TERAPIA Y AMOR
James, ¿cuánto tiempo te tomó a ti elaborar y entender lo que había sucedido y ser capaz de hablarlo?
James: Desde el primer evento de abuso, a los 17, sentí el dolor, la incomprensión, la desestructuración. De súbito una persona que es el garante del bien adapta la moralidad y la ética para su beneficio, y uno cae, y tantos otros adolescentes, porque el abusador prepara el terreno. Arma una red. Aunque tengas el instinto de escapar, es como una araña que te atrapa. En este proceso, como el otro representa la imagen del bien, vas focalizando el mal en ti; es algo muy autodestructivo. Recién cuando sales de eso, inicias el proceso de entender lo sucedido.
¿Cuándo pasó eso?
James: Me pasó de viejo. Tenía 38, 39 años. La gente dice: “pero este gallo ya estaba grande”. La gente no entiende nada, no sabe lo que pasa. Un factor fundamental fue descubrir que había más víctimas. Y ahí hay otro tema importante: la ley no puede ser tan ciega y los legisladores tan ignorantes de no darse cuenta de que el pedófilo es insaciable. No tiene reparación. Cuando se le escapa una víctima, busca otra.
¿Cómo hiciste el clic para entender que no había sido tu culpa, que tú eras la víctima?
James: Con la terapia, con Gracia García. Hice 12 años de terapia, tres veces a la semana. Necesitaba descubrir qué me había pasado y que alguien, ultra calificado, contrarrestara mi narración, que hasta ese momento era que eso había pasado por mi culpa. Ella me ayudó a reestructurarme internamente porque hay toda una estructura mental que tienes que reordenar, reconectar miles de neuronas que te vayan mostrando el mundo de manera más adecuada.
¿La reparación se la deben a la terapia?
James: Y al amor. Porque lo primero, en la raíz de todo esto, está el verme querido por alguien. Descubrirme como una persona que tenía derecho a ser querida. Eso se lo debo a mi mujer: Valerie. Cuando me veo en los ojos de ella, veo su amor, descubro que puedo ser querido. Ahora, el amor solo, no sé si logra reestructurarlo a uno internamente. Por eso hoy, en mi experiencia, creo que la terapia es un derecho.
Vinka: Es como dice Jimmy. Hay un verso que lo resume, de Gabriela Mistral: “si tú me miras, yo me vuelvo hermosa”. En los ojos amorosos de otro, y también los propios, poder verse distinto. A mí la mirada amorosa me la dio maternidad, mis hijas Diamela y Emilia. Y la terapia, que fue una tremenda ayuda. Por eso creo tiene que ser un derecho. Hoy tiene un valor prohibitivo para muchas familias y el sistema público no da respuesta; los programas de reparación tienen listas de espera casi equivalentes a los pacientes que están atendiendo, y en la salud privada, no existe cobertura para una terapia así de larga. Sin política de salud mental en el país, siquiera, ¿cómo vas a reparar un trauma tan grave que afecta a miles de niños, familias, sobrevivientes adultos? Esa es otra deuda ética del Estado de Chile.

“Es terrible, porque cuando llegas a la justicia te das cuenta de que está llena de obstáculos. Y ahí hay otro punto: la gente que ha sido abusada se siente sola y eso te impide luchar. Por eso hoy la justicia es un camino casi imposible de recorrer para un niño abusado. Eso lo tenemos que mejorar”, dice james Hamilton.
¿Por qué afirmas que el Estado tiene una deuda ética?
Vinka: Son 26 años de democracia y el trato a los niños, veamos lo del Sename solamente, es desde el desdén, no desde el aprecio por sus vidas. En abuso sexual, el problema no es individual o de una familia, sino de la sociedad. A Chile se le ha pedido más de una vez, la última en 2015, que estos delitos sean penalizados efectivamente, que la justicia no revictimice a los niños y que se establezca la no-prescripción. Y seguimos esperando.
James, tú y los otros demandantes del caso Karadima tomaron el camino judicial. Aunque lograron que se reconocieran los hechos no hubo pena, porque estaban prescritos. ¿Qué lectura hiciste de eso?
