional y humano ha sido crucial en este camino, su muestra de sensibilidad ante el tema, su escucha en momentos de crisis y profundo dolor son impagables.

En conjunto con las mujeres del grupo me permití reconocer las secuelas que nos dejó esta cruel experiencia, juntas nos hemos acompañado por este vía crucis; a través de la práctica de la danza y del juego he aprendido que mi cuerpo podía sentir, pude demostrarme afecto, en estos espacios aprendí a arrancar las malas hierbas que sembraron en mí y comencé a sembrar flores en este terreno desolado, todas estas personas, espacios y momentos me han permitido poco a poco confiar, sentirme segura y poner límites, lo que hasta hoy en día sigue siendo una lucha.

Hago un llamado público a las personas para que nos sigamos sensibilizando ante el tema, pero sobre todo para hacernos co-responsables de lo que nos toca asumir, no podemos seguir haciéndonos los ciegos, debemos hacer todo lo posible y más para seguir creando un mundo libre de abuso sexual.

A los hombres (incluyendo a los representantes de Dios en la tierra) a que repiensen su ser hombre, es responsabilidad de ustedes trabajar el tema entre ustedes mismos. El alcohol y la violencia ya no pude seguir siendo su escudo o su escape, necesitamos verdaderos hombres que comiencen a repensar su ser hombre, por dicha hay muchos que ya están comenzando a abrir sus ojos y su corazón.

A nuestros gobernantes, a que implementen y mejoren la protección a nuestros niños/as, no solo bastan las buenas intenciones, necesitamos mucho más que una pista de patinaje sobre hielo una vez al año.

Soy una sobreviviente de abuso sexual que está logrando salir adelante, que está comenzando a sentir su fuerza, no me voy a callar, no me voy a detener, esta lucha la seguiré librando, sé y siento que no estoy sola, esta vez no.

Georgina Molina Rivera
END - 20:14 - 11/04/2010
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domingo, 11 de abril de 2010

la exposición del niño ante la justicia lo afecta .

‘Mi hijita Micaela (nombre protegido) me contó lo que el profesor de natación le había hecho y recordé que un año atrás, cuando tenía 3 años, había llegado escaldada y llorosa de la guardería. Nuestra odisea comenzó cuando decidimos poner la denuncia”, dice Cristina (nombre protegido), sobre el abuso sexual a su hija.

“Se debe crear conciencia social frente a la violencia sexual”, enfatiza Sandra Cervantes, del Consejo Metropolitano de Protección Integral a la Niñez y Adolescencia (Compina). “Las estadísticas nos muestran que por lo menos tres de cada 10 niños han sufrido alguna forma de abuso sexual en el país. Pero las denuncias en la Fiscalía son mínimas”.

“Cuando estaba en cuarto grado, el profesor Rodrigo quería manosearnos, a mí no pudo tocarme pero a mis amigas sí les manoseaba, él quería amarcarnos para poder escribir en el pizarrón. Cuando nos íbamos al baño él sabía ir atrás de nosotras para poder abusarnos. Creo que sigue manoseándole a su grado”.

El relato es de una pequeña de 11 años. Lo escribió a lápiz, en una hoja de papel, durante un taller en el Compina, luego de observar una película sobre prevención de abuso sexual.

En la Unidad de Vigilancia y Exigibilidad Legal del Compina se llevan casos de abuso sexual a menores que en su mayoría son víctimas de sus profesores.

“En la dinámica del abuso sexual el victimario es mayoritariamente una persona conocida por el niño, niña o adolescente”, refiere Cervantes. “Hablamos de más del 90% de los casos en los cuales el abusador es papá, padrastro, hermano, tío, amigo, profesor, jefe de culto, etc.; alguien que ejerce autoridad frente al niño”.

Ella identifica tres momentos: primero, la construcción de complicidad, con regalos, afectos y otros aspectos que ayudan a aproximarse a los niños. Después viene el abuso en sí. Finalmente, la amenaza. De esta forma, los niños no hablan, se sienten culpables. “No siempre es una relación sexual, pero manosear a la niña, tocarla, ya es un abuso”.

Cuando Cristina escuchó a su pequeña de 4 años no pensó en ir a la Policía. La llevó a una casa de salud en el sur de Quito. “Fuimos al reconocimiento del cuerpito con un médico, pero ese examen no fue válido. Nos mandaron a realizar otra vez el examen con un médico forense de la Policía”.

“En ese examen el médico no tuvo ningún cuidado. No la trató como a una niña, sino como una adulta. Le dijo ‘abra las piernas’ y para mí fue un ‘shock’, pero así se hizo la evaluación. El médico dijo que no hubo penetración, que ¿de qué me preocupaba? Me indigné con esas palabras pero me armé de valor y seguí con la denuncia a través del Cepam (Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer), ellos nos patrocinan”.

En el artículo 80 del Código de la Niñez y Adolescencia se señala que los exámenes médico legales a un menor se practicarán en estrictas condiciones de confidencialidad y respeto a la intimidad e integridad físicas y emocional del paciente. También que se prohíbe volver a someter a un niño víctima de alguna de las formas de maltrato a un mismo examen o reconocimiento médico legal.

