domingo, 26 de mayo de 2013

LAS MÁSCARAS ANTE EL ABUSO SEXUAL INFANTIL


Una vez leí que el proceso de curación de las mujeres víctimas de abusos sexuales era como esas capas de agua que venden en bolsitas de plástico. Vienen bien dobladas y de tamaño muy reducido, pero una vez que las sacas, ya no hay forma de volverlas a guardar en su funda. Esto es lo que les ocurre a las mujeres que han sufrido abusos sexuales en su infancia y han acudido al taller de abusos sexuales e incesto, o han comenzado terapia individual en el espacio de Salud “Entre Nosotras”. Todas estas mujeres, desde pequeñas han aprendido a sobrevivir. Son supervivientes de un suceso traumático. Habitualmente lo han tenido que hacer solas, sin el apoyo de nadie, sin ninguna comprensión y con un miedo constante. Por ello, se tuvieron que inventar mil máscaras que les ayudaran a salir adelante. 

El ASI se refiere a cualquier conducta sexual mantenida entre dos personas (al menos una de ellas menor), entre las que existe una situación de desigualdad y en la que la menor es utilizada para la estimulación sexual de otra persona. Más que la diferencia de edad - factor, sin duda, fundamental que distorsiona toda posibilidad de relación libremente consentida - lo que define el abuso es la asimetría entre los implicados en la relación y la presencia de coacción (explícita o implícita) (López, 1997; Sosa y Capafons, 1996). Las conductas abusivas incluyen un contacto físico o supone la utilización del/la menor como objeto de estimulación sexual del agresor o incluso terceras personas, como cuando se utiliza a un/una niño/a para la producción de pornografía (Madansky, 1996). 

Los efectos de estas vivencias son desconcertantes; ¿Cómo puede una niña comprender que un “ser querido” en el que confiaban ciegamente, aquel que pensaban que les iba a dar amor, cariño, comprensión... es precisamente el que les está arrebatando la inocencia? 

No pueden. No hay modo de comprenderlo y por eso se lo esconden incluso a sí mismas, lo olvidan durante años, lo camuflan como si no hubiera pasado aunque en el fondo de su 

alma sí saben que ocurrió, lo desvirtúan pensando que quizás fueron ellas las malas que le provocaron, lo tergiversan pensando que tal vez, aquella marca con la que nacieron, era la señal de que eran ellas las culpables y no la persona que realmente estaba cometiendo el abuso, él, el único responsable. 

¿Cómo podría una niña ser la responsable? No comprendía lo que estaba pasando y tampoco entraban en su cabeza ciertos conceptos. Sin embargo, sí se sienten culpables. Se sienten culpables de algo imposible, pues eso les resulta más fácil de creer. Para ellas tiene más sentido pensar que eran malas a que su papá o el tío o quien fuera abusó de su confianza y de su poder. 

Estas niñas esconden los hechos, los camuflan, maquillan, desvirtúan... pero lo que no pueden hacer es esconder lo que sienten, esto sigue latiendo como el primer día, (sienten angustia, rabia inseguridad, miedo...) sólo que al ser camuflados, maquillados o desvirtuados los hechos, no aciertan a comprender sus emociones. 

Es por ello que aprenden a esconder el motivo del verdadero dolor, que al ser tan grande, no son capaces de afrontarlo directamente y se inventan mil artificios que les ayuden a sobrevivir. A este mecanismo de defensa lo llamamos MÁSCARAS. 

Normalmente estas máscaras son muy útiles en su infancia, pues son las únicas estrategias que una niña de su edad, con su nivel de desarrollo y madurez son capaces de utilizar. Son los recursos que tienen a su alcance. El problema es que frecuentemente, les acompañan a lo largo de sus vidas y acaban por utilizarlas en otros contextos. Es entonces, cuando en vez de protegerlas les perjudican. Otras veces, estas máscaras son verdaderas habilidades. 

