viernes, 9 de octubre de 2009

EL A.S.I EN COLOMBIA



Como todas las tardes, Lisbeth hizo sus tareas y tomó su bicicleta.
Paseó cerca de su casa. Hacía calor. Hizo una parada en casa de su tía. Entró, abrió la refrigeradora y bebió agua. Su tío político la llamó gritando: “¡Lisbeth, sube!”.
La niña, de nueve años, obedeció de inmediato. En la habitación, su tío le tapó la boca, la tiró a la cama y abusó de ella. Luego, él la bañó y ella huyó donde Silvia, su madre. Cuando Lisbeth llegó no dijo nada, solo lloraba.

La madre entendió lo ocurrido cuando, al revisar a su hija, vio su ropa interior ensangrentada.
La violación fue denunciada. Ahora este caso se tramita junto con otros 1.785, presentados durante el primer semestre de 2008, por la misma causa: abuso sexual infantil.Aunque sobrepasen las mil, las acusaciones apenas representan una pequeña parte de la magnitud del problema. Eso si se toma en cuenta que un informe, recientemente publicado por INFA y Defensa Internacional de los Niños (DNI), asegura que en el país más de medio millón de niños han sufrido esta agresión.La situación se agrava, de acuerdo con quienes tratan a las víctimas, si es que el afectado y su familia no reciben ayuda psicológica para superar el trauma. Pero únicamente los niños que denuncian reciben ese apoyo profesional y por ello pocos acceden a él.
“La víctima debe ser atendida en su crisis emocional, no solo de emergencia. Habrá gente que necesite ayuda toda su vida”, explicó Carola Cabrera, coordinadora del DNI en Guayaquil.Y Sofía Rodríguez, sicóloga del Centro Ecuatoriano de Promoción a la Mujer (Cepam) respaldó esa postura al agregar que “siempre se requiere tratamiento en un caso de violencia sexual, por el impacto a corto, mediano y largo plazo”.Ambas especialistas aseguraron que el trabajo no solo es con la víctima, sino también con la familia, ya que en el hogar se presenta una crisis. Más aún si hubo incesto.Silvia y Lisbeth son el ejemplo. El abusador está prófugo y su esposa, la hermana de Silvia, está desaparecida.“La familia estaba en una encrucijada. Una hija se fue con un violador y la única nieta fue abusada”, afirmó Vilma Torres, presidenta de la Fundación Voces del Silencio, una ONG que ayuda en este caso y otros similares.Actualmente madre e hija reciben terapia en la maternidad del Guasmo, al sur de Guayaquil.

INFA ofreció sus servicios a la familia, pero la rehusaron. No está claro por qué. Torres cree que el local de esta institución está lejos y como la familia es de escasos recursos, “movilizarse les cuesta”.El informe de INFA y DNI señaló que los niños abusados “atraviesan períodos, a veces muy largos, de profundo sufrimiento que nadie entiende” y crecen con sentido de desprotección y la crisis se extiende al resto de la familia.En el país hay 40 centros de protección del INFA. En estos lugares se atiende la violación de los derechos de los niños. Allí también están las víctimas de abuso sexual.En el puerto principal, Cepam también colabora. “Tenemos un equipo: una abogada y dos sicólogas y trabajadoras sociales”, explicó Anabelle Arévalo, coordinadora de este servicio.Estos profesionales se encuentran en la Fiscalía para atender las denuncias. Las sicólogas dan atención en emergencias porque, según Rodríguez del Cepam, “a veces se quiebran, entran en crisis y hay que contenerlos”.
Las trabajadoras sociales además recopilan información, que le servirá al fiscal como prueba. Además, verifican la situación familiar de la víctima, cuando es incesto, o si la víctima o el agresor deben salir de la casa.La ayuda dura hasta cuando el juez emite su fallo, “que sucede en pocas ocasiones”, reconoció Arévalo pero ellos continúan brindando la protección. Aun así, este apoyo solo llega a quienes llevan su caso ante la justicia y “la defensa común es huir o abandonar el proceso”, afirmó Torres, quien también es jueza de la Niñez y la Familia.Ella conoció un ejemplo que la escandalizó. Julia tiene tres hijas, una de 17, otra de 10 y una de dos. Conoció a Carlos, con quien procreó a Martha. Carlos violó sistemáticamente a todas, incluida a la más pequeña, su propia hija.A esto se suma que la mayor, la de 17, tiene una hija de dos años, presumiblemente de Carlos. “La madre es alcohólica. Pusieron la denuncia, pero nunca más vinieron. El proceso está abandonado”, informó Torres.Para ella, falta la presencia del Estado en estos casos, para evitar la deserción. “No hay políticas -se quejó- y hay que ir de un lado al otro, y no hay dinero para eso”.Sin embargo, Lorena Chávez, coordinadora de Protección Social de MIES-INFA, aseveró que está en vigencia la agenda nacional de la Niñez y un plan para erradicar el abuso sexual en escuelas. Pero aceptó que “aún falta mejorar la legislación y el sistema judicial. Incrementar las campañas de prevención”.Pero para Torres la legislación es clave: “La sanción en algo mejora la vida de la niña”. Lisbeth y Silvia, aún la esperan, y mientras tanto tienen miedo, pues creen que al abusador nada le impide volver.

