martes, 26 de julio de 2011

Estrategias para combatir pornografía infantil

Los hombres que aprovechan el desarrollo tecnológico y las herramientas que aporta Internet para incurrir en delitos contra la integridad sexual de menores tienen un perfil medianamente establecido por la Dirección de Ciencias Forenses del Ministerio Público en conjunto con peritos informáticos y peritos psicólogos: son adultos de entre 25 y 50 años de nivel socioeconómico medio, cuentan con estudios terciarios o universitarios, poseen una inteligencia estimativa media o alta, y gozan de buen nivel de inserción social.

Los datos forman parte de las conclusiones aportadas por la médica Emma Virginia Créimer en la conferencia sobre “Nuevas herramientas forenses contra la pornografía infantil”, donde compartió panel con el abogado Gonzalo Iglesias, profesor de Aspectos Legales y Profesionales de la Informática de la UNLP, y secretario del Instituto de Derecho Informático. Esa jornada fue organizada con el propósito de dar visibilidad a un problema creciente a partir del desarrollo de las comunicaciones a través de Internet.

Antes de esa conferencia Créimer fue quien puso en palabras esa preocupación en un escrito remitido a Diagonales. “La nueva tecnología ha permitido adelantos increíbles para el hombre y la mujer común, así como para el científico y el investigador criminal, pero también ha traído aparejados peligros impensados”. Denomina entonces a la forma de buscar y obtener goce sexual a través de los niños con el uso de Internet “como una forma de cyberpedofilia”.

El cyberpedófilo puede ser entonces presentado como un delincuente del nuevo siglo. “La inmediatez y facilidad de obtención de la información que ofrece Internet, así como su anonimato, han permitido que individuos que diez años atrás reprimían sus deseos sexuales por los niños, los hayan exacerbado y hasta disparado hacia la concreción del hecho”, explicó Créimer.

La caracterización enunciada sobre los victimarios de esta nueva modalidad delictiva que garantiza cierta cuota de anonimato no concluye en los enunciados del primer párrafo. A ese perfil se agrega que “¿se los encuentra en trabajos o actividades relacionadas con  niños?”, otorgan “importancia a la PC para desplegar su perversión”, “dedican tiempo a buscar material por Internet y al uso del chat”, poseen “estudios o conocimientos de informática”, “en muchos casos tienen fotos de niños de su entorno familiar y social”, y su preferencias sexuales “apuntan a niñas o niños (no ambos)”.

LA PSICOINFORMÁTICA. Según la médica del Ministerio Público, son “incontables” las páginas pedófilas que existen y ofrecen, en forma ininterrumpida, “fotos que para el observador desprevenido podrían resultar inocuas, hasta familiares, pero que para el consumidor de belleza infantil con propósitos delictivos resultan verdaderos ‘books’ de selección de víctimas”.

El trabajo de prevención se realiza en la Dirección de Coordinación de Institutos de Investigación Criminal y Ciencias Forenses del Ministerio, donde se revisan a diario múltiples soportes informáticos secuestrados en el marco de investigaciones por denuncias de abuso sexual de menores, producción y distribución de pornografía infantil.

Allí, es el trabajo multi e interdisciplinario sobre estas computadoras lo que permitió jerarquizar el contenido, observar la repetición de rasgos de personalidad en los denunciados y crear de una nueva disciplina: la psicoinformática.

La nueva herramienta permite registrar y analizar los sitios de Internet visitados, los archivos de texto e imágenes consumidos y debidamente guardados, e incluso a veces borrados por los denunciados, “poniendo énfasis en la compulsividad con la que esta tarea se desarrolla, las características físicas, el género y el rango etáreo de las víctimas preferidas, y la tendencia a la elección de tareas laborales que le permitan acercarse al denunciado al perfil del niño-víctima seleccionado”.

Consideraciones sobre el Abuso sexual infantil y el silencio del otro

En la actualidad a nadie se le torna ajeno el concepto abuso sexual infantil, tenemos noticia de aquello a través de medios de comunicación, conversaciones del diario vivir, hasta hemos sido testigos de cómo las diversas iglesias del país se han visto envueltas en ésta problemática. Un tema del cual, hace algunos años atrás, sólo discutían unos pocos y sin posibilidad de un debate público. Hoy hace ruido y trae consigo diversas interrogantes, como ¿Qué se debe hacer? ¿Cómo prevenir? ¿Quién responde por el daño ocasionado?, entre otras. A mi parecer creo que ante esta temática se presenta un fenómeno aún más esencial y que es la cuestión del silencio en el abuso sexual infantil, el cual se práctica ya sea desde poner en duda el relato del niño hasta callar creyendo que esto traerá consigo el olvido del acto.

