jueves, 25 de febrero de 2010

DEPREDADORES EN LA RED

El otro día pasé por un grupo de facebook al que se tiene que ser invitado pero, abierto, al que se puede acceder a información sin estarlo. El grupo incluye fotos actuales de niños, algunos etiquetados con nombre y apellidos, un grupo de actividad cultural.

La mayoría de componentes del grupo son adultos, padres. Y entre los padres, los jóvenes y los niños hay invitados que no pertenecen directamente a la entidad cultural. En esa fiesta de perfiles sonrientes y buen rollito, me encontré con un usuario cuyos ojos, a pesar del paso del tiempo, me sonaban tanto como el nombre. Estuve dos días intentando recordar, inquieta, a qué me venía aquella proximidad con ese desconocido y tras mucho rebuscar en mi memoria infalible fui a parar a 2007, cuando tuve en mis manos el CV y la foto de un trabajador despedido por varias acusaciones de pederastia en una empresa turística, para más inri, en la sección lúdica infantil. No lo conocí y no seré quien juzgue los hechos ni la capacidad de rehabilitación de semejantes tipos. Dicen los expertos que la mayoría irrecuperables. Lo cierto es que ante la duda y aunque el problema me era ajeno, ya puesta en la piel de un padre se me ponían los pelos de punta, llamé a las personas de aquella etapa para preguntar que se sabía de tal persona y me confirmaron de todo, nada bueno y en carrera ascendente. Informada la persona al cargo de la entidad cultural, me comentó que era un compañero de hace unos años de un ”esplai” de otra ciudad y que actualmente el tipo se mueve en el ámbito educativo. Cerca de las presas. A pesar de que creemos conocer a los colegas, a las personas…. parece que queda un resquicio por donde se pueden colar la confianza, la amistad….el tiempo, las circunstancias y la seguridad de las personas. Efectivamente depredadores en la red hay cientos pero todo nos parece “peliculero”, lejano, propio de un telediario que no nos va, hasta que nos encontramos cara a cara con uno. Asusta saber lo vulnerables que somos a esos ojos anónimos y manos sucias. Me cuestiono realmente si el Angel de la Guarda está al tanto de todas estas fechorías virtuales y si se ha puesto las pilas porque nosotros los del mundo real no somos capaces de pararlo. Pederastia, robo y crimen, “un hipermercado de perfiles” al abasto de la glotonería de los depredadores en la red.
 
Carolina Figueras Pijuán

Testimonio abuso sexual - Ander

Era un niño solitario, introvertido, que siempre jugaba solo. No hablaba ni me quejaba, a no ser que quisieran meterme en la ducha. Pasaba las horas tirado en el suelo de mi cuarto, jugando con mis coches.

Mi hermano fue quien destruyó mis días poco a poco sin apenas darme cuenta. Me incomodaba, eso seguro, aunque era demasiado pequeño para ser consciente de mucho más. Era una sensación que ya conocía. No puedo recordar el día que comenzó aquello; sólo soy capaz de recordar esa sensación, la sensación de que ya has vivido lo que te está pasando, y desde luego que era un "juego" que no me gustaba.

No puedo recordar sus palabras, de qué manera accedía, ni como lograba que yo jugara a sus "juegos", pero lo cierto es que lo conseguía, y entre tanto yo callaba y me sentía culpable, sucio y asqueado. Además veía como mi padre siempre estaba por él; era su hijo favorito. Yo tenía más el aspecto de un niño enfermo. Digamos que no daba el perfil para ser el hijo predilecto de "papa" y de "mama". Ella siempre consintió, tanto aquel favoritismo, como lo que mi hermano hacía conmigo.

Recuerdo perfectamente, siendo aún pequeño, que una vez entró ella en la habitación donde mi hermano, justo en ese momento, empezaba a "jugar" conmigo. Pero mi madre, muy lejos de involucrarse, parar aquello y quitarme muchos años de sufrimiento... se limitó a cerrar la puerta para dejarme allí en la oscuridad. Ya nunca volvió, nunca abrió esa puerta. Hasta hace poco aún esperaba, con ojos implorantes, verla abrir aquella puerta. Hoy ya no espero nada.

El agresor campa a sus anchas, se desenvuelve con absoluta naturalidad entre los demás miembros de la familia, y todos le bailan el agua, sin embargo yo soy un "autista", el raro, el que se encierra entre las cuatro paredes de su habitación, siempre solo...

Siempre solo, al igual que en los patios del colegio. Siempre estuve solo, hasta que me acostumbré a tenerme tan sólo a mí. Y mientras tanto él siguió haciendo conmigo lo que quiso, con total impunidad. Me sodomizaba, me obligaba a practicarle felaciones, me humillaba delante de todo el mundo, me insultaba, se burlaba de mí, tanto a solas como delante de sus amigos... y yo... yo bajaba la mirada, callaba, me giraba y volvía a casa, a esconderme en mi guarida.

Puede que para mis padres haya sido tan solo un número, el cuarto, el último de todos. Creo que no esperaban tenerme, fue un error. Pero una vez nacido al menos podrían haber disimulado un poco. Nunca tuvieron la reacción que esperaba. Debo suponer que tratar a un hijo "autista" y "anti-social" era demasiado complicado para ellos, o quizás lo difícil era prestar atención a lo evidente y buscar ayuda.

Mi historia fue así y no puedo modificarla por más que lo desee. Estuve viviendo muchos años entre la desesperación, los abusos, el miedo nocturno, las humillaciones, el continuo disimular y el intento por ser un buen hijo a los ojos de unos padres que nunca vieron en mí a ese hijo que querían; nada era suficiente, y por el contrario, todo lo que venía de mi agresor era bien recibido.

De nada ha servido, familiarmente hablando, relatar lo que me ocurrió. Incluso creo que lo cuestionan, pero para mí ya no hay nada que cuestionar. Es imposible inventar tantas cosas, tantos detalles... ¿Es que no se dan cuenta? ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por celos, quizás? En absoluto; él fue quien siempre sintió celos de mí.

Es tan contradictorio ser abusado, humillado, insultado, y a un mismo tiempo ser también deseado, ser el centro de sus celos. No tiene sentido.

Me condenó a una tristeza y una depresión profunda de la que sigo sin poder escapar del todo. Siempre sintiéndome solo, siempre estando solo. No tenía amigos ni tampoco los buscaba. Creo que lo que yo buscaba no podía ofrecérmelo nadie... tan sólo compartía algo de mí con aquellos cuadernos que llené de escritos donde daba rienda suelta a un odio ilimitado hacia mí mismo. Deseaba la muerte, porque él ya me había matado en vida. Sentía que todos los demás le apoyaron y nunca objetaron nada ante aquella mutilación. Nunca cesaron los abusos, ni siquiera sus insultos.

Revisando años después algunos de mis escritos, descubro que hoy tienen sentidos diferentes a los que le daba en su día. Hoy he abierto los ojos, de alguna manera he madurado, ahondo más en ese dolor, y empiezo a entender mejor lo poco que merecen la pena aquellos seres que decían quererme, que se criaron conmigo, que me dieron la vida, aunque yo hubiera deseado no nacer.

He sido durante muchos años una persona oscura, y creo que siempre quedará una parte de mí que no alcanzará a ver la luz, pero no teñiré todo de negro nunca más, no quiero que me controlen, no pueden, no soy su marioneta, ya no. Lo he sido durante demasiado tiempo.

Ahora, cada vez que el pasado vuelva a mí, intentaré que sea de otra manera, teniendo claro que quienes decían quererme no me quieren, sabiendo que hay personas fuera de aquella familia que realmente me quieren. Es por ellas por quien doy la vida.

Me tendréis por siempre; no me habéis parido, más os debo la vida, sin vosotras hoy no estaría vivo. Si no os hubiera tenido la noche más fatídica de mi vida, todo habría acabado. Pero ellas estuvieron ahí, al otro lado del teléfono, calmándome, reteniendo mis impulsos hacia el suicidio.
Os amaré siempre.