EL A.S.I EN MÉXICO VA EN AUMENTO


México registra altos índices de abuso sexual infantil, en donde las víctimas son en su mayoría niñas y el promedio de edad de los afectados es de 5.7 años, reveló Ruth González Serratos, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al participar en el Simposio Repercusiones Clínicas y Psicológicas del Abuso Sexual, en el tercer día de actividades del VII Congreso Latinoamericano y II Iberoamericano “Sobre la Violencia contra Niñas, Niños y Adolescentes”, la especialista sostuvo que la sexualidad es utilizada como un instrumento que marca la imposición del poder y la ira sobre otro ser.

En su ponencia Síndrome Postraumático Inmediato y Mediato en Menores y Sobrevivientes de Violencia Sexual en la Infancia, la catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM, refirió que de junio de 1994 a mayo de 2002 la institución atendió 894 casos, de los que el 48.9 por ciento son sobrevivientes de abuso sexual en la infancia que no recibieron ningún tipo de ayuda y el 21.8 por ciento tuvo acceso a apoyo.

La edad promedio de la víctimas es de 5.7 años y el 77 por ciento son mujeres, mientras que en todos los casos la víctima conocía al agresor: el hermano en 19 por ciento; el padrastro en el 18 por ciento; el tío en un 16 por ciento y el padre en un 15 por ciento.
González Serratos manifestó que los menores abusados sexualmente presentan un síndrome de estrés postraumático que se manifiesta en alteraciones en los hábitos escolares en el 40 por ciento de los casos; en hábitos del sueño 10 por ciento y presentan además miedo a salir en un 70 por ciento; miedo a algún hombre en específico, a adultos en general, a que la madre sea agredida y a salir a jugar en un 60 por ciento.
GRAVES SECUELAS PSICOLÓGICAS

La especialista dijo que en el síndrome de estrés postraumático en sobrevivientes de abuso sexual en la infancia, es decir las personas que fueron abusadas cuando eran menores y no recibieron ningún tipo de tratamiento, encontramos que el 85.3 por ciento hay una sensación de fealdad, sensación de no ser uno mismo 74 por ciento; usar ropa que esconda el cuerpo un 70 por ciento.
Respecto a su sexualidad, añadió, el 73 por ciento experimenta dificultad para integrar la sexualidad con las emociones y se sienten sucias sexualmente.
Hay auto devaluación en un 90 por ciento, sensación de ser diferentes 88 por ciento, enojo constante en un 91.3 por ciento, necesidad de controlar a otros 86.7 por ciento, incapacidad de decir “no” 86.7 por ciento, sentimiento de culpa en un 90 por ciento.
Por otra parte el doctor Jorge R. Pérez Espinosa, del Centro de Atención Psicoterapéutico para Mamás (CAPSIM) de la Facultad de Psicología de la UNAM, expuso que el 90 por ciento de las madres violentas fueron abusadas en su infancia y fueron además maltratadas por su madre o padre.
Expuso que estas madres tienen problemas para establecer el vínculo afectivo entre ellas y sus hijas e hijos, lo cual es resultado de la falta de atención que sufrieron cuando niñas.

