sábado, 7 de agosto de 2010

El Trastorno por Estrés Postraumático

El Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), aunque descrito en 1980 en el DSM III, ya lo había sido en la Grecia clásica (Marty C. y Carvajal, C., 2005, Maltrato infantil como factor de riesgo de Trastorno por Estrés Postraumático en la adultez). En el siglo XIX psiquiatras y neurólogos lo entendieron como neurosis histérica o de conversión, y en 1920 Freud definió el concepto de "trauma psíquico" como una "ruptura de la barrera de los estímulos".

Un acontecimiento traumático es vivido como aterrador, con un miedo intenso, horror y sensación de impotencia (Muñoz, 2005. Bloque temático: abuso y maltrato. 8. Trastorno de estrés postraumático). El maltrato infantil se define como todo comportamiento o discurso adulto que transgreda los Derechos del Niño. Dentro de los tipos de maltrato se encuentran: abuso sexual, maltrato físico, maltrato emocional, abandono o negligencia por parte de los cuidadores (Marty y Carvajal, 2005, ibidem). La respuesta del niño al estresor se relaciona con la respuesta de los padres a éste. Hay una relación de sintomatología entre padres e hijos.

Está bien establecido que el trauma vivido en la etapa preverbal impacta en el desarrollo del niño y su organización física y parece que el TEPT emana de un fracaso en la memoria declarativa y viene a organizarse a un nivel sensorial y somático, mientras rastros inconscientes pueden re-evocar la experimentación física del evento sin memoria del mismo. Esto representa una somatización de la disociación.
Las personas con TEPT experimentan el evento repetidas veces en por lo menos una de varias formas: sueños angustiantes repetitivos, recuerdos recurrentes del evento, alucinaciones mentales (Munar, 2010) y/o angustia intensa.


Los efectos a largo plazo son: TEPT crónico, trastorno de personalidad limítrofe, antisocial-narcisista, trastorno de personalidad múltiple, automutilaciones e intentos de suicidio, abuso de sustancias y alcoholismo, y alteraciones de la salud física (Carvajal, 2002, Trastorno por estrés postraumático: aspectos clínicos.

El abuso del menor puede desembocar en un Trastorno de Estrés Postraumático

El abuso infantil es una pandemia que obliga a padres e instituciones de bien público a informarse mejor y actuar más para proteger la integridad psicofísica de los niños.

El abuso del menor puede desembocar en un Trastorno de Estrés Postraumático con secuelas neurológicas, físicas y psicológicas en la adultez.

Toda criatura vejada exhibe síntomas y cambios inequívocos de conducta que deben alertar a los padres. Si la globalización de la información es el medio de mensajes de depravación, los padres encuentran en ella abundante material para orientarse mejor para velar por la integridad psicofísica de sus hijos. No están desamparados frente a la depravación individual o colectiva, individual o corporativa.

Diversos factores han contribuido a esta expansión de la perversión. Los medios de comunicación masiva son utilizados para propagar estímulos sexuales primarios y establecer contactos con individuos y grupos que practican esta perversión, que en nuestro país victimiza a uno de cada cinco niños, según estadísticas que no siempre reflejan la realidad. Porque el pudor, la protección de la intimidad y la recuperación psicosomática de la criatura vejada suelen inducir a los padres a mantenerla alejada de requisitorias policiales y judiciales. De ese modo, el acto de maldad puede quedar impune.
Un aspecto repudiable de este problema lo constituye el hecho de que un alto porcentaje de los atentados contra el pudor infantil son perpetrados por familiares directos de las víctimas o por amistades vinculadas con sus familias.

La crisis de la institución familiar ha contribuido a ello y, aunque la víctima pertenezca a un hogar estable, las condiciones económicas obligan a los padres a permanecer durante gran parte del día fuera de sus domicilios y a confiar la custodia de sus hijos a individuos cuya perturbación moral parece dotarlos de la mayor astucia para disimular sus pulsiones depravadas.

Súmese a ello el desarrollo de una verdadera cultura de la solidaridad (complicidad) corporativa, que protege a sus miembros de la acción de la Justicia