Las máscaras y su función: 

Es muy frecuente que estas niñas desarrollen una sensibilidad suprema, no les queda más remedio, en medio de su campo de batalla han de estar atentas a todos los movimientos para prepararse ante el peligro. Es como cuando un animalillo que se siente acechado por el peligro. Entonces se inmoviliza y observa... Por eso, muchas de ellas, de mayores desarrollan profesiones de mucha sensibilidad, no es de extrañar que muchas sean músicas, actrices, fotógrafas, bailarinas... 

También es habitual que permanezcan en medio del caos donde han crecido. Pues a pesar de todo, es en el caos donde se saben desenvolver, donde se han criado. Es fácil encontrar supervivientes que viven en un completo caos económico, laboral, amoroso... que sus relaciones se basan en lo que han vivido de pequeñas: en la asimetría de poder, en la sumisión, en las relaciones adictivas. También puede ocurrir que cuando una relación les empieza a ir bien, por miedo al acercamiento, hagan todo lo posible para que esto se rompa y así evitar el peligro, que es lo que les enseñó en su niñez una persona “muy cercana”, su agresor. 

O todo lo contrario, que necesiten el más estricto orden y perfección en su vida como forma de contrarrestar todo lo vivido en su infancia. Recuerdo a una mujer que incluso marcaba con una etiqueta la prenda que iba en cada percha. 

Otra máscara común con la que se camuflan es la de dar apariencia de autónomas, tienen pánico al acercamiento, una vez alguien se acercó demasiado, alguien que supuestamente “iba a darle todo para ella y que lo único que quería era todo para él”. Por eso han aprendido a desconfiar de las demás personas tras la máscara de la autosuficiencia y la independencia. Esto puede pasar tanto con las amistades como con las figuras de autoridad. En este caso nunca irían a preguntar una duda, y no es porque no la tuvieran, sino porque en su momento, una figura de autoridad abusó de ella. Ya no distinguen entre los tipos de relaciones, confunden las relaciones de amistad con las de sexualidad, las de autoridad con las de autoritarismo...

¿Qué ocurre cuando empiezan la terapia? Hasta ahora estaban protegidas bajo todas estas capas, y aunque no eran felices, sabían donde estaban las cosas. Como decía al principio, hasta ahora, las capas de agua estaban plegadas dentro de sus bolsitas, pero cuando acuden al Centro es porque ya han comenzado a sacar esa capa de su lugar, todo se tambalea y remueve. Y al llegar a terapia comienzan a darse cuenta de todas sus máscaras, de todas sus “trampas” y se van quitando capas hasta verse realmente por dentro. 

Este es un proceso muy doloroso, ésta es la fase más dura de la curación, porque en este momento no tienen defensas, se han quitado sus máscaras protectoras y se sienten desnudas y todavía no han creado nuevas capas, fuertes y seguras. Es muy frecuente oírlas decir que aquellas que eran antes ya no les gustan, pero que todavía no saben quiénes son ahora. Es una fase que genera mucha incertidumbre pero que una vez 

que la pasan ya sólo les queda ir encontrando su verdadero YO, sin la cáscara opresora que no les deja crecer. 

¿Cómo trabajamos el abuso sexual infantil e incesto en AMS? La primera vez que una mujer víctima de Abusos Sexuales en su infancia llega al Centro, lo primero que hace es una entrevista con una de las psicólogas para evaluar su estado actual, y hacer un recorrido por su historia de vida. Tras esta primera toma de contacto, comenzará la Terapia Individual. 

La terapeuta es un modelo positivo que va guiando la terapia hacia una serie de objetivos, pero son las mujeres las que van tomando un papel activo por medio de tareas y ejercicios para así fijar su atención en sí mismas y en sus necesidades para promover la adquisición del poder y el control de sus vidas. 