Contempla además que los exámenes practicados por profesionales de establecimientos de salud públicos o privados tendrán el valor legal de informe pericial.

Hasta el 2008, el examen médico legal para víctimas de agresión sexual también se realizaba en el dispensario médico que operan en las instalaciones de la Policía Judicial. Para Fabián Pólit, quien se dedicó a esta tarea por 26 años, las pruebas se realizan con respeto y confidencialidad.

La fiscal Moreno reconoce que la primera evaluación en los casos de abuso sexual es la ginecológica. Posteriormente, se realiza “la valoración psicológica, que es un elemento muy importante, y que es tan científica como la médica, pero con la experiencia que he tenido no se valora mucho al examen psicológico”.

Para la psicóloga Martha Ortega, los procesos de evaluación médica o psicológica profundizan el trauma sufrido por la víctima en un abuso. “Reviven el momento una y otra vez, cada vez que las examinan o que les toman las versiones. Se revictimiza a los menores; a veces, más que el abuso, les trauma el profesional”, dice Ortega, doctora en psicología a cargo del Departamento de Psicología de la Dinapen en Pichincha.
Ella resalta la importancia de efectuar una evaluación psicológica con métodos especiales. “Utilizamos diferentes técnicas, trabajamos con muñecos, juegos, dibujos. Presentamos un informe técnico para que sea una prueba dentro del proceso legal”.

No todos los menores reciben un tratamiento adecuado. Al Departamento de Psicología de la Dinapen solo llegan los casos solicitados por la Fiscalía.

Cristina relata una experiencia traumática en la Fiscalía. “Estuvimos cinco veces en la Fiscalía para que mi niña reviviera lo que pasó, pero siempre faltaba alguna autoridad y no se hacía nada. Micaela estaba en tratamiento psicológico y revivir eso le hacía mal”, dice la madre y llora.

“Después la secretaria tomó su versión. Al profesor ni siquiera le llamaron a declarar. Saqué a mi hija de la guardería. Micaela no está bien todavía. Un niño le empujo en la nueva escuela y ella retrocedió emocionalmente, tiene miedo a todo. Duele que haya sido tratada como victimaria; que tenga que demostrar que fue la víctima. Es una niña pequeña, pero a nadie le importa”.

jueves, 8 de abril de 2010

EL ABUSO SEXUAL INFANTIL Y LOS JUECES

Los jueces no están dispuestos a juzgar este tipo de hechos. Se amparan en que en muchas ocasiones no es evidente el maltrato. Puede que los rastros físicos menores, como eritemas e incluso fisuras anales, sean atribuidos a los pañales y la higiene del niño, y que desgarros discretos en los labios vaginales sean juzgados como dudosos por algunos servicios médicos de urgencias.

Los jueces solamente contemplan la violación del menor como penetración y laceraciones importantes. No se han parado a informarse que el abuso a niños tan pequeños está más cercano a la seducción que a la violación física.

Tampoco se toman la molestia de pedir a sus psiquiatras forenses un análisis del estado mental del acusado (al igual que debería hacerse también con el acusador). Todo queda circunscrito a un rastreo superficial del victimario y de las condiciones de vida del mismo, pasando por alto que la mayoría de los abusadores infantiles de primera infancia abusan exclusivamente de sus hijos (casi siempre de las niñas), todos ellos tienen antecedentes de violencia de género, además de tener en su conducta hábitos de consumo de alcohol y cocaína.

Si la Justicia quiere saber lo que juzga ha de ampararse más en sus peritos psiquiatras y en la obligación de rastrear conductas de riesgo presentes y pasadas en el abusador. Y poner remedio social y sanitario. No creo que una condena penal arregle la situación. Lo que hemos de buscar es una imposición legal de tratamiento del victimario, amén del resto familiar de víctimas.

Precisamente porque el abuso de primera infancia se basa más en los tocamientos y en las coerciones verbales del abusador, no dejando apenas huellas físicas, y porque el menor no tiene credibilidad jurídica al declarar, he intentado diseñar un protocolo psicométrico de medida del Trastorno de Estrés Postraumático, que es la manifestación emocional al sufrir el trauma. En estos niños de primera infancia es diferente del de los adolescentes y adultos.

El abuso se sigue dando con la misma frecuencia, pero ahora la gente tiene más información y cree tener más derechos.

Es cierto que la afluencia a nuestro servicio de Psiquiatría Infantil sufrió un crecimiento exponencial: el primer año vimos 12 casos y el segundo 50.
Creo que se debe a que las organizaciones que “cuidan” de estos problemas se han sintonizado excesivamente con los jueces y circula el planteamiento de que “Si es verdad, ya se manifestará en toda su gravedad más adelante”. Estos profesionales han olvidado que el TEPT infantil por abuso pederástico deja secuelas indelebles, manifestándose en los trastornos del comportamiento graves de la adolescencia tales como el coqueteo con las drogas, las conductas de promiscuidad y riesgo y, por supuesto, en un fallo estruendoso en el paso a la edad adulta tanto en el plano académico como de adaptación social.

