martes, 31 de enero de 2012

ENTENDIENDO QUE NO FUE TU CULPA




Cada sobreviviente que he conocido ha lidiado con la culpa, con la horrible sensación de que había algo mal muy en el fondo de ella(él)que causo el abuso.
A pesar de que esa idea es universalmente sostenida(Laura  Davis)he hablado con miles de sobrevivientes y todavía no he conocido a ninguno que haya sido culpable de haber sido abusado sexualmente.




Hay muchas razones por las que los niños y niñas (y más tarde adultos sobrevivientes) se consideran a sí mismos responsables. El abusador podría haberte dicho que fue tu culpa. Otros adultos podrían haber reforzado esta idea. Si tú lo dijiste, pudiste ser culpado o castigado. Tu religión podría haber hablado de pecado, infierno y condenación. Si el abuso tuvo lugar en tu familia, era menos doloroso culparte que aceptar la realidad de tu situación que los adultos que se suponía que te deberían amar y respetar estaban tratando de lastimarte. Si tú creías que el abuso fue tu culpa, al menos tú podías mantener la ilusión de que había algo que tú podías detenerlo.



Hay ciertas circunstancias que hacen a los sobrevivientes sentirse aun más responsables por el abuso. Si tu cuerpo respondió a la estimulación, si tú experimentaste placer sexual o disfrutaste la cercanía que viene aparejada con el abuso, tú pudiste tomar estas cosas como prueba de que realmente fue tu culpa. Si no dijiste no, buscaste la atención, fuiste abusada(o) por un hermano que era sólo un poco mayor que tú, o tú eras mayor, puedes sentir particular vergüenza. Y si tú eres un hombre, tienes que lidiar con los mitos adicionales de que los hombres no son víctimas y que tú tuviste “suerte” de ser iniciado sexualmente a temprana edad.



Pero incluso si tú experimentaste todo esto, no significa que el abuso sea tu culpa. Nunca está justificado que una persona más poderosa tome ventaja de la vulnerabilidad, ingenuidad, curiosidad o necesidad de atención de una persona más joven. El abuso sexual nunca es responsabilidad del menor. Siempre es responsabilidad del adulto.
Los ejercicios en este capítulo están diseñados para ayudarte a entender por qué el abuso no fue tu culpa. Identificarás las razones por las que te sientes responsable por el abuso y encontrarás información que desacredita esas razones. Serás enviada(o) en un viaje de campo a observar niños y niñas y adolescentes de la edad que tú tenías cuando comenzó el abuso y tendrás la oportunidad de investigar en tu propia infancia la evidencia de tu vulnerabilidad e inocencia. Un proyecto de arte te ayudará a entrar en contacto con el niño(a) que todavía vive dentro de ti y el ejercicio escrito final te requerirá acercarte a un pequeño(a) que hoy se siente responsable y avergonzado.



DEJANDO LA VERGÜENZA



Antes de que dejes de sentir vergüenza, debes reconocerla, nombrarla y ponerla frente a ti a plena luz de día. Cuando mantienes la vergüenza en secreto, gana poder sobre ti. Aún te sigues sintiendo tan avergonzada(o) como para decírselo a alguien porque piensas que el abuso fue tu culpa. Pero admitir la culpa es el primer paso para debilitar su poder.

El siguiente ejercicio se divide en dos partes. La primera te pide que identifiques las razones por las que te culpas tú misma(o) por el abuso; la segunda requiere que reúnas información para negar esas razones. Contestar las preguntas de la primera sección puede generarte intensos sentimientos de vergüenza y odio a ti misma(o). Es importante que cuentes esos sentimientos para completar las afirmaciones más positivas de la segunda sección. Trata de completar ambas partes a la vez.




IDENTIFICANDO LA VERGÜENZA ESCONDIDA



Completa las siguientes afirmaciones. No dudes ni censures tus respuestas. Anota la primera cosa que venga a tu mente. (Siéntete libre de usar cualquiera de los ejemplos con los que te identifiques.
Realmente fue mi culpa porque seguí yendo por más. Yo fui quien pidió un masaje en la espalda. Realmente fue mi culpa porque tuve un orgasmo. Debí quererlo. Realmente fue mi culpa porque nunca dije no. Realmente fue mi culpa porque sólo era mi hermano y era sólo un año mayor que yo. (Para mujeres) Realmente fue mi culpa porque mi padre dijo que era una ramera. Él me dijo que yo quería. (Para hombres) Realmente fue mi culpa porque tuve una erección. Debe haberse sentido bien para mí.

Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… REMPLAZANDO LA VERGÜENZA CON LA REALIDAD




Una persona que te dé un buen apoyo te dirá inmediatamente que el abuso sexual no fue tu culpa. Una persona que te dé un gran apoyo te dirá porque no fue tu culpa. Si tú empiezas con un entendimiento intelectual de porque tú no fuiste culpable, ese entendimiento a menudo comienza a infiltrar y remplazar las creencias falsas que cargas. Tu sentido de vergüenza es gradualmente aliviado y empiezas a darte cuenta, en lo profundo de tu ser, de que tú realmente no fuiste culpable.




Regresa a “las razones por las que fue mi culpa” que acabas de anotar. Para cada razón, escribe una refutación correspondiente (ve los ejemplos siguientes). Si tú no puedes pensar en nada que escribir, habla con otros sobrevivientes. Lee El Coraje de Sanar. Lee otros libros acerca de sanar el abuso sexual infantil. Pídele a tu terapeuta que te lo explique. Si no tienes un terapeuta, ¿qué crees que te diría un buen consejero? Este es un proyecto de investigación. Es tu trabajo traer los hechos y la información que contradiga tus razones para culparte a ti misma(o).




Cuando hayas terminado tu investigación, anota las razones abajo. Incluso si tú no crees en ellas al inicio, anótalas de todas formas. Poner la verdad sobre papel es el primer paso para remplazar una falsa creencia con una verdadera.



No fue mi culpa porque los niños necesitan atención y afecto para sobrevivir. El sexo con mi abuelo fue el único contacto que estuvo disponible para mí. Es por eso que yo volvía por más. No fue mi culpa porque mi cuerpo respondió. Mi cuerpo hizo lo que se supone que debe hacer. No fue mi culpa. No fue mi culpa porque nunca me enseñaron a decir NO. Nadie en mi familia nunca me enseñó que está bien establecer límites o decir NO. No fue mi culpa porque mi hermano era mayor y más fuerte que yo. Él tenía mucho más poder que yo en la familia. Yo lo miraba y quería hacer lo que fuera para complacerlo. Cuando tú tienes 12 y tu hermano 13, un año es una gran diferencia. (Para mujeres) No fue mi culpa porque mi padre estaba equivocado. Yo era una niña inocente.




Él me llamó ramera para justificar su conducta enferma. (Para hombres) No fue mi culpa porque se supone que los penes responden al tacto. Yo tuve una erección porque mi abusador me estimuló sexualmente, no porque yo quisiera ser abusado.




No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque…




COSAS PARA REFLEXIONAR:

¿Qué fue más difícil para mí, la primera o la segunda parte del ejercicio? ¿Por qué? ¿qué respuesta me resultó la más vergonzosa en la primera parte? ¿Qué respuestas fueron las más difíciles de contar? ¿Creo en las cosas que escribí en la segunda parte de este ejercicio? Si no, ¿Qué me ayudaría a hacerlo?

OBSERVANDO NIÑOS Y NIÑAS

Muchos sobrevivientes creen que son culpables porque ellos piensan que debieron hacer algo para detener el abuso. Esto es porque muchos sobrevivientes no están familiarizados con qué tan vulnerables son los niños y niñas. Tienen una idea no realista de la habilidad de los niños para protegerse a sí mismos. La mejor manera para ganar una perspectiva adecuada es observar a los niños y niñas.
Ve a un lugar donde puedas observar niños y niñas que sean de la edad que tenías (o crees haber tenido) cuando el abuso comenzó. Si tú eras un bebé, ve a una guardería. Si tú tenías 4 años, ve a prescolar. Si tenías 9 años, observa a un grupo de estudiantes de cuarto grado en el recreo. Y si tú eras adolescente, acude a un centro comercial. Si tienes hijos propios, retrocede y obsérvalos con una mirada escudriñadora.