Publicado por Joan Montane jueves 25 de febrero de 2010

martes, 23 de febrero de 2010

EL PORQUE SE TIENE QUE HABLAR DE ABUSO SEXUAL INFANTIL.



Lo que comenzó como una esperanza terminó siendo una pesadilla para la familia de Carlos y Gloria. Su hijo “Carlitos” (nombre supuesto) sería sometido a una cirugía de reconstrucción de manos en el Centro Médico Nacional de Occidente (CMNO). El 22 de enero de 2009, era la fecha a partir de la cual, el pequeño de apenas cuatro años, jugaría y dibujaría como cualquier niño.
Apenas minutos después de la operación, Gloria recibió al pequeño de manos de un camillero. Todavía anestesiado e inconsciente tuvo que vestirlo, pues su doctora, Graciela Chico Murillo, les pidió se lo llevaran a casa pues “había muchos virus y bacterias en el ambiente”. En un papel sin membrete escribió el nombre de un medicamento que el pequeño debía tomar. La operación había sido un éxito, les dijo y se retiró.
Mientras le cambiaba el camisón hospitalario por ropa común, Gloria observó a una señora preguntar a una de las enfermeras por qué su pequeña hija recién operada tenía el recto dilatado. Titubeante la enfermera dijo no saber nada. Gloria notó que su hijo tenía lo mismo y supuso que era por los sedantes.
Una vez en casa y quizás por el efecto de la anestesia que apenas pasaba o por el terror, “Carlitos” se hizo del baño en los pantalones. Preocupada su madre observó que la dilatación rectal no aminoraba y comenzó a sospechar.
Temeroso, el pequeño se escondía y temblaba cuando sus papás le cuestionaban si alguien lo había lastimado. Dos días después les confirmó lo que temían: dentro del hospital, en la sala de quirófanos, uno de los camilleros abusó de él y, como es común en este tipo de agresores, le hizo creer que nadie le creería y hasta lo golpearían si contaba lo que había pasado.
El presunto agresor, Alberto Darío Espinoza González, fue supuestamente el mismo empleado que, unas horas después de cometido el delito, entregó al menor a su mamá luego de ser dado de alta.
Convencidos de que debían denunciar el hecho, Carlos y Gloria, quienes prefieren omitir su nombre completo, acudieron a varias instancias para que le practicaran al niño un examen que comprobara el delito. La Cruz Roja los mandó al SEMEFO y de ahí los remitieron a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco, donde levantaron una denuncia, les tomaron declaración y le practicaron exámenes a “Carlitos”, cuyos resultados señalaron que había sufrido una violación.
Una vez iniciada la averiguación previa, en la Fiscalía en Delitos Sexuales, Gloria acudió acompañada por un agente del ministerio público al Centro Médico a identificar al supuesto agresor, quien fue aprehendido ahí mismo. Reacio a dar algún tipo de información, el encargado de la división de asuntos jurídicos del CMNO, Miguel Ángel Calzada Cobián, les pidió que no hicieran público el caso.
“Antes de retirarse, él le comentó a mi esposa que esto lo hiciéramos lo más discreto posible porque el Seguro Social estaba muy quemado y con este nuevo caso se iba a quemar aún más. Que ya que pasara este asunto, que él lo iba a reacomodar en otro lugar donde no tuviera contacto con niños. Desde el principio comenzaron a encubrirlo y más porque sabemos que su papá trabaja en el sindicato del Seguro”, dijo Carlos en entrevista.
El 26 de enero, día que fue llevado preso al penal de Puente Grande acusado como probable responsable de los delitos de cohecho y violación ante el juzgado décimo segundo de lo criminal, Espinoza González tenía en su mochila preservativos y lubricantes. Una vez en el vehículo que lo traslado intentó sobornar a los agentes para que lo dejaran huir.
También los papás del menor interpusieron una queja ante la Comisión de Derechos Humanos de Jalisco. La investigación realizada por esta dependencia fue turnada a la Comisión Nacional, que emitió la recomendación 58/2009, dirigida a Daniel Karma Touhem, director general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
En el, la CNDH documenta que el personal del Hospital de Pediatría del centro médico “debió tener a su cuidado y vigilancia al menor antes y después de la cirugía y que, con su omisión (que) permitió que se desplegara la agresión, realizaron una conducta administrativa que debe ser investigada”.
Desde que inicio el proceso penal, Carlos y Gloria han sido hostigados por parte de personal del CMNO y de los abogados del presunto agresor, señalan ambos. Además varios de los trabajadores han encubierto a Espinoza González dando testimonios falsos durante su comparecencia ante el juez.
“El IMSS nos ha amenazado, hostigándonos, difamándonos, dandónos una cantidad para que nos desistiéramos de toda queja. Todo ha sido mediante su abogado defensor Jesús Ramírez Aceves. Dicen que nos envían citatorios y no acudimos. Nos enviaron a la casa un supuesto psicólogo que nunca se quiso identificar, quien nos dijo que con una o dos sesiones tenía el niño para decir que fue en nuestra casa donde sucedió el delito y no en el Seguro Social. Esa era la ayuda que nos ofrecía el Seguro”.
Carlos refiere que el abogado le presentó un convenio por pago de indemnización por los daños causados al menor por la cifra de 116 mil 639 pesos, que les serían otorgados si se desistían de las reclamaciones, liberaban al IMSS de toda responsabilidad en el caso, si se daban legalmente satisfechos y si se reservaban cualquiera acción legal contra el instituto.
A más de un año de lo ocurrido, Carlos y Gloria se encuentran aún peleando contra los obstáculos que el IMSS les ha puesto para solucionar el caso. Hace un mes acudieron a una inspección ocular del lugar donde sucedieron los hechos. Antes los abogados habían rechazado este recurso, para dar tiempo a las autoridades del IMSS a que remodelaran y no quedaran evidencias, consideran. “Cambiaron todo. Los quirófanos están diferentes. Incluso hubo camilleros que nos dijeron que los habían obligado a estar ahí durante la inspección, para que pareciera como si siempre hubiera mucha gente”.
Dicen que hay muchas pruebas que señalan no sólo a Espinoza González sino a sus compañeros como el hecho “de que hayan dado de alta de inmediato al niño, o que ellos mismos trataran de inculpar a otro camillero, cuando mi esposa y el niño habían identificado dos veces al agresor”.
Un oficio emitido por el Sindicato de Trabajadores del IMSS con fecha del 28 de diciembre de 2009, señala que Alberto Darío Espinoza González aún pertenece a ese organismo como auxiliar de servicios de intendencia, a pesar de que es sometido a un proceso penal.
Aseguran que lo único que los mueve es “justicia, es todo. Queremos que esta persona sea castigada por el delito que cometió con mi hijo. Desgraciadamente mucha gente no se anima a denunciar, pero si se cometió un delito hay que denunciarlo y más cuando es contra menores. Ya basta de tantas injusticias que comete el Seguro Social”.

Poco seguimiento a casos
de abuso sexual.