La falta de implicación y pusilanimidad por parte de los servicios sociales que han orientado a los jueces, motivando que todo se ralentice y se produzca una segunda y una tercera victimización del niño, que jamás ha sido explorado con detenimiento y, mucho menos, por los adultos que le rodeaban. Gracias a esta tibieza, durante este tiempo la mayoría de los abusadores ha seguido teniendo “el derecho inalienable de ver a sus hijos”.
La segunda victimización se produce cuando el denunciante no es escuchado, tratado como un delincuente potencial de levantar falsos testimonios y amenazado con perder la tutela de su hijo.
La tercera victimización la provocan aquellos servicios de detección que no se implican ni escuchan a las víctimas, enlenteciendo el proceso y volviéndolo insidioso.

De ser víctima yo también de la tibieza de los jueces que, al no proteger a la víctima condenando u obligando al abusador a tratamiento emocional y de drogas, permiten con ello que el agresor denuncie al perito. Es cada vez más frecuente la denuncia de los abusadores a los colegios profesionales y a los centros de trabajo, etc. A los profesionales que hacen peritajes de Psiquiatría-Psicología y a los de la Sanidad.

Se necesita tiempo y buenos profesionales para dirimir correctamente si ha existido abuso sexual. El menor ha de ser explorado lo más sutilmente que se pueda y en un solo proceso e, igualmente, han de ser observados quienes le rodean. Las sanciones al delincuente han de ser de tipo social y sanitario. Hay que empezar a olvidarse de las condenas penales.

Tal como están las cosas ¿vale la pena denunciar? ¿Hay suficientes garantías de que se resuelva favorablemente para los intereses del menor?

Hoy por hoy no hay garantías. Ya hemos hablado del dolor de la impotencia de sentirse desamparado durante años por la Justicia y de los que les siguen el juego. Y lo costoso del proceso. No nos olvidemos que muchos abogados sin escrúpulos han hallado en la tibieza y en la insidia de los jueces una mina de oro.

Entrevista a Isabel Quiles, publicado en Salud mental pertenece a Joan Montane Lozoya.

EL ABUSO SEXUAL INFANTIL EL ABORDAJE TEORICO

El abuso sexual infantil se considera una conducta en la que un menor de edad es utilizado como objeto sexual por parte de una persona adulta con quien generalmente mantiene una relación de desigualdad, sea en cuanto a la edad, a la madurez o a las relaciones de poder. Los abusos sexuales no son sucesos
aislados sino que ocurren a lo largo de mucho tiempo, meses o años. La sexualidad abusiva se produce en el momento en que el menor pierde el control sobre su propia sexualidad para ser instrumentalizado en beneficio del placer del adulto.

Lamentablemente, se trata de un problema universal presente en todas las culturas y sociedades.
El abuso sexual constituye un fenómeno complejo por las huellas profundas que deja en la memoria de la víctima ya que es una experiencia traumática vivida por el menor como un atentado contra su integridad física y psicológica.

Si la víctima no recibe un tratamiento psicológico adecuado, puede arrastrar sus efectos hasta la adultez.

La gravedad de esta situación suele favorecer su ocultamiento, sumándose a esto que la mayoría de lo abusos se producen sin testigos, por lo que la única vía para su revelación es la declaración de la víctima. Además, la condición de menor del abusado implica que pocos casos sean los denunciados, ya sea por su incapacidad para comunicarlos, por el miedo que sienten o por que no son conscientes de haber sido sometidos al abuso sexual.

A esto se agrega el hecho de que la mayoría de este tipo de abusos se produce en el interior de las familias o en círculos muy próximos al menor y frecuentemente se crean eficaces estrategias de ocultamiento induciéndole la idea de que lo que ha ocurrido es un secreto compartido.

Es decir que el silencio del menor obedece a diversos motivos entre los que se encuentran el miedo a no ser creído, los chantajes por parte del adulto, la vergüenza, los sentimientos de culpa, el temor, la manipulación que ejerce el adulto sobre su sistema perceptivo mediante la confusión. Respecto de esto
último, el menor es inducido a dudar de sus propias percepciones, a negar su autenticidad hasta lograr que no sepa qué está experimentando, cuáles son sus sensaciones reales, perdiendo la noción de lo que es correcto. Entonces, el menor se persuade de que la realidad más acertada es la del adulto que la interpreta para él y no la suya. Esta negación del propio sentimiento, a veces puede generar trastornos psíquicos de menor a mayor gravedad.

Con todo esto, los menores tienen graves problemas para comunicar esta experiencia con coherencia y de manera inmediata. No obstante esta falta de verbalización de los sucesos, es posible que el menor revele el abuso de manera enmascarada a través de síntomas de tipo psicosomáticos y conductuales.

La violencia puede provocar dolor físico y por tanto generar reacciones de rechazo, miedo o terror. Las segundas pueden ser de distinto tipo, hasta el punto de que algunos niños ni se percatan de que un adulto los ha tocado o los ha tratado de manera impropia.

Los tipos específicos de abusos sexuales pueden ser con o sin contacto físico.Cuando se producen sin contacto físico, se utiliza la exhibición, la masturbación delante del menor, observación del niño desnudo y/o la narración al menor de historias con contenido erótico o pornográfico. Mientras que se produce contacto físico mediante tocamientos, masturbación, contactos bucogenitales y/o penetración.

