lunes, 27 de octubre de 2014

El abuso sexual infantil y la necesidad de deslindar el derecho a lasexualidad de un “asunto familiar”.

El abuso sexual infantil y la necesidad de deslindar el derecho a la sexualidad de un “asunto familiar”.
Denise Meade Gaudry

Todavía hace algunos años, se consideraba como un problema privado, la violencia familiar, argumentando que sólo eran de competencia exclusiva del hombre de familia, peor aún, se basaban en prácticas antiguas de procedencia bíblica, donde mujeres y niños, son considerados propiedad de padres o esposos. Esto claro, daba como consecuencia, la total indefensión y vulnerabilidad a los miembros de la familia, invalidando a estos, cualquier posibilidad de acceso a los derechos básicos, los derechos humanos.

Afortunadamente, mujeres valientes levantaron su voz, salieron a las calles y reivindicaron su derecho a una vida libre y sobre todo, sin violencia. Aún así, podemos seguir observando que la violencia hacia la mujer en el hogar, continúa ocurriendo con frecuencia. Pero, ¿qué pasa todavía con los niños, quienes no pueden salir a la calle a luchar por sus derechos y alzar su voz por lo que se considera derechos básicos de cuidado y protección?, ¿Cómo evitar que se les siga tratando a través de abusos de poder, disfrazados de educación?Pues sí, es en el hogar, donde ocurren los peores abusos contra la niñez, en la total invisibilidad. 

Donde millones de padres cometen crímenes terribles contra sus hijos, en la total impunidad, destruyéndoles la vida y sin que nadie intervengaSobre todo, cuando se trata de abusos emocionales o psicológicos y peor aún, sexuales, donde la mayoría de estos pequeños,no cuentan con los recursos para defenderse de los adultos. Bajo estas circunstancias, los niños y los jóvenes, son el grupo más controlado de nuestra sociedad, y es justamente en estos ambientes de in equidad, donde se pueden llegar a cometer los peores excesos contra los menores

Cuando son pequeños, los niños necesitan la guía de los padres, para saber qué comer, qué vestir, cómo hablar, etc. Sin embargo, en ocasiones se puede perder el límite entre lo que el niño necesita y el abuso de poder. Y en esta creencia de que ellos no saben lo que les conviene, los adultos decidimos si aprobamos o no, lo que comen, lo que piensan, a sus amigos, etc..y nos reservamos el derecho de ignorar sus opiniones, de castigarlos, de amenazarlos, de golpearlos, y también,  de quitarles derechos y privilegios. De esta manera, natural y justificada, vamos normalizando la violencia y lo que es peor, no sólo se considera aceptable, sino normal. Recientemente podremos encontrar ya en la bibliografía, aunque de manera muy escasa en la cultura latina, autores que empiezan a describir este fenómeno, exhibiendo el trato desigual entre los derechos humanos de un adulto, en relación a los de un niño.

Ahora bien, si esto lo llevamos a un plano actual, donde los senadores de nuestro país, en conjunto con asociaciones de la sociedad civil, hace unas semanas,plantearon la posibilidad de contar con una Ley del menor, donde se brinda de la posibilidad de establecer prácticas que favorezcan un ambiente libre de abusos y donde el niño o la niña, puedan desarrollarse libremente, en todas las áreas. Pese a estos esfuerzos, escuchamos voces en contra, que aterrorizan y mal informan a la sociedad y lo que es peor, satanizan esta ley. Por ejemplo, los obispos y la Asociación Nacional de Padres de familia, quienes pretenden que se retiren los artículos donde se habla del derecho que  los niños a ejercer su sexualidad y el derecho a la intimidad. Los argumentos son muy endebles y sin fundamento. Ellos afirman que un niño o niña, no debe tener derecho a tener relaciones sexuales o a esconderse. Confundiendo sexualidad con relaciones sexuales o intimidad con secrecía, pintando de un tono perverso la iniciativa original, donde consideran que los derechos de los niños a su sexualidad, es cuestión de la dinámica que cada padre quiera establecer al interior de la familia o como mejor lo considere. Pintando de colores partidistas,polarizando la opinión y dejando de un lado los planteamientos y las ideas que favorezcan las necesidades de los niños y niñas. Volvemos al principio. Más preocupante aún, es la ausencia de voces expertas de profesionales en la salud emocional, psicológica y física del menor, sobre todo de especialistas en el desarrollo psicosexual de los niños, quienes podrían dar argumentos a favor o en contra, relacionados con lo que más conviene a los niños.

Por tal motivo, me atrevo a sostener que la sexualidad no es una cuestión de permisos o dadivas, de leyes o no. Es un derecho natural, es decir, el desarrollo de la sexualidad humana empieza desde que se nace, justamente desde el primer contacto físico, en ese primer instante en el que nacemos y somos acariciados. Esto es natural y necesario que ocurra. Es aquí donde se empieza a vivir al sexualidad. No se puede privar al bebé de contactos corporales y del reconocimiento de que es un ser sexuado, en relación consigo mismo y con los demás. Todo esto es necesario para que construya una identidad sexual propia.

Gracias a la sexualidad infantil, el niño o la niña pueden ir desarrollando su personalidad y las relaciones con la afectividad.

La sexualidad es un aspecto natural, es una función como comer, caminar, leer, estudiar, etc. Por lo tanto, este tema debe ser tratado con naturalidad, cariño, responsabilidad y sobre todo, honestidad y respeto, para lograr un sistema integrador para el libre desarrollo de la personalidad de todo niño y niña.  Además, toda persona tiene derecho a conocer, disfrutar, explorar y decidir sobre su cuerpo, de la misma manera, tener acceso a información de cómo cuidarse y ser responsable del mismo.

Sin embargo, las interferencias de esta libertad de desarrollarse sana y libremente en cuanto a su sexualidad, y el derecho a su intimidad y a estar informados, expone a los niños a un alto grado de vulnerabilidad y a la posibilidad de sufrir abusos, aún por parte de sus propios cuidadores, pues no hay que olvidar que entre un 80 a un 85% de los abusos sexuales a los niños y niñas, ocurre al interior del hogar o por personas cercanas a este. 

Sigamos levantando la voz, para que los niños tengan acceso a un ambiente protector, donde puedan vivir libremente su sexualidad y prevalezca el acceso a sus derechos y a la información.