Aunque las estrategias gubernamentales en el estado registran un avance en cuanto a la difusión en la prevención del abuso y la explotación sexual infantil, todavía las autoridades carecen de herramientas para dar el seguimiento penal adecuado a cada caso.
La especialista en el tema y académica de la Universidad de Guadalajara, María Antonia Chávez Gutiérrez, mencionó que si bien existe una legislación actualizada respecto a este tema, el cuello de botella es la normatividad que es llevada a la práctica. “El problema es hacer valer esta legislación, que la gente sepa cómo levantar una denuncia, que las agencias del ministerio público encargadas estén sensibilizadas para atender a sujetos vulnerables como los niños, con el trato que estos deben de tener. En eso no estamos preparados”.
Si bien las instancias de gobierno son las encargadas de acompañar cada caso de niños victimados, esto se hace a medias pues en muchas ocasiones no completan el proceso, no sólo para que el culpable sea castigado sino que la víctima y, en su caso, la familia, superen el asunto mediante atención psicoterapéutica.
“El seguimiento debe de ser desde quién identificó el caso, cómo lo turnó, a qué instancia lo derivó, qué seguimiento se le dio y no únicamente a la rehabilitación de la víctima sino de los que victimizan. ¿Qué pasa con ellos? ¿Se les da rehabilitación o cumplieron una pena judicial? Todo eso queda fuera, el seguimiento ya no se da”.
Chávez Gutiérrez, quien publicará en breve un libro sobre este tema, recordó que las campañas de difusión han estado orientadas a la prevención del abuso sexual contra menores en cualquier circunstancia pues, de suceder y no ser atendido de manera adecuada, el niño estaría en un mayor riesgo de ser prostituido, vejado o comercializado en otras etapas de su vida.
“Hemos encontrado que entre los niños que son explotados sexualmente en la calle hay antecedentes de que sufrieron abuso en su ámbito más cercano. Es el primer paso, es casi como una primera pauta para que ellos no tengan el referente de otra orientación de su propia sexualidad. El hecho de que hayan sido violentados en etapas tempranas, de alguna manera los insensibiliza para poder identificar que la explotación sexual es un abuso y un delito”.
Por ello es importante que los padres de familia estén atentos a su entorno, pues el abuso sexual “pasa en todo tipo de circunstancias y espacios, sobre todo donde haya personas que tengan dificultad para sostener contactos sexuales saludables. Entonces, en cualquier lado donde existan niños bajo protección de los adultos existe la posibilidad de abuso”.
La académica del Departamento de Desarrollo Social del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, consideró como grave que el número de casos de menores que han sufrido violación o que han sido prostituidos vaya en aumento, pues este asunto se liga al asunto de trata de personas.
“Está de manera muy cercana al tráfico de personas y de órganos, pero de momento no hay quien quiera retomar el tema y trabajarlo, sobre todo porque está ligado a este tipo de problemas que están estrechamente relacionados a la delincuencia organizada”.

La ley dice

El Artículo 176 del Código Penal de Jalisco prevé una pena de seis a quince años de prisión para quien comenta el delito de violación a un menor de diez años.
De acuerdo con estadísticas de la Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco, en promedio cada mes son registradas una decena de denuncias por violación, tan sólo en el municipio de Guadalajara, pero no especifican si el delito fue cometido en contra de adultos o menores de edad.
Aunque no existe un concentrado de las averiguaciones previas totales presentadas durante los años de 2008 y 2009, por lo menos en las primeras quincenas de cada uno de esos años, los datos coinciden en que en la comuna tapatía fueron registradas de cinco a siete casos de violación. Ello sin contar las denuncias por corrupción de menores.
Mariana González/La gaceta UDG.

lunes, 22 de febrero de 2010

Tras los pasos de la justicia

"El abuso sexual hace eso: Genera división en la familia. Esta es una de las evidencias de la culpabilidad del abusador;  Esa es la actitud que asumen los abusadores cuando se ven descubiertos. Salen de la cárcel después de haber terminado su condena y siguen diciendo que no hicieron nada.

Llevar adelante una denuncia judicial, hacer esta denuncia pública, buscar apoyo para curar las heridas o mantenerse en silencio, ninguno de estos casos implica que el daño sea más o menos. 

 El abuso sexual es un horror que no discrimina. No reconoce clase social, color, creencia religiosa, nivel académico, nacionalidad, sexo, ocupación, parentesco, etc. Igual no discrimina a quien puede ser abusador/a, sobre todo puede ser alguien cercano, a quien le guardamos mucho afecto, confianza y le reconocemos autoridad y respeto. Puede ser esa persona a quien consideramos tan bondadosa, tan piadosa e interesada en hacer el bien común, en llevar adelante el desarrollo de la comunidad. Es precisamente ahí donde se escuda la estrategia del abusador.

Siguiendo los pasos de la justicia es importante comenzar a creer en nuestros niños, niñas y adolescentes cuando dicen haber vivido abuso, sea quien sea el abusador, denunciarlo y buscar su condena para que no vuelva a hacerlo."

Lorna Norori Gutiérrez hablemosde.abusosexual@gmail.com

domingo, 21 de febrero de 2010

AUTOLESIONES


Cuando afirmamos que los supervivientes de ASI se caracterizan por tener una baja autoestima, dificultades para relacionarse con los demás o problemas con la sexualidad, lo que puede hacerse extensible a otras situaciones traumáticas, no creo que nadie se sorprenda. Parece bastante lógico. Sin embargo, si hacemos la misma afirmación en cuanto a una persona que tiene la necesidad de cortarse, golpearse o quemarse conscientemente, entonces tal vez sea más difícil exigir la misma comprensión.

Siendo consciente de que las autolesiones pueden tener diferentes orígenes, yo quisiera centrarme en los ASI, ya que es el asunto que mejor conozco y para el cual tengo algunas certezas que me han transmitido algunas compañeras del foro.

En las autolesiones el dolor pasa a ser un elemento fundamental para entender cualquier mecanismo relacionado con ella, pero más importante aún, si cabe, es insistir en que la percepción que tenemos del mismo, así como el uso que hacemos quienes padecimos ASI, es muy diferente. El dolor no es un agente pasivo, un efecto; también puede ser una causa en sí misma, un objetivo en busca de unos resultados concretos.

La autolesión se vive como una manera de extraer de nuestro interior todo ese dolor que nos invade. Cuanto mayor es la autolesión, mayor es el dolor que se trata de neutralizar, porque también lo es la necesidad de liberarnos de él. El problema es que, una vez liberada la tensión, y tras ese primer momento de calma, aparecen la vergüenza y la culpabilidad. Hay que tener claro que nadie se autolesiona porque sí, como si de un pasatiempo se tratara. Al igual que el alcohol, la comida o la ludopatía, esta es una adicción para la que se requiere algo más que la simple voluntad para enfrentarse a ella. Así pues, hablar de autolesiones es hablar de una espiral que se realimenta en una sucesión incontrolada que a veces no parece tener fin.

No es fácil dar rienda suelta a todo ese dolor acumulado. Es, como reconocen quienes la padecen, un motivo más para sentirse estigmatizado y seguir ocultando el secreto que mantiene a la persona en esa cárcel de dolor, silencio e incomprensión. Hay una clara conciencia de que nadie entendería las razones de esta acción. En muchos casos incluso no quiere entenderse, ya que en el origen de las mismas está el abuso sexual, cuyo causante suele ser un miembro de la familia. Y aún en el caso de vencer ese obstáculo, es probable que sólo consiguiéramos reproches y que se pusiera en duda la confesión. ¿Quién quiere oír: “Me autolesiono porque de niño mi padre, hermano, tío, abuelo o primo abusó sexualmente de mí”? Una buena parte de las familias no es capaz de aceptarlo, por lo que se revictimiza a quien se atreve a “desestabilizar” al ente familiar.

Normalmente, siempre hay una causa para que se produzca un efecto. Es decir, cabría suponer que si alguien se autolesiona es porque hay un hecho concreto que lo ha desencadenado. De entrada es así, pero no sólo así.

Cuando algo no va bien, cualquier adicción, aunque nos produzca una fugaz sensación de alivio, a la larga, siempre termina empeorándolo todo. Con las autolesiones sucede algo parecido. Aunque en un primer momento tanto la adicción como la autolesión puedan tranquilizarnos y alejarnos de la realidad, invariablemente, esta termina por plantarse de nuevo ante nosotros, haciéndonos sentir más culpables, más avergonzados y más miserables de lo que ya nos sentíamos antes. Al final, se transforma en una rutina frustrante y autodestructiva, en la que siempre estamos buscando la salida por la puerta equivocada.