Conforme observas, mira cuidadosamente. Físicamente, ¿Qué tan grandes son los niños y niñas? ¿Cómo suenan sus voces? ¿Cómo se comunican? ¿De qué hablan? ¿En qué se interesan? Si son chicos y chicas mayores, mira la vulnerabilidad encubierta en su aparente madurez. ¿Cómo interactúan con sus pares? ¿Con otros adultos? ¿Crees que estos chicos y chicas quieren tener sexo con adultos? ¿Puedes ver que ellos pueden ser fácilmente manipulados? Si encuentras que alguno de ellos está siendo abusado, ¿pensarías que él o ella se lo merecen?


Anota tus observaciones.

COSAS PARA REFLEXIONAR:


¿Cómo pensaba antes que eran los chicos y chicas antes de hacer mis observaciones? ¿Mis expectativas eran realistas? Si no, ¿Por qué no? ¿Cómo cambiaron mi perspectiva mis observaciones? ¿Este ejercicio influyó mis propios sentimientos de vergüenza y responsabilidad en alguna forma? Si sí, ¿cómo?

Espera el ejercicio acerca de EVIDENCIA DE NIÑEZ
Tomado de El Coraje de Sanar, libro de ejercicios de Laura Davis.




jueves, 26 de enero de 2012

Rescatar al niño interior por Alice Miller

El Mundo de los ASI



La burla, la desatención, los cachetes, el abuso físico… En mayor o menor medida, todos hemos sido víctimas de la violencia de los adultos cuando éramos niños.
Encontrar a alguien que nos escuche con empatía y admitir que sufrimos ese maltrato sin sentirnos culpables permite sanar nuestra infancia y nuestro presente, y evitar que se repita la historia.
Desde la publicación de mi libro El drama del niño dotado, en 1979, he recibido con regularidad cartas de lectores que me cuentan la historia de su infancia y me formulan muchas preguntas al respecto. A menudo he sentido la necesidad de responder a estos valiosos relatos de vida y he lamentado mucho no poder satisfacer esa necesidad, sobre todo por limitaciones de tiempo.
También deseaba compartir estos testimonios, estos informes de víctimas de abuso infantil, pero esa posibilidad me estaba vedada por el carácter confidencial de esos textos. En 2005 empecé a publicar en mi web (www.alice-miller.com) con permiso de los autores, las cartas de interés general y mis respectivas respuestas. Estas cartas hablan de los sufrimientos, a menudo inimaginables, de personas maltratadas en la infancia que, a pesar de años de terapia, nunca fueron conscientes de ese maltrato. Padecían numerosas enfermedades, se acusaban de la crueldad que tenían que soportar y sólo cuando leyeron mis libros pudieron sentir, con alivio y por primera vez, el sufrimiento de su infancia. Algunas encontraron allí la clave para comprender toda su vida y con ello dejar atrás sus pánicos, depresiones y adicciones.
Estas personas, como es comprensible, se encuentran ante muchas preguntas que hasta ahora habían evitado. Mis respuestas a tales preguntas tratan, en esta nueva situación, de ayudarles a hallar orientación y a personas que, como testigos empáticos y con conocimiento de causa, las asistan en la mejor utilización posible del conocimiento que han adquirido sobre sí mismos.
ACOMPAÑARLOS EN EL PROCESO
Los seres humanos que en su infancia fueron objeto de maltrato encuentran así una tribuna que les permite expresarse libremente y, juntos, buscar la manera de liberarse de las consecuencias de los abusos padecidos.No podemos resolver los efectos del maltrato en terapias que eluden los hechos y se limitan al análisis de las realidades psíquicas. Pero podemos liberarnos de las consecuencias si estamos preparados para afrontar emocionalmente la verdad de nuestra infancia, renunciar a la negación de nuestro sufrimiento y desarrollar empatía con el niño que fuimos y entender así las razones de nuestros miedos.
De esa manera, nos liberamos de los miedos y los sentimientos de culpa con los que cargamos desde la más tierna infancia. Gracias al conocimiento de nuestra historia y nuestros sentimientos, llegamos a conocer a las personas que somos y aprendemos a darnos lo que vitalmente necesitamos pero nunca recibimos de nuestros padres: amor y respeto. Éste es el gran objetivo de la terapia de desvelamiento: las heridas pueden cicatrizar si se les presta atención y se las toma en serio, pero es preciso no negar la existencia de las cicatrices.
Lo que daba por supuesto cuando escribí mis libros posteriores se vio completamente confirmado por las cartas de los lectores: no sólo un grupo reducido de personas tiene el alma herida por vejaciones infantiles, sino la mayoría de la población mundial. Sin embargo, únicamente unas pocas de sean tomar conciencia de ello, porque el miedo a la antigua impotencia del niño golpeado impide ese conocimiento. Por eso doy por supuesto que a todos nosotros, con muy pocas excepciones, nos castigaron en la infancia, y en muchos casos muy pronto, como expongo en mi libro Por tu propio bien.
Un niño al que se le ha pegado anticipa el castigo por cualquier expresión de descontento o de malestar. Esta ansiedad puede permanecer inconsciente (porque sus causas nunca fueron desveladas y procesadas), pero operar de modo muy efectivo acompañando a los individuos durante toda la vida y determinando todo su comportamiento.
LA TERAPIA QUE FUNCIONA