Su autoestima, añadió, es muy baja y se autodefinen con “demonios”, “mala mujer”, “chantajistas” y “perversas”, ya que asumen conductas de intolerancia con sus hijos e hijas y porque muchas veces no han perdonado a sus padres y madres y a quienes abusaron de ellas.
Sostuvo que es importante la perseverancia de estos programas ya que el problema de la madre que maltrata a sus hijos no es sólo un asunto relacionado con la condición económica o nivel educativo, sino que se presenta en todos los estratos sociales y académicos.
En el mismo simposio, el maestro en Salud Pública, José Rubén Ramírez, indicó que la violencia hacia los niños, niñas y adolescentes es una obstrucción para el desarrollo de una sociedad con equidad.
EL SUICIDIO COMO SALIDA AL DOLOR
Expuso que es común encontrar que las niñas y los niños abusados sexualmente tengan repercusiones negativas como la muerte prematura por suicidio, homicidio o infecciones de transmisión sexual.
Así como problemas de salud física como lesiones, discapacidad, baja autoestima, comportamiento sexuales de riesgos para su salud, embarazos no deseados, abortos en situaciones de riesgo, lo que incrementa la mortalidad infantil y adolescente.
En este sentido, el especialista universitario consideró necesario crear modelos de atención multi-interdisciplinarios que deben ser obligatorios para los hospitales que atiendan a niñas, niños y adolescentes.

EL TEMOR A NO QUE NO LE CREYERAN


La madre de Sara descubrió que su hija estaba siendo ultrajada sexualmente por su padre cuando, de forma accidental, lo sorprendió abusando de ella en su dormitorio. La madre tomó varias medidas para que el abuso no continuara y para que el agresor saliera de la casa.


Pero al hablar con Sara lo primero que preguntó fue: ¿Por qué no me lo dijiste antes?

Siguieron otras preguntas, pero al referirse a esto Sara dice, con mucha tristeza y angustia, que ella siente que nunca debió hablar, que “era mejor cuando nadie más lo sabía”, porque antes no la culpaban, no se sentía acusada y sobre todo sentía que no le creían.Estos elementos inciden para que el silencio que guardan las niñas, niños y adolescentes que viven o han vivido abuso sexual se mantenga, por meses, por años y a veces para toda la vida. Y pueden llevar a una niña, niño o adolescente a retractarse, para negar el abuso.

El abuso sexual, siendo uno de los más grandes horrores que viven la niñez y la adolescencia, también es reconocido como “el secreto mejor guardado”; por qué ocultar una realidad tan dolorosa y que conlleva secuelas tan severas para las personas que lo viven y para su familia.


Según diversos estudios, el ocultamiento del abuso sexual se mantiene fundamentalmente a partir de dos factores, en este artículo me referiré solamente al primero de ellos: El poder que el ofensor sexual mantiene sobre la niña, niño o adolescente.Los mitos que históricamente se han construido en la sociedad y que son sostenidos como verdades por el sistema social.El poder de dominio que el ofensor sexual ejerce sobre niñas, niños y adolescentes se manifiesta en que los hombres desde temprana edad asumen que son dueños del poder y que las mujeres, niñas, niños y adolescentes son seres de segunda categoría a los que él puede y debe mantener sometidas/os y controladas/os.De tal manera que el agresor va a construir el silencio de su víctima sobre el abuso, desde el inicio del mismo. Para ello, podrá utilizar el acercamiento, afecto y confianza, en la que se identifica ante la persona que abusa como su protector, cuidador o bien seductor. Utilizará expresiones de control que le permiten asegurar el silencio. Algunas expresiones del agresor pueden ser:“Esto no debe saberlo nadie, porque mami se va a poner celosa porque no juego así con ella”.“Este es un secreto de nosotros dos, si se dan cuenta te pueden regañar porque van a pensar mal de vos”.


