lunes, 11 de enero de 2010

EL PERDÓN.


"La razón por la que los sobrevivientes del abuso a menudo sienten más ira contra sus madres que contra el propio abusador proviene de la fantasía infantil de que las madres lo saben y lo pueden todo, que se deriva de las primeras experiencias de dependencia absoluta a ellas", dice Carol-Ann Hooper, autora de Mothers Surviving Child Sexual Abuse (Madres sobreviviendo al abuso sexual infantil). "El abuso sexual confronta al niño con la dolorosa realidad de la impotencia, la que es reforzada en el caso de las niñas al ver que sus madres dependen y son dominadas por el hombre agresor".

Dirigir la rabia a la madre tiene dos propósitos, añade Hooper. Primero: le permite a la hija romper la identificación con su madre, por tanto, con la sensación de impotencia, y sentirse capaz de protegerse del abuso. Y segundo, casi siempre es más fácil dirigirla rabia hacia las mujeres que hacia los hombres. Pero como al final la rabia contra las mujeres es una inefectiva respuesta a la violencia de los hombres, la víctima necesitará redirigir su cólera hacia el abusador, una vez que se sienta relativamente segura para hacerlo.

LA CULPA MATERNA

Hasta ese momento, la mayoría de las madres deben aceptar la culpa que le atribuyen sus hijas, aunque la tendencia sicológica es creer que a menudo no lo merecen. En realidad, no está probado que se hagan las que no ven el abuso. Según las investigaciones realizadas en algunos países, como las del centro Secasa, en Australia, el 73% de las madres actúa cuando se descubre que hay incesto y el 60% emprende acciones preventivas de inmediato. "Hoy las madres son, en gran parte, las que denuncian el abuso infantil a las agencias", señala Hooper.

La experiencia de Naidoo lo confirma. "Pero la reacción inicial de las madres es el shock y la incredulidad, y la negación es una respuesta natural y muy común", apunta. "La hija lo ve como señal de debilidad, y esto provoca rabia y disgusto contra la madre, lo que a la vez le produce sentimientos de culpabilidad". Las madres, por su parte, ven el abuso de sus hijos como un reflejo de su incapacidad para protegerlos. "La mayoría se pregunta: ¿Qué hice mal? ¿Cómo no me di cuenta? ¿Se dirigió él a mi hija porque no me esforcé en el plano sexual?", dice Naidoo.

Las mujeres que han tenido una relación protectora con sus hijos son las que más se angustian y los cuidan, anota Hooper. "Las que anteriormente sintieron cierta hostilidad hacia sus hijos o se sentían sobrecargadas por las responsabilidades con ellos son más propensas a la ira ya no apoyarlos". Tal fue el caso de la mamá de Anette: durante muchos años, tuvo que criar a sus dos hijas sola con su salario de empleada doméstica, hasta que al fin pudo llevarlas a vivir con ella y con el hombre que después las agredió sexualmente. "El se emborrachaba y le pegaba, y después ella también empezó a beber", cuenta Anette. Según Secasa, en el 78% de las familias donde ocurre incesto, la madre también es víctima de violencia doméstica. Su dependencia económica y emocional con respecto al abusador, la falta de apoyo externo y el miedo les impide admitir o revelar el abuso de sus hijas. Hay madres que se distancian trabajando fuera de casa, refugiándose en el consumo de drogas o alcohol, o cayendo en la depresión o la frigidez. (Y el abusador justifica así su atención por las hijas).

"Estas madres están condicionadas para creerle al abusador y no la hija", explica la Dra. Kim McGregor, autora de Surviving and Moving On (Sobreviviendo y siguiendo adelante). Y algunas de ellas, que también fueron abusadas de niñas, se disocian cuando se sienten atemorizadas o ansiosas.

Pero aunque puede entenderse que la hija culpe a la madre, es injusto que la sociedad también lo haga. "Es como validar el mito de que el hombre no puede controlar su sexualidad, así que la mujer es quien debe contenerla. No hay excusa para esto", aclara Hooper.

LA CONFRONTACIÓN

Para curarse y continuar con su vida, es vital que la hija abusada confronte al abusador y exprese lo que siente, ya sea a través de la representación de papeles en la terapia o, más adelante, en la realidad, con ayuda del terapeuta, dice Naidoo. Es igualmente importante que manifieste lo que siente con respecto a su madre y su traición.

Si crees que tu madre se hizo la ciega ante el abuso, lo haya hecho o no, tu confianza, tu imagen de ti misma y tu autoestima quedarán aplastadas, y eso se reflejará en todas tus demás relaciones. Naidoo recuerda una chica de 20 años que fue a verla porque todas sus relaciones fracasaban. Durante la terapia se descubrió que había sido abusada en su infancia y fue referida a un sicólogo especializado. Sólo cuando logró dejar atrás el fantasma del abuso, sus relaciones volvieron a mejorar.

"Sin confianza ni autoestima, no puedes desarrollar relaciones estables y funcionales", aclara Naidoo. "Si no recibiste el amor y el apoyo incondicional de tu madre, pensarás que no eres suficientemente buena para una posición en el trabajo, para un buen novio, en fin, para nada. El dolor es enorme, y al suprimirlo, estás suprimiendo tus sentimientos en general. Eso alimenta el ciclo del abuso, y sin la ayuda correcta batallarás para sentir amor incluso hasta por tus propios hijos un día".

"Parte de la cura es el perdón, pero sólo una persona en terapia puede decidir si está lista para darlo; si no, pensará que la están manipulando de nuevo", dice Naidoo. La decisión de Anette de reconciliarse con su madre ocurrió cuando supo que estaba embarazada y decidió ir a terapia."Pensé en lo dura que había sido la vida de mi madre, y sentí pena por ella. No podía juzgarla, eso era asunto de Dios. Entonces me dispuse a perdonarla".