Digo que una terapia “desvela” cuando ayuda a los sujetos –con la colaboración de los sentimientos de la vigilia y los sueños– a conocer su dolorosa historia infantil reprimida para que no vuelvan a temer los peligros que les acechaban de verdad durante la infancia y que ahora ya no representan una amenaza. Entonces se acaba para los pacientes la necesidad de temer y repetir inconscientemente lo que les ocurrió en su más tierna infancia, porque ahora conocen la realidad de aquella edad y pueden reaccionar a ella con rabia y con tristeza en presencia del terapeuta como su testigo empático. Dejan de despreciarse, dejan de acusarse y hacerse daño mediante todo tipo de adicciones, porque son capaces de desarrollar empatía con el niño que sufrió gravemente a causa de la conducta de sus padres. Si más tarde en la vida de estos adultos se presentan peligros, estarán mejor preparados para afrontarlos porque comprenderán mejor sus antiguos miedos.
Esta manera de proceder se diferencia de otras formas de tratamiento que implican practicar una nueva conducta o mejorar el bienestar personal (mediante yoga, meditación, pensamiento positivo). En estos casos, se deja de lado el problema de la infancia.
A mi juicio, el miedo a este problema se remonta al miedo de los niños que han sido castigados, al miedo al próximo golpe, si es que se atreven a reconocer la crueldad de sus padres. Y este miedo es tan dominante que mucha gente ha tenido que criarse soportando castigos (psicológicos, pero sobre todo físicos, que aún se consideran inocuos y necesarios) sin posibilidad de defenderse.
DESCUBRIR LA VERDAD
Esto también puede verse en el psicoanálisis, que hasta hoy elude los abusos sufridos en la infancia, cierra los ojos ante ellos. Sus teorías se construyeron sobre la base de este miedo a los padres. Por eso, tanto los pacientes como los analistas permanecen, a veces durante décadas, atrapados en un laberinto de ideas y tienen sentimientos de culpa por haber hecho supuestamente tan difícil a sus padres comprender al niño “problemático” que fueron. A menudo no saben, y tal vez nunca lo descubran, que fueron niños severamente maltratados.
Que un terapeuta haga posible este conocimiento depende de qué sepa de su propia infancia. La sección FAQ de mi página web puede orientar a la persona que busca al terapeuta adecuado.
LUZ SOBRE EL MALTRATO – QUÉ SE CONSIDERA MALTRATO
Las humillaciones, zurras en el culo, golpes, bofetadas, traiciones, abusos sexuales, mofas, burlas, desatenciones… todas son formas de maltrato, porque dañan la integridad y dignidad de un niño, aunque sus consecuencias no sean visibles inmediatamente. Como adultos, la mayoría de los niños maltratados sufrirán (y permitirán que otros sufran) por estos daños.
CÓMO AFECTA AL CEREBRO
Casi todos los niños reciben algún cachete durante sus tres primeros años de vida, cuando empiezan a caminar y a tocar objetos que no pueden ser tocados. Esto sucede precisamente en un periodo en que el cerebro humano construye su estructura y, por lo tanto, debería interiorizar amabilidad, sinceridad y amor, pero en ningún caso crueldad y engaño.
UN CÍRCULO VICIOSO
Los niños maltratados asimilan muy rápidamente la violencia que soportaron, y pueden incluso idealizarla y aplicarla después en su función de padres al creer que merecían esos castigos y que fueron golpeados por amor. No saben que la única razón para el maltrato que tuvieron que soportar es que sus propios padres recibieron y aprendieron la violencia sin ser capaces de ponerla en cuestión. Más adelante, los adultos que fueron niños maltratados expresan violencia sobre sus hijos y sienten gratitud hacia unos padres que los maltrataron cuando eran pequeños e indefensos.
PROTEGERSE MEDIANTE EL OLVIDO
Esta inversión de papeles, idolatrar al maltratador y culpar a la víctima, se ve reforzada por un mecanismo de defensa característico: el olvido. El niño que crece en un entorno abusivo tiene prohibido expresarse a sí mismo y expresar su rabia. Como soportar ese dolor a solas es demasiado duro para él, se ve forzado a olvidar sus sentimientos, a reprimir los recuerdos traumáticos y a idealizar a quienes son realmente los autores de esos abusos. Aprenden a no recordar como medida de defensa.
SE ALMACENA EN EL CUERPO
Las experiencias traumáticas que se reprimen encuentran su forma de expresión en el cuerpo. De forma inconsciente, la tensión se acumula y tarde o temprano sale a la luz en forma de angustia, ansiedad y de enfermedades psicosomáticas. El cuerpo del adulto puede manifestar ese episodio de violencia que sufrió de niño y que no ha sido capaz de expresar de manera consciente porque no se atreve a acusar a sus padres.
ENCONTRAR AYUDA
Para superar esta situación, el adulto que fue un niño maltratado debe contar con la escucha empática de una persona que le ayude a tomar conciencia de lo que su cuerpo ya sabe. Una persona que ya haya tenido éxito en recorrer ese camino por sí misma porque ya tuvo la oportunidad de encontrarse con alguien que le ayudara. La persona maltratada tiene que saber que son los demás los que fallaron, y no ella.
UN CAMBIO SOCIAL
El hecho de que socialmente todavía sea tolerado el castigo infantil y la violencia contra los niños, aunque sea en forma de “cachetes disciplinarios” y bajo la excusa de que es “por su bien”, no hace más que perpetuar la rueda de la violencia generación tras generación. El día en que admitamos que cualquier forma de violencia es intolerable y la sociedad deje de amparar a los adultos frente a los niños, se habrá abierto un camino hacia la paz.
Fuente:Alice Miller publicado en “Mente Sana”
www.alice-miller.com