James: Fue muy terrible porque cuando llegas a la justicia te das cuenta de que te encuentras con un nuevo obstáculo. Nuestro recorrido fue súper largo. Tuvimos un investigador excepcional y dedicado como fue el fiscal Xavier Armendáriz pero que fue rápidamente removido por el fiscal nacional. Luego esto pasó a uno de los últimos tribunales de la justicia antigua donde fue sobreseído por probable prescripción. O sea, nos fuimos encontrando con que el Estado no solo no nos ayudaba y protegía, sino que nos ponía trabas que parecían insalvables. Gracias al empeño de Juan Carlos, José Andrés y en particular de nuestro abogado Juan Pablo Hermosilla, fuimos empujando esto a veces sin esperanza de que la justicia llegara. Hubo que generar remezones públicos, en entrevistas como la de Tolerancia Cero o en opiniones muy duras a veces contra la Corte Suprema, para que la misma corte en un momento decidiera nombrar a un juez en visita.
Era como para darse por vencido.
James: Sí. Te sientes desamparado. Además, que hay otro punto: la gente que ha sido abusada se siente sola. El gran factor que a nosotros nos ayudó fue entender que habíamos sufrido el mismo proceso; que había muchas víctimas. Eso te da fuerza. Pero cuando estás solo, esa soledad, la falta de energía, el dolor te impide tener la capacidad de ir a enfrentar y luchar por justicia. Entonces hoy en día es un camino casi imposible de recorrer para una niña o niño abusado y eso es lo que nosotros tenemos que mejorar.
“He escuchado tantas historias de víctimas y sobrevivientes, y es inevitable el juramento interno: que nadie más lo viva, que esto se extinga y que seamos los últimos de esta tribu”, dice Vinka Jackson.
PRÓTESIS PARA EL ALMA
¿Por qué decidieron llevar la bandera de impulsar el cambio a la prescripción, si este no los beneficiará?
James: En mi caso esto es full vivencial. Porque yo viví tortura. Cuando se afirma que los abusos sexuales a menores son crímenes de lesa humanidad, como ha señalado un informe de Naciones Unidas, lo entiendo con el corazón, con el alma, con todo.
Empatizas con los niños que están en esa situación.
James: Cuando uno ve que un niño del Sename se suicidó, no es solo por problemas familiares o de pobreza. Es por el desamparo y la soledad porque, puedo asegurar, ese niño o niña ha sido abusado. Agregado a esto hoy tienes un Estado que no te protege. No te ayuda. No te escucha del punto de vista legal. Entonces es una doble tortura. Mi motivación tiene que ver con la empatía con el otro que sufre. Y también con la protección de mis hijos. Porque seguir así es aprobar esta especie de protección cultural del abuso.
Vinka: La prescripción al único que le sirve es al abusador. Perpetúa la dinámica de sometimiento y ese es el mensaje que las víctimas reciben: ¿quién va a creerme?
Y en tu caso Vinka, ¿qué te motiva a implicarte en esta causa?
Vinka: El amor por la vida, la rebelión desde ahí, porque veo a los niños, a mis hijas. Ningún ser humano que llega al mundo y está creciendo debería sufrir ni ser desprotegido. He escuchado tantas historias de víctimas y sobrevivientes, y es inevitable el juramento interno: que nadie más lo viva, que esto se extinga y que seamos los últimos de esta tribu ojalá, que de una vez cuidemos a los más indefensos, que nos cuidemos todos.
Por qué usas el termino sobreviviente de abuso, ¿Esa es la sensación? ¿Cómo si hubieras sobrevivido a una guerra?
Vinka: Sobreviviente es la palabra universal. Pero sí, también se siente como una guerra. De niña vi un reportaje sobre Hiroshima y mostraba la imagen de una mujer y un caballo desollados; nunca lo voy a olvidar. Yo tenía unos 8 años, y así me sentía.
James: El abuso se vive como un ataque inexplicable. Es como una explosión que te ocurre dentro. Una explosión interna. Un desgarramiento.
Vinka: Hay niñas y niños que terminan muertos por el abuso sexual. Estamos viendo hoy mismo cómo la violencia sexual cobra vidas. Pero cuando las víctimas sobreviven, siempre existe la posibilidad de sanar. Se necesita tiempo sí, y verdad. Y un círculo de cuidado, con gente amada y todo el colectivo, para poder reescribir la historia, “recuperar los derechos de autor” sobre la propia vida, un término que se usa mucho en terapia.
James: Ahora, yo creo que ser sobreviviente sí equivale a ser feliz. No significa que quedaste mutilado a perpetuidad. Puedes ponerte prótesis en el alma para poder caminar. Ser sobreviviente significa que, a pesar de la destrucción interna, los seres humanos a base de amor y justicia tenemos la capacidad de sanarnos los unos a los otros. Solo no se puede. Nadie sobrevive a un desgarro así, solo.