Sé que parecerá extraño, pero las autolesiones también están relacionadas con nuestra necesidad de obtener el perdón. No, no hay que buscarle ninguna reminiscencia religiosa, por más que cada cual tenga sus propias creencias. Sin duda nos parecerá paradójico y contradictorio, ya que no sólo se busca el perdón por una culpa que en ningún caso perteneció a la víctima de ASI, sino que, además, dicho perdón se busca a través de una agresión. Pero todo eso, si queremos entenderlo, deberemos hacerlo desde el punto de vista del superviviente.

Podríamos decir que cada agresión ya lleva implícita una parte del perdón; un único protagonista para dos papeles. Reproducimos la agresión para, acto seguido, ser nosotros mismos quienes nos perdonamos y nos cuidamos; es decir, recreamos un escenario que nos retrotrae al pasado, un nuevo escenario donde las cosas ocurren del modo que debieron ocurrir, actuando como debieron haberlo hecho quienes no lo hicieron. Ahora es el propio sobreviviente quien, en sus dos papeles, hace de agresor y de salvador/cuidador.

Otra asociación más primaria, y quizá no del todo consciente, está en esa necesidad de calma y de paz que tanto anhelamos. El patrón interiorizado en la infancia fue el de agresión/calma. Primero venía el abuso (agresión) y después se iba el agresor (calma). Ahora, inconscientemente, tratamos de repetir el mismo patrón para encontrar esa tranquilidad. Es como si viviéramos en un permanente estado de ansiedad, dolor y desasosiego que sólo podemos neutralizar con la autolesión (agresión). Después, nos cuidamos, nos atendemos y nos perdonamos (calma).
 
Publicado por Joan Montane domingo 21 de febrero de 2010.

jueves, 18 de febrero de 2010

LEGISLAR A FAVOR DE LOS NIÑOS ¿PORQUE NO?

La Organización de Naciones Unidas, así como diferentes organismos internacionales dependientes de ella, en especial la UNICEF, han invitado a los estados miembros a perfeccionar la legislación vigente en la materia, especialmente en el ámbito del Derecho Penal, pronunciamiento que genera numerosas opiniones, sobre el carácter específico de la trasgresión legal de los derechos de los niños, cuando ocurre un delito de abuso sexual infantil.

La mayoría de las opiniones de especialistas  se pronuncian por la necesidad de incorporar a las legislaciones nacionales de cada país, los principios, derechos y garantías que están presentes en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, porque traza las líneas necesarias para transformar las necesidades de los infantes, en derechos, incluyendo aquéllos que antes solo eran reconocidos para los adultos.
En México falta mucho por legislar, existen esfuerzos reales por incidir al respecto, ya se han presentado Iniciativas de Ley que buscan proteger al menor abusado y No REVICTIMIZAR.

En la pasada Legislatura en el DISTRITO FEDERAL, se presento una Iniciativa que Nunca FUE DICTAMINADA FAVORABLEMENTE, a pesar que Nadie se opone a legislar a favor de los niños.

Pareciera ser que el problema es que  los niños no pueden defender sus derechos por si solos, los niños no votan, no se organizan como otros grupor vulnerables.

Resulta sorprendente las reacciones desatadas a  favor de los derechos de los niños a raíz de la propuesta de que estos puedan ser adoptados por parejas del mismo sexo.

Este interés genuino en la niñez, debería permitir a que leyes que buscan protejerlos y ayudarlos cuando fueron abusados se aprueben y se apliquen. PERO LAMENTABLEMENTE  ESTA NO ES UNA CIRCUNSTANCIA REAL.

Actualmente existe una Iniciativa de LEY presentada en la cámara de Diputados  que busca proteger a los menores victimas de A.S.I.
Esperamos que existe el consenso partidista y la voluntad Política para aprobarlo.

"mientras tanto tenemos que seguir observando con aberración como "en juzgados mexicanos, un alto índice de juzgadores antepondrán el poder de los adultos y se negarán a proteger a la infancia."


MIGUEL ADAME VÁZQUEZ
ABUSO SEXUAL INFANTIL, NUNCA MÁS.

lunes, 15 de febrero de 2010

concientizar asobre este tipo de conducta.

El Lunes pasado tuve la oportunidad de ver un programa muy interesante en el show de Oprah en donde entrevistaron a cuatro depredadores sexuales masculinos de diferentes edades y en donde aprendí muchas cosas sobre la dinámica de trabajo de ellos que voy a utilizar para propósitos de este artículo tratando de concientizar a nuestra población sobre este tipo de conducta.

El propósito de Oprah, de la psicoterapista de estos depredadores y de ellos mismos fue el de hacer un programa informativo y educacional para la audiencia.

En todos y cada uno de los segmentos ellos expusieron acerca de sus vidas, si ellos mismos habían sido violados por algún familiar o conocido de la familia, cuantas víctimas habían tenido y de que edades habían sido sus víctimas.

Fueron cuatro ofensores sexuales que comentaron sobre esto, dos de ellos habían sido violados de jóvenes, uno de ellos repetidas veces por miembros de su familia o conocidos, el otro una sola vez, sin sentir nada, conllevando a una vida de adicción al alcohol, drogas y pornografía de mujeres jóvenes de dieciocho años o menores que “legalmente” se hacían pasar como si lo fueran.
Del grupo fueron dos los que comentaron no haber sido violados, pero sin embargo los dos llevaron una vida de negligencia por parte de sus padres con carencia de atención y cariño por parte de sus padres, incluso uno de ellos había sido abandonado por sus padres y se había criado en hogares putativos en donde utilizaban el castigo corporal para corregir su mala conducta.
Las víctimas de todos ellos fueron menores de edad entre los cinco a los diecisiete años de edad, fueron víctimas que confiaban en ellos, y en la que ellos de una manera u otra ejercían el control y la manipulación para lograr sus objetivos. Una de las víctimas, una niña de cinco años le llamaba a violador sexual: “abuelo”, porque aún sin serlo, los padres confiaron en él y dejaban a la niña bajo el cuidado de él  y su esposa (quien estaba enferma), el aprovecho esto para engañar a la niña y lograr sus objetivos.
El otro repetidamente toco inapropiadamente a su hija, una niñita de 12 años.
El tercero abusó de un familiar muy cercano suyo desde que la niña tenía cinco años hasta que cumplió diecisiete cuando tuvo el valor de finalmente confesar lo que le había estado ocurriendo durante el transcurso de todos esos años.
El cuarto buscaba víctimas adolescentes desde los doce a los catorce años y ejercía el mismo tipo de control en ellas.
Los cuatro concordaron en que los padres deben estar alertas a lo que les sucede a sus hijos, y de que cuando los niños deciden hablar y decir que alguien los ha estado tocando inapropiadamente o expresan algún tipo de cambio negativa en su conducta prestar atención a lo que están diciendo.
Entre sus víctimas se encuentran niños/niñas vulnerables, con baja autoestima, con poca confidencia en sí mismos, niños/niñas que son víctimas de negligencia o poca atención por parte de sus padres, niños/niñas que se sienten solos y no tienen a nadie a quien contarles sus problemas, de estos puntos débiles es de donde estos ofensores sexuales se aprovechan y no pierden la oportunidad de atraer a sus víctimas llenando falsamente todas estas expectativas, acercándose paulatinamente y “afectuosamente” a ellos hasta lograr sus bajos objetivos.

Como estos ofensores sexuales confesaron ellos no se acercan a niños/niñas emocionalmente saludables, que guardan una buena comunicación con sus padres, niños completamente confidentes de sí mismos, que tienen una buena auto estima personal, porque estos ofensores saben que con ellos tendrían que trabajar un poco más corriendo el alto riesgo de que estos niños/niñas hablen y les cuenten a sus padres o estos mismos descubran lo que les está pasando a sus hijos.
Ellos añadieron que depredadores sexuales no están al acecho de sus víctimas detrás de los arbustos, ellos lucen y actúan como cualquier otra persona normal, pueden ser tíos, primos, sobrinos, padres, padrastros, novios que tienen tendencia a abusar sexualmente de las personas.