Un menor de edad víctima de abusos sexuales puede perder sus puntos de referencia afectivos y sufrir una alteración del equilibrio psíquico presente y futuro provocando la pérdida de su autoestima, la incapacidad de establecer relaciones afectivas armoniosas y las dificultades para acceder en el futuro a
una vida sexual y paternal satisfactoria.
Las consecuencias del abuso sexual a corto plazo son en general devastadoras para el funcionamiento psicológico de la víctima. Las consecuencias a largo plazo son más inciertas, aunque existirá una correlación entre el abuso sexual sufrido en la infancia y la aparición de alteraciones emocionales o de perturbación en los comportamientos sexuales durante la edad adulta.

Existen dos grandes tipos de indicios que pueden sugerir la existencia de abusos sexuales sobre un menor. Por un lado, los problemas conductuales como el fracaso escolar, la negativa a hablar o a interrelacionarse afectivamente con los demás, la tendencia a la mentira, la promiscuidad y la excesiva reactividad sexual, los ataques de ira, las conductas autolesivas, la a la fuga y el vagabundeo. En segundo lugar, se presenta dificultades como la depresión, la ansiedad, la baja autoestima, los sentimientos de impotencia, la desconfianza, síntomas psicosomáticos como la aparición de dolores en diversas partes del cuerpo, trastornos del sueño o deseo constante de refugiarse en él.

La mayoría de las víctimas infantiles de abusos sexuales tienen dificultades para crecer con autonomía, pueden tener excesos de estimulación debidas a las brutales manipulaciones y presentar emociones perturbadas o frustrantes que los dejan en un estado sensorial confuso y evanescente, con sentimientos de ser prisioneros de la voluntad ajena, sintiendo una constante amenaza.

Para los especialistas, todas las referencias sensoriales, afectivas y representativas se confunden cuando un menor es víctima de un abuso.Cuando un adulto usa su propia fuerza y poder, el menor no puede oponerse en un plano de igualdad. El adulto utiliza al niño como objeto sexual, asustándolo y sobreexcitándolo cuando aún no es libre de elegir, cuando aún no está en condiciones de simbolizar las experiencias a nivel cognitivo, de verbalizarlas y de valorarlas por lo que son. El impacto de la agresión sexual produce una petrificación emocional con consecuencias graves cuyos efectos pueden hacerse sentir durante muchos años.

Los especialistas explican que las víctimas quedan emocionalmente alteradas después de la agresión. Los efectos que se producen a corto plazo pueden ser los siguientes: reacciones ansioso depresivas, fracaso escolar y en la socialización y conductas violentas. Es decir que las consecuencias son las características de cualquier trauma, entre ellos, los pensamientos intrusivos, el rechazo a estímulos relacionados con la agresión, alteraciones del sueño, pesadillas, irritabilidad, dificultades de concentración, miedo, ansiedad, sentimientos de culpabilidad, que pueden materializarse físicamente en forma de dolores en algunas partes del cuerpo como el estómago o la cabeza.

Se han identificado además cuatro variables como causas principales del trauma por abuso sexual:

 a) la sexualización traumática, ya que el abuso produce una interferencia en el desarrollo sexual normal;
 b) la pérdida de confianza hacia el agresor y también al resto de personas cercanas que no fueron capaces de impedir los abusos;
 c) la indefensión, ya que la víctima se considera incapaz de defenderse ante cualquier situación provocando actitudes pasivas y de retraimiento;
 d) la estigmatización por los sentimientos de culpa o vergüenza, que minan su autoestima.

Respecto de los efectos a largo plazo, el trauma no solo no se resuelve sino que suele transitar de una sintomatología a otra. Los fenómenos más regulares son las alteraciones en el ámbito sexual, como la inhibición erótica, disfunciones sexuales y menor capacidad de disfrute, falta de control sobre la ira, hipervigilancia en el caso de tener hijos, incluso la adopción de conductas de abuso o de consentimiento del mismo y los síntomas característicos del estrés postraumático. Puede suceder también que el abusado experimente retrospecciones, la aparición de recuerdos traumáticos que se imponen vívidamente en contra de la voluntad, inestabilidad emocional, trastornos del sueño, hiperactividad y alerta constante. También puede ocurrir que la víctima se aísle, que se vuelva insensible afectivamente, que se produzcan trastornos en su memoria y en la concentración, fobias, depresión y conductas autodestructivas. A raíz del abuso del que ha sido víctima, el inicio de su vida sexual es traumático por lo que puede presentar sensaciones y conductas distorsionadas en el desarrollo de su sexualidad y trastornos de la identidad sexual.

Incluso las víctimas pueden olvidar las agresiones sexuales o tener recuerdos invasivos de los sonidos del acontecimiento y simultáneamente ser incapaces de recordar las imágenes o viceversa, o pueden recordar los sentimientos experimentados durante el abuso, pero no los acontecimientos exactos que los
provocaron.

Respecto de los abusadores, en términos generales, suelen ser del sexo masculino, heterosexuales y homosexuales, entre treinta y cincuenta años, -aunque pueden presentar conductas proclives al abuso sexual desde la adolescencia-. Su apariencia es la de una persona de inteligencia y vida normales. Este tipo de personas utilizan la confianza y familiaridad que tienen con el menor, acercándose mediante el engaño y la sorpresa como estrategias para someterlo y son individuos conocidos para el menor con los que tiene una relación de asimetría de algún tipo. El agresor sexual suele usar a los menores como sustitutos de adultos.