Durante todo el proceso es muy importante generar un clima de confianza donde ellas puedan expresarse sin temor a ser castigadas o criticadas, donde puedan comenzar a verbalizar aquello que nunca pudieron; Ponerle nombre a sus miedos y emociones... 

Lo primero que se hace en Terapia Individual es explorar el grado de conciencia del abuso vivido ¿Qué recuerda?, ¿Cómo lo interpreta?, ¿Qué efectos cree ella que ha tenido en su vida actual?, ¿Alguna vez lo contó?... Así se establece la línea base de la que partimos. 

Más adelante se perfila su definición de ASI, se explican los mitos y distorsiones que hace que al agresor y a sus conductas abusivas se le quiten importancia y gravedad para echar la culpa a las niñas que fueron. 

Una vez que éstos términos están aclarados se comienzan a analizar los efectos que en su vida ha tenido el ASI y por qué es tan frecuente que sean ciertas áreas de sus vidas las que quedan dañadas. Y más adelante, se analizan todos aquellos comportamientos que han protegido a la niña de tanto dolor: “las máscaras”. Todas ellas han sido útiles en un momento dado, probablemente le han servido para protegerse del verdadero daño, que hubiera sido más devastador. Sin embargo, ahora se propone cambiarlo por conductas más adaptativas. 

Desde el momento que rompe el silencio y con ayuda de su terapeuta, se comienzan a ubicar responsabilidades donde corresponde. Pues hasta ahora. 

“Los adultos se quedaban con todo el placer y las niñas con toda la culpa”. 

Se trabaja sobre el dolor, la ira, la vergüenza y se promueve la elaboración del duelo para que poco a poco vayan sintonizando con la niña que fueron. 

Uno de los objetivos de la Terapia Individual es preparar a cada mujer para su inclusión posterior en uno de los talleres específicos, el de Abusos Sexuales e Incesto. 

El taller en “Mujeres para la salud” es clave para comprobar que lo suyo no fue un problema aislado e individual, sino que el Abuso Sexual Infantil y el Incesto son un problema con base social, ubicado en un contexto androcéntrico. Donde los hombres ostentan el poder y hacen uso de su fuerza para su propio beneficio, a costa del respeto y la integridad de las niñas. 

En grupo, se vuelve a hacer un análisis de los efectos y mecanismos de defensa, pero ahora se tiene la oportunidad de compartirlo con otras mujeres que han pasado por situaciones similares. Continúan quebrantando la pesada “Ley del Silencio” y se cuestionan sus sentimientos de estigmatización. Sin saberlo, están siendo protagonistas de la ruptura del círculo de la violencia. 

El apoyo del grupo es de vital importancia, se promueve un clima exento de crítica y lleno de aceptación y comprensión. Y así a lo largo de 6 meses van elaborando sus historias y secuelas, sugiriendo nuevos cambios y actitudes, para ir poco a poco elaborando un modelo personal de vida más sano. 

Una vez que se han roto el silencio y que van entendiendo su historia de vida, es frecuente que necesiten confrontar a sus abusadores y/o que necesiten expresar a otras personas, habitualmente sus madres, el por qué de sus comportamientos y vivencias. 

Durante todo el proceso y de forma transversal se va haciendo hincapié en que comprueben que cada una de ellas es importante. Todas ellas, desde su llegada al Centro ya demuestran que son fuertes, pues han sido capaces de atravesar una situación 

traumática y sobrevivir durante todos estos años. Todas ellas son un modelo de aprendizaje: son un ejemplo de lucha y superación. 

Por eso, desde aquí, les agradezco todo lo que con ellas estoy aprendiendo y ktodo lo que ellas me han enseñado. Con toda mi admiración y respeto os doy las gracias.

