martes, 26 de enero de 2010

Revelar el abuso sexual es crítico


La mitad de los sobrevivientes de abuso sexual esperan hasta cinco años antes de revelar que fueron víctimas, según un estudio en colaboración de la Université de Montréal, la Université du Québec à Montréal y la Université de Sherbrooke publicado en The Canadian Journal of Psychiatry.

"El número de víctimas que nunca revelan sus secretos o que esperar muchos años para hacerlo es muy alto", dice la co-autora Mireille Cyr, profesora de psicología de la Universidad de Montreal. "Esto es lamentable, porque cuanto más tiempo se espere para revelar el abuso, el más duro y más duraderas serán las consecuencias."
El equipo de investigación encuestó a 800 hombres y mujeres de Quebec y encontró que un 25 por ciento de los encuestados nunca divulgó haber sufrido abusos sexuales siendo niños. Los científicos también encontraron un fuerte contraste entre los sexos: el 16 por ciento de las mujeres permanecen en silencio sobre los abusos, aunque el 34 por ciento de los hombres nunca comparten sus secretos.

La investigación encontró que el 22 por ciento de las mujeres y el 10 por ciento de los hombres declararon ser los sobrevivientes de abuso, que van desde abuso sexual hasta la violación, que es comparable a los resultados de estudios anteriores sobre el tema.

La angustia psicológica de las víctimas incluye ansiedad, depresión, problemas de concentración e irritabilidad. Algunas víctimas sufren de trastorno de estrés post-traumático, algunas reviven el abuso psicológico mientras que otros han embotado emociones o se convierten en hiper-vigilantes.

Los datos sugieren que las víctimas son más propensas a denunciar a su agresor cuando él o ella es un extraño. Lamentablemente, en la mayoría de los casos, los abusos graves, como la violación es cometida por amigos o familiares. Esto es cierto en el 85 por ciento de los casos de las mujeres víctimas y el 89 por ciento de las víctimas masculinas.

La Profesora Isabelle Daigneault, del Departamento de Psicología de la Universidad de Montreal, realizó un estudio por separado encontrando correlación de la probabilidad de que las víctimas jóvenes se conviertan en las víctimas adultas de abuso sexual o físico.

Publicado en The International Journal of Child Abuse & Neglect, su muestra examina 9.170 mujeres y 7.823 hombres en todo Canadá. Sus conclusiones son sorprendentes: las mujeres sobrevivientes de abuso sexual infantil son entre tres y cuatro veces más probables de ser víctimas de abuso físico o sexual cuando adultos.

"Es la primera vez que se combinan los datos sobre el abuso sexual durante la infancia y los problemas de relación posibles", dice Daigneault.

Los hombres sobrevivientes de abuso sexual infantil son tres veces más probables de ser víctimas de abuso físico siendo adultos. Sin embargo, pocos hombres reportaron abusos sexuales siendo adultos, como para establecer una correlación estadísticamente significativa.

ANONIMO


Autora: Una sobreviviente
Me da rabia reconocerme como sobreviviente de abuso sexual. Tal vez porque siento que eso reduce mi identidad, todas las vivencias que he tenido más allá del abuso, los espacios de socialización, las experiencias lindas de vida. Pero quizá, sobretodo me da rabia pensar que unos cuantos hombres tuvieron el poder de quitarme en unos minutos la posibilidad de disfrutar plenamente la vida. Pensar que esos minutos han tenido más impacto sobre mi psicología y afectividad, que los otros miles de momentos vividos.

El abuso sexual es devastador siempre, pero más cuando se da en la infancia, cuando estamos empezando a conocer el mundo, a desarrollar la confianza. Cuando todo eso se violenta, todo se nos confunde, nos sentimos malas, raras, culpables, sentimos que tenemos un secreto que no entendemos bien pero que hay que guardar. En mi caso, mi primer abusador me decía siempre que si hablaba mis papás se morirían, así que aunque yo no entendía bien el abuso, pues tenía cinco años, si sentía que tenía el poder de matar a mis padres, y que por tanto era mala, tremendamente mala. Regularmente mientras estaba jugando, me entraba mucho miedo y salía a correr donde mis papás a pedirles que me prometieran que no se iban a morir. Y así fui creciendo con ese secreto, y se fueron juntando otros abusos sexuales. Los primeros logré olvidarlos la mayor parte de mi vida, aparecieron camuflados en la adolescencia a través de sueños raros y luego se destaparon cuando terminé la universidad.

