sábado, 8 de mayo de 2010

“síndrome de alienación parental” (SAP)

El peligro que entrañan las teorías pseudocientíficas del SAP como base de las decisiones judiciales


El denominado “síndrome de alienación parental” (SAP) fue propuesto por Richard A. Gardner (1985) como una alteración que ocurre en algunas rupturas conyugales muy conflictivas. En ella, los hijos presentan conductas que consisten en censurar, criticar y rechazar a uno de sus progenitores, descalificación que es injustificada y/o exagerada. A la hora de intentar una explicación de esas conductas, se ha considerado al SAP como un trastorno caracterizado por un conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la con­ciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir , obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor.

Hasta aquí podríamos considerar que se trata de una definición neutra, ya que podría aplicarse en cualquier dirección. Sin embargo, merece la pena que nos dediquemos a una reconstrucción del origen y los propósitos del denominado SAP.

Quien es Richard Gardner?

Es un psiquiatra infantil de New Jersey , que dedicó la primera etapa de su vida profesional a desempeñarse como perito judicial en los juicios por abuso sexual que se seguían contra padres, profesores y miembros de congregaciones religiosas. Fue capitán y psicólogo de militares que combatieron en la guerra de Corea, especializándose en técnicas de desprogramación de soldados estadounidenses prisioneros de guerra.

Una revisión de los casos que luego presentó para avalar su teoría de la existencia del SAP, lo muestra como habitual perito de parte, contratado por los acusados de abuso. Es decir, que su trabajo consistía en demostrar que el abuso no había existido (y para eso le pagaban sus clientes).

Lo más frecuente es que fuera el padre quien contratara a Gardner en respuesta a las alegaciones de la madre de que había abusado de su hijo/a. El psiquiatra entonces etiquetaba a la madre como "alienadora parental", y proporcionaba al Juzgado los argumentos para acusarla y evitar así que ella estuviera con los niños diagnosticados de SAP.

Los instrumentos que usó y sus informes periciales, cuestionaron la credibilidad de las victimas y fueron valorados como prueba de la inocencia de los acusados y de la culpabilidad de los denunciantes por falsedad en sus declaraciones y denuncias. Estas periciales las aplicó a las denuncias por abuso sexual en litigios sobre guarda y custodia, régimen de visitas y ejercicio de la patria potestad.

Sus trabajos han sido permanentemente cuestionados por la comunidad científica, dado que sus teorías no se basan en métodos de investigación estandardizados, ni han sido sometidos a estudios empíricos de validación. La prueba de ello es que ningún trabajo de Gardner ha sido aceptado para su publicación en una revista científica. Habría que agregar que todos sus libros han sido publicados por una editorial de su propiedad: Creative Therapeutics.

En la actualidad, sus trabajos son profusamente difundidos en los sitios de Internet patrocinados por organizaciones de padres presuntamente abusadores que reivindican su inocencia mediante los argumentos proporcionados por Gardner, utilizando denominaciones encubridoras tales como “padres privados del contacto con sus hijos”.

Cuál es la ideología que sustenta la teoría de Gardner?

Dado que el denominado “síndrome de alienación parental”, como ya quedó dicho, no se sustenta en criterios científicos validables, es necesario buscar sus bases en criterios ideológicamente fundados.

Un método posible para analizar la ideología subyacente es tomar las afirmaciones contenidas en la descripción del SAP y preguntarnos ante cada una de ellas cual es el sesgo ideológico que se evidencia.

Veamos:

Según los seguidores de Gardner, algunos de los indicadores típicos del “síndrome de alienación parental” son:

 Impedir que el otro progenitor ejerza el derecho de convivencia con sus hijos.

En la aplicación ideologizada del concepto, la responsabilidad por el impedimento es adjudicada en la casi totalidad de los casos a la madre, pasando por alto las decisiones judiciales fundamentadas en la conducta abusiva del padre, y desvinculando el derecho de convivencia de la voluntad de los hijos e hijas. Es decir, hay un fuerte énfasis en los derechos del padre, en detrimento de los derechos a la protección de sus hijos/as que pueda ejercer la madre.