LOS NIÑOS, LOS GRANDES OLVIDADOS DE LA JUSTICIA.


Hace unos meses se público una nueva estadística, entre el 15 y el 20% de los niños en España menores de 16 años, sufren abusos en el ámbito familiar, y por ser ese el ámbito del delito se convierte en un tema tabú. La publicación de estos datos durante el mes de agosto, parece ser que también obedece a esa oscuridad que rodean estos hechos. Los abusos sexuales dentro de la familia es algo que la sociedad no quiere ver, son niños que un padre, un tío, un primo o un abuelo les mata la inocencia quedando paralizados por el miedo, por ello es difícil que exista una denuncia, que sean creídos y que además puedan enfrentarse a un juicio con pruebas, que permitan una condena.

El abusador hace ver que la víctima es su tesoro y que es un secreto que tiene que llevar. No se habla, no se dice, no se comenta. En la mayoría de los casos, la víctima se anima a contarlo cuando llega a los 35 o 40 años, fechas que para entonces, dichos delitos se encuentran en la mayoría de los casos prescritos, y sino, con tal carencia de pruebas que dificultan una condena al abusador. A veces cuando el niño se atreve a contárselo a su madre, ésta lo suele negar, ya porque ella misma sea víctima de malos tratos o porque supone una intervención, la judicial, que destruye a la familia y crea un estigma social.

El año 2010, ultima estadística con la que se cuenta, se pusieron 3.500 denuncias por presuntos abusos a menores, pero se entiende que éstas no suponen ni el 10% de los casos que se producen. La falta de pruebas hace que muchas de estas denuncias se archiven, al cometerse los hechos dentro de la intimidad del entorno familiar; de puertas para dentro.

En este país, estamos mucho mas concienciados con los problemas de la violencia de genero aunque quede mucho por hacer, sin embargo no existe esa conciencia en la violencia sobre los niños. Al año sabemos que entre 60 u 80 mujeres mueren en manos de sus parejas, por esa violencia de género, sin embargo no se dice, no se publica, no es objeto de información ni de tratamiento legal especial la violencia contra los niños, cuando al menos uno de ellos muere al mes fruto de esos abusos, fruto de la violencia contra los más débiles, los grandes olvidados de la Justicia.