Es difícil entender y creer como unos cuantos minutos de la vida, pueden impactar tanto. Es como si un globo tuviera el poder de una bomba atómica, que puede estallar en cualquier momento. Y cuando estalla evidentemente todo se viene abajo, no sabemos qué nos pasa, quiénes somos, no entendemos bien a los demás y sobretodo, sentimos que no nos entienden. El derrumbe puede empezar en áreas de la vida en las que antes funcionábamos, al menos así me pasó a mi. Primero empecé a alejarme de mis amigo/as, después terminé una relación de pareja que me importaba mucho, luego tuve problemas en los trabajos, al final terminé renunciando a varios de ellos y reduciendo mi vida social a mi familia. Tener estos cambios tan drásticos genera un bajón abismal en el autoestima, una pérdida de sentido de vida, una desesperanza y desesperación difícil de controlar. En los últimos meses he tenido cuatro intentos de suicidio, cuatro hospitalizaciones en cuidados intensivos, porque no puedo soportar ver como mi vida se cae a pedazos y sentir la impotencia de no poder hacer nada. Sentirme incapaz, sin fuerzas, sin poder, sentirme fallada de alguna forma.

Me preocupa muchísimo pensar que miles de niñas y niños están expuestos ahora mismo al abuso, no sólo eso, están viviendo ahora mismo abusos sexuales. Es triste pensar que una vida que puede ser plena, se vea ensombrecida desde tan temprano por un hecho que es un secreto a voces en esta sociedad. Los abusadores son en su mayoría, personas de supuesta confianza o de autoridad: padres, tíos, primos, vecinos, maestros, curas, etc. La mayoría son también heterosexuales y lo más impactante, la mayor parte de ellos no tienen ninguna enfermedad mental. Me pregunto qué pasará con el futuro de un país, donde la mayor parte de la población tiene menos de dieciocho años y está expuesta a diferentes formas de abuso sexual. Si pudiera hacer algo para impedir que esto siga pasando y que en el futuro estos niños y niñas no gasten sus vidas tratando de matarse, si pudiera hacer algo para evitar que otros y otras sufran lo que estoy sufriendo en este momento, sentiría que mi vida ha valido la pena. Por ahora, lo primero que puedo hacer es tratar de seguir viva, escribir y contar lo que me pasa, decir allá afuera: el impacto del abuso puede durar toda una vida, afecta no sólo a las personas que lo vivimos, sino el desarrollo social, económico y psicológico de todo un país, en realidad del mundo entero.

Quiero pensar que voy a sanar, quiero pensar que al igual que otras sobrevivientes podré empezar poco a poco a recuperar la confianza en mi misma, el amor propio, a recuperar el poder que desde muy temprano me fue robado y así, pasito a pasito, reconstruir el rompecabezas de mi vida, recuperar mis metas, mis sueños, sentirme plena y ayudar a las demás. Quiero empezar a poder hablar sobre mi secreto. Soy sobreviviente.
hablemosde.abusosexual@gmail.com www.mcas.org.ni

martes, 19 de enero de 2010

TABU


Las personas que cometen el crimen de abuso sexual hacia niñas, niños y adolescentes, no tienen perfil específico: son personas de cualquier edad, de cualquier raza, de cualquier religión, de cualquier clase social, de cualquier profesión, de cualquier nivel de educación, de cualquier tamaño físico, y de cualquier sexo. El abuso sexual es un horror con mucha amplitud, que no conoce ningún tipo de límites.

mitos:
* Mujeres no cometen abuso sexual contra un niño o niña. Y como nadie habla en voz alta queremos seguir creyendo que el abuso sexual cometido por mujeres no existe.
* Mujeres cometen abuso sexual siempre y cuando un hombre la obliga o la exhorta. Tampoco no es cierto. Mujeres abusan, sin que nadie las obligue o exhorta. Aunque también lo hacen cuando sean obligadas.
* Si mujeres cometen abuso sexual, entonces actúan suave y cariñosamente. Testimonios que conocemos de los grupos de apoyo mutuo nos cuentan otras realidades.
* Mujeres solo abusan de niños. Otro mito que no es cierto, ya que en los grupos de apoyo mutuo hay mujeres que han vivido abuso sexual de parte de una mujer.

Romper el silencio sobre abusadoras es necesario para levantar la voz en nombre de niñas y niños que sufren abuso sexual de parte de mujeres, pero también en nombre de aquellas mujeres y hombres que son sobrevivientes de abuso sexual, cometido por mujeres y no tienen a nadie con quien hablarlo. Entra en juego la imagen que tenemos de las madres que se sacrifican por el bien de sus hijos e hijas. No las queremos ver como personas que dañen a sus propios hijos e hijas.

