miércoles, 26 de octubre de 2011

Los caramelos


Mami mami entro llorando Teresita, me lastimo Miguel!! Me dueleeee…. Solo eso atinaba a decir entre lágrimas la pequeña de 4 añitos.
A las 10 de la noche Lolita, su tía, hacia dormida a la niña nunca pensaron que mientras ella y su hermana platicaban cómodamente en el otro cuarto, estaba sucediendo la desgracia.
-Pero que te paso le preguntaron y Teresita en medio de su llanto les decía: Es que Miguel me dijo que me iba a dar unos dulces que me compro y los tenia en su cuarto y me llevo mami, pero me jalo y me tiro a la cama y me lastimo aquí, decía mientras señalaba sus partes intimas.
De inmediato su madre le quito su pantaloncito y pudo comprobar que en efecto, su pequeña había sido violada por el vecino que de algún modo se las había ingeniado para sacar a la niña sin que lo vieran.
Apenas pudo Juana, la madre de la chiquita; contenerse de ir a cobrársela en ese instante al monstruo, solo atino a llevar a su hija al cuarto y consolarla, mientras su hermana se encargo de dar aviso a las autoridades y vecinos para impedir que escapara impunemente.
Ahora Miguel esta tras las rejas ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos; lo que si es una realidad el día de hoy es que la infancia de Teresita fue brutalmente transformada por este cobarde ataque a su inocencia y su cuerpo.

ALDEA DE TERROR




La niña tendría unos seis años; no sabía leer ni escribir y tampoco entendía a qué se refería al hombre mayor que le dijo que quería acostarse con ella. Su ignorancia no le sirvió de nada: la niña trabajaba en un burdel  y el hombre consiguió lo que quería a cambio de un poco de dinero. Fue su primer cliente. 

Éste no es un caso único. En Svay Pak, un pequeño pueblo a las afueras de la capital camboyana Phnom Penh, ha imperado durante años la cultura del sexo con chicas preadolescentes. Las esquinas de sus calles estaban llenas de hombres vendiendo la virginidad de "sus chicas" a otros turistas. El relato de la niña anónima arriba recreado es solo uno de tantos recogidos en un trabajo de la CNN desvelando la (ahora decreciente) prostitución infantil de este enclave.

Es un buen caso porque cumple, paso por paso, la lamentable fórmula de cada una de estas chicas. Un día ella estaba jugando por la calle cuando se le acercó un hombre preguntándole si estaba sola y si podían hablar unos minutos. Al poco, se encontró trabajando en un burdel, en una habitación que recuerda a una celda: el vídeo la muestra de un color rosa que hace años que perdió su tono fuerte, de gruesas paredes sin ventanas, de unos 2x2 metros, únicamente decoradas con una cama mohosa. Es solo uno de los muchos cuartos que tenía el burdel; la única excepción eran los baños, con barrotes en las ventanas, incrementando la sensación de estar encerrado.

Dentro de la desgracia, al menos a la niña no la vendieron sus padres, como sí hacen otros tantos. Esta práctica es más común en otros países asiáticos como India. Todo lo demás se desarrolló según la trágica pauta  en estos casos; "Al principio me hablaban con suavidad", recuerda con lágrimas en los ojos. "Pero luego me violaban, y, al hacerlo, también me daban palizas".

Afortunadamente, su historia se escribe en pasado. Si hay un final feliz a estas vivencias, la de esta chica lo ha conseguido. Ahora tiene 18 años y ha vivido para ver cómo decaía la red de tráfico de vírgenes que marcó su infancia. Ha encontrado refugio gracias a un ciudadano estadounidense  llamado Don Brewster, que se mudó a Svay Pak con su mujer hace unos años para montar un albergue que dé acogida y rehabilite a estas chicas. "Es una maldad imposible de entender", explica Brewster. "Las niñas sufren tanto, con tanto dolor, que es imposible que el hombre que las está violando no se dé cuenta".