Estos ofensores sexuales reportaron el estar al tanto que no solo es el hecho de violar o de molestar sexualmente a estas víctimas, pero es el dolor y el sufrimiento que causan en sus víctimas de por vida. Uno de ellos mencionó que el dolor que le había causado a su víctima es irreparable, porqué a pesar de que su familiar lo había perdonado y él había formado parte de su terapia, a pesar de que esta persona estaba físicamente aquí, el daño causado es irreversible. El mató a la persona que su víctima pudo haber sido.
Mi experiencia trabajando en este campo me hace decir que son pocas las víctimas que trabajan arduamente en el proceso de su recuperación y llegan a ser individuos respetables de su comunidad, La gran mayoría de ellas viven una vida atemorizada, llena de inseguridades, no toman riesgos propios, no pueden dormir, sus hábitos alimenticios no son los más saludables, constantemente son diagnosticadas con desórdenes alimenticios, y otros tipos de trastornos psicológicos que afectan tremendamente su manera de vivir.
Esto es lo que comúnmente nuestras terapistas lo conocen como “Post Traumatic Stress Disorder, PTSD” – trastorno por estrés postraumático, me arriesgaría a decir que muchas de estas víctimas de no seguir un tratamiento psicológico adecuado no llegan a vivir una vida plena emocionalmente saludable.

Esto es parte de los servicios que ofrecemos aquí en el Concilio de Rappahannock Contra el Abuso Sexual, RCASA por sus siglas en inglés (Rappahannock Council Against Sexual Assault).
Si usted o uno de sus familiares o alguna persona a la que usted desee ayudar necesitan obtener más información sobre nuestra terapias relacionadas al Trauma o trastorno por estrés postraumático, por favor llamen a nuestra línea de ayuda al 540-371-1666 y pidan hablar con alguien en español si lo desean.
Estamos interesados en prestar nuestra ayuda para una salud emocional saludable.
Todas nuestras conversaciones son confidenciales.
Hasta la próxima, no sin antes decir que tratemos de mantener la línea de comunicación abierta con nuestros hijos, brindándoles cariño y comprensión, hagamos de ellos personas confidentes para mantener  estos ofensores sexuales lejos de ellos. No olvidemos que nuestros hijos son nuestro mejor tesoro.
Giovanna “G” Carney, Respondiendo a Crisis Hotline: (540) 371-1666 Office: (540) 371-6771 Fax: (540) 371-9803 http://www.rcasa.org/

Ayude a víctimas del abuso sexual


Ayudamos a las personas que fueron víctimas del abuso sexual, y cargan con ese dolor, completamente solas.
Es lamentable, pero quienes son víctimas de abuso sexual, por lo general, lo guardan, no lo cuentan y no ponen las denuncias del caso.
Lo que no solo hace que tengan que sufrir el trauma por el abuso en sí en solitario, sino también a "convivir" con el síndrome post traumático, por sí solas.
El primer paso para sentirse mejor debe ser siempre, no callar y nunca cargar con la culpa.
El síndrome de estrés postraumático, es un trastorno psicológico que aparece como consecuencia de la exposición a un evento traumático que involucra un daño físico. Es una severa reacción emocional a un trauma psicológico extremo, como por ejemplo, un abuso a la sexualidad e intimidad de una persona.

La confianza y el ambiente donde la persona se sienta en la libertad de contar lo sucedido son de suma importancia, si es forzada de alguna forma, existe una gran probabilidad que se retracte luego o varíe las versiones de lo sucedido.
Las sobrevivientes de abuso sexual, tienden a cambiar de manera drástica su manera de comportarse, pueden tanto retraerse como irse al extremo contrario y simplemente salir más de la cuenta exponiéndose a situaciones de riesgo, para evadir lo sucedido. Aunque las madres suelen notar los cambios de comportamiento, ellas también entran en un proceso de negación.

Abusadoras sexuales


 Las secuelas que se encuentran en ellas a partir del abuso sexual, también son muy similares a las que presentan niñas, niños y adolescentes cuando han vivido el horror del abuso por parte de un hombre.

regularmente se asume que quienes abusan sexualmente son hombres, y aunque no puede decirse que hay tantas abusadoras sexuales como hombres, lo que debe afirmarse es que también hay mujeres que abusan sexualmente de niñas, niños y adolescentes, que igual son personas cercanas, que se valen del afecto, la autoridad y la confianza para abusar.

He encontrado en las personas que han vivido abuso sexual por parte de mujeres, que a la confusión afectiva y la sensación de no saber lo que ocurre, sintiendo que no está bien para él/ella; se añade la confusión porque sea una mujer. En este aspecto, muchas veces las/os sobrevivientes echan mano de la disociación y llegan a considerar que la experiencia vivida fue desagradable, pero no lo reconocen como un abuso.
En el caso de los hombres, por lo regular el abuso se esconde en la reafirmación de la virilidad; pues casi siempre llegan a asumir que el abuso ha sido su iniciación sexual temprana, con una mujer mayor, obviando que esta experiencia les causó temor, angustia, vergüenza y que no fue una vivencia agradable, voluntaria, consciente y responsable.
Estos elementos también reafirman el mito, pues como dije, se asume que quienes abusan generalmente son hombres. Aun en la consulta, las mujeres regularmente identifican más el abuso vivido por parte de un hombre y es hasta mucho tiempo después que se refieren al abuso sexual vivido por parte de una mujer. Si a esto agregamos que puede ser una persona afectivamente cercana, -la hermana, la tía, la madre- se encuentra una mayor negación del abuso.

Reconocerlo significa un profundo dolor psíquico, considerarse aun más “rara”, por resultar atractiva a otra mujer, lo que conlleva a ser “más culpable” y sentirse más “sucia”, porque no solo son hombres los que han abusado, sino “hasta las mujeres”.
Entonces se puede ver que hay una condición traumática que alcanza para que se sientan estimagmatizadas/os, traicionadas/os, impotentes y en el caso de la sexualización traumática, he sido testigo de una gran confusión; que no es nada diferente a la que viven cuando se trata de un abusador sexual.

En esta última secuela, no se trata de lo que desde el mito se ha asumido históricamente, diciendo que “se hizo lesbiana porque fue abusada por una mujer”. Muchas de estas sobrevivientes –igual que cuando han sido abusadas por un hombre- se reconocen heterosexuales y la vivencia de la sexualidad no es nada satisfactoria, pues igual pueden sentir total inhibición ante la experiencia de la sexualidad, o en otras los excesos sexuales pueden llegar a la promiscuidad.
Aun las que se asumen lesbianas, refieren una vivencia no satisfactoria de su sexualidad, presentando características como las mencionadas anteriormente con heterosexuales. La diferencia es que ellas se sienten más culpabilizadas y estigmatizadas, pues además de sentirse culpables del abuso, por no “funcionar bien sexualmente”, se agrega la discriminación social que cotidianamente viven por ser lesbianas.

Esto trata de graficar lo inhumano del abuso sexual, lo aterrador que resulta para quienes lo viven y la forma en que puede marcar la vida de las personas. Como sociedad tenemos un compromiso con las personas que lo han vivido, evitando profundizar la estigmatización; así como con nuestras niñas, niños y adolescentes para prevenirlo, para evitar que vayan a vivir este horror.

Desde el Movimiento contra el abuso sexual, queremos decir a las sobrevivientes que no hablan de la experiencia que han vivido por parte de una mujer, que sabemos lo difícil que es hacerlo, pero que esto trata de promover sus fortalezas para romper el silencio.

A las madres y padres de familia, que siempre es importante la credibilidad a niñas, niños y adolescentes, cuando refieren estar viviendo una experiencia de abuso sexual, no importa si es un hombre o una mujer quien lo comete, el abuso sexual es un horror que debemos evitar.

domingo, 7 de febrero de 2010

TESTIMINIO DE MARCE

Publicado por Joan Montane domingo 7 de febrero de 2010

Mis recuerdos son fragmentados y ambiguos. Eso me lleva a cuestionarme sobre la importancia de recordar conscientemente todo lo sucedido. A veces me da mucha bronca no poder hacerlo, y a veces lo necesito con desesperación, pero bueno... es lo que hay.