 Desvalorizar e insultar al otro en presencia de los niños, mezclando cuestiones de pareja que nada tienen que ver con el vínculo parental.

Cuando se esgrime el concepto de “alienación parental”, solamente se perciben estas conductas en una única dirección. Es decir, se refieren a cuando la madre insulta al padre, pero no a la inversa.

 Implicar al entorno familiar propio y a los amigos en el ataque al ex cónyuge.

Siendo que es ésta una conducta predominantemente masculina, sin embargo, cuando se utiliza el concepto de “alienación parental”, es una conducta adjudicada a la mujer.

 Ridiculizar o subestimar los sentimientos de los niños hacia el otro progenitor.

También en este caso, la experiencia muestra que este tipo de conductas es típica de los padres durante el régimen de visitas con sus hijos/as. Sin embargo, una conducta tan poco probable en las madres, como ridiculizar los sentimientos de sus hijos/as, les es adjudicada cuando se trata de aplicar el criterio de “alienación parental”

 Premiar las conductas despectivas y de rechazo hacia el otro padre

Toda la experiencia acumulada en casos de mujeres maltratadas que han podido terminar la relación abusiva, muestra lo frecuente que resulta que sus hijos/as reproduzcan las conductas de maltrato psicológico, con el beneplácito del padre durante el régimen de visitas. Además, resulta mucho más probable que los conflictos sean más intensos con quien conviven que con quien no conviven. Sin embargo, en el alegato de “alienación parental” se invierten los criterios probabilísticos y se atribuyen estas conductas a la madre conviviente.

 Asustar a los/las niños/as con mentiras sobre el otro.

Cuando se utiliza el concepto de “alienación parental” solamente se considera que la madre es capaz de utilizar estas armas. Sin embargo, la experiencia muestra que cuando los/las niños/as regresan a sus casas luego de haber salido con su padre durante el régimen de visitas, es cuando se exacerban los ataques a la madre, en virtud de los mensajes recibidos por parte del padre.

 En los/las niños/as: si no pueden dar razones o dan explicaciones absurdas para justificar el rechazo por el padre

La negativa de los/las hijos/as para relacionarse con uno de sus progenitores adquiere auténtica trascendencia en el momento en que se expresa en un juzgado y los mecanismos jurídicos y judiciales entran en funcionamiento. Es entonces cuando el “no quiero” es interpretado como infundado o absurdo. Simplemente porque expresa un sentimiento de rechazo y no se traduce en una fundamentada lista de razones que no son propias del modo de funcionamiento psicológico de niños/as y adolescentes. Nuevamente, para la doctrina de la “alienación parental” no hay que creerle a los/las niños/as, sino suponer que hay “algo detrás” de sus decisiones.

Este breve e incompleto recorrido por algunas de las bases que sustentan la descripción del SAP, muestra a las claras que no se trata de un concepto neutro, sino que se halla atravesado por dos de los grandes sistemas de creencias que caracterizan al orden patriarcal: el sexismo y el adultismo.

Según J.E.B. Myers, profesor de la Universidad del Pacífico (California) y reconocido especialista en la fundamentación de sentencias judiciales, “...en mi opinión, muchos de los escritos de Gardner, incluyendo su Parental Alienation Syndrome, son discriminatorios y prejuiciosos contra la mujer. Esta parcialidad de género “infecta” el síndrome, y logra una poderosa herramienta para menoscabar la credibilidad de las mujeres que denuncian abuso sexual infantil. Porque el PAS perpetúa y exacerba la discriminación de género contra la mujer, yo considero que el síndrome arroja mucha más sombra que luz sobre este difícil tema...”