Para los hombres en cualquier edad es más difícil reconocer el abuso sexual por parte de una mujer, a veces lo esconden asumiendo que lo que han tenido es una “iniciación sexual temprana”, cuando realmente han vivido un contacto sexual con temor, vergüenza, confusión y angustia.

El abuso sexual cometido por mujeres las más veces no deja huellas visibles, por eso una denuncia es mucho más difícil. Además, que por los mitos existentes sobre la virginidad y la penetración, este abuso es minimizado hasta por la familia.

Es particularmente difícil para mujeres sobrevivientes de abuso sexual cometido por mujeres hablarlo, ya que encuentran en ellas mismas muchas barreras: sienten que están traicionando su propio genero, si dicen que mujeres hayan sido capaces de actuar tan espantosamente, y peor si la abusadora es la propia madre. Identificarse como mujer, es para estas sobrevivientes aun más difícil.

Es necesario levantar conciencia sobre el hecho de que las mujeres también abusan sexualmente para poder aprender y prevenir.

El abuso cometido por una mujer – eso es seguro – es el mismo abuso de poder cometido por hombres abusadores. Tenemos que aprender más para poder prevenir. Entiendo lo difícil leer sobre esta realidad. Pero es importante hablar francamente también sobre el abuso cometido por mujeres para abrir caminos a sobrevivientes de abusadoras.
Aguasbravas_nicaragua@yahoo.com

sábado, 16 de enero de 2010

EL ABUSADOR.


¿Que piensa el Abusador?




• "no fue nada grave, nada de importancia".
• "no le hice daño".
• "la culpa fue suya".


Cuando se ven descubiertas suelen afirmar que lo sienten muchísimo, que nunca lo volverán a hacer, que ocurrió porque estaban borrachos o drogados.
Los delincuentes sexuales son muy convincentes, hasta tal punto que quizás nos hagan dudar seriamente del menor. Pero recordemos que las niñas y niños no mienten sobre una cuestión tan grave, ya que poco o nada sabían sobre el sexo y su lenguaje.
A pesar del remordimiento que puedan sentir los delincuentes sexuales, sabemos que suelen reincidir y repetir sus abusos, a no ser que intervenga alguien y los frene.
Prácticamente ninguno desistirá voluntariamente sino que necesitará una intervención judicial y un tratamiento psicológico, para hacerlo.
La mayoría de las niñas y niños que están siendo víctimas no se lo cuentan a nadie porque creen que la gente va a pensar que no es verdad o se siente de alguna forma responsables y avergonzados. A veces desconocen incluso el vocabulario necesario para hablar sobre el tema y por lo tanto no pueden expresarse adecuadamente. Aunque generalmente no lo expresan verbalmente, sí lo hacen mediante algunos cambios en su comportamiento.
entendimiento desde adentro que sabe mas acerca del dolor de otros y como ellos no tuvieron la herramientas o ayuda que usted ha tenido, de nuevo no se hace Consciente. A medida que va sanando de su trauma sexual, empieza a perdonarse a usted misma; perdonarse por haber sido tan dura con usted, por el sufrimientos innecesario que ha tenido, por no haber buscado ayuda antes. Esto no se hace de manera consciente, va ocurriendo. Son como unas olas de compasión, incluso por el abusador. No quiere decir que lo que hicieron este bien. A veces tendrá sentimientos
entre mezclados, es normal, podrá ir entre el odio y la compasión. Necesita tener paciencia, es su proceso quien la lleva donde tiene que ir”.
Como parte de su proceso de recuperación es importante que busque un psicólogo que le ayude y con el que usted se sienta bien. Si no conoce a uno, pregúntele a sus amigos si conocen a alguien. Mire si la persona que la esta refiriendo realmente ha cambiado con el tratamiento que esta recibiendo, por que pueden haber terapeutas muy queridos, pero si no tienen especialidad en trauma, las personas seguirán presentando los mismos problemas. Para trabajar con pacientes que han sufrido trauma y que el tratamiento sea efectivo, el terapeuta necesita saber sobre trauma, tener experiencia y conocer diferentes técnicas, de lo contrario, solo reforzara
ciertos patrones.
Llame al terapeuta, hágale preguntas sobre como trabaja, mire si se siente cómoda con el o ella. Es su derecho. Otra cosa importante que el terapeuta lo apoye en su proceso, le permita sentir lo que este sintiendo y no que tenga un agenda, sobre como las cosas deban ser.

Revelando Secretos.