La infancia es el mayor tesoro de un adulto. Momento en el que nos hacemos personas, el génesis de nuestro desarrollo como personas. Una infancia alimentada por la violencia, no puede ocasionar mas que trastornos en la personalidad del adulto, porque le robaron uno de los elementos esenciales de la persona: LA INOCENCIA.

¿La propia familia puede ser el mayor enemigo del niño?

Dejo esta pregunta sin respuesta, todos hemos sido niños, e incluso algunos a veces nos gustaría volver a ese estado de inocencia y de paz, donde todo es mucho mas fácil. Para algunos, o muy difícil para otros.

http://manuylavida.blogspot.com/2012/01/los-ninos-los-grandes-olvidados-de-la_20.html 

lunes, 23 de enero de 2012

Alarmante: 1500 niños fueron atendidos por sufrir abuso sexual en el 2011


Alarmante: en el 2011 casi 1500 niños fueron atendidos por sufrir abuso sexual en el Perú
Alarmante: en el 2011 casi 1500 niños fueron atendidos por sufrir abuso sexual en el Perú
Los niños asumen conductas que pueden ayudar a los padres de familia a identificar un posible abusador.
Según cifras del Módulo de Atención al Maltrato Infantil (MAMIS), del Ministerio de Salud, en el 2011 se han atendido 1493 casos por abuso sexual, a nivel nacional. Es decir, que la cifra aumentó respecto del 2010, año en que se registraron1395 casos por este mismo motivo.
 
Giovany Rivera, jefa del departamento de psiquiatría infantil del Hospital Víctor Larco Herrera, recomendó a los padres supervisar las actividades de sus hijos, aun siendo adolescentes, pues “si bien a esta edad quieren ser independientes, eso no significa que los padres estén ajenos a los lugares donde asisten y a las personas que los acompañan”.
 
La doctora agrega que a pesar de que la persona destinada para quedarse con los niños, sea “de confianza”, esta debe ser monitoreada, pues son los familiares más cercanos, los que suelen ser los abusadores de los menores.
 
Desde su punto de vista, los niños asumen conductas que pueden ayudar a los padres de familia a identificar un posible abusador o simplemente, alguien con quien ellos no se sienten cómodos.
 
Por ello, la doctora Rivera recomienda observar si el pequeño siente miedo o manifiesta alguna señal de rechazo que no tiene empatía con alguien. “Si es bien tratado y bien querido, el menor se va a querer quedar con esa persona, sin mayor dificultad”, explica la especialista.
 
Algunos padres de familia piensan que el abuso sexual es vergonzoso y que es mejor quedarse callados. Ante ello, la especialista indica que, aunque el trabajo es duro, sí es posible rehabilitar a un menor que ha sido víctima de abuso.
 
“Todo depende de la colaboración de la familia, quienes muchas veces, lejos de brindar un apoyo, inciden en el tema de la culpa y el abandono”, explica. A ello hay que sumarle la capacidad de superar los obstáculos de las víctimas (resilencia) y la terapia psicológica.

miércoles, 18 de enero de 2012

El SAP la coartada para los pedófilos ante los Tribunales de Familia en España y Argentina


Coartada para pedofilos


El Sindrome de Alienación Parental (SAP) es el invento de un oficial del ejército estadounidense, Richard Garner, que a la vez sostiene y defiende que los niños y niñas pueden ser iniciados sexualmente por sus padres o madres.

Un gran defensor de los Derechos Humanos y  que encabeza la lucha contra el SAP, es el magistrado Rozanski.

Sin embargo, este conjunto de síntomas que indicarían que los menores mienten “alienados” por sus madres es una herramienta de uso común en los juzgados argentinos tanto en casos de abuso sexual como en divorcios contenciosos.

Sus principales defensores son los mismos que reivindican la figura tradicional de la familia –aun a costa del maltrato– y las asociaciones de padres autodenominados “alejados de sus hijos” que reaccionan de la manera más retrógrada frente a los avances en el conocimiento y las sanciones del abuso sexual.