Se ha señalado que la personalidad del abusador que disfruta sometiendo a un niño y causándole sufrimiento, se encuadra dentro de lo que se denomina estructura psicológica perversa.

Sólo unos pocos pueden ser diagnosticados como psicópatas sexuales. Generalmente suelen ser personas razonablemente integradas en la sociedad sin antecedentes delictivos. Su actitud habitual ante el hecho abusivo es negarlo o minimizarlo, con el objeto de no ser identificado por la sociedad e impedir la intervención judicial ya que el abuso sexual de menores es un delito incluido en las legislaciones nacionales y también a nivel internacional que prevén sanciones con pena de prisión, en caso de condena.

Todos los días se producen actos de esta naturaleza, sin embargo, muy pocos y en contadas excepciones, salen a la luz y menos aún, se imparte justicia.

miércoles, 7 de abril de 2010

Resulta dañino revelar el abuso sexual después de cierto tiempo

La mitad de los sobrevivientes de abuso sexual esperan hasta cinco años antes de revelar que fueron víctimas, según un estudio en colaboración de la Université de Montréal, la Université du Québec à Montréal y la Université de Sherbrooke publicado en The Canadian Journal of Psychiatry.

"El número de víctimas que nunca revelan sus secretos o que esperar muchos años para hacerlo es muy alto", dice la co-autora Mireille Cyr, profesora de psicología de la Universidad de Montreal.

"Esto es lamentable, porque cuanto más tiempo se espere para revelar el abuso, el más duro y más duraderas serán las consecuencias.

" El equipo de investigación encuestó a 800 hombres y mujeres de Quebec y encontró que un 25 por ciento de los encuestados nunca divulgó haber sufrido abusos sexuales siendo niños.

Los científicos también encontraron un fuerte contraste entre los sexos: el 16 por ciento de las mujeres permanecen en silencio sobre los abusos, aunque el 34 por ciento de los hombres nunca comparten sus secretos.
La investigación encontró que el 22 por ciento de las mujeres y el 10 por ciento de los hombres declararon ser los sobrevivientes de abuso, que van desde abuso sexual hasta la violación, que es comparable a los resultados de estudios anteriores sobre el tema.

La angustia psicológica de las víctimas incluye ansiedad, depresión, problemas de concentración e irritabilidad.

Algunas víctimas sufren de trastorno de estrés post-traumático, algunas reviven el abuso psicológico mientras que otros han embotado emociones o se convierten en hiper-vigilantes.

Los datos sugieren que las víctimas son más propensas a denunciar a su agresor cuando él o ella es un extraño.

Lamentablemente, en la mayoría de los casos, los abusos graves, como la violación es cometida por amigos o familiares.

Esto es cierto en el 85 por ciento de los casos de las mujeres víctimas y el 89 por ciento de las víctimas masculinas.

La Profesora Isabelle Daigneault, del Departamento de Psicología de la Universidad de Montreal, realizó un estudio por separado encontrando correlación de la probabilidad de que las víctimas jóvenes se conviertan en las víctimas adultas de abuso sexual o físico.

Publicado en The International Journal of Child Abuse & Neglect, su muestra examina 9.170 mujeres y 7.823 hombres en todo Canadá.

Sus conclusiones son sorprendentes: las mujeres sobrevivientes de abuso sexual infantil son entre tres y cuatro veces más probables de ser víctimas de abuso físico o sexual cuando adultos.

"Es la primera vez que se combinan los datos sobre el abuso sexual durante la infancia y los problemas de relación posibles", dice Daigneault.

Los hombres sobrevivientes de abuso sexual infantil son tres veces más probables de ser víctimas de abuso físico siendo adultos.

Sin embargo, pocos hombres reportaron abusos sexuales siendo adultos, como para establecer una correlación estadísticamente significativa.

CUANDO LA LEY HACE VÍCTIMAS A LOS MENORES POR PARTIDA DOBLE





La historia de Miguel Adame es la de un ciudadano que, desesperado ante la impunidad del abuso sexual contra su hija, emprendió una lucha por castigar al responsable. Pero se topó con una pared: descubrió que la ley es una pesadilla
para los menores agredidos.
No se quedó cruzado de brazos. Decidió intentar lo que fuera para acabar con ese abuso de la ley y evitar que los menores fueran víctimas por partida doble. Sus amigos le decían que estaba loco, que nada conseguiría, pero no desistió. Después de casi cuatro años, logró que en la Cámara de Diputados se presentara una iniciativa de reforma para que los niños no sean obligados a carearse con su agresor y para que les permita denunciar el delito una vez que hayan cumplido la mayoría de edad. La idea es acabar con la violencia institucional que los hace víctimas por segunda ocasión.