Pero el perdón no siempre es posible, y aunque separarte de tu madre y declararte huérfana es doloroso, es mejor que mantener una relación enfermiza. Si tu madre persiste en la negación y la incredulidad, es hora de alejarte para siempre. Ya pasaste lo peor; toma el control de tu vida y ¡vívela!
Autor: Glynis Horning Cosmopolitan

SENTIMIENTOS


El abuso sexual es una condición que viven niñas, niños y adolescentes, provocando secuelas traumáticas que pueden estar presentes en toda su vida, mientras no realizan su proceso de reconstrucción de vida.
Una de estas secuelas es la rabia, que presenta diferentes expresiones en la vida de las/os sobrevivientes. Muchas veces la rabia puede expresarse en forma de autoagresión. Como parte de la secuela, se ve mezclada con otras que llevan a mantener en un/a sobreviviente la inseguridad y el riesgo de forma permanente.

Para la familia que convive con un/a sobreviviente de abuso sexual, es muy difícil comprender el alcance de este sentimiento de rabia, muchas veces la refieren a “malacrianza”, o que “nada más quiere llamar la atención”, cuando son mujeres jóvenes y adultas se dice que “tiene mal carácter”, “es loca”.

Entender esto pasa por saber que son muchos los enojos derivados del abuso sexual. Primero consigo misma, están enojadas/os porque se consideran ineficientes pues “no pudieron detener el abuso”, porque nacieron “diferentes, raras”, o al sentir que fueron cómplices del abusador o que tenían una relación de mucho afecto con este.

Asimismo, asumen que su cuerpo es culpable por el abuso y se enojan con él, lo desvalorizan, lo rechazan y lo exponen a riesgos. Es particularmente esta condición la que conlleva muchas veces a que las/os sobrevivientes se automutilen --rallando su cuerpo con cuchillas, tijeras u objetos punzantes-- a que asuman que este cuerpo no sirve para nada y no es nada; por lo tanto no importa lo que le ocurra y se someten a diferentes riesgos y peligros, como el abuso de alcohol, drogas, fármacos. En este aspecto, los intentos suicidas y el suicidio son expresiones de autoagresión, de rabia.

La rabia que sienten hacia el abusador muchas veces está mezclada con el afecto, sobre todo si se trata de una persona muy cercana --padre, abuelo, tío-- que tergiversó el concepto del amor a partir del abuso; y si le enseñó que “así es como quieren los papás a sus niñas”; más aun si a esto le agregamos todo el aprendizaje religioso que manda a amar y honrar a padre y madre; o en otro caso a “respetar a los adultos” tan solo por ser grandes. Es así como la confusión y la impotencia se ven transformadas en rabia.

También, el abuso sexual genera el enojo hacia la madre; y éste a veces es más difícil de explicarse, aun para la sobreviviente. He visto sobrevivientes guardando mucho resentimiento hacia la madre por mucho tiempo.

Es en el proceso terapéutico que la sobreviviente llega a aclararse el por qué de esta rabia, identificando cómo se ha sentido traicionada por la madre. Por ser la pareja del abusador, por ser la hija del abusador, por haberla hecho hija de un abusador, porque no se dio cuenta del abuso, porque no la protegió, porque siente que ha estado abandonada por ella, porque no le creyó cuando habló del abuso sexual que estaba viviendo. Muchas veces, como parte de la estrategia del abusador, la rabia hacia la madre parte de las expresiones que él le hace a la sobreviviente, desvalorizando y hasta haciendo que ella se sienta en competencia con su propia madre. Procesar cada uno de estos enojos es muy complicado para un/a sobreviviente. Hace falta reconocerlos, sentirlos, a través de un proceso cognitivo-emocional, que les permita vivir esta rabia de una vez y centrarla sobre todo en el verdadero responsable del abuso: El abusador. Es entonces un proceso tan doloroso como necesario.

El sentimiento de rabia hacia sí mismas/os, les genera autoculpabilización y vergüenza por el abuso vivido. De tal forma que también se trata de desculpabilizar y de reconocerse como un/a niño/a que ha vivido una situación dolorosa y que por ello merece la compasión de sí mismo/a.

Al avanzar en el proceso terapéutico es posible dejar atrás la confusión afectiva, la autoculpabilización, la autoagresión y en la medida que el empoderamiento crece, tener mayor fortaleza para enfrentar esta rabia y echarla fuera de su vida.

En la medida que avanzan, también van reconociendo sus propias fortalezas –las que el abuso les había expropiado- también van ubicando el sentimiento de rabia en el/los abusador/es; reconociendo que el/los único/s responsable/s por el sufrimiento y el horror del abuso sexual son ellos, logrando que este sentimiento ya no esté mezclado con afecto, la confusión se va tornando en claridad.

De ninguna forma se trata de quedarse con la rabia para siempre. Se trata de llevar adelante ese proceso que le permita quedarse sin ella totalmente. De sentirse en paz consigo misma y con las personas a su alrededor. He visto sobrevivientes vivir estos momentos y con mucho dolor y valentía salir adelante, es muy hermoso sobre todo cuando dicen: Ahora ya me quité esa carga, ya no puedo sentir ese enojo, ahora he empezado a aceptarme y a quererme. Sé que tengo y que puedo cuidar de mí. Sobre todo estoy segura que merezco estar bien y ser feliz.
*Psicóloga
lornanorori@hotmail.com
Movimiento contra el Abuso Sexual: hablemosde.abusosexual@mail.com
yotecreo@gmail.com