En este sentido, es necesario agregar el factor afectivo, que es aprovechado por el agresor, ya que la manipulación ha sido posible a partir de la tergiversación que él hace de los sentimientos, de ahí que el silencio también es impuesto en nombre del amor.Este control puede ser a través de gestos, miradas, acciones directas o indirectas (la compra de regalos, las atenciones o prohibiciones excesivas para él o ella), que estarán en todo momento minando la fortaleza, confianza y seguridad de la niña/o o adolescente, limitando así sus posibilidades de buscar apoyo.


El tiempo es un elemento que va a sustentar este silencio, ya que en la medida que este transcurra, la niña/o se siente más atrapada/o en el secreto que ahora comparte con su agresor, y por lo tanto se verá más limitada/o de buscar apoyo; viviendo una situación en la que siendo la víctima, a su vez el agresor la hace sentir su principal cómplice.De tal manera que el silencio es uno de los factores traumáticos que lleva a niñas, niños y adolescentes a continuar atrapadas/os en la condición de abuso que viven o han vivido; ya que aunque el abuso termine, las víctimas optan por guardar silencio, lo que conlleva una carga de autoculpabilización, vergüenza y temor que genera diversos síntomas en ellas y ellos.Los elementos hasta aquí expuestos van a incidir para que una vez revelado el abuso sexual, no le crean a la niña o adolescente. Considerando que:Mienten sobre el abuso.Inventan porque tienen una mente muy fértil.
Han sido quienes sedujeron a su abusador.
Les ha gustado la experiencia vivida y por eso lo callaban.Sara ya tiene 25 años, aunque ha iniciado su proceso personal para superar las secuelas del abuso, se refiere de esta forma a la situación que vivió cuando el abuso fue revelado a la madre:“Siento que el daño que me provocó el abuso sexual no sólo llevó a que mi madre dudara de mí, sino a que yo misma me desvalorizara y no creyera en mí. Ahora puedo decir que para la niña que yo era en aquellos momentos, era muy importante no solo que mi madre, sino todas las personas creyeran en mí. Ahora sé que la principal razón por la que no podía decir lo que me ocurría era por el temor a que no me creyeran”.


*Psicólogahablemosde.abusosexual@gmail

EL A.S.I EL MÁS GRAVE Y EL MÁS FRECUENTE


El abuso sexual de niños y adolescentes es uno de los maltratos más graves y frecuentes, y, sin embargo, de eso no se habla.
Se considera abuso infantil cuando un adulto --o un adolescente mayor-- utiliza a un menor para satisfacer sus deseos sexuales aprovechando su poder y el vínculo que los une.
Más de 80,000 casos anuales de abuso sexual a niñas/niños se reportan en Estados Unidos, pero el número es aún mayor porque las víctimas temen decirlo y el proceso legal para validarlo es difícil.
El abusador empuja a la víctima a la sexualidad sin que ésta llegue a entender de qué se trata ni cómo defenderse, mientras es obligada a guardar silencio bajo tremendas amenazas. Niñas y niños desprotegidos, con baja autoestima, que carecen de educación sexual, son las presas preferidas del abusador.
El abuso es una situación asimétrica y desigual, ya que el poder está en manos de un adulto en quién la víctima confía. Frecuentemente es el padre, el abuelo, un tío, un hermano o hermanastro con el cual existe una relación estrecha y fuertemente afectiva.