Brewster cuenta a las cámaras de CNN que las cosas han cambiado. Sigue existiendo un núcleo muy oscuro en Svay Pak, pero hay que buscarlo para dar con él. Ya no se produce de manera tan descarada, lo que supone un paso importante en el largo camino para enterrar un hábito tan arraigado. "Si te quedas en la superficie, dirías que ya no pasan estas cosas, pero justo ayer rescatamos a una niña de cinco años aquí", explica Brewster.

FUENTE: YAHOO NOTICIAS.

Empujada por su madre a la prostitución infantil


Solo había una cama en la casa de Aurora. Por la noche, cuando se acostaba, su padrastro simulaba echarle el brazo a su madre que dormía al lado ella. Entonces poco a poco hacía llegar su mano hasta sus genitales y comenzaba a tocarla.
Por el día, el abuso era más brutal. Cuando estaban solos el sujeto la agarraba por el pelo y ponía la cara en sus genitales. Con la otra mano se masturbaba. En una ocasión hasta intentó violarla “pero no pudo”.
Aurora (nombre ficticio para proteger su identidad) no se atrevía decir lo que sucedía. El sujeto se mostraba como la mejor pareja y se sentía amenazada. Un día no soportó más la situación se armó de valor y le contó todo a su madre.
Pero la reacción que obtuvo de la madre, una empleada de un bar, no era la que esperaba: no le creyó, la botó de la casa a sus tiernos 11 años y así Aurora comenzó una tortuosa ruta que la llevó a vivir por décadas en la calle, a prostituirse y a la narcodependencia.
“eso me costó la calle”
“Eso me costó la calle. Ella me dijo que no fuera embustera y me tiró afuera”, recordó. Aurora, quien actualmente tiene 51 años y todavía lucha por rehabilitarse, indicó que de algún modo su madre creía que ella a los 11 años quería quitarle a su pareja.
No se fue muy lejos. Todas las personas que conocía y que la ayudaban estaban en el vecindario. Algunos días dormía en la covacha de una panadería frente a la casa de su madre. El dueño del negocio le daba de comer a cambio de que limpiara los baños o mapeara el piso. En ocasiones se bañaba o pernoctaba en la casa de sus primos, que vivían en un vecindario cercano.
Pero no pasó mucho para que se repitiera, pero con agravantes, la amarga experiencia que tuvo con su padrastro.
Ya para entonces ella comenzaba a experimentar con drogas y alcohol. Una noche, sus primos, cuyas edades fluctuaban entre 20 y 26 años, se aprovecharon de la situación y la violaron. Hicieron lo mismo ofreciéndola a otras personas y con el tiempo se convirtieron en proxenetas, en “chulos”. Ella entretanto se adentraba en las drogas. Para entonces ni había cumplido 15 años. Llegó a vender su cuerpo hasta por una bolsita de drogas.
“Después que me violaron, me prostituían. Ellos hacían de chulos. Yo tenía que darles algo a ellos por conseguir la gente. Ni me velaban. Yo estaba sola cuando salía”, dijo la mujer.
En la panadería entonces, en lugar de sándwiches, buscaba que le pagaran con una caneca por limpiar los pisos y el baño. “Estaba adicta. A veces pasaba días sin comer por la droga”, recordó.
Para entonces, los clientes la buscaban porque era presa fácil y joven. “Era todavía una nena”, dijo.
Los encuentros sexuales, todos con hombres mayores, eran terribles, recordó. Además del acto como tal que repugnaba, cada vez que cerraba los ojos lo que hacía era recordar a su padrastro y a su madre botándola de la casa.
“Yo me iba con el tipo, pero siempre pensaba en lo que pasó con mi mamá y mi padrastro. Eso era lo que cargaba mi corazón. Era como ver todo, como en una película. Cuando uno pasa un trauma así, no se olvidan los detalles. Todavía cuando cierro los ojos veo lo mismo”, dijo la mujer.
Décadas de infierno
Los clientes eran diversos. La mayoría eran conocidos de sus primos que conducían negocios ilícitos. Ya de adulta, cuando sus primos no actuaban de proxenetas, se prostituía con cualquiera que pudiera darle algo de dinero.
Aurora estuvo prostituyéndose casi sin interrupciones hasta los 49 años. En ese tiempo permaneció deambulando, salvo por los breves periodos de intento de rehabilitación y por un periodo en que ocupó la vivienda de un familiar que se marchó a Estados Unidos.
Hace ocho años, Aurora tuvo un segundo encuentro con la prostitución infantil, esta vez como testigo de un caso. En esa ocasión iba a visitar a un “novio” y al asomarse por la ventana de la casa del sujeto vio al hombre con tres niñas, entre 10 y 14 años, a las que violaba.
Ella denunció la situación y al sujeto lo procesaron y las menores fueron removidas de la casa de su madre. “Y eso que la mamá era una señora que se veía como que cuidaba mucho de ellas, siempre estaba velándolas en la escuela. Esto pasa en todos lados”, dijo.
La última vez que Aurora se prostituyó fue hace apenas un año, justo antes de entrar a un refugio y comenzar su proceso de rehabilitación.