... Un día de diciembre de 2006, el hombre se acercó a su nietade seis años y la acarició de una forma que la hizo sentir incomoda,En ese momento la familia explotó como un meteorito.
Miguel Adame, padre de la niña, sentía ganas de tomar al abuelo materno de su hija y hacerlo pedazos. Pensó en hacerse justicia por mano propia. Se detuvo a tiempo, prefirió
recurrir a la ley para castigar al abusador. Entonces conoció el otro abuso: el de la ley.
El padre de la menor, un hombre de clase media que trabaja en una firma financiera, tomó su auto y manejó hasta llegar al búnker de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, donde lo atendió una mujer, a quien le explicó lo sucedido.
–¿Hubo violación? –le preguntó. –No –contestó.–Si no hubo violación, entonces no le pasó nada –dijo la empleada y siguió; su voz parecía un taladro ante los oídos de Miguel Adame.
–Mire, si quiere denunciar tiene que venir con la niña y no se lo recomiendo porque va a tener que pasar a un peritaje médico, que es una exploración vaginal y anal, y lo pueden hacen médicos hombres. Va a tener que pasar con la policía judicial y regresar con el ministerio público varias veces.
Miguel Adame salió del edificio como si cargara en hombros las toneladas de cemento que pesa el búnker de la policía. Y empezó a buscar ayuda profesional para su hija. “No fue sencillo encontrar un psicólogo para niños, no supe a dónde acudir para ver qué tanto había sido afectada.
Me metí a internet a buscar ayuda y no encontré nada. Me dieron la dirección de una clínica de atención que está en la calle de Pestalozzi, en la Colonia Del Valle, pero me daban
la cita hasta dos meses después”. Cuando por fin encontró auxilio profesional, la psicóloga
le aconsejó no llevar a su hija a declarar ante las autoridades porque podría ser un evento más traumático que lo que ya había vivido.
“No he podido meterlo a la cárcel porque no hay condiciones y no lo quiero hacer a costa de la estabilidad emocional de mi hija. No vale la pena”, dice el padre de la niña, que ahora tiene 10 años....

Han pasado cuatro años desde que ocurrió el abuso. La familia se alejó del abuelo, pero Miguel Adame está dispuesto a llevar su caso hasta que se haga justicia. Un día comentó a sus amigos que para poder conseguirlo sin que eso implicara revictimizar a los niños, había que cambiar las leyes.
–Estás loco –le contestaron–. Es tarea de los diputados y los senadores. No vas a poder hacer nada, eso es como querer cambiar el mundo. Mejor no te desgastes. No lo convencieron. “Yo no debería estar haciendo esto, pero ante el vacío de la ley alguien lo tiene que hacer. Pensé que se podía y empecé a tocar las puertas de las organizaciones de defensa de los derechos de los niños. Es muy triste ver que las que en realidad sirven se pueden contar con los dedos de las manos, porque las organizaciones civiles tienen muchos compromisos con sus patrocinadores, por ejemplo, los gobiernos locales. Hay organizaciones que dicen que las políticas públicas no les importan porque son difíciles de cambiar. Aunque hay gente muy valiosa, como Margarita Griesbach, de la Oficina de Defensoría de los Derechos de la Infancia, que para mí es la número uno en este tema”.


Miguel Adame estuvo un año enfrascado en una lucha en el ciberespacio, enviando correos electrónicos a la Presidencia de la República, a los partidos políticos y a cerca de 500 organizaciones no gubernamentales. Logró acercarse a Raquel Pastor, de Infancia Común. Ella lo contactó con el legislador panista Agustín Castilla Marroquín. “Al diputado Castilla lo conocí un año después del abuso sexual. Me dijo que sabía lo sucedido a mi hija y que estaba interesado en ayudarme”. Así nació la primera iniciativa para intentar modificar la ley local desde la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. “Cuando se presentó, pensé que se aprobaría fácilmente, pero no fue así. El cabildeo de la iniciativa sólo lo hicimos el diputado Castilla y yo”. Busqué, dice Adame, el apoyo de las organizaciones civiles. Raquel Pastor me llevó a una reunión y no quisieron respaldar la iniciativa. “Decían que se iban a empanizar. Nunca hicieron nada. Sentían que si la apoyaban, estaban ayudando al PAN. Y el PRD dijo que había algunos puntos anticonstitucionales.


Y sí, mandé las observaciones, se hicieron algunas correcciones, pero al final no hubo voluntad política para que pasara la iniciativa”, dice el creador de la página de facebook “Así nunca más”, donde se debate y se proporciona información sobre el abuso sexual infantil.En noviembre de 2009, ya como legislador federal, el diputado Castilla presentó en la Cámara de Diputados la iniciativa para modificar el Código Penal Federal, de modo que los niños no tengan que carearse con los abusadores; que identifiquen a sus agresores desde recintos separados, ayudados por medios electrónicos; que toda persona pueda denunciar un abuso sexual contra menores. Además, se busca que al momento de rendir declaración los niños cuenten con apoyo psicológico y de personal especializado.


Lo mismo cuando se les practiquen exámenes físicos. Uno de los aspectos centrales de la
propuesta de reforma es que pretende que sólo hasta que el menor víctima de la violencia sexual cumpla la mayoría de edad empiecen a correr los plazos legales para la prescripción
del delito.


