lunes, 10 de mayo de 2010

cómo evitar el abuso sexual

El abuso sexual infantil es en muchas ocasiones sometido al secreto por la víctima y por su familia.

 El problema social es así un gran iceberg, una realidad oculta por falta de referencias oficiales y por las escasas denuncias formalizadas sobre el número de episodios reales.
En este contexto casi hermético o borroso, los educadores se plantean la necesidad de que los menores sepan detectar este tipo de agresiones a través de programas de prevención. Estos ensayos, que ya funcionan en países como Estados Unidos, Francia o Alemania, suscitan, sin embargo, dudas en algunos expertos que se cuestionan los efectos de programas como esos en niños ajenos a este tipo de agresiones. Reparos relacionados fundamentalmente con la edad. ¿A qué años se debe hablar de sexualidad con los niños? ¿Y de abusos?

"Trabajar la capacidad de los niños de decir 'no' y 'basta' son aspectos fundamentales para el desarrollo de una infancia saludable.

¿Funcionará una estrategia lúdica para activar las alarmas en mentes blancas? ¿Con qué sutileza se puede motivar a los niños ante algo tan cruel y crudo como las agresiones sexuales sólo con una historieta? "Es una excusa", explica la autora del cuento Isabel Olid. "Se trata de suscitar un diálogo necesario entre niños y adultos. Intenté escribir un relato emotivo, imaginativo y sugerente. Debe ser un motivo para sacar el tema con los niños, ver qué ideas tienen al respeto, cuándo creen que está bien pedir ayuda, cuándo tienen derecho a negarse a obedecer a un adulto".

La niña víctima en el cuento triunfa al conseguir parar los abusos, al actuar. Desde su experiencia Isabel Olid, también profesora y madre, escribió esa fábula de Estela que, con dibujos de Martina Vanda, ventila sin escabrosidad una cuestión gravísima, en buena parte aún sumergida o que ha sido tabú: los abusos sexuales y agresiones a menores. La narración en las aulas del cuento infantil, su versión participativa a través de cuentacuentos, se apoya con talleres y guías pedagógicas para profesores y padres. Se persigue estimular las alertas, reflexionan desde la Red de Ayuda a Niños Abusados (Rana), la entidad privada que preside Elizabeth Homberg, que implicó en esta campaña a instituciones educativas oficiales. Hay más de 450 personas implicadas en el proyecto.

Gema Izquierdo, madre de tres niños, periodista y portavoz de Rana, no tiene dudas sobre la eficacia de la divulgación en las escuelas del caso de Estela. "Debería alentar a muchos niños y niñas que hoy viven sometidos bajo el martirio del miedo y el silencio. Es una obligación legal y moral garantizar el derecho a un desarrollo pleno y el respeto a la dignidad infantil", señala Izquierdo.

Una opinión que no todos comparten. "Tengo mis dudas profesionales y particulares sobre la oportunidad de generalizar esas campañas de los cuentos para incitar las denuncias en todas las escuelas hasta los 10 años. No sabemos aún cual es el impacto entre menores de ese tipo de acciones", reseña B. un oficial de policía local, padre de dos niñas, especializado en colectivos en situaciones de riesgo adolescentes.

Hay interrogantes por resolver: ¿Está evaluado el efecto en los niños de una campaña directa para destapar las agresiones, para pararlas? ¿Y la eficacia de la pedagogía a la invitación a contar de inmediato los casos? ¿Suscitará efectos secundarios en quienes son ajenos?


Está analizado que "las víctimas que revelan sus experiencias más tempranamente pueden recibir ayuda antes y los efectos psicológicos negativos asociados a mantener el secreto durante años son mucho menores", advierte Noemí Pereda, profesora de la Universidad de Barcelona, del Grup de Recerca en Victimització Infantil i Adolescent (Grevia), un colectivo de investigación que evalúa en adultos las secuelas de abusos no desvelados. "Muchas de las consecuencias negativas que aparecen en la infancia perduran hasta la edad adulta, especialmente si la relación abusiva no ha cesado o si la víctima no ha roto el secreto", agrega Pereda. Los menores, creen los pedagogos, han de tener un adulto de confianza, un ancla, que les dé las referencias y les ayude a detectar "lo que está bien o mal, a discriminar las situaciones injustas", subraya Elena Quintana Murci.

Una médico pediatra y madre de un niño de seis años, que solicitó no ser identificada, mostró sus dudas sobre el alcance de la campaña de Estela: "Diría que estoy a favor de la experiencia del cuento con algún pero. Es muy difícil establecer la línea muy delgada para marcar cuándo y en qué ámbito infantil se han de explicar casi todo para dar las voces de alarma. A los seis años, creo que no se ha de divulgar toda la educación sexual. No se ha producido el efecto descubrimiento. Enseñar qué es el sexo, no deja de ser un tema complicado".

Desde Rana, que ha implicado a cerca de medio millar de colaboradores en esta operación de apertura a las escuelas para ayudar a desvelar los abusos, se sostiene que "se protege a los niños de un peligro real. La prevención en sí del abuso, aunque incipiente, no es algo inédito". En EE UU los programas de prevención y formación están integrados en el currículo educacional desde hace una década y también existen acciones específicas para los adultos víctima de abusos. "También en Francia, Inglaterra y Alemania nos llevan ventaja", subraya Elizabeth Homberg, presidente de red Rana.