El incesto, abuso sexual, violaciones, acosos sexuales, suelen ser una de las causas olvidadas u ocultas, que llevan a algunas personas a buscar ayuda psicológica u otro tipo de tratamiento. Muchas personas, que han sufrido abuso sexual, no ven la posible relación entre los síntomas o estrés postraumático que presentan y el abuso sexual que vivieron cuando niños(as). La mayoría ni siquiera recuerdan que les ocurrió y otras lo recuerdan de manera muy vaga. Algunas pacientes, pasan por varios tratamientos y tardan anos, antes de revelar que fueron abusadas o recordar lo que les paso y es que los mismos mecanismos de defensa, que inicialmente protegieron al abusado y encerraran este problema en un lugar, impedirán la recuperación y el cambio, si no se habla y recibe el tratamiento adecuado.
Todo abuso sexual es una violación al cuerpo, a los limites y a la confianza.

Es una ruptura a los limites personales, emocionales, sexuales y energéticos, que provocan heridas profundas y que dejan cicatrices a nivel físico, emocional, espiritual y psicológico, que producen en la personas una serie de síntomas. Estos síntomas, pueden ser las semillas para iniciar el proceso de recuperación.
El abuso sexual en niños, adolescentes y adultos es más común de lo que se piensa. Estudios muestran que una de cada cuatro niñas y uno de cada ocho niños serán sexualmente agredidos antes de cumplir 16 años. En el 90 por ciento de las veces el abusador es un hombre y en más de un 80 por ciento de los casos será un conocido.
La mayoría de estos actos quedan impunes, ya que este tema hace parte de un tabú.
La ignorancia y falta de compresión de la familia, cultura, sistema, y sistema judicial, quienes muchas veces culpan a la victima y encubren o excusan al abusador, hace que la persona no denuncie el acto, convirtiendo el abuso en un secreto. Existen al menos 10 millones de “sobrevivientes secretos” que llevan la carga de un abuso, nunca compartido.


Martha Escamilla R Psicóloga, especializada en trauma http://www.traumatreatments.com/

lunes, 11 de enero de 2010

EL PERDÓN.


"La razón por la que los sobrevivientes del abuso a menudo sienten más ira contra sus madres que contra el propio abusador proviene de la fantasía infantil de que las madres lo saben y lo pueden todo, que se deriva de las primeras experiencias de dependencia absoluta a ellas", dice Carol-Ann Hooper, autora de Mothers Surviving Child Sexual Abuse (Madres sobreviviendo al abuso sexual infantil). "El abuso sexual confronta al niño con la dolorosa realidad de la impotencia, la que es reforzada en el caso de las niñas al ver que sus madres dependen y son dominadas por el hombre agresor".

Dirigir la rabia a la madre tiene dos propósitos, añade Hooper. Primero: le permite a la hija romper la identificación con su madre, por tanto, con la sensación de impotencia, y sentirse capaz de protegerse del abuso. Y segundo, casi siempre es más fácil dirigirla rabia hacia las mujeres que hacia los hombres. Pero como al final la rabia contra las mujeres es una inefectiva respuesta a la violencia de los hombres, la víctima necesitará redirigir su cólera hacia el abusador, una vez que se sienta relativamente segura para hacerlo.

LA CULPA MATERNA

Hasta ese momento, la mayoría de las madres deben aceptar la culpa que le atribuyen sus hijas, aunque la tendencia sicológica es creer que a menudo no lo merecen. En realidad, no está probado que se hagan las que no ven el abuso. Según las investigaciones realizadas en algunos países, como las del centro Secasa, en Australia, el 73% de las madres actúa cuando se descubre que hay incesto y el 60% emprende acciones preventivas de inmediato. "Hoy las madres son, en gran parte, las que denuncian el abuso infantil a las agencias", señala Hooper.

La experiencia de Naidoo lo confirma. "Pero la reacción inicial de las madres es el shock y la incredulidad, y la negación es una respuesta natural y muy común", apunta. "La hija lo ve como señal de debilidad, y esto provoca rabia y disgusto contra la madre, lo que a la vez le produce sentimientos de culpabilidad". Las madres, por su parte, ven el abuso de sus hijos como un reflejo de su incapacidad para protegerlos. "La mayoría se pregunta: ¿Qué hice mal? ¿Cómo no me di cuenta? ¿Se dirigió él a mi hija porque no me esforcé en el plano sexual?", dice Naidoo.