Los primeros trabajos de Gardner estuvieron plagados de comentarios misóginos. Luego, a raíz de las críticas recibidas, adoptó un discurso políticamente correcto, pero sin renunciar al fondo ideológico de su teoría. Básicamente ignora lo que organismos internacionales e investigaciones sociales han enfatizado en los últimos 20 años: que el problema de la violencia de género es una epidemia y que la población afectada por dicha violencia son las mujeres. Al intentar invertir la carga de la prueba, busca eliminar toda perspectiva de género en el análisis del problema, lo cual ha sido aprovechado extensamente por diversas organizaciones machistas y misóginas.

Además de ser una teoría sexista, la doctrina de la “alienación parental” es profundamente adultista.

Se entiende por adultismo al sistema de creencias que, introduciendo una estructura rígida de jerarquías entre adultos y niños/as, entiende a estos/as últimos/as como objetos de adiestramiento y no como sujetos de derecho.

El “síndrome de alienación parental” presupone a los niños y a las niñas como entidades pasivas susceptibles de ser moldeadas en sus pensamientos y sentimientos por adultos malévolos que les “introducen” ideas sin que cuente su propia percepción de la realidad.

Esta imagen de la niñez no solamente va en la dirección opuesta de todos los estudios científicamente validados dentro de la psicología evolutiva, sino que contradice profundamente el espíritu mismo de la Convención Internacional por los Derechos de la Niñez.

Habría que explicarles a los jueces y las juezas que basan sus sentencias en informes derivados de la doctrina de Gardner, que los niños y las niñas no son marionetas de los adultos, que tienen derecho a expresar sus pensamientos y sentimientos y que, además, no son mentirosos/as por naturaleza, como parecen sugerir las pericias basadas en estas teorías pseudocientíficas. No existe un fenómeno tal como el de una confabulación madre-hijo/a para perjudicar al padre. Lo que existen son niños/as que, habiendo experimentado diversas formas de abuso primario o secundario (ya sea como víctimas o como testigos), experimentan temor y rechazo por quien ha ejercido esos abusos.

Como consecuencia de estas creencias, otra forma de vulnerar los derechos de los niños y las niñas es obligarlos/as compulsivamente a revincularse con aquella persona a quienes temen y rechazan, con el argumento de asegurar los derechos del padre no conviviente.

En la legislación argentina, la sanción de la Ley 26061 ha intentado actuar sobre este problema, cuando en su artículo 3º señala que “Cuando exista conflicto entre los derechos e intereses de las niñas, niños y adolescentes frente a otros derechos e intereses igualmente legítimos, prevalecerán los primeros.”

Los intentos de invertir la carga de la prueba, poniendo en el banquillo de los acusados a las víctimas de diversas formas de abuso y malos tratos, es una estrategia que tenemos la obligación de denunciar, comenzando por desvelar la carencia de sustancia de estas teorías pseudocientíficas que han venido a fundamentar el movimiento conocido como “backlash”.

El backlash es un movimiento conservador que intenta retrotraer el conocimiento logrado acerca del problema del abuso sexual infantil a la etapa previa del ocultamiento y el secreto. Es impulsado por sectores tales como la iglesia y los sectores políticos de derechas, intolerantes con el avance en las reivindicaciones de los derechos de los sectores tradicionalmente marginados, como las mujeres, los niños y las niñas. Mientras se trate de casos que involucren a sectores socioeconómicamente excluidos, la reacción no se hace sentir. Pero comienza a adquirir virulencia cuando los casos denunciados involucran a personas cercanas a ámbitos de poder (jerarcas de la iglesia, empresarios, políticos). Y es a estos sectores que las teorías pseudocientíficas de Gardner les han venido como anillo al dedo. Les permiten justificar sus abusos, contraatacando con denuncias de falsas denuncias, con insistencia en el concepto de “alienación parental” (que en realidad lo limitan a una “alienación marental”) y descalificando los testimonios de los niños y las niñas. Ni más ni menos que una reacción tendiente a conservar un poder que perciben menguante.

