domingo, 2 de febrero de 2014

Recuperarse del abuso sexual infantil

Lo prometido es deuda: el día de hoy acabamos la triología de columnas sobre el tema de prevención y recuperación del abuso sexual infantil. Si poco se habla del asunto en general, aún menos se toca la recuperación. Muchos de los padres de los menores que lo han sufrido no se enteran de que eso pasó, así que los chicos crecen con un trauma y llegan a la adultez con miedos, fobias, inseguridades, depresiones, insatisfacciones, rabia, sentimientos suicidas. En otros casos, los progenitores se enteran de lo sucedido pero no hacen nada: prefieren callar para no afectar la dinámica familiar o simplemente no saben qué hacer y dejan que el tiempo “resuelva” el asunto.
Por eso, me parece muy importante saber qué se puede hacer con un superviviente. De entrada, darles este apelativo en lugar de “víctimas”, porque de acuerdo con el Centro Terapéutico Infantil y Familiar AC, “de lo malo que viviste puedes sacar algo bueno; tu fuerza te engrandece; estás aquí y no pudieron contigo; porque si te quedas en la posición de víctima nunca podrás cambiar las cosas; porque no estás solo; porque cuando crees que las secuelas del abuso van a poder contigo, es posible que encuentres a otros supervivientes que han pasado por tu misma situación y están yendo hacia delante, porque a veces no podemos hacerlo solos”.
En Faro Azul, espacio que brinda su apoyo a mujeres y hombres que han sufrido abuso sexual infantil en Perú pero que se puede consultar en Facebook, así como el activista Miguel Adame, reconocen que recuperarse de los daños causados por esta desgraciada situación no es nada fácil ni es suficiente el “perdona y olvida”, pues es necesario aceptar la situación y a partir de eso consolidar la recuperación.
Sugieren leer libros sobre el tema para evitar sentimientos de aislamiento, saber un poco más del abuso y su redención. La terapia individual ayudará a identificar las áreas de la vida donde tengan los mayores problemas y a desarrollar habilidades para resolverlos. A la par, es bueno acudir a un grupo de apoyo para verse reflejados y entender que otros y otras han pasado por lo mismo. Es importante hablar con alguien en quien se confíe sobre lo que se siente, tratar de divertirse, hacer algo nuevo que refuerce la confianza, tomar un curso de asertividad, escribir un diario, cultivar la vida espiritual (ojo, no religiosa, menos aún si el agresor es sacerdote, pastor o predicador).
Es importante también trabajar la revictimización, aunque lo ideal es evitarla. ¿Qué es? También conocida como victimización secundaria, se da cuando inicia el proceso y procedimiento penal y el niño o niña se ve enfrentado a su atacante, a las autoridades, a su familia. En la práctica del derecho penal, los menores se enfrentan al proceso penal en su carácter de “víctimas” casi en las mismas circunstancias que un adulto.
El pasado 15 de enero quedó registrado que un tribunal federal con sede en Coahuila otorgó un amparo que impide obligar a una menor de edad, víctima de violación, a ser careada con su presunto agresor. La madre de la niña no acudió a la cita en el juzgado por considerar que se violaban los derechos humanos de su hija, ya que una psicóloga emitió constancia médica en la que se concluyó que no estaba en condiciones para  acudir a la audiencia debido al trastorno emocional que provocó en ella el abuso sexual.
 Lo anterior fue posible con base en las disposiciones constitucionales e internacionales que protegen el interés superior de los menores y el principio de no revictimización, ambos contemplados en el protocolo de actuación para quienes imparten justicia en casos que afecten a niños, niñas y adolescentes, emitido por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Es importante saber que no solo es posible emitir este amparo, sino que es un derecho de los infantes.
La Fundación para la Confianza, con sede en Colombia, señala que una de las consecuencias de la vivencia de una situación de abuso sexual es la pérdida de la confianza. “La confianza en uno mismo y en los demás, en las instituciones, en la justicia o en todo lo que constituía un espacio de protección. El primer camino que hay que emprender es el de la recuperación de la confianza tanto en uno mismo como en el otro”, indican.
Hoy en día es posible encontrar libros y profesionales de la resiliencia, esa capacidad de los seres humanos de hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformados positivamente por ellas. Es un proceso que permite a ciertos individuos desarrollarse con normalidad y en armonía con su medio a pesar de vivir en un contexto desfavorecido y depravado socioculturalmente y a pesar de haber experimentado situaciones conflictivas desde su niñez. Para poder desenvolverse en contextos relacionales desde la confianza, los sujetos requieren desarrollar ciertas capacidades o competencias resilientes, que les permitan descifrar las señales de seguridad, previsibilidad o riesgo.
El retórico belga, lógico y filósofo del Derecho Chaïm Perelman, afirma que la confianza solo puede desarrollarse en contextos o relaciones en que no está presente el miedo o la competencia comunicativa. La confianza supone un mínimo de seguridad, la cual dependerá de si los sujetos consiguen encontrar y descifrar señales que prueben esta situación. Algunas de las actitudes coherentes con un marco de confianza son: generar expectativas realistas; mostrar atención y preocupación por la otra persona; reconocer la legitimidad de los intereses y necesidades del otro; asumir la responsabilidad propia (no trasladar la culpa); que la confianza sea mutua; sinceridad (una predisposición de ambas partes de no ocultar información relevante y decir la verdad); cumplimiento de promesas y compromisos; consistencia entre palabras y actos.
Los supervivientes tendrían que saber que es correcto que pongan límites corporales o físicos durante su proceso de resiliencia: determinar a qué distancia se pueden acercar los demás sin que se sientan incómodos, quiénes los pueden tocar, y cómo y en qué situaciones. Como afirma el filósofo francés Maurice Merleau-Ponty, hay que entender que “el contorno de mi cuerpo es una frontera que las relaciones espaciales ordinarias no franquean”.
También tendríamos que trabajar con ellos los límites emocionales, aquellos que permiten resguardar las propias emociones, deseos y necesidades, evitando que sean arrastrados hacia actitudes negativas o manipulados por los deseos y emociones de los demás.
Como indica Miguel Adame, es necesario y realmente importantereconstruir lo que el abuso destruyó, y por eso es fundamental que la persona busque sanar a través de una psicoterapia o terapia psicológica.“Muchas veces las personas que fueron víctimas de abuso no desean iniciar un proceso de terapia por el miedo a recordar y revivir el evento del abuso. Pero en la práctica, y a nivel profesional, se ha observado que la persona que enfrenta su pasado y reconstruye su vida a partir de eventos positivos de autovaloración, logra recuperar su bienestar emocional.
“El tratamiento es distinto si se trata de niños, adolescentes o adultos. La familia en muchos casos aporta un pilar de apoyo importante, pero si se carece de él, éste se debe buscar en otras fuentes, siempre hay entidades u otras personas que pueden darlo.”
 Espero de corazón que ninguno de ustedes (ni de sus seres queridos) haya vivido esta situación, pero si así fue, les recomiendo que, si no lo han hecho, busquen ayuda. Es muy importante.

Miguel Adame y una servidora les agradecemos a todos los que fondearon para su proyecto de cómics contra el abuso sexual “Nunca más gritos sin voz”. Se alcanzó la meta y ya están trabajando en ellos. Los donadores recibirán vía correo electrónico su material.
Gracias de corazón. ¡Y a cuidar a nuestros niños!  
Verónica Maza Bustamante
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