Las mujeres que han tenido una relación protectora con sus hijos son las que más se angustian y los cuidan, anota Hooper. "Las que anteriormente sintieron cierta hostilidad hacia sus hijos o se sentían sobrecargadas por las responsabilidades con ellos son más propensas a la ira ya no apoyarlos". Tal fue el caso de la mamá de Anette: durante muchos años, tuvo que criar a sus dos hijas sola con su salario de empleada doméstica, hasta que al fin pudo llevarlas a vivir con ella y con el hombre que después las agredió sexualmente. "El se emborrachaba y le pegaba, y después ella también empezó a beber", cuenta Anette. Según Secasa, en el 78% de las familias donde ocurre incesto, la madre también es víctima de violencia doméstica. Su dependencia económica y emocional con respecto al abusador, la falta de apoyo externo y el miedo les impide admitir o revelar el abuso de sus hijas. Hay madres que se distancian trabajando fuera de casa, refugiándose en el consumo de drogas o alcohol, o cayendo en la depresión o la frigidez. (Y el abusador justifica así su atención por las hijas).

"Estas madres están condicionadas para creerle al abusador y no la hija", explica la Dra. Kim McGregor, autora de Surviving and Moving On (Sobreviviendo y siguiendo adelante). Y algunas de ellas, que también fueron abusadas de niñas, se disocian cuando se sienten atemorizadas o ansiosas.

Pero aunque puede entenderse que la hija culpe a la madre, es injusto que la sociedad también lo haga. "Es como validar el mito de que el hombre no puede controlar su sexualidad, así que la mujer es quien debe contenerla. No hay excusa para esto", aclara Hooper.

LA CONFRONTACIÓN

Para curarse y continuar con su vida, es vital que la hija abusada confronte al abusador y exprese lo que siente, ya sea a través de la representación de papeles en la terapia o, más adelante, en la realidad, con ayuda del terapeuta, dice Naidoo. Es igualmente importante que manifieste lo que siente con respecto a su madre y su traición.

Si crees que tu madre se hizo la ciega ante el abuso, lo haya hecho o no, tu confianza, tu imagen de ti misma y tu autoestima quedarán aplastadas, y eso se reflejará en todas tus demás relaciones. Naidoo recuerda una chica de 20 años que fue a verla porque todas sus relaciones fracasaban. Durante la terapia se descubrió que había sido abusada en su infancia y fue referida a un sicólogo especializado. Sólo cuando logró dejar atrás el fantasma del abuso, sus relaciones volvieron a mejorar.

"Sin confianza ni autoestima, no puedes desarrollar relaciones estables y funcionales", aclara Naidoo. "Si no recibiste el amor y el apoyo incondicional de tu madre, pensarás que no eres suficientemente buena para una posición en el trabajo, para un buen novio, en fin, para nada. El dolor es enorme, y al suprimirlo, estás suprimiendo tus sentimientos en general. Eso alimenta el ciclo del abuso, y sin la ayuda correcta batallarás para sentir amor incluso hasta por tus propios hijos un día".

"Parte de la cura es el perdón, pero sólo una persona en terapia puede decidir si está lista para darlo; si no, pensará que la están manipulando de nuevo", dice Naidoo. La decisión de Anette de reconciliarse con su madre ocurrió cuando supo que estaba embarazada y decidió ir a terapia."Pensé en lo dura que había sido la vida de mi madre, y sentí pena por ella. No podía juzgarla, eso era asunto de Dios. Entonces me dispuse a perdonarla".

Pero el perdón no siempre es posible, y aunque separarte de tu madre y declararte huérfana es doloroso, es mejor que mantener una relación enfermiza. Si tu madre persiste en la negación y la incredulidad, es hora de alejarte para siempre. Ya pasaste lo peor; toma el control de tu vida y ¡vívela!
Autor: Glynis Horning Cosmopolitan

SENTIMIENTOS


El abuso sexual es una condición que viven niñas, niños y adolescentes, provocando secuelas traumáticas que pueden estar presentes en toda su vida, mientras no realizan su proceso de reconstrucción de vida.
Una de estas secuelas es la rabia, que presenta diferentes expresiones en la vida de las/os sobrevivientes. Muchas veces la rabia puede expresarse en forma de autoagresión. Como parte de la secuela, se ve mezclada con otras que llevan a mantener en un/a sobreviviente la inseguridad y el riesgo de forma permanente.

Para la familia que convive con un/a sobreviviente de abuso sexual, es muy difícil comprender el alcance de este sentimiento de rabia, muchas veces la refieren a “malacrianza”, o que “nada más quiere llamar la atención”, cuando son mujeres jóvenes y adultas se dice que “tiene mal carácter”, “es loca”.