Generalmente, los factores de poder tienden a aliarse y, de este modo, quienes luchan por la defensa de sus legítimos derechos se suelen encontrar en una especie de trampa sin salida, en la que las víctimas son las que terminan acusadas y diagnosticadas con rótulos psiquiátricos. En lugar de darles apoyo, las instituciones conservadoras las investigan y las colocan en un estado de indefensión.

Para concluir, digamos que cuando las decisiones judiciales se apoyan en los instrumentos pseudocientíficos del backlash quedan sentadas las bases para una segunda victimización, tanto para las niñas y niños, como para las madres que luchan por protegerlos.

Qué dice la ciencia sobre el abuso sexual infantil


EL PEDÓFILO O PAIDÓFILO

Según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales vigente (DSM IV), el pedófilo es un individuo que fantasea, se siente excitado o atraído sexualmente hacia menores de 13 años por un periodo de al menos seis meses. Según la Asociación Americana de Psiquiatría, la mayoría son hombres. El pedófilo puede ser heterosexual, homosexual o bisexual. Sentir esa atracción no es un delito, pero los especialistas recomiendan que quien la siente busque ayuda psicológica o psiquiátrica, ya que ese deseo, con el tiempo, puede salirse de control y traducirse en una acción de abuso sexual contra un menor. “Lo que lleva a un pedófilo a la acción es un pobre control de impulsos. Hay una función cerebral que se da en los lóbulos frontales donde se ejerce el control de impulsos. Cuando no hay uno adecuado, se deja ir el impulso de manera incorrecta”, afirma la doctora Rosalía Fernández y de la Borbolla, médica cirujana con especialidad en psiquiatría, maestría en neurociencias por la Universidad de Barcelona, además de psicoanalista y pionera en educación sexual en México.



Con el tiempo, es probable que algunos pedófilos den el paso a pederastas, como lo publicó un estudio realizado en la Clínica de Comportamiento Sexual de la Universidad de Toronto en el 2002, pues encontró que 44 por ciento de los pedófilos estudiados se volvieron pederastas al entrar al rango de edad que va de los 40 a los 70 años, aunque es importante subrayar que no todos los pederastas son necesariamente pedófilos. Así lo afirma Michael C. Seto, autor de varios libros sobre abuso sexual y profesor asociado de la Facultad de Psiquiatría de la Universidad de Toronto, en el Annual Review of Clinical Psychology de 2009: “Muchos pedófilos no han tenido ningún contacto sexual con niños y tal vez la mitad de los agresores sexuales de niños (pederastas) no coincidirían con el criterio diagnóstico para pedofilia”.



EL PEDERASTA

El pederasta es un adulto (o alguien con una ventaja de cinco años o más respecto al infante) que abusa sexualmente de un menor de edad. Cualquier acercamiento sexual hacia un menor, en cualquiera de sus formas —tocamientos, besos, exhibicionismo, desnudez, juegos eróticos forzados, hasta sexo oral o penetración—, es considerado un abuso sexual y está tipificado como delito. “El delito es tener cualquier acercamiento de índole sexual con niños, sin importar si la preferencia sexual del abusador es de tipo heterosexual u homosexual”, afirma Luis Perelman, especialista en sexología educativa y presidente de la Federación Mexicana de Educación Sexual y Sexología (Femess).


Podría pensarse que las personas que se sienten muy atraídas hacia niños no encontrarán atractivas o no tendrán relaciones sexuales con personas adultas, pero sólo el siete por ciento, según publicó en su página de internet la organización Child Molestation Prevention, son pedófilos exclusivos (que sólo se sienten atraídos por menores). El 93 por ciento pertenece a la categoría de pedófilo no exclusivo: se sienten atraídos por personas menores y adultas; en muchos casos, tienen pareja o están casados.