``Mi abuelo me daba caramelos, me hacía tocarlo allí y después se tocaba rápido y hacía ruidos'', cuenta Cecilia, de cinco años.
Así comienza y, en la medida en que la niña/niño no se rebela, el abusador se apodera más y más del infante sometido y puede pasar de los toqueteos a la penetración.
La niña --es más frecuente el abuso femenino-- se da cuenta de que ``eso'' no está bien, pero la dependencia la obliga a callar creyendo que ella es la culpable. El silencio está también garantizado porque el abusador la amenaza con que si habla su madre o su padre morirán; el miedo a perder toda protección adulta la obliga a callar y es una mordaza que puede durar muchos años.
La frecuencia de abusos y su sentimiento de culpabilidad la van acostumbrando al dolor, que se hace rutina; una adecuación que la ayuda a tolerar el maltrato y le permite conservar la ``protección'' del adulto violador y no quedar solita.
La sumisión es extrema y dura hasta que un familiar, vecino o educador hace la denuncia; o una escalada en el abuso supera el miedo y la víctima busca ayuda. ``Cuando mi hermanita me confesó que papá también se lo hacía, no pude más''.
Los abusos reportados en las guarderías infantiles --daycares-- a niñas y niños absolutamente indefensos son un alerta de que el silencio debe terminar. El especialista doctor Alberto Goldwaser afirma que los abusadores de niños son los que más reinciden; conocemos las denuncias contra religiosos que parecen evidenciar que el sistema es enfermo.
Para evitar el abuso es necesario hablar con el niño o la niña y repetirle que nadie puede tocar su cuerpo si le incomoda o disgusta. Saber que puede decir o gritar NO y diferenciarlo del sí. Asegurarle que no es culpable y que siempre contará con la protección de aquellos adultos que lo quieren bien.
Dejar al infante desinformado y simplemente esperar que nada ocurra es una conducta imprudente y peligrosa. Para defender a nuestros menores, hablemos con ellos. •


(La Dra. Blasco es médico, psicoanalista y sexóloga, y autora de `Camino al orgasmo' y `Menopausia, una etapa vital'.)
dsb@doctorasoniablasco.com

UNA TRAICIÓN A LA CONFIANZA.