Sé que no tenía más de tres o cuatro años. Y el mundo a mis pies. Era el único hijo de unos padres medio raros, cuya relación amorosa iba y venía como el viento. A veces juntos, a veces separados. Mi padre viviendo en casa por épocas...

Durante los periodos en que mi madre estaba sola, sin mi padre, nos instalábamos en la casa de mis abuelos. Ellos vivían en el campo. Lo recuerdo como un lugar maravilloso, donde podía andar a mis anchas y donde lo más simple se tornaba mágico.

Sin embargo siempre hubo algo, aunque fuera muy en el fondo y a pesar de toda la magia del lugar, que me decía que algo no había estado bien. Crecí con la firme convicción de que había algo oscuro dentro mío, con la seguridad de que un monstruo se escondía en mis entrañas.

Recuerdo a mi abuelo como un hombre de costumbres sencillas, policía de profesión y querido y respetado por sus vecinos. Todos me recuerdan como su nieto preferido... a pesar de tener muchos. Solo de grande descubrí cuán preferido fui para él.

Durante toda la vida me he sentido diferente, incomprendido... Toda la vida acompañado por esa inexplicable necesidad de fingir ser otro. Siempre con la idea omnipresente de que al mostrarme "tal cual era" la gente huiría despavorida. Así me fui perdiendo en mi propia maraña, entregado a esta compulsión de agradar, de decir a todo que sí, de mostrarme gracioso, amigable y sumiso. Y por dentro, la podredumbre me seguía ganando el alma. Y las noches en vela, y las ganas de nada... La sensación, si trato de ponerla en palabras, sería algo parecido a estar sumergido en un pozo oscuro lleno de lodo. Un lugar donde los esfuerzos por asomar la cabeza resultaban estériles, donde cada movimiento que intentaba era lento, forzoso, doloroso... Era mejor, entonces, estarse quietito, no intentar ninguna jugada rara y aceptar que jamás me podría enfrentar a un pasado que me llevaba, irremisiblemente, a un destino sobre el que no podía ejercer ningún control. La plenitud no estaba hecha a mi medida; de eso estaba seguro.

Pero... ¿qué era todo eso que siempre me tiraba para abajo, siempre más al fondo? ¿Cuál era la compulsión que me hundía en esa depresión sin retorno? Sólo sabía que el monstruo hablaba dentro de mí, confirmándome presentimientos que apenas me atrevía a comprender. Yo tenía la culpa, yo era responsable de mi miseria. Es más; me merecía esa miseria. ¿Por qué? Simplemente porque estaba sucio, porque era inservible, porque era un fracasado.

El estigma del fracaso me perseguía desde la niñez. A pesar de haber sido un excelente alumno, a pesar de no haber tenido problemas aparentes para relacionarme con los demás... a pesar de ello, toda mi vida sentí el fracaso o la frustración como algo cotidiano.

No había nada que llegara a satisfacerme. Nunca nadie me conformaba del todo. Nunca podía "mostrarme" como era. Nunca podía relajarme. Al final llegó un momento en que me entregué de una manera tan sumisa a los hilos de esta vorágine... que sin duda fue ahí recién cuando entré en la parte más oscura de mi vida.
Esa necesidad de fingir ser algo que no era, o que yo sentía que nunca iba a poder ser, terminó por esclavizarme. Fingía ser feliz, imponente, glorioso, inmutable. De hecho llegué a ser un tipo muy popular en todos los ámbitos de mi vida. Todos querían ser amigos míos, todos querían estar cerca de mí. Todos me querían... ¿todos me querían? No. Definitivamente no. Todos querían a un Marcelo de cartón, a una caricatura, a una imagen que yo proyectaba para ocultar algo de mí que ni siquiera sabía qué era. Pero por dentro el monstruo era más contundente. La apatía me ganaba el alma y se iba comiendo cada vez más mis fibras más íntimas.

Lo peor que alcanzo a recordar eran las noches. Dios... ¡cuánto miedo le tenía a las noches y a la soledad! Ahí aparecía el Marcelo real. Las crisis de angustia, el odio hacia mi mismo... porque estoy seguro que era odio. Me odiaba. Evitaba los espejos para no tener que reconocerme en ellos. Fíjense que llegué al punto de tapar con una cinta autoadhesiva el espejo a la altura de los ojos cuando iba a afeitarme, porque no resistía mi propia mirada.

Me sentía tan solo, tan a la deriva, tan culposo, tan culpable... y otra vez el interrogante. ¿Culpable de qué? ¿¡De qué!?

Casi por casualidad (aunque las casualidades no existen) empecé a ir a terapia. Casi sin querer empecé a reconocer cuáles eran mis miedos, mis dolores, mis partes más oscuras, mis culpas más ancestrales... ¡Y surgió de golpe una imagen y el terror! Recuerdo esa sesión como si fuera hoy. Hablando de cualquier otra cosa (aunque sabemos que en un contexto de terapia no existe el "cualquier otra cosa") apareció en mi mente una mano, muy vívida. Una mano que se acercaba, y que me iba a hacer daño. Una mano a la que yo podía verle las uñas recién cortadas, a la que podía verle cada unos de los pliegues de su palma... Y no quise recordar más. El terror se apoderó de mí, y tuvieron que medicarme...
Por un tiempo no quise ni pensar en esa mano. No quería recordar más. No quería... pero entonces empezó a aparecer en mis pesadillas. Y peor, empezó a aparecer acompañada de otras sensaciones que lo hacían más real. El olor de los eucaliptos... el ruido de un camión en marcha.... no podía apartar esa mano de mi pensamiento aunque quisiera. No podía hacer como si no existiera... sentía que me iba a volver loco. De remate. Definitivamente loco. Pero no. Fue otra vez en terapia donde tuve que empezar una vez más a hablar de esa mano que se aparecía todo el tiempo en mi cabeza, y también de las sensaciones que la acompañaban. Esa vez, en terapia, supe que había sido abusado sexualmente. Esa vez adquirí plena conciencia del horror. ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? Y sobre todo... ¿por qué?

Todavía tardé un tiempo en desenmascarar la identidad de mi agresor. Mi mente lo defendía a capa y espada; no quería dejarlo desnudo ante mi mirada adulta. No quería que descubriera que una de las personas en quien más confiaba, era la que más daño me había hecho en toda mi vida. Pero fue así. De a poco fui reconociendo esa mano, y el aroma a eucalipto del campo de mis abuelos, y el camión de mi abuelo, y el anillo en la mano de mi abuelo...

Qué difícil describir la infinita tristeza que me encogió el alma cuando por fin dejé al descubierto a mi abusador... que desilusión, qué decepción tan grande la que desgarró mi corazón.

No recuerdo mucho más que esa mano. No tengo conciencia real de qué fue lo que me hizo. Ni el tiempo que duró. Sólo que empezó a los tres años, aproximadamente, y terminó a los ocho.
Es tan difícil empezar a aceptar que la persona que tiene que cuidarte es la misma que, para satisfacer su perversión, te usa y te condena a una vida de sufrimiento. Es tan difícil de entender que la culpa no es tuya... Y lo tenés que repetir una y otra vez. La culpa no es tuya, no es tuya... y por más que lo intentas, por dentro, sentís que toda la culpa recae en tu pecho.

Es tan difícil quererse a uno mismo... aceptarse... Cómo iba a quererme cuando estaba "demostrado" que no merecía el cariño de nadie. Es tan difícil sentir que el futuro puede ser diferente. Es tan difícil entender que otra vida es posible, que puede haber un destino alternativo, un horizonte propio. Es tan difícil entender que tu vida no está arruinada sin remedio. Entender que está en tus manos cambiar el rumbo, barajar y dar de nuevo.

