domingo, 16 de junio de 2013

Valentina y la sombra del diablo.




Argentina: estadísticas


Sólo 1 de cada 140 casos de abuso sexual infantil llega a los medios


El dato del Grupo de Alto Riesgo que trabaja en el hospital Notti. Abarca sólo aquellos hechos que son denunciados ante la Justicia. Estiman que por cada denuncia son silenciadas seis violaciones.

En los últimos siete días se conocieron cuatros casos más de abuso sexual infantil en nenas de 2, 6, 11 y 13 años. En las semanas anteriores, esa cantidad pudo ser similar. Lo cierto es que son historias repetidas con una precisión indeseable. Pero no es ése el recuento final, ya que quienes trabajan a diario con este drama social en Mendoza saben que por cada abuso que se filtró a la prensa atienden otros 140 casos denunciados en el Grupo de Alto Riesgo del hospital Humberto Notti.

Hacer un cálculo final es insoportable y difícil de creer en una sociedad cuyo Estado se jacta de proteger derechos.
Sin embargo, el daño a la infancia no termina ahí tampoco, porque se estima que por cada denuncia ante la Justicia existen otros seis o siete chicos abusados cuyos sufrimientos son silenciados.
Es cierto que la ley castiga a quienes cometen estos hechos horribles, que ahora existe la posibilidad real de denunciar a través del 102 y que, gracias a eso, la comunidad de la víctima –ya sean la escuela, los amigos o los vecinos– suele ser la que da la alarma sobre la situación. Pero sistemáticamente todo esto sucede cuando ya es demasiado tarde para el chico que fue vejado.
Las preguntas surgen otra vez: ¿pudo prevenirse?, ¿existe una escalada de violencia contra los niños? y, la más importante, ¿cómo se recupera un niño que padeció tamaña agresión?
Américo Benegas, pediatra y jefe de la Unidad Especializada en Prevención y Atención del Maltrato Infantojuvenil Nivel 3 del Notti (recibe los casos más graves), explicó junto a parte de su equipo –la trabajadora social Verónica Giunchi y la psicóloga María Inés Correas– que el daño producido por un abusador en el niño es como un “disparo a la psiquis” y que los tratamientos ayudan a convivir con el trauma, a disminuir el dolor de lo sucedido, pero no se cura ni se rehabilita de una sola vez y para siempre. “Es algo que lo acompañará toda la vida”, indica.
El daño psicológico
Correas detalla más: “En el peor de los pronósticos, cuando el abuso es crónico dentro de la familia por parte de ese adulto que, en lugar de quererlo y protegerlo, ataca al niño, y esto pasa durante mucho tiempo, se habla de una disociación psicológica. Esto es una división de la mente que el chico hace para adaptarse a la situación, para convivir con ese dolor, para no morirse. Eso se llama síndrome de acomodación, porque no tiene otra forma de resolverlo”, dice la psicóloga.
En los hechos, estas víctimas funcionan cotidianamente en forma escindida. Según la profesional, “es un niño que mientras lo abusan se sale de su cuerpo, tiene que prepararse emocionalmente de tal forma para poder sobrevivir, para no sentir nada, como si no le pasara a él. Por eso ese niño no llora cuando lo cuenta, porque ya está falto de afecto, es una forma de defenderse.
Estos niños funcionan bárbaro en la escuela, tienen amigos y en estos casos es muy difícil detectar el abuso porque es un niño armado, pero eso tiene un costo psicológico muy grande”.
El secreto familiar

A diferencia de lo que se cree, en estos casos no median gritos o golpes. Está todo codificado entre víctima y victimario, y basta una mirada o una señal para que el chico se entregue. Ahí está la disociación por la cual no opone resistencia.

Esto revela otro elemento constituyente del ambiente donde se producen las violaciones: el secreto familiar. Benegas señala: “Estos chicos intentaron decirle a alguien, mostrar su sufrimiento, pero no obtuvieron respuesta alguna y, aparte de disociarse, se los carga con la responsabilidad del hecho. El abusador los amenaza diciéndoles: ‘Si vos contás algo, tu mamá te va a pegar, tus hermanos no van a poder ir al colegio, los vecinos van hablar’. Entonces es el guardador del secreto y eso profundiza aún más el trauma”.
De este modo, además de todo lo que sufren, son responsables de mantener la unidad de la familia, porque si hablan se destruye todo. “Por eso, cuando el secreto se devela, lo primero que hacen estas víctimas es negarlo porque deben hacer el sacrificio para que la familia continúe junta”, cierra Correas.
Algunas causas del abuso
En la opinión de los tres especialistas, en estos momentos, los casos son más visibles porque empieza a existir más conciencia social sobre el problema. Pero también creen que numéricamente hay más víctimas que años atrás.
Entre las causas que cuentan como generadoras de un abuso están la predisposición en la personalidad del agresor, los ensambles de familias, cuando el hombre no sale a trabajar pero la mujer sí, dejando a los chicos más tiempo solos, y en el marco de una creciente feminización de la pobreza y distintas situaciones de la familia, como las incontables actividades extraescolares de los chicos, por lo cual todos llegan muy cansados a la noche y en lugar de conversar miran televisión.
También se cuentan la falta de tolerancia a la frustración y los períodos intergestacionales de la mujer muy cortos. Con todo esto, puede verse que el problema trasciende largamente la situación económica de la familia, “ya que el abuso viaja tanto en carretela como en un auto de alta gama”, resume Benegas.