Sandra, al igual que muchas niñas, soñaba con el día en que se convertiría en una señorita.
Tal vez pensaba que su papá le organizaría una fiesta de 15 años por lo menos le daría un regalo, pero muy pronto tendría que enfrentarse a una triste realidad: Su padre la violó.
Cada 14 minutos un niño colombiano es víctima de abuso sexual. Solo en el último año el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Foren-ses realizó 16.120 dictámenes sexológicos en menores de edad, lo cual representó el 86 por ciento del total de casos reportados por violencia intrafami-liar a los niños.
El informe también revela que el 41 por ciento de los abusos reportados fueron cometidos por los padres; que de cada 10 casos que se registran a dia-rio, tres son de incesto.En cuanto al periodo de enero a julio del presente año se han registrado 3.408 casos, de los cuales 932 fueron cometidos por parte del padre y 1.026 por el padrastro.Estas estadísticas recuerdan el más escandaloso caso de incesto en el país que, el pasado 2 de octubre, permitió que el Juez Único Penal de Fresno, Tolima, condenara a 15 años y siete meses de prisión a Arcedio Álvarez Quintero, más conocido como el “Monstruo” de Mariquita, por su responsabilidad en los delitos de acceso carnal violento agravado e incesto. Fue hallado responsable de abusar de su hija durante 29 años, con quien tuvo siete hi-jos.La directora ejecutiva de la Asociación Afecto contra el maltrato infantil Isabel Cuadros, señaló que las agresiones sexuales, sin embargo, no sólo son cometidas por los padres o los padrastros, existen otros familiares con grados cercanos de consanguinidad quienes también pueden ser victimarios como es el caso de los tíos.“Los casos de abuso son más frecuentes por parte de padres y padrastros. También hay casos por parte de los hermanos, los tíos, los abuelos, en sí son atacados por sus conocidos”, afirmó Cuadros.En ese sentido, Medicina Legal reportó que 514 ataques sexuales son cometidos por los tíos (as), 439 por los primos (as), 265 por los abuelos (as), 215 por los hermanos (as), 10 por la madre y seis por la madrastra.
La problemática, más allá de las cifras, es muy grave no sólo por los daños que deja en los menores, los cuáles repercuten en todos los aspectos de su vida, sino también por los victimarios, ya que las conductas incestuosas son de origen psicológico ocasionadas en la mayoría por una “cadena” de mal-trato y violencia intrafamiliar.“Es una patología abusar de un niño, es una conducta en la que se presenta pedofilia y en otras no hay una concepción clara de sexualidad, pero esto no quiere decir que no sea imputable”, aseveró la psicóloga.El abuso sexual en concurso con incesto debe mantener en alerta a profesores, familiares, psicólogos y a todas las personas cercanas a los niños.“El abuso sexual en Colombia de niños y niñas es muy grave, es un problema epidémico. Estamos hablando de alrededor de 17 mil niños víctimas de abuso anualmente”, enfatizó Isabel Cuadros.“Es una traición a los niños, cuando alguien de toda confianza, que los tiene que respetar y hacer respetar, comete semejante barbaridad”, calificó la concejal de Bogotá Martha Ordóñez al referirse al incesto.
PatologíaAunque se siente repudio por estas situaciones, es precisó conocer que muchas veces quienes hoy son victimarios, muy posiblemente en su infancia también fueron víctimas.De acuerdo con los expertos, el abuso sexual es una cadena que por no recibir tratamiento se mantienen esos sentimientos guardados y, con el tiempo, al estar frente a un niño (o sus hijos), los liberan y es ahí cuando se presenta el abuso.Expertos dicen que una persona que no ha asistido a tratamiento puede llegar a tener relaciones disfuncionales con sus parejas, o son muy depresivos, hipersensibles, e incluso hay quienes tratan de quitarse la vida. Estas últimas buscan explicaciones y nunca han entendido porqué les ha pasado a ellas.
Por regiones
El 25 por ciento de las denuncias ocurren en Bogotá. Antioquia registra el 14 por ciento, Cundinamarca el 10 por ciento, Valle el ocho por ciento, pero esto no indica necesariamente que se-an estas zonas donde más casos ocurren, lo que sucede es que son ciudades con mejores mecanismos de denuncia.De todas maneras, estudios académicos afirman que las regiones con mayores casos sin denunciar pueden ser Cundinamarca, Nariño, Santander, Boyacá, el eje cafetero y la “zona paisa” en donde la problemática es muy grave.Cabe destacar que aunque la mayoría de las víctimas son las niñas, en los últimos años se ha determinado que los varones también han sufrido de incesto, sin embargo, son los que menos denuncian por temor o porque incluso, hay algunos que han considerado los ataques como normales.
“El hombre (niño) no denuncia mucho. Hay casos de adultos que sufrieron de incesto o de abuso sexual durante su infancia por parte de familiares muy cercanas que no denuncian no sólo por temor, sino porque creían que no era para tanto, y, por el contrario, se sentían honrados de que una mujer adulta los estuviera iniciando en la sexualidad”,


aseveró la concejal de Bogotá, Martha Ordóñez Vera.