El recurso al SAP –cuya formulación indica que las denuncias de abuso se originan en el “lavado de cerebro” del progenitor conviviente hacia el niño– se extiende por los Tribunales de todo el país impulsado por organizaciones autodenominadas de padres alejados de sus hijos, como Apadeshi, Afamse y Anupa. En especial, la primera organiza cursos de manera permanente. Siempre hay alguna publicidad de jornadas de este tipo colgada con chinches en los distintos pasillos de los Tribunales.

Y en las páginas web de estas organizaciones se leen infamias contra profesionales especialistas en abuso sexual infantil, ya sea del campo de la salud mental como del derecho. Además, esta construcción teórica forma parte del sentido común de muchos jueces y operadores judiciales, tal como fue expresado brutalmente por la funcionaria del principio.

Ese supuesto síndrome jamás fue reconocido por ninguna asociación profesional y fue rechazado tanto por la Asociación Americana de Psiquiatría como por la Organización Mundial de la Salud. De hecho, Gardner publicó por sí mismo sus libros, en su propia editorial, Creative Therapeutics, y en las universidades estadounidenses lo desconocen.

Gardner se suicidó en 2003, pero sus teorías no murieron con él. 

Su prédica tuvo una amplia aceptación en los Tribunales, primero en Estados Unidos,  ahora en Argentina y España donde la mayor defensora de esta macabra teoría es ASEMIP. De hecho, muchos psicólogos lo dan por cierto.

¿Qué dice el SAP? Que las niñas y niños que denuncian a sus padres han sido alienadas por su madre (habla del progenitor conviviente, pero siempre se trata de la madre) y tras ese lavado de cerebro, inventan situaciones que jamás vivieron. Esta propuesta no sólo se toma para los casos de abuso, sino también en muchos divorcios contenciosos.

Los saperos, ocultan que Gadner era PEDOFILO.

Para el juez Carlos Rozansky, autor del libro Abuso sexual infantil, ¿denunciar o silenciar? y de la ley 25.852, no hay dudas. “Más allá de si alguien pudiera tomarlo como teoría científica, lo importante es que no lo es. Simplemente es una parte más de la reacción contra el avance que hubo en abuso sexual infantil.
Durante siglos se dijo que los chicos mienten, y así se resolvía. 

Cuando se supo que los chicos no mienten sobre esto y que hasta cierta edad ni siquiera tienen posibilidad de fabular sobre situaciones sexuales no vividas, ahí empezaron a avanzar teorías como la de la coconstrucción.

Ahí se empezó a decir que los chicos creen que dicen la verdad y había un adulto, generalmente la madre, que coconstruía con los chicos. Después vino este síndrome, importado de un autor americano que ni siquiera está convalidado en su país. Ya no se decía que los chicos mentían, sino que directamente se les había lavado el cerebro para que dijeran que habían sido abusados.

Algunos son contundentes:
El SAP está ganando terreno entre cómplices, ignorantes y perversos. 
Es un instrumento de violencia contra las mujeres. 
Juezas, jueces, psicólogos y psicólogas, psiquiatras que lo aplican están ejerciendo violencia contra las mujeres”.

GUERRA A LAS MUJERES

El SAP considera que las madres manipulan a niños y niñas absolutamente maleables, e incapaces de hablar de su propia experiencia.
“Es un instrumento contra la mujer. Se trata de descalificarla como loca, como manipuladora. Sabemos que en algunas separaciones, cuando el padre y la madre están muy mal entre ellos, hay manipulaciones. Pero eso no significa que los chicos sean alienados. Por el contrario, cuando hay obstrucción del vínculo, hay que darse estrategias para preservar a los niños, que tienen que ver con su cuidado, pero jamás tratando de destruir a la otra parte”.

Es que Gardner, en sus libros, plantea directamente la separación de los niños y la madre, en los que denomina “casos graves”. Así, muchos jueces definen que sus hijos vayan a vivir con el padre abusador.

Para Rozanski está claro que es un problema de género.

EL VALOR DE LA PALABRA

Durante siglos, la palabra de niñas y niños no significaba nada.
A nadie se le ocurría escucharlos. Pero ha pasado agua debajo del puente, aunque en algunos casos, esa agua no haya llegado a la Justicia. “Lo complejo es que este supuesto síndrome, que no está convalidado científicamente, apunta al descreimiento, la descalificación y la desmentida de la palabra de los niños, las niñas y las madres, que son las que muchas veces escuchan los primeros relatos de los chicos abusados”, puntualiza Gordon.