En la iniciativa se ejemplifica: actualmente, si una adolescente de 13 años es víctima de abuso sexual sin que concurra violencia (si hay violencia se persigue de oficio), la joven tiene un año para querellarse. Si no lo hace en ese plazo, prescribe el delito. Con la reforma se plantea que el plazo de un año comience a correr a partir de que la joven cumpla 18 años, por lo que puede querellarse incluso a la edad de 19 años y no máximo a los 14 años, como actualmente está obligada.


Esto permitiría que las víctimas puedan ejercer la acción legal por sus propios medios, pues se estima que hasta 80 por ciento de los abusos son cometidos por familiares en línea directa o personas con autoridad sobre el menor de edad, lo que evita la denuncia. “Todos los partidos se sumaron a la iniciativa. Con el escándalo de los abusos del padre Maciel y Jean Succar Kuri, hemos logrado que haya un compromiso de todos los grupos de que este tema debe ser prioridad”, dice Castilla en su oficina del Palacio Legislativo.


Aunque el mismo diputado reconoce que la confrontación  entre el PRI y el PAN por la revelación del acuerdo entre ambos partidos para aprobar el paquete fiscal del presidente Felipe Calderón a cambio de no hacer alianzas electorales en el Estado de México aleja la posibilidad de que se vote pronto el dictamen.
El diputado Castilla enfatiza: aunque es un problema bastante serio, no existen estadísticas sólidas sobre este tema en México. “El DIF nacional estima que entre 30 mil y 60 mil niños son víctimas de abuso sexual cada año, mientras que la Secretaría de Seguridad Pública federal señala que en México existen unos 100 mil sitios de pornografía infantil. El DIF-DF recibe en promedio dos denuncias de estos casos al día”, explica el diputado federal.


Y eso no es todo. El legislador comenta que 80 por ciento de los delitos sexuales contra los niños se realizan en el entorno familiar. “En el Distrito Federal los delitos sexuales ocupan el cuarto lugar de incidencia y, en su mayoría, son cometidos por familiares o conocidos de la víctima”.


En la Ciudad de México, dice Castilla, aproximadamente 10 mil niños de la calle han sido víctimas de abusos sexuales, y muchos de ellos son explotados por pedófilos, según datos de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal. “En 2009 se integraron mil 249 averiguaciones previas. Y la Secretaría de Educación Pública ha investigado 204 casos relacionados con abuso sexual en el DF en los últimos seis años, de los cuales 173 fueron denuncias contra maestros, dos contra directores y el resto implica a otro tipo de personal de los centros educativos”.


la iniciativa, pero está consciente de que falta apoyo. “Hay muchos activistas de los derechos de los niños, como Lydia Cacho o José Bonilla (director del bufete que representaba a los hijos mexicanos de Marcial Maciel Degollado), pero falta que nos unamos en un frente común. Cada quien jala agua para su molino”. Y sigue: “Sé que no me va a alcanzar la vida para cambiar las cosas, pero sé que sí se puede allanar el camino para otros niños”.
En estos años, ha conseguido tejer una red social de apoyo solidario a las víctimas a través de un blog (www.migueladame.blogspot.com) que ha ayudado a personas en México, Argentina y Chile. “Mi meta es que el blog sea el más competo en información sobre abuso infantil y que la gente pueda encontrar orientación y apoyo”. 


Ahora, cada tanto Adame manda al diputado Castilla correos electrónicos con los casos de otros niños que fueron abusados o violados. “Me llama y me dice que es para que no se me olvide y siga impulsando la iniciativa hasta que se apruebe”, cuenta el diputado, integrante de la Comisión de Gobernación. Miguel Adame demanda a los legisladores que, en medio de su apretada agenda, encuentren la sensibilidad para voltear a ver a los niños que han sido víctimas. Mientras ese día llega, sigue trabajando de lunes a viernes en la casa de bolsa y alimentando el blog en su tiempo libre. Justicia, eso espera. Y está dispuesto a esperar con tal de que llegue.




VANESSA JOB

martes, 6 de abril de 2010

Cómo prevenir el abuso de menores

Las estadísticas arrojan un número estremecedor: Se estima que, en el año 2006, 905,000 niños en los Estados Unidos fueron víctimas del abuso y la negligencia. Es una cifra preocupante, pero es importante subrayar que siempre es posible prevenir el abuso y la negligencia de menores. Siempre se puede hacer algo. Los estados, los gobiernos locales, las organizaciones comunitarias y los ciudadanos ya están tomando cartas en el asunto para proteger a los niños.

Según los investigadores, los padres y cuidadores que cuentan con el apoyo de sus familias, amigos y comunidades tienen más posibilidades de construir un hogar seguro y saludable para sus hijos. Pero cuando los padres se sienten aislados o carecen de este apoyo es más probable que tomen malas decisiones que pueden llevar al abuso o al descuido de un menor.

Cada vez más los ciudadanos y las organizaciones se están dando cuenta que la mejor manera de prevenir el abuso de menores es cuando los padres encuentran ayuda para desarrollar sus habilidades e identificar los recursos que necesitan para proteger a sus hijos. Los padres que reciben esta ayuda están en mejor posición para entender las necesidades físicas y emocionales que juegan una parte importante en el desarrollo de sus hijos.

