martes, 3 de mayo de 2011

Puedo decir con claridad, que empiezo a ser feliz

Me separaron de mis padres y hermanos por motivos que aún me cuestacomprender. Me crié con mis abuelos paternos.

A los 8 y a los 12 años, sufrí abusos sexuales que condicionaron mi vida.

La condicionaron desde que sucedieron. Cambiaron mi mentalidad de niña alegre y extrovertida, por la de una niña temerosa, apagada y solitaria.
Con miedos, con fobias, reacciones y comportamientos diferentes.
Crecí con el rechazo de mis compañeras de colegio.
Crecí con el rechazo e incomprensión de mi propia familia que ni sospechaba, o no querían sospechar, que era lo que estaba pasando en casa y acrecentaban mi introversión y dolor.

Me encerré en la lectura y la escritura, fueron mis grandes aliadas. Los libros y la soledad.
Mis visitas a los cementerios eran frecuentes y largas. A cualquier hora. No me daba miedo. Hasta casi los treinta años he seguido realizando esas visitas. Me sentía mejor entre los no vivos físicamente. No me hacían daño.

Mi camino tras los abusos fue abrupto y escabroso, promiscuidad, prostitución, drogas, anorexia y bulimia, relaciones de pareja violentas y tormentosas, un intento de suicidio. Y mucha soledad e incomprensión, muchísima.

He llegado a vislumbrar vertientes de los seres humanos horribles y tenebrosas. El mundo en el cual aprendes a moverte tiene un lado muy oscuro. Incluso en tu propia familia puedes observar muchas tinieblas.

Pero nunca me han gustado las cadenas. Eso ha sido lo que me ha salvado.
No me gusta que me aborreguen.
No me gusta que me dictaminen como tengo que vivir y como tengo que pensar. Ni la sociedad, ni la tele, ni mi familia, ni lo hechos acontecidos que tanto me han marcado. Ni eso siquiera.

Por eso, yo sola, sin ayuda de nadie, siempre he luchado, sin ser consciente hasta ahora de ello, por mi libertad.
Mi libertad como persona ante todo, mi derecho a conseguir mis sueños, mi familia que no tuve.
Una vida normal, o la que yo considero normal. Una vida, en definitiva, no una supervivencia, que es lo que yo tenía.

¡Me han arrebatado mucho los abusos, muchísimo, parte de mi infancia, de mi adolescencia y de mi juventud!.


Por suerte, nunca me rendí, no me he rendido, ni pienso hacerlo.

Ahora soy una adulta de 39 años y sí, aún arrastro algunas secuelas directas de los abusos y soy consciente que siempre formaran parte de mi.
Pero cada dia es un paso más, cada dia es una meta alcanzada para seguir aprendiendo a convivir con ellas y no permitir que me pisen terreno.

Tengo un marido que me adora y al que amo y que es una bellísima persona. Tres hijos preciosos y cariñosos que son lo mejor del mundo ¡y vamos a por uno o dos más!
Unas ganas imensas de seguir realizando mis sueños, de seguir ganándole batallas a la vida, de vivir mi vida sin condicionamientos ni yugos de nadie ni de nada.

Quiero realizar mis sueños, ¿porque no?
Tengo el mismo derecho que cualquiera a pesar de todo lo malo que he pasado, de todo lo malo vivido, visto y oído.
Al igual que el estudiar te da unos conocimientos, la vida y sus experiencias también te los dan y te ayudan a crecer como persona.

Me gusta la persona que soy ahora mismo y en la que me ha convertido mi propia vida.

Puedo decir con claridad, que empiezo a ser feliz.