Entender esto pasa por saber que son muchos los enojos derivados del abuso sexual. Primero consigo misma, están enojadas/os porque se consideran ineficientes pues “no pudieron detener el abuso”, porque nacieron “diferentes, raras”, o al sentir que fueron cómplices del abusador o que tenían una relación de mucho afecto con este.

Asimismo, asumen que su cuerpo es culpable por el abuso y se enojan con él, lo desvalorizan, lo rechazan y lo exponen a riesgos. Es particularmente esta condición la que conlleva muchas veces a que las/os sobrevivientes se automutilen --rallando su cuerpo con cuchillas, tijeras u objetos punzantes-- a que asuman que este cuerpo no sirve para nada y no es nada; por lo tanto no importa lo que le ocurra y se someten a diferentes riesgos y peligros, como el abuso de alcohol, drogas, fármacos. En este aspecto, los intentos suicidas y el suicidio son expresiones de autoagresión, de rabia.

La rabia que sienten hacia el abusador muchas veces está mezclada con el afecto, sobre todo si se trata de una persona muy cercana --padre, abuelo, tío-- que tergiversó el concepto del amor a partir del abuso; y si le enseñó que “así es como quieren los papás a sus niñas”; más aun si a esto le agregamos todo el aprendizaje religioso que manda a amar y honrar a padre y madre; o en otro caso a “respetar a los adultos” tan solo por ser grandes. Es así como la confusión y la impotencia se ven transformadas en rabia.

También, el abuso sexual genera el enojo hacia la madre; y éste a veces es más difícil de explicarse, aun para la sobreviviente. He visto sobrevivientes guardando mucho resentimiento hacia la madre por mucho tiempo.

Es en el proceso terapéutico que la sobreviviente llega a aclararse el por qué de esta rabia, identificando cómo se ha sentido traicionada por la madre. Por ser la pareja del abusador, por ser la hija del abusador, por haberla hecho hija de un abusador, porque no se dio cuenta del abuso, porque no la protegió, porque siente que ha estado abandonada por ella, porque no le creyó cuando habló del abuso sexual que estaba viviendo. Muchas veces, como parte de la estrategia del abusador, la rabia hacia la madre parte de las expresiones que él le hace a la sobreviviente, desvalorizando y hasta haciendo que ella se sienta en competencia con su propia madre. Procesar cada uno de estos enojos es muy complicado para un/a sobreviviente. Hace falta reconocerlos, sentirlos, a través de un proceso cognitivo-emocional, que les permita vivir esta rabia de una vez y centrarla sobre todo en el verdadero responsable del abuso: El abusador. Es entonces un proceso tan doloroso como necesario.

El sentimiento de rabia hacia sí mismas/os, les genera autoculpabilización y vergüenza por el abuso vivido. De tal forma que también se trata de desculpabilizar y de reconocerse como un/a niño/a que ha vivido una situación dolorosa y que por ello merece la compasión de sí mismo/a.

Al avanzar en el proceso terapéutico es posible dejar atrás la confusión afectiva, la autoculpabilización, la autoagresión y en la medida que el empoderamiento crece, tener mayor fortaleza para enfrentar esta rabia y echarla fuera de su vida.

En la medida que avanzan, también van reconociendo sus propias fortalezas –las que el abuso les había expropiado- también van ubicando el sentimiento de rabia en el/los abusador/es; reconociendo que el/los único/s responsable/s por el sufrimiento y el horror del abuso sexual son ellos, logrando que este sentimiento ya no esté mezclado con afecto, la confusión se va tornando en claridad.

De ninguna forma se trata de quedarse con la rabia para siempre. Se trata de llevar adelante ese proceso que le permita quedarse sin ella totalmente. De sentirse en paz consigo misma y con las personas a su alrededor. He visto sobrevivientes vivir estos momentos y con mucho dolor y valentía salir adelante, es muy hermoso sobre todo cuando dicen: Ahora ya me quité esa carga, ya no puedo sentir ese enojo, ahora he empezado a aceptarme y a quererme. Sé que tengo y que puedo cuidar de mí. Sobre todo estoy segura que merezco estar bien y ser feliz.
*Psicóloga
lornanorori@hotmail.com
Movimiento contra el Abuso Sexual: hablemosde.abusosexual@mail.com
yotecreo@gmail.com

jueves, 7 de enero de 2010

Hablemos de abuso sexual




Nosotras de Aguas Bravas nos hemos dado a la tarea de hablar de las graves secuelas que deja el abuso sexual infantil (ASI) en mujeres adultas.