“Mediante este supuesto síndrome se intenta barrer con todo el conocimiento que hemos acumulado durante muchísimos años sobre la constitución del psiquismo infantil. Así, se deja a los chicos en un lugar donde no interesan sus procesos cognitivos, no se toman en cuenta las manifestaciones de su inconsciente, no se da validación al conjunto de síntomas que presentan los chicos. Marca un retroceso importantísimo.”

Los especialistas en abuso sexual infantil saben que:
el indicador más importante para distinguir una situación de abuso sexual es el relato de la víctima, porque hay criterios de validación científica que pueden dar cuenta de una situación de abuso, pero siempre teniendo en cuenta el relato. Después hay un conjunto de síntomas inespecíficos. Pero es importante contar con el relato, lo que sucede, hay que tener en cuenta que estamos hablando de una devastación psíquica, de una situación traumática, y muchos chicos pasan mucho tiempo sin poder hablar de eso”, puntualiza Gordon.

Y recuerda que “uno de los componentes de una situación de abuso es el silencio y el secreto”.

Para cambiar esa práctica, Rozanski elaboró una ley que apunta a generar el marco adecuado. Pero eso no cambió la cabeza de los operadores. La mayor parte de las veces, a las víctimas se las escucha desde el prejuicio. Se considera que los chicos mienten, inventan, fantasean.

El Poder Judicial no se caracteriza por escuchar a niños y niñas, por darle crédito a su palabra. Todavía sigue la cultura del patronato, que significa decidir por ellos, al suponer que siempre un adulto sabrá lo que es mejor para los niños. El SAP entra en esa cultura”.

El gran caballo de batalla de los impulsores del supuesto síndrome. Para ellos, el lavado de cerebro de las madres hacia sus hijos las llevaría a inventar denuncias.

“El índice de denuncias falsas es bajísimo. Se estima que no supera el 5 por ciento”, indica Pauluzzi. Por su parte, Bringiotti afirma que “hay mucho material investigado. En un análisis de las denuncias en la Dirección de la Mujer, se estableció que en el 40 por ciento de las denuncias se valida el abuso, en cambio, en un 20 por ciento no se pueden validar. Pero eso no significa que no hayan ocurrido. Puede haber cerca de un 30 por ciento que no se puede decir si ocurrió o no ocurrió. Pero siempre hay que tomar medidas de protección de niños”, indicó la presidenta de Asapmi. En Estados Unidos establecieron que las denuncias falsas en este tema alcanzan, como máximo, el 15 por ciento.

Desde su vasta experiencia judicial, el magistrado Rozanski también echa luz sobre el mito de las falsas denuncias. “Puede ocurrir, como en cualquier otro delito. Pero está demostrado en el mundo que el índice es bajísimo.” Lo que deja en claro es que “todo depende de qué ritmo se le da a la investigación. Si uno parte de la base de que se está frente a un invento, como el SAP, obviamente la subjetividad del investigador lo llevará a concluir que es una falsa denuncia”, plantea el juez, quien convoca a los operadores judiciales a “tomar conciencia de que los niños sobre esto no mienten, que se los debe entrevistar en condiciones adecuadas para expresarse sobre lo que ocurrió”.

Es que las niñas y los niños no pueden hablar sobre sensaciones que no han vivido.

Los que estamos en el campo de la salud mental tenemos la obligación de conocer que niños y niñas no pueden fantasear sobre experiencias eróticas que no vivieron. Una niña dijo que a su papá le salía chocolate blanco del pito. Eso no pudo expresarlo si no lo hubiera vivido”.

En la misma línea, Pauluzzi recuerda que “los adultos no pueden inculcarles sensaciones a los chicos. Cuando hablan del gusto, de la transpiración, eso no pudieron verlo en una película como muchas veces se dice. Por otro lado, cuando se trata de una mentira, a partir del relato se descubre de inmediato”.

De eso se trata el trabajo de los especialistas. “Muchas veces a los psicólogos nos piden pruebas. Pero nosotros no somos juntadores de pruebas. Trabajamos con el psiquismo, que no se pesa, que no se mide, pero se ve en sus síntomas, se puede analizar en el relato, que permite llegar a la verdad subjetiva para dar cuenta de una verdad material.”