DETONADORES CULTURALES

En un perfil sobre pedofilia —realizado por un experto del departamento de Psiquiatría del hospital Johns Hopkins para la publicación Mayo Clinic Proceedings de abril de 2007—, se citan diversas fuentes científicas que confirman que la pederastia “no es necesariamente sinónimo de pedofilia” y que afirman que “el abuso sexual infantil no es un diagnóstico médico” que implique discapacidad mental. “No es una patología que amerite justificarlo, el pederasta es una persona con juicio y que debe responder de sus actos”, dice David Barrios, médico y psicoterapeuta sexual, director de Caleidoscopía (espacio de cultura, terapia y salud sexual), y añade que “son excepcionales los casos que pueden atribuirse a alguna afección cerebral o patología clínica”. Barrios destaca como principales factores detonantes del abuso sexual contra infantes elementos de índole cultural. “En nuestras culturas hay, por un lado, un machismo exacerbado, y parte de ese machismo, que incluye a los clérigos católicos, por cierto, consiste en ejercer un poder sobre los demás, particularmente sobre menores. A los hombres, en esta cultura, se nos ha educado para tomar lo que queremos”. También lo atribuye a un ejercicio irresponsable del poder, punto en el que coincide Perelman.

Barrios afirma que desde una figura de poder cualquier pederasta puede incluso “sin amenazas físicas lograr que un menor se someta”. Para Berenice Mejía-Iturriaga, psicoanalista, doctora en Ciencias Sociales y catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM, “aunque el abusador reciba de alguna manera ‘el consentimiento explícito o implícito del menor’, es al adulto a quien va primeramente dirigida la prohibición de gozar de un menor”.


LAS VÍCTIMAS

Se calcula que uno de cada cuatro mujeres sufrió algún tipo de abuso sexual en la infancia y en hombres, uno de cada 11. Según diversas fuentes citadas en el texto dedicado al perfil del pedófilo del Mayo Clinic Proceedings, “los niños que sufrieron abusos experimentan mayor daño psicológico cuando el abuso proviene de una figura paterna (vecinos, sacerdotes, maestros) o involucra fuerza y/o contacto genital”.

Según datos oficiales de EU, 27 por ciento de los pederastas son familiares y se estima que en ese país sólo uno de cada 20 casos de abuso es reportado; en países como el nuestro (donde hay que sumar la desconfianza que la población tiene hacia el sistema judicial) la cifra puede ser mayor. “Las consecuencias para el niño o niña son terribles porque puede vivir en su vida adulta una sexualidad llena de culpa, vergüenza o temor”, afirma Fernández y de la Borbolla. Subraya que “se le debe creer al niño”, así como crear puentes de comunicación y confianza para que pueda expresarse sin miedo. Para Perelman la sociedad ha operado como facilitadora para los abusadores, “porque propiciamos que no se hable de sexo y hablar de sexo es vergonzoso… ese es un clima perfecto para el abusador. Seguramente esto ha sucedido durante mucho tiempo, pero sólo hasta ahora, cuando comienza a haber un clima de mayor apertura, más y más gente está verbalizando y saliendo a denunciar estos abusos”.


TRATAMIENTO PARA PEDERASTAS

La Cámara de Diputados —faltando la ratificación ante el Senado— ha tipificado por primera vez en el Código Penal federal a la pederastia como delito, con penas de nueve a 18 años de cárcel a quien cometa abuso sexual contra niños, inhabilitando al agresor por el mismo tiempo para ocupar cargos públicos y ejercer su profesión. La socióloga Mejía-Iturriaga no considera saludable para la sociedad que los pederastas religiosos tengan privilegios ante una ley laica. “Todas las personas son ciudadanos de un Estado y por lo tanto son sujetos jurídicos. Si alguien comete un delito debe ser sancionado por la ley. Suponer que un pederasta religioso es una excepción lo coloca entonces fuera de la ley y eso implicaría que la ley vale sólo para algunos”.