Para compartir nuestras experiencias como sobrevivientes y educar sobre un tema en el cual nadie educa
Para crear la esperanza en otras mujeres que sí, ellas pueden sanar las secuelas
Para invitar a los abusadores a que reflexionen sobre su abuso de poder que cometen cuando abusan de niños y niñas y busquen cambios, para erradicar uno de los más crueles crímenes cometidos.

Por eso queremos dedicar las próximas columnas para educar sobre diferentes secuelas que deja el ASI.

Hoy hablo sobre la rabia que necesitamos para sanar. Lograr sentirla, trabajarla y poder expresarla es un fruto del proceso de recuperación, ya que el abuso sexual vivido en la niñez nos deja a la mayoría, con la secuela de no poder ni sentirla y mucho menos expresar nuestra rabia.

¿Qué pasa en el momento del abuso sexual en una niña o en un niño?
A la par de sentir miedo la niña siente rabia, ya que su resistencia y su “no” no son respetadas. Pero la niña no puede expresar la rabia. ¿Por qué no? El abusador es – en la mayoría de los casos - una persona adulta, y niñas y niños son educadas para respetar y obedecer a los adultos, mientras la rabia es un sentimiento que niñas o niños no tienen permiso de tener. La rabia es un derecho de los adultos, no de niñas o niños. Más bien en la educación durante toda la niñez se aprende, que niñas o niños tienen la culpa cuando sus padres sienten rabia o se enojan con ellos. Por eso deben portarse bien, no ser “malcriados” y no “faltar al respeto” de los adultos para no causar rabia en ellos. Y peor la cosa: por la religiosidad, ya que el cuarto mandamiento exige a niñas y niños a honrar padre y madre (aunque en muchos casos niñas y niños no tienen tanta razón de hacerlo). Eso hace que niñas y niños sean obligados a oprimir su sentimiento de enojo y desarrollan un sentimiento de culpa. Ellas se sienten culpables por el enojo y la rabia de los adultos y se sienten culpables por el abuso vivido.

Lo que queda después del abuso sexual en la niña son miedos y sentimientos de culpa. Ambos sentimientos acompañan a la sobreviviente: miedo a la oscuridad, miedo de estar sola, miedo de estar con personas, miedo a emprender actividades por si misma, miedo a hablar porque siente que lo que dice no vale nada, no es importante. Y, por otro lado, el sentimiento de culpa por ser una persona infeliz, por no tener mayores logros personales y profesionales; culpable por tener miedo, y a veces sentirse simplemente culpable por todo. A muchas sobrevivientes, estos miedos y sentimientos de culpa las obligan a buscar ayuda, y muchas veces los médicos las tratan con psicofármacos que las desconectan aún más de sus legítimos sentimientos de rabia.

Reconocer en el proceso de recuperación emocional que no tienen que sentirse culpable por lo que una persona adulta les ha hecho en su niñez, es un paso importante en el camino de sanar. Reconocer que el miedo es la otra cara de la rabia y permitirse el sentimiento de rabia hacia el abusador, es otro paso sustancial en ese mismo camino. Muchas veces es más fácil para una sobreviviente enojarse por el dolor de otra mujer que por el propio. Es un buen comienzo y abre poco a poco la puerta hacia el propio sentimiento de rabia y dolor.

Es muy común que los abusadores amenacen: “si hablas, va a pasar algo a tu madre, nadie te va a creer” u otras, que agravan aún más los terribles sentimientos de miedo y culpa.

El sentimiento de la rabia es un sentimiento sano, es legítimo como cualquier otro y es indispensable para el proceso de sanar, aunque ninguna sobreviviente tiene porqué quedarse con este sentimiento. Una vez logrado sentir la rabia, el otro paso es expresarla y vivirla. Con frecuencia, y por miedo a este sentimiento, la expresamos hacia nosotras mismas con autoagresiones, usamos alcohol, drogas o fármacos tratando de controlarla, oprimirla o no sentirla. Pas a paso podemos llegar en el proceso de sanar a enfocar la rabia precisamente sobre el abusador y lejos de nosotras mismas. En algún momento del proceso de recuperación emocional muchas de nosotras, las sobrevivientes, sentimos fuertes deseos de vengarnos de los abusadores que nos han causados tantos daños terribles. Algunas llegan a soñar con asesinarlo o castrarlo. El deseo de venganza es algo muy natural. La mayoría de las sobrevivientes logramos usar la rabia como fuerza motivadora y convertirla en el valioso recurso de buscar cambios positivos. Las sobrevivientes somos personas muy valiosas y preciosas y ninguna de nosotras ha merecido vivir abuso sexual en nuestra niñez.
*Soy sobreviviente.
Movimiento contra el Abuso Sexual Nicaragua:
hablemosde.abusosexual@gmail.com
yotecreo@gmail.com
http://www.mcas.org.ni/

miércoles, 6 de enero de 2010

EL NIÑO FELIZ


La lista de inconvenientes y dificultades que debemos enfrentar quienes nos ocupamos del abuso sexual infantil es interminable.