Programas de prevención
Muchos estados, gobiernos locales y organizaciones religiosas llevan a cabo actividades de prevención. Los servicios que proveen varían ampliamente. Hay servicios de prevención diseñados para un público general, tal como los anuncios de servicio público en español (en la tele o la radio) para concientizar al público sobre el abuso de menores. Otros servicios están específicamente dirigidos a individuos y familias donde existe un mayor riesgo de abuso o negligencia de menores. Una clase sobre la maternidad responsable para madres jóvenes y solteras es un buen ejemplo de estos servicios. Algunos servicios están diseñados específicamente para familias donde ha ocurrido el abuso o la negligencia, y sirven para prevenir su reincidencia o para aminorar los efectos negativos. Todos podemos hacer algo para prevenir el abuso y la negligencia de menores. Estas son algunas de las actividades y campañas que organizan con frecuencia los programas de prevención, y que usted podrá encontrar en su comunidad o en su condado:

Concientización pública
Por medio de anuncios de servicio público en español, pósters y folletos que promuevan un cuidado infantil saludable y responsable; información sobre la seguridad de los niños y consejos para denunciar el abuso de menores.

Programas escolares
Para que los niños desarrollen destrezas y habilidades, y para que aprendan sobre la seguridad y cómo autoprotegerse. Muchos de estos programas se enfocan en la prevención del abuso sexual

Educación para los padres
Para ayudarlos a desarrollar habilidades positivas de cuidado infantil y para identificar y reducir comportamientos relacionados al abuso y la negligencia de menores

Grupos de apoyo para que los padres puedan trabajar juntos y para que fortalezcan sus familias y construyan redes de apoyo social

Visitas a domicilio
Para promover la seguridad de los niños ayudando a las madres embarazadas y a las familias con recién nacidos y niños pequeños para que aprendan más sobre cómo ser buenos padres y sobre el desarrollo de los niños

Programas de crisis y de apoyo
Para el cuidado de los niños que ofrecen asistencia a corto plazo a los padres o cuidadores que pasan por situaciones difíciles o estresantes

Otro aspecto clave para garantizar el éxito de un programa de prevención es su capacidad para proveer servicios basados en evidencia, en datos duros. Esto quiere decir que se investigan todos los temas de manera exhaustiva, y que se busca la evidencia para demostrar que el servicio impacta de manera positiva a los niños y a las familias para quienes fue diseñado. Es decir, van más allá del “sentido común” (”este programa no puede ser malo”) y buscan resultados verificables. Esto hace que los proveedores de servicios tengan más confianza en su trabajo. También puede ser una manera de justificar la existencia del programa y el presupuesto necesario para financiarlo cuando los recursos públicos son escasos.

Factores de protección
Por mucho tiempo el enfoque de los programas de prevención ha sido reducir el impacto de los llamados factores de riesgo, o circunstancias que los investigadores han asociado con el abuso y el descuido en las familias. Por otra parte, los servicios de prevención también reconocen cada vez más la importancia de los llamados factores de protección, que a su vez son circunstancias familiares o comunitarias asociadas a la salud y al bienestar en las familias. Donde hay más factores de protección, hay menos factores de riesgo, y esto es bueno para las familias.

jueves, 1 de abril de 2010

El abuso sexual en la infancia ha irrumpido en los medios y empieza a formar parte de la conciencia social.

Abusar sexualmente de un menor significa someterlo a un delito horrendo que deja profundas cicatrices para toda su vida.

Casi todos sistematicamente mostramos horror al escuchar o leer casos de abuso sexual a menores, sobre todo ahora que el abuso sexual en la infancia ha irrumpido en los medios y empieza a formar parte de la conciencia social.

Ahora más que nunca los niños deben saber que tienen derecho a que se respete su cuerpo y que si se sienten acosados han de comentárselo a los mayores, que les escucharán con atención y les ayudarán.

Así como también deberían sentirse protegidos por las legislaciones locales de donde viven.

Los Gobiernos deberían saber que es A.S.I es un problema de salud Pública grave, ya que las víctimas de abusos sexuales que no han recibido ayuda pueden padecer problemas de relaciones sociales, de sexualidad, dificultades de entregarse sanamente a la pareja, baja auto estima.

Poco a poco los gobernantes se ven forzados a incluir en sus políticas públicas procesos que contemplen la atención y la procuración de justicia en estos casos.

Sólo hay que echar un vistazo a las cifras de varios estudios para comprender la magnitud del problema: entre un 20% y un 25% de las mujeres, y entre un 10% y un 15% de hombres han sufrido abusos sexuales en la infancia.

El abusador suele ser, además, alguien cercano al niño. Una persona de su familia -un tío, el hermano, el padre- o de su entorno -vecinos, amigos de los padres, profesores, la mayor parte de abusos y malos tratos a niños se dan en las familias.

Profesionales y víctimas llaman la atención sobre la necesidad de la prevención y la detección, mucho tenemos que avanzar en esta faceta de la educación.

Es la única manera de que estas víctimas no entren en la cárcel del silencio. Una prisión que, muchos, tardan años en abandonar. Otros no la dejarán nunca.





MIGUEL ADAME VÁZQUEZ

ABUSO SEXUAL INFANTIL, NUNCA MÁS.