Independientemente de que sea procesado y purgue una pena como dicta la ley, existen tratamientos clínicos para pederastas (en algunos países son obligatorios) que elevarían las probabilidades de éxito en la prevención de reincidencia. “Fundamentalmente hay dos enfoques terapéuticos para pederastas, uno tiene que ver con procesos de psicoterapia para que no vuelva a ocurrir. Eso está sujeto a una valoración constante del terapeuta que se compromete a seguir el proceso”, afirma Barrios.

El segundo enfoque terapéutico consiste en tratamiento farmacológico que a su vez puede ser de dos tipos, ambos enfocados a inhibir el deseo sexual impulsivo. Los explica Barrios, experto mexicano en ese tema: “Uno es la castración terapéutica a partir de hormonales antiandrógenos. La testosterona es el principal factor biológico que promueve el impulso. Evidentemente en un pederasta ese deseo está alterado. Entonces se mandan inhibidores de la testosterona”. El otro esquema de tratamiento “que también ha dado buenos resultados, tanto en pederastas como en agresores de adultos, es el de inhibidores de la recaptura de la serotonina. Usualmente los empleamos los médicos como antidepresivos, pero en estos casos tienen como objetivo modular el impulso y ha dado buenos resultados”.

Respecto a los niños que han sufrido abuso, dice Fernández y de la Borbolla: “Algunos lo superarán y podrán tener una vida sexual placentera y sin miedos, pero generalmente se queda esta parte del temor hacia una relación con intimidad”. Los expertos coinciden en la importancia de que los sobrevivientes de abuso sexual infantil busquen algún tipo de psicoterapia. “Se puede salir adelante. Queda la herida, pero hay muchas formas de seguir adelante”, concluye Perelman.
Milenio 25 de abril de 2010.

ESTADISTICAS DE A.S.I EN MÉXICO


En México entre 30 mil y 60 mil infantes son víctimas de abuso sexual cada año. A nivel mundial, el panorama es de 73 millones de niños y 150 millones de niñas menores de 18 años quienes sufren de violencia sexual o relaciones sexuales forzadas.

Respecto a maltrato infantil, en 2009, el Sistema Nacional DIF recibió 59 mil 186 denuncias, de las cuales se comprobó el agravio en 33 mil 994 casos, pero únicamente cuatro mil 656, poco menos del 10 por ciento, se presentaron ante el Ministerio Público.

Por ello, la diputada Paz Gutiérrez Cortina (PAN) se manifestó por que se cree una Fiscalía Especializada dedicada a dar atención integral a las víctimas de violencia y abuso sexual en contra de menores, así como la procuración de justicia en estos casos.

Es indispensable, dijo, contar con un mecanismo para enfrentar los problemas de abuso sexual en menores; que el Estado vele por el bienestar de sus niños y aplique las penas y sanciones actualmente establecidas por el Código Penal Federal a quienes lo lleven a cabo.

La secretaria de la Comisión de Educación Pública y Servicios Educativos mencionó que la Fiscalía Especializada y un programa de concientización y prevención de los delitos sexuales en contra de menores son un primer paso que hay que tomar.

Mencionó que desde comienzos de los años 90 se desarrollaron a nivel mundial los procedimientos a gran escala para prevenir la pederastia y responder de manera eficaz a las denuncias, y que en la actualidad, una cultura de ‘tolerancia cero’ que ponga fin a los casos que se presenten, “es lo menos que podemos hacer por nuestros niños”.

Las estadísticas de abuso sexual infantil, destacó, son alarmantes: una de cada 4 niñas es abusada de manera sexual antes de cumplir 18 años y, en los niños, es uno cada 6 niños. Además, casi el 70 por ciento de todos los casos de abuso sexual es a niñas o niños menores de 17 años, y el 35 por ciento de los casos es por algún miembro de su familia.