En este post me voy a ocupar de un concepto erróneo (uno más) en el que muchos profesionales involucrados con el supuesto bienestar del menor incurren con demasiada frecuencia, y cuyo resultado, para variar, es nefasto.
Esta especie de síndrome que yo he titulado como "el niño está feliz" puede dividirse en dos aspectos fundamentales:
- El niño que ha sufrido abusos sexuales es necesariamente infeliz (presenta secuelas evidentes)
- El niño abusado quiere a su padre (suponiendo que este sea el abusador, obviamente)

Lo que para cualquier desconocedor del tema podría parecer lógico, en realidad no lo es tanto. Es cierto que un niño que sufrido abusos puede presentar secuelas visibles, tanto físicas como psicológicas. Y también lo es que pueda sentir rechazo por su abusador. Pero en muchos casos no sucede así.

Todas las personas tenemos los conocimientos que tenemos, y unos sabemos más de unas cosas y menos de otras, por lo que tampoco es exigible (aunque sí muy recomendable) que todo el mundo conozca a la perfección la lacerante realidad del abuso sexual infantil.

Hasta aquí bien. Pero lo que no alcanzo a comprender es ¿cómo es posible que las personas, supuestos especialistas, que tienen la responsabilidad de decidir sobre el futuro del menor, desconozcan esta realidad?

Los organismos encargados de detectar posibles abusos, ante el hecho de que el niño no parezca especialmente infeliz o no sienta animadversión hacia su abusador ya parece suficiente motivo para inclinar la balanza. En contra de los intereses del niño, por supuesto. A esto le añadimos unos dibujitos y unas cuantas preguntas intrascendentes que por lo general no suelen servir para nada, y listo. El niño está estupendo. Y gracias si la cosa queda ahí. Porque a día de hoy no cuesta mucho traspasar esa difusa línea de la falsa denuncia, asociada al síndrome de alienación parental. Entonces ya no tendrás un gran problema; tendrás dos.

¿Realmente interesa saber si el niño ha sufrido abusos? La respuesta es que no. Cualquier especialista en esta materia debería saber que en la gran mayoría de casos el menor no hablará de este asunto, y mucho menos con unos desconocidos que probablemente no le inspiren demasiada confianza.

Para casi todos el abuso sexual ha sido nuestro secreto; aquello que nadie debía saber. E intentábamos seguir siendo felices, o al menos aparentarlo. Unos lo conseguíamos y otros no tanto, pero el abuso siempre estaba ahí. No tiene sentido pretender que con unas breves entrevistas con el menor y progenitores todo saldrá a la luz como por arte de magia. Yo sufrí abusos por parte de mi padre durante unos diez años. Y nunca nadie supo nada. Y como yo, infinidad de casos. ¿Por qué no se toma más en serio? ¿Por qué quienes tienen esta responsabilidad no están preparados? ¿Por qué todo funciona mal?

El niño no habla. El niño parece feliz. El niño quiere a su padre. A partir de ahí ¿qué haces? Estás atrapado en un callejón sin salida. Si te rebelas contra esta situación corres el riesgo de que te tachen de neurótico, de histérico, de que tu único propósito no es otro que dañar al presunto abusador. Y si no haces nada la situación no es mucho mejor. El menor seguirá siendo objeto de abusos. Pero claro, es que el niño parece feliz... hasta que deje de serlo. Entonces, quizá dentro de unos cuantos años, tendrá que enfrentarse con la realidad. Y será entonces cuando caiga la máscara. Y ese padre (o quien sea el abusador) protegido por el oscuro secreto se convertirá en un ídolo de barro, será despreciado e incluso denunciado, porque los tiempos que para nosotros fueron demasiado largos espero que en un futuro próximo se reduzcan considerablemente.

Hoy la sociedad sabe de la existencia del abuso sexual; las noticias se hacen eco con relativa frecuencia. Cierto que sigue existiendo un gran desconocimiento sobre sus efectos y su incidencia, pero estamos en camino. Dicen que la verdad al final siempre triunfa.

Publicado por JoanMontane