ROMPIENDO EL SILENCIO.


Uno de los aspectos más dañinos del abuso es el silencio que a menudo lo rodea. La mayoría de los niños y niñas soportan terribles atrocidades sin tener la posibilidad de decir nada a nadie. La se-crecía incrementa los sentimientos de vergüenza de la víctima y permite que el abuso continúe sin restricción. Para la mayoría de los infantes abusados, el aislamiento y el silencio son una forma de vida.


Parte de sanar es romper ese aislamiento y decir la verdad acerca de tu vida. Sin embargo, hablar acerca del abuso puede resultar aterrador. Cuando hablas acerca del abuso, tú estás rompiendo el retorcido pacto de silencio que fuiste forzada(o) a defender como un niño o niña asustado(a). Estás hablando de tu abusador. Estás confiando en alguien lo suficiente para compartir la historia real de tu vida y arriesgándote a una respuesta humana a tu dolor. Cada vez que lo cuentas, es más difícil pretender que el abuso no sucedió.

Hablar acerca de tu abuso es esencial. Tú no tienes que decírselo a todos. Ni deberías contarlo indiscriminadamente. Pero necesitas por lo menos una persona que pueda ser testigo de tu dolor y de tu recuperación. Ojalá hubiera muchas personas. Pero en principio, considera la posibilidad de decirle a una persona lo que ha sido tu vida en realidad.

Este capítulo te proveerá la guía para hablar acerca de tu abuso con personas que te apoyen. (Más adelante, ve la sección Simplemente Decirlo o Confrontar para ayudarte a decidir si la persona a la que le quieres decir es proclive a apoyarte). Identificarás las razones por las que lo quieres decir y analizar las formas en que el silencio fue fomentado o forzado mientras estabas creciendo. Si le dijiste a alguien acerca del abuso cuando eras joven, tendrás la oportunidad de explorar las formas como esa experiencia te afectó. Finalmente, aprenderás acerca de la diferencia entre privacidad y mentira, y te proporcionará una guía práctica para contarlo.

SI LO DIJISTE


No todos los niños guardan el secreto de su abusador. Muchos le dicen a alguien que ellos están siendo abusados. Si tú eres un adulto hoy y lo dijiste cuando eras un niño, existe la posibilidad de que no hayas recibido una respuesta compasiva y de ayuda. En lugar de ser creído(a) y protegido(a), tú probablemente fuiste ridiculizado(a) ignorado(a), culpado(a) o abusado(a) otra vez. Aun si tú fuiste creído(a), el abuso podría haber sido minimizado o justificado. Tú recibiste el mensaje de que no merecías protección*.
Si lo dijiste y te creyeron, tú develación pudo ser pobremente considerada. Pudiste haber sido requerido para repetir una y otra vez tu historia. Pudiste haber sido sacado de tu casa mientras el resto de la familia permaneció unido. Tus padres pudieron haberse divorciado y tú pudiste ser acusado por los subsecuentes problemas financieros. En los casos en que decirlo es mal considerado, las consecuencias de la divulgación algunas veces pueden ser más traumáticas que el abuso en sí.