Es demasiado dolor. Demasiado. Es demasiada tristeza acumulada. Demasiados años de silencio y de soledad. Son demasiados miedos los que guiaron mi vida. Demasiadas culpas ajenas. Demasiado horror. Hasta que decidís que no es demasiado. Hasta que por una razón de pura supervivencia volvés a intentar ponerte de pie. Y las cosas aparecen más claras, el panorama más abierto. Y acá estoy. Entre ustedes. Con esta historia a cuestas, con este dolor a cuestas. Y con toda una vida que me espera. Y con toda la esperanza que nunca tuve. Porque el miedo ya no es mi guía. Porque tomé el timón de esta embarcación para convertirme en mi propio capitán, tripulante y pasajero.

sábado, 6 de febrero de 2010

¿Cómo son los agresores sexuales?. Señales de un pedofílico

No es fácil descubrirlo, porque la víctima en oacsiones y dependiendo de su corta edad (2, 3, y 4 años) confunde las abusos con juegos de seducción, y porque frecuentemente hay amenazas por parte del agresor. Entran en una dinámica de espada y pared, el abusador manipula mucho las emocione:
"Si tu mamá se entera, a ti te van a castigar, y yo voy a matar a tu madre y nunca más la volverás a ver".
O les dicen que lo hacen porque los quieren mucho.
Lo primero que hay que hacer:
Dejar muy claro que no tiene la culpa de lo que le ha ocurrido. El adulto es el responsable.
Decirle y agradecerle de que se lo haya contado.
Transmitirle que siente que le haya pasado esa experiencia y que a otras niñas y niños también le ha ocurrido.
Decirle que va a ayudarle y protegerle.

Animarle de forma tranquila a que hable de ello y no se muestre enfurecida porque podría sentirse culpable de haberlo contado.
Si no es su madre, pídale permiso para hablarlo con ella o para pedir ayuda profesional especializada.
Es especialmente doloroso para una madre saber que el abuso fue cometido por su esposo. En este caso, también ella es otra víctima.
Además tendrá que decidir:

si es necesario hacer un reconocimiento médico a su hija o hijo,
si presentará una denuncia y
si demandará judicialmente al agresor.
Todas estas decisiones que debe tomar después de un caso de abuso sexual son muy difíciles. Para asumir este terrible hecho y tomar las medidas oportunas, ella también necesitará apoyo.
Es frecuente que las madres nieguen sistemáticamente el conflicto a pesar de las señales enviadas por el hijo.

¿Cómo son los agresores sexuales?

Los agresores sexuales no siempre son los "viejos verdes" que imaginamos.
Son personas consideradas "normales" desde casi todos los puntos de vista.
Muchas veces son personas respetadas, incluso aparentan firmes valores morales y religiosos. (caso típico)
Señales de un pedofílico
La pedofilia abarca un sector de abusadores sexuales que optan por fijarse en niños de cierta edad.
No obedecen a un perfil psicológico determinado, pueden ser muy funcionales en algunos ámbitos y no son de personalidades extremas.
Son personas inmaduras emocionalmente, con poca capacidad de contactarse con el otro, centradas en sus necesidades. Incluso son valoradas socialmente -aclaran.
A esto hay que sumarle la habilidad para lograr mantener sus agresiones en secreto.
En su mayoría los pedofílicos son hombres, menos agresivos que los violadores; su edad fluctúa entre los 30 y 40 años; generalmente, de fuertes convicciones religiosas.
En general, son hombres débiles, inmaduros, solitarios y llenos de culpa .
La personalidad del agresor de mediana o mayor edad es de un individuo solitario y con dificultad para establecer relaciones heterosexuales normales, suele tener baja autoestima, con pocos recursos para enfrentar situaciones de estrés y frecuentemente abusa del alcohol y/o sustancias.
Por lo general, no presenta trastorno psicopatológico. De ahí la importancia que ante un caso de estos se pida sin MAYOR DILACIÓN la correspondiente evaluación psiquiátrica obligatoria.Sin embargo, se ha visto que dos tercios de los reclusos pedofílicos maduros llevaron a cabo esta conducta en momentos que sufrían de situaciones estresantes
El pedofílico puede llegar a sentirse culpable, pero no es capaz de detenerse porque adictivamente empieza a necesitar otros niños cerca suyo.
CAUSAS:
Poco se sabe de las causas, pero se dice que una de ellas es el aprendizaje de actitudes negativas hacia el sexo, como experiencias de abuso sexual durante la niñez, sentimientos de inseguridad y autoestima baja, con dificultad en relaciones personales, etc.; lo que facilita la relación adulto-niño. En cuanto al condicionamiento, éste no se extingue por condiciones gratificantes. Suelen tener padres a su vez dominantes y con ferreas creencias de clase y religiosas.
La mayoría de estos agresores niegan el abuso con vehemencia.
Suelen intentar a toda costa hacer ver que la madre o el menor abusado están locos, lo acosan... y
que el es la víctima
Esto unido al perfil que en muchas ocasiones tiene dentro del grupo social, resulta mas dificil para los ignorantes en la materia, apoyar la version de una madre, logicamente desbordada , angustiada y desesperada en todos los casos.
Sólo bajo evidencias legales y presión, algunos aceptan la acusación parcialmente, pero afirman que:
"no fue nada grave, nada de importancia".
"no le hice daño".
"la culpa fue suya".
Cuando se ven descubiertas gracias al informe psiquiátrico, o informe forense de las lesiones....suelen afirmar que lo sienten muchísimo, que nunca lo volverán a hacer, que ocurrió porque estaban borrachos o drogados.
Los agresores sexuales son muy convincentes, hasta tal punto que quizás hagan dudar seriamente del menor.
Pero recordemos que las niñas y niños no mienten sobre una cuestión tan grave, ya que poco o nada sabían sobre el sexo y su lenguaje.
A pesar del remordimiento que puedan sentirlos agresores sexuales, sabemos que suelen reincidir y repetir sus abusos, a no ser que intervenga alguien y los frene.
Prácticamente ninguno desistirá voluntariamente sino que necesitará una intervención judicial.
Instituto Europeo Campus Stellae

Área Violencia Doméstica y Maltrato
Formación-Becas-Asesoramiento
http://www.campus-stellae.com/

Testimonio de Lorena (2ª parte)

Testimonio de Lorena (2ª parte) Publicado por JoanMontane .
Otras veces, algún tiempo después, yo hacía mi tarea en la mesa del comedor y él llegaba de visita de rutina, como casi todas las mañanas. Se sentaba bien pegadito a mi silla. Mi mamá estaba de espaldas a la mesa, preparando el almuerzo, cortando, picando, trozando, lavando, mientras yo trataba de concentrarme en mis sumas, en mis oraciones, pero ese olor a… ¿sexo? No sé, sólo sabía que ese era su olor cuando tenía pretensiones conmigo. Ese olor empezaba a distraerme y me paralizaba; me quedaba quietita, como una estatua, procurando sólo toser o mover un poco más ruidosamente los lápices para que mi mamá no escuchara el ruido de su masturbación, ni el de su respiración. A veces, mi mamá se daba la vuelta y él continuaba con sus manos abajo, apoyado con los hombros en el filo de la mesa, su boca semiabierta y la lengua asomada, con cara de lobo sediento y hambriento, mientras yo hacía grandes esfuerzos para concentrarme en mi tarea, mientras mi corazón latía desbocado ante el temor de que mi mami lo advirtiera, ¡PERO NO!, ¡nunca advirtió nada!, hasta el punto que se sacaba el delantal y le pedía la gauchadita de cuidarme y ayudarme a terminar la tarea, mientras iba al centro de compras y volvía. Y se iba… ¡Siempre se fue! Entonces, mi pulso se aceleraba aun más, y aunque me aliviaba porque mi mamá no nos hubiera descubierto, temía por lo que vendría después. Sabía que tenía que dejar que las cosas pasaran, que era sólo un ratito. Cerraba los ojos y pasaba.