Son innumerables, agregó, los casos de niños y algunos actualmente ya mayores “que sufren en el anonimato las consecuencias del abuso sexual infantil, perpetrado por adultos en quien se había depositado la confianza como puede ser un maestro, un ministro de culto, el padre, o algún familiar dentro de los muros del hogar”.

Gutiérrez Cortina puntualizó que la legislación, tanto nacional como la establecida por tratados internacionales, presenta una plataforma y exige mayores medidas y atención en estos casos.

De ahí, enfatizó, que sea urgente poner en práctica medidas de protección de los menores, “aún estamos a tiempo de salvar a millones de niños de que se conviertan en víctimas del abuso sexual convirtiéndose en una estadística más y en una probabilidad más de caer en depresión, dependencia del alcohol, drogas, trastornos de pánico y estrés postraumático o peor aún, suicidios”.

Finalmente, se pronunció por una cultura de prevención del delito, pues “es imprescindible ya que la capacitación de los niños y de las niñas en la conciencia y el conocimiento de sus derechos, hará que sean capaces de defenderse y hacer que se respete su integridad”.

El abuso sexual infantil no es un fenómeno nuevo de la realidad humana

 Existió en todos los tiempos de la historia de la humanidad. No obstante, algo alentador de la época histórico-social que nos toca vivir es que existe una tendencia creciente hacia la denuncia de los abusos. Aunque nos cause espanto, el tema es expuesto con mayor asiduidad en diferentes medios: la prensa, la televisión, la escuela, la iglesia.
• El abuso sexual infantil no reconoce barreras sociales, intelectuales ni religiosas. Lo encontramos en todos los ámbitos. De maneras más sutiles o groseras, más ocultas o más expuestas, tanto ricos como pobres, académicos como iletrados, religiosos como seculares, “cristianos” como no cristianos, casados, solteros, viudos o separados, pueden ser abusadores de niños, niñas y adolescentes.
 • El abuso sexual infantil tampoco es la conducta habitual y exclusiva de los homosexuales. Este mito ha proyectado, muchas veces, sospechas infundadas e injustas sobre los homosexuales, y ha propiciado el ocultamiento e impunidad de personas heterosexuales, padres de familia, con fachada de “respetabilidad”. Homosexuales y heterosexuales pueden ser, eventualmente, actores del abuso sexual infantil.
• La mayor parte de los abusos contra menores se realizan dentro del entorno de los mismos (familia, escuela, iglesia, clubes, etc.). El 85% de los abusos sexuales contra niños, niñas y adolescentes, son cometidos por las personas –en su inmensa mayoría varones- más próximas a ellos (pares, padrastros, tíos, primos, pastores, sacerdotes, maestros, amigos de la familia, vecinos), dado que se perpetran sobre la base de la seducción, la confianza, la dependencia y el sometimiento del niño, sin necesitar de mayor violencia; por esta misma razón se perpetúan en el tiempo. Por otra parte, los abusos cometidos por personas fuera del entorno habitual de los menores, suelen configurarse como experiencias únicas y más violentas.
 • El abuso sexual infantil y adolescente deja, por lo general, daños a corto, mediano y largo plazo. Cabe aclarar que los menores no mienten ni inventan fantasías sobre el abuso. Tampoco es un juego para los chicos ni disfrutan con esta actividad impuesta por un adulto para su satisfacción egoísta y perversa. Por el contrario, es una experiencia penosa y secreta que provoca variedad de daños que se proyectan a la vida adulta (depresión, pérdida de la confianza, baja autoestima, angustia, culpa, vergüenza, confusión en la identidad sexual, soledad, desesperanza, etc.). Se lo ha llamado, y con razón, el “crimen secreto”.

 • El abuso sexual infantil es un problema de todos. Debemos dejar de considerarlo un tema privado para constituirlo como una problemática sobre la cual todos y todas debemos tomar conciencia, adoptar medidas conducentes a la prevención y sanción de los responsables.
Sobre la autora: María Elena Mamarian, Coordinadora del Centro Familiar Eirene