LA LABOR DE LOS MAESTROS EN FRENTE DEL A.S.I


El lugar que tiene una maestra o maestro frente a la problemática del abuso sexual es privilegiado para la prevención, detección y denuncia de este delito.
Para las madres y padres son una fuente de apoyo en todo lo relacionado a la educación de las y los hijos, aliados en el desarrollo de valores, forjadores de personas útiles a la sociedad.
Maestras y maestros podrían detectar que un estudiante está viviendo abuso si están pendientes de estos signos:
1. Cuando un alumno empieza a bajar inesperadamente su rendimiento después de haber sido un/a estudiante excelente o regular, les cuesta concentrarse, comprender la explicación de las clases y a veces desertan o fracasan en el estudio.
2. A veces, el abusador vive en su casa (es decir, es parte de la familia o es alguien de mucha confianza), quisieran hacerse “invisibles” para que no lo notaran y no le agredieran de nuevo, quisieran no tener que regresar a la casa donde experimentan dolor y miedo, aparece el llanto sin causa aparente, tienen cambios bruscos del comportamiento habitual o se quedan callados por mucho rato, se aíslan en el recreo.
3. Algunos niños se vuelven agresivos o apartados, tímidos y temerosos. Otros empiezan a tener conductas muy sexualizadas para su edad, se nota prematuro su comportamiento en cuanto a ser seductores o “atrevidos” con las niñas o niños menores. Todos estos son efectos del abuso vivido.
4. Cuando el maestro o maestra habla con la madre (o padre) sobre los cambios del comportamiento del niño le debe preguntar si ha notado estos cambios y si tiene además otros problemas, por ejemplo, para dormir, temor a estar solo/a, insomnio, pesadillas, sonambulismo. O si le ha visto cambios en las maneras de hacer su higiene personal, por ejemplo: lavarse o bañarse continuamente o descuidar casi completamente la limpieza corporal.
5. Si el niño o niña no quiere quedarse solo o sola con una persona específica hay que ponerle atención, si le tiene miedo o se enoja con mucha frecuencia hay que ahondar en los motivos.
Otros problemas también se dan en la alimentación, puede ser que esté presentando trastornos gástricos y ansiedad, comer en exceso o no querer comer.Desafortunadamente en demasiadas ocasiones estos cambios son interpretados como malacrianza, vagancia o rebeldía, pero hay que escarbar un poquito más a fondo para conocer si detrás de todo este comportamiento existe un abuso sexual no revelado.Intervenir a tiempo es muy importante y aunque abundemos en decirlo, es mejor prevenir que lamentar. Si sospecha que uno de sus alumnos o alumnas está siendo víctima de abuso, acoso o chantaje sexual, abórdelo directamente y exprésele que ha notado que se comporta diferente. Dígale que puede confiar en usted y que cualquier cosa que sea hará lo posible para apoyarle. Es importante que cuando prometemos esta confianza la cumplamos, ya que si no es así lo que lograremos es que no vuelva a confiar en nadie más y el abuso continúe.
1. Escúchele, crea en lo que el niño o niña le cuenta; los relatos de abuso no son inventados, sobre todo por los detalles que dan, los cuales de no ser testigos y víctimas de ello no podrían hacerlo.
2. Dígale que ha hecho muy bien en contarlo y que ha sido muy valiente al hacerlo. Asegúrele que no tiene la culpa, el único culpable es el abusador, quien se vale de su edad, fuerza y engaños para manipularle.
3. Explíquele que hay personas que causan daño y que para que pare el abuso es necesario que su familia lo sepa, dígale que es posible que se ponga una denuncia y detengan a su agresor. Asegúrele que en ningún caso como adolescente o niño es responsable de lo que pase con éste.
4. Acompañe al niño o niña a contarle a sus padres. Si es víctima de incesto y el abusador es uno de sus progenitores hable con el que no le abusa. Establezca una alianza con la persona o personas que lo/la protegen para buscar ayuda adecuada.
5. Ofrezca apoyo a la familia en el caso de ser citada o citado como testigo. Y si la familia no quiere denunciar, la violencia sexual puede ser denunciada ante la Policía, Comisaría de la Mujer y la Niñez o Fiscalía, quienes deben llevar el caso de oficio.Es importante que como sociedad reconozcamos que todos y todas somos responsables por el bien superior de la niñez, que debemos prevenir la violencia y que callar, a pesar de tener conocimiento de un abuso, profundiza la victimización y hace que la impunidad crezca.Una buena maestra o maestro puede ser aliado de los derechos de la niñez.Jornada Nacional “Alto al Abuso Sexual”Integrante de la Red contra la ViolenciaMiembro del Movimiento contra el abuso sexual