ROCÍO CARMONA

La delgada línea que divide la protección del castigo

La delgada línea que divide la protección del castigo
Cuando descubrimos que un niño o niña está siendo abusado o maltratado en alguna forma por sus padres o uno de ellos, algunos inmediatamente piensan que es necesario sacar al pequeño de ese núcleo y entregarlo a un hogar temporal, ya sea para que espere ser adoptado o bien para que se realicen las investigaciones pertinentes y se decida más adelante qué se va a hacer con ese pequeño. Desafortunadamente algunos tienen el poder de hacer esto y no sólo pensarlo.
Éste es un tema delicado y muy difícil porque sí, efectivamente, lo urgente es proteger al pequeño y detener el abuso inmediatamente. En algunos casos, quizá en los menos ésta sea la mejor manera de proceder para salvaguardar al pequeño pero ésta debería ser una medida extrema tomada sólo cuando se ha analizado a profundidad la problemática y no se halla mejor opción.
Una de las razones por las que los niños y niñas callan es el miedo a perder a su familia. Algunos lo piensan por sí solos, a otros se los advierte el agresor.
“Si digo algo mi mamá ya no me va a querer”. “Si lo digo mi papá va a matar a mi mamá”. “Si lo digo me echarán de casa”. “Si lo digo mi familia va a ser destruida”. Y catapúm… lo dice o alguien lo indaga y su peor pesadilla se hace realidad. Las autoridades intervienen y el niño o niña es arrancado de su hogar, el único universo que conoce, y es colocado en un hogar temporal que con mucha frecuencia no es un lugar cálido y protector donde el pequeño encuentre el amor y la seguridad que tanta falta le hace.

Algunos niños pasan años en hogares temporales esperando una adopción que nunca ocurre. Otros son adoptado y regresados como mercancía defectuosa más de una vez y claro, que ante tanto rechazo y no encontrar lo que buscan, ese universo que conocían y por obscuro que fuera era el único que tenían, su carácter se va deformando y van siendo más rebeldes, o retraídos, o violentos, o suicidas, o depresivos, o cualquier otra expresión de pérdida e inseguridad que los hace cada vez más proclives a ser rechazados. Otros más van a hogares donde sufren peores maltratos y algunos encuentran la muerte en esos hogares donde presuntamente se les está protegiendo de sus progenitores. De cualquier forma, para la mayoría de estos niños la vida va de un infierno a otro y a otro y a otro.

El primer mensaje que se debe dar a un niño o niña que sufre cualquier forma de maltrato es “tú no eres el culpable”. Al no ser culpable, no debe ser castigado, por tanto no debe ser arrancado de su hogar, apartado de su familia, arrancado de su entorno. Se debe de extirpar al culpable o a los culpables, no a las víctimas. Muchas veces las madres que fallan en proteger a sus hijos son a su vez víctimas del mismo agresor. Es importante determinar en qué casos la madre es también una víctima y luego de quitar al victimario de la escena, es necesario iniciar un programa que empodere a la madre y le dé las herramientas para protegerse y proteger a sus hijos, que le permita recuperar su autoestima y encontrar los medios para alcanzar la autonomía. A la vez, ese programa debe comprender la restauración del lazo madre-hijo(a) para que juntos puedan sanar las heridas del maltrato y fortalecer su relación que tanta falta hace al niño o niña.
Únicamente cuando se comprueba que ambos padres son agresores se debe recurrir a separar a los pequeños de sus padres pero en estos casos se debe buscar la opción de entregarlos en custodia a un adulto cercano, protector y amoroso de los niños, como pueden ser los abuelos, tíos, padrinos, algún hermano mayor de edad que reúnas las condiciones para poder hacerse cargo del pequeño. Sólo cuando no hay nadie cercano al niño o niña que pueda asumir la custodia, entonces se debería recurrir a los hogares temporales y si fuera necesario, a la adopción; pues por mucho que esta decisión se tome en el mejor interés del pequeño, para él o ella, esta medida representa el castigo a su incapacidad de guardar el secreto y la reafirmación de su profundamente arraigada idea de que él o ella es el responsable del abuso. 

Cony Díaz.