Si tú hablaste del abuso cuando eras niño o adolescente, las respuestas que recibiste (o no recibiste) te dieron mensajes poderosos respecto a decir. Esos mensajes establecieron los precedentes para tus miedos y sentimientos acerca de hablar sobre tu abuso ahora.
*[Esto está empezando a cambiar. Como niños están siendo enseñados a diferenciar entre buenos tocamientos y malos tocamientos, y decirle a alguien acerca de los malos tocamientos, más y más niños están recibiendo respuestas compasivas, proteccionistas cuando ellos revelan el abuso. Los niños que lo cuentan y son tratados con respeto, reconocimiento y acción apropiada tendrán posibilidades de sanar durante la infancia y no necesitarán este libro de ejercicios en los años por venir. Sin embargo, actualmente muchos niños que lo dicen, continúan teniendo experiencias negativas –testificando en una atmósfera judicial insensible, haciéndolos repetir una historia una y otra vez, tomarse la molestia de decir sólo para que el abusador sea reivindicado, castigado insuficientemente u obtener la custodia. Estas violaciones de los niños agregan nuevas capas de abuso a la violación original y le enseñan al niño que hablar abiertamente acerca del abuso es inútil y autodestructivo].
Si tú lo dijiste cuando niño, toma unos minutos para escribir acerca de lo que pasó.
Cuando lo dije,…

Cosas para reflexionar:

• (Si lo dijiste cuando eras niño o niña) ¿Cómo me afectaron las respuestas? ¿Qué decisiones hice o qué asumí cómo resultado?
• ¿Cómo me sigue afectando la respuesta que recibí?
• Si lo volviera a decir ahora, ¿ocurriría lo mismo? ¿Por qué sí o por qué no?
Espera los ejercicios acerca de UNAS POCAS PALABRAS ELEGIDAS PARA DECIR LA VERDAD


¿POR QUÉ DECIRLO? 

Hay muchos beneficios en hablar acerca de tu abuso, a pesar de que puede ser difícil identificarlos cuando te estás sintiendo asustado(a) respecto de hacerlo. La lista de abajo incluye algunas razones comunes que los sobrevivientes encuentran empoderadoras para decirlo. Marca aquellas que se apliquen a ti. Agrega cualesquiera otras que puedas pensar:
Hablar-lo me ayudará a sobreponerme a los sentimientos de vergüenza.


Descubriré que ya no estoy solo(a) ni soy diferente.
Experimentaré la compasión y el amor de alguien más.
Dejaré de seguir las reglas del agresor.
Expondré al ofensor.
Una vez que lo diga, puedo obtener apoyo y ayuda.
Dejaré atrás la negación.
Estaré más en contacto con mis sentimientos.
Cuando sea más honesto(a), mis relaciones serán más íntimas.
La gente que me rodea tendrá información y se sentirá menos confusa acerca de lo que me pasa.
Me voy a establecer, en el presente, como una persona que está lidiando con el abuso que sufrí en la infancia.
Ayudaré a terminar con el abuso sexual infantil al romper el silencio en el cual prospera.
Seré un modelo para otros sobrevivientes.
Seré un modelo para los niños en mi familia que todavía están siendo abusados.
Puedo detener el abuso que todavía está ocurriendo.
Me sentiré aliviado(a).

Cosas para reflexionar

• ¿Cómo me puedo beneficiar al hablar del abuso?
• ¿Hubo algo que me atemorizara en la lista de posibles resultados positivos? ¿Por qué?
• ¿Mi resolución a decirlo ha cambiado a raíz de este ejercicio? Si es así, ¿cómo?


De Laura Davis, El Coraje de Sanar, libro de ejercicios 

TRADUCCIÓN: CONY DIAZ