Me sentaba en la punta de la mesa y me penetraba. Yo no veía la hora para que terminara e irme corriendo al baño a lavarme. A veces dolía tanto que hasta llegaba a sangrar. A veces el olor era tan fuerte y nauseabundo que tenía que cambiarme la bombacha. Cuando al fin me dejaba, corría asustada a encerrarme en el baño. Me impregnaba con jabón para que nadie sintiera aquel olor cuando saliera de allí, siempre tratando de ocultar cualquier evidencia que pudiera develar aquel secreto… ¡¿por qué?!

Mis recuerdos más nítidos los ubico en aquellas mañanas en las que yo dormía… Escuchaba su chata llegar, escuchaba cómo entraba en casa. Entonces, yo me tapaba, aunque me muriera de calor. Me retorcía como un nudo, tratando de tapar cualquier hueco que quedara para entrar bajo el cubrecama… Sabía que vendría. Y así era. Antes que cualquier otra cosa, y como de costumbre, preguntaba por la chinita. Y mi mamá lo mandaba a despertar a la remolona. Oía cómo sus pasos se acercaban y en unos segundos se desbarataban todos mis esfuerzos con el cubrecama. Siempre encontraba el modo. Empezaba a deslizar su mano por mis piernas, mi pecho… Yo me hacía la dormida… ¡¿por qué?! ¿Por qué no me levantaba antes?, ¿por qué no gritaba?, ¿por qué no le miré a los ojos y lo corrí de mi cama?, ¿por qué no hice eso recién a los doce, a los catorce, a los quince?, ¿por qué no pude hacerlo antes?

Y acá lo más terrible que he debido afrontar: ¿disfrutaba? Era placer corporal, sensaciones desconocidas. La vida se me está yendo tratando de entender, de reconocerme como una criatura erógena, incapaz de distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal. Y es que ¿cómo podía estar mal algo que causaba tanto placer? Todavía hoy me cuesta encontrar respuestas. A pesar de toda la lógica y la racionalidad de mis años, sigo perdiéndome en el vacío. Si esto es así, ¿qué respuestas podía encontrar mi pobre niña?

¡Maldita sea! Siempre me dijeron que no comiera tantos caramelos porque se me caerían los dientes, pero nunca me dijeron que no dejara que me tocasen porque me arruinarían la vida.
Cuando advertí que aquello no era normal, ya era demasiado tarde. Él seguía insistiendo, aunque entonces ya podía hacer uso de buenas artimañas para esquivarlo, evitarlo, rechazarlo, correrlo… La última vez que intentó tocarme tendría yo alrededor de quince años, quizás. Pude pegarle una cachetada, mirarlo fijo a los ojos y advertirle que no volviera a intentarlo, que no se acercara más, porque todo el mundo sabría lo que me había hecho.
Imagino que seguirá viviendo con total impunidad, quién sabe si haciéndoles lo mismo que a mí a otras criaturas. Para todo el mundo fue lo mismo que esto saliera a la luz. Todos siguieron no estando, no viendo.

Y yo acá, tratando de reconstruirme desde otro lugar, desde otros afectos, otras emociones…; cometiendo errores, cayendo una y otra vez…, pero sigo en pie, buscando desesperadamente todos aquellos abrazos, el refugio y la protección que no tuve en su momento.
Duele. Este nuevo proceso es sumamente doloroso, pero estoy dispuesta a destapar y a dejar de evitar para que nunca más vuelva a dolerme. Ansío poder encontrarme con lo más hermoso y más espantoso que tengo dentro para elegir de una vez y para siempre aquello que me pertenece de verdad y con lo que quiero quedarme.

jueves, 4 de febrero de 2010

TESTIMONIO





Testimonio de Lorena (1ª parte) Publicado por JoanMontane domingo 31 de enero de 2010.



Llevo tiempo buscando la mejor manera de expresarme, intentando dar con la fórmula que me permita contar —y contarme— mi historia. Y debería ser así, porque, a decir verdad, nunca lo hice; sólo fui capaz de plasmar pequeños fragmentos en clave en aquel diario que guardaba celosamente en mi adolescencia; retazos de un pasado donde relataba cómo me habían cagado la vida, cómo aprendí desde tan pequeña a sentir aquel odio tan inmenso…

Vueltas y más vueltas, viendo mi historia como un ovillo al que no acierto a encontrarle un principio. Pero lo encontraré; sé que hoy es el día indicado para sentarme a escribirla, porque estoy abierta hacia adentro, porque me estoy mirando, porque estoy sensible a mí, porque llueve… y porque tengo ganas de que me abracen.

Hasta acá, siempre me he sabido abusada sexualmente, y en este nuevo proceso que he iniciado me estoy ocupando de las secuelas, de las consecuencias, aunque todavía me cuesta mucho empezar por donde debo; allá donde más duele. ¡Me cuesta tanto recordarme y reconocerme en esas situaciones! No me gusta hablar de ello; nunca he podido sacar fuera esos recuerdos que, como dagas encendidas, corren y queman las venas, las entrañas…

Algunas imágenes son muy fugaces, pero al mismo tiempo van acompañadas de sensaciones muy fieles e intensas, sensaciones que quedaron impregnadas en la piel y que me remiten a una muy corta edad, quizá a los tres o cuatro años, y que no me abandonan hasta los quince…, quizá dieciséis.

Mi tío, el marido de la hermana de mi madre, siempre cerca, siempre dispuesto para el cuidado de su sobrina. Siempre con una buena excusa, buscando la ocasión para estar solos.

Algunas de las imágenes más nítidas pertenecen a la época en la que me subía a su chata. Lo recuerdo mirándome con esos ojos grandes y negros…; esa boca grandota y sedienta; sus manos pesadas y ásperas; su respiración incitante, con aquel olor que aún hoy suelo reconocer. Me llevaba con él a comprar las cosas para el asado familiar; me invitaba a aprender a manejar, subiéndome sobre sus piernas, apretujada contra el volante y su abdomen. Mientras con carita de distraída yo me hacía la que disfrutaba de aprender a manejar, él me recorría con esas manazas tan grandes, tan pesadas, tan ásperas, tan feas… Me fregaba y respiraba profunda y asquerosamente en mi oído. ¡Metía sus grandes dedos en aquel lugar que era tan mío! Y me respiraba al oído… Lo siento hoy, aún lo siento; el ritmo de la respiración agitada y entrecortada, como un gruñido entre dientes… Yo no lloraba. Por aquel entonces, de niñita, no lloraba. Tampoco escapaba, ni gritaba, ni me asustaba…

Guardo imágenes de algunas tardes de mucho calor, de cómo mi mamá nos preparaba a mi hermana y a mí para que el tío nos llevara a la pileta. Por alguna extraña razón, mi hermana siempre se lo hacía venir bien para que me tocara entrar primero a la cabina de la chata y sentarme al lado del tío. Recuerdo a mi hermana sentada en la otra punta de la butaca, con la nariz pegada a la ventanilla y mirando hacia afuera. Y yo al lado de él, para que hiciera lo de siempre. Después, en el agua, cuando me tiraba del trampolín y caía, y él me agarraba, me sostenía, me tocaba…, y también me penetraba.

A veces, sólo a veces, no quería tirarme del trampolín…

También recuerdo escenas en el patio de mi casa, a plena luz del día. Veo gente deambulando por la casa, aunque no logro descifrar qué hacían, dónde estaban con exactitud cuando él me tocaba y hacía que lo tocara; dónde estaban cuando me sentaba entre sus piernas y me ponía de rodillas, obligándome a hacerle tantas cosas que aún hoy me resultan innombrables.

Asco. Recuerdo haber sentido mucho asco. Tener que sentir y soportar todo eso en mi boca, mientras sus manotas, sosteniéndome de la nuca, me empujaban hacia delante y hacia atrás. Y yo no sabía dónde estaba la gente.