Los testimonios de los niños pueden ser en estos casos una fuente veraz, porque componen "una parte de la información sobre casos reales que salta al mundo de los adultos", resalta el educador social Enrique Pérez Guerra, que estudió pedagogía y psicología y trabaja en la Fiscalía de Menores.

"El abuso en las víctimas pesa como una losa y no se pide ayuda a agentes externos. La mayor parte de los abusos no se confidencia, cuando se hace es años más tarde, cual fue mi caso", confiesa Pérez Guerra, que desveló que fue víctima en Las tardes escondidas. Memorias de la agresión sexual a un niño. Cuando su hijo se aproximaba a la edad en que él fue víctima de abusos -12 años- quiso advertirle. "Quería que conociera esa condición de mi persona. Me puse a escribir una carta. Fue abrir la caja de Pandora. Acabó siendo un libro".

El caso de Estela, la niña que destapa al agresor, nace de la experiencia y de la visión maternal de Olid. "Es un cuento escrito cuando mi hija mayor tenía poco más de un año, estando embarazada ya del segundo hijo. Creo que me proyecté más en la madre, que es la madre que me gustaría ser. La que escucha a sus hijos, la que les protege".

La incitación a la protección con el grito Estela sugiere el boca a oreja, crea otras referencias para que puedan levantar el velo del tabú y espantar el miedo a hablar de agresiones sexuales a menores. "No se trata el tema con ellos, con los niños", advierte Olid, "no se les alerta y no se les ayuda a protegerse. Todas las acciones de prevención de los abusos sexuales se quedan en el ámbito de los adultos, es una gran contradicción. Intento una aportación a la prevención directa con los niños".

El impacto de la campaña de Estela en las escuelas de Palma no ha sido evaluado porque está en pleno desarrollo. Pero su alcance llega más allá de las aulas ya que entidades sociales han solicitado también organizar sesiones lúdico-pedagógicas. Se trabaja en el ámbito de la prevención primaria, en actuaciones dirigidas a toda la población infantil y no a niños víctimas de abusos.

Prevenir enseñando "a detectar, discriminar y denunciar situaciones injustas" es el argumento que explican desde el departamento de Educación, Igualdad y Derechos. "La denuncia, la alerta, es el único medio que tiene la víctima para frenar una situación injusta y desigual. No necesita excusas, sí apoyo y protección familiar, siempre que sea saludable, y de las instituciones", insiste Elena Quintana Murci.

En la escuela se reúnen la totalidad de las víctimas. Si sólo un 10% de los casos de abuso sexual infantil sale a la luz, es evidente que existen sucesivos muros de silencio que bloquean el conocimiento de los hechos: el de la administración que no actúa porque ignora lo qué ocurre; el muro que bloquea a los menores abusados y el que imponen sus agresores.

La profesora Noemí Pereda significa que "los casos más frecuentes, a menudo intrafamiliares o llevados a cabo por conocidos del menor, que duran años y en los que la violencia utilizada no es tan visible, sino mucho más psicológica y sibilina, imponen al menor un silencio que impide que puedan revelarse y que sean detectados". Pese a sus heridas y secuelas largas y penosas las agresiones en el entorno familiar parecen aún más blindadas.

¿Por qué existen tantos escándalos tapados? El debate cuestiona pilares tradicionales porque se ampara al agresor en detrimento de la propia víctima, menor. Isabel Olid observa que "con la familia, el sistema funciona perfectamente: si un niño cuenta que está sufriendo abusos sexuales por parte de un familiar, la misma familia lo ve como un elemento disruptor que amenaza con destruirla y, por lo tanto, se silencia al niño y se ignora lo que ha pasado o, sigue pasando". Por ello Elizabeth Homberg, presidente de Rana, advierte que "la protección y la seguridad del menor debe estar por encima de una estructura familiar cimentada en el abuso del indefenso".

Las voces abiertamente partidarias de las operaciones de apertura y transparencia desde la infancia destacan que el menor víctima y su familia pueden cultivar el miedo a quedar estigmatizados a sumar un plus de culpable y de sensación de vergüenza.

Los expertos del grupo de investigación de las victimización infantil y adolescente (Grevia) de la Universidad de Barcelona afirman que "la vergüenza, la culpa y la estigmatización son tres emociones negativas que presentan prácticamente todas las víctimas de abuso sexual. Haber participado en actividades prohibidas y socialmente inaceptables, haber mantenido el secreto de esta relación, incluso responsabilizarse de la destrucción de la familia o de lo que le suceda al abusador en caso que el abuso sea descubierto conllevan en la víctima este tipo de emociones, completamente destructivas y que son muy difíciles de eliminar".

Estela se convertirá en un símbolo, en una marca ariete contra la ocultación de los abusos y la violencia sexual a los niños. En el cuento se utiliza un código de lenguaje propio del menor, es una fábula y procura crear una herramienta privada de protección ante la agresión. Rana y los pedagogos aplican un programa "para afianzar en el niño el mensaje de que nadie, sea quien sea, puede someterles a chantaje", según la psicóloga Beatriz Benavente.

El educador social y ex víctima infantil Enrique Pérez, respalda la campaña de Estela y resalta que se han de combatir "los procesos amnésicos, frecuentes" porque el menor víctima tiende "al silenciamiento a sí mismo de una parte de la memoria autobiográfica, prescinde de recuerdos inaceptables para sí mismo". Con Estela se buscan "aspectos de gran importancia para el desarrollo de la autoestima y la empatía de los niños, sin traumas. No me planteo dudas ni riesgos, todo es positivo", resume la pedagoga impulsora de la acción Elena Quintana.