Nos encontramos con que un porcentaje importante de los casos de abuso sexual ocurridos durante la infancia, no son develados sino hasta la adultez, lo que ha permito estimar a nivel mundial que entre el 7 y 36% de las mujeres y entre el 3 y 29% de los hombres han reconocido haber sufrido abuso sexual en su infancia (Finkelhor, 1994). Sumado a lo anterior, según estadísticas de Carabineros y de la Policía de Investigaciones de Chile, muestran que en nuestro país se denuncian aproximadamente 4.500 delitos sexuales al año. Los delitos de victimización señalan que por cada delito sexual que se denuncia, existen alrededor de 7 casos que se mantienen en silencio (ACHNU, 2006). De este modo nos encontramos con un porcentaje significativo de casos que quedan en silencio, sin posibilidad de tratamiento y menos aún de reconocimiento.

Ante tales cifras y dentro de mi experiencia clínica con menores que han sido víctimas de aquellas agresiones es que me sumo a esa pregunta psicoanalítica ¿Dónde se instaura el trauma, es en el abuso mismo o en un tiempo posterior en el cual no ha existido un otro significativo que reconozca el sufrimiento del niño? 

Parece una pregunta en la cual pocas veces padres y adultos se han detenido, se cree comúnmente que guardar silencio e invitar al olvido es la mejor receta para aquel contenido siniestro. Lo más probable es que aquello exacerbe el dolor en el niño o adolescente. Hacer como que no existe es una utopía, ya que cada participante de ésta escena recuerda una y otra vez pero en silencio, ya sea a nivel consciente o inconsciente (como son los sueños, flashback, fragmentos de recuerdos, etc). El peligro reside en esa no – inscripción en la historia del sujeto abusado. Si callamos no significa que desaparezca, al contrario, pareciera ser que puede adquirir mayor fuerza el hecho. Por lo tanto, quiero dejar claro que no resto importancia a la agresión sexual en sí misma, sino más bien pongo el énfasis en ese segundo momento del trauma: la desmentida del otro, donde sabe que existe pero nada puede ver ni decir de aquello. Da la impresión que se presentara un congelamiento en ese llamado a cumplir una función, función de escucha, recipiente del dolor infantil y actor en pro de una defensa justa. Muchos adultos se ven envueltos en esa imposibilidad de metabolizar la experiencia del niño.

A su vez, al hacer referencia a esa desmentida del otro, el peso no recae solamente en los padres o figuras significativas, también hay que pensar cómo un equipo médico y  muchas veces el poder judicial, invalidan el discurso de muchos de niños y adolescentes, al decir “existe falta de pruebas” o “el discurso del niño es inconsistente”. Por lo tanto, habría una organización social con leyes y protocolos que pueden decidir si un hecho abusivo es real o no. Entonces ¿Qué ocurre con la realidad psíquica de cada niño? ¿Quién se hace cargo del dolor inconsciente de estos sujetos? Debemos pensar que cuando se dicta una sentencia al abusador y éste debe pegar por el delito cometido, esto no es un simple acto de romanticismo justiciero, sino más bien se valida el relato y la experiencia del niño, lo que trae consigo el desprendimiento de la fantasía: “quizás yo sólo lo imaginé”. Y así se podría dar paso a la inscripción histórica del sujeto, porque de lo contrario es muy difícil – no imposible -  hablar, comprender y simbolizar algo que nunca existió para los otros.

No olvidemos algo fundamental, para el niño es muy confuso y ambivalente que una figura que supuestamente brinda protección, cuidados físicos y emocionales; de un momento a otro también es quien daña e interpone violentamente su sexualidad adulta sobre la de él. Para Ferenzci - Psicoanalista Húngaro – esto sería la “confusión de lenguas entre los adultos y el niño”, ya que un adulto y un niño se aman, el niño tiene fantasías lúdicas,  donde el juego puede formar una parte erótica, pero permanece en el ámbito de la ternura – propia de un niño - . El problema arraiga cuando el adulto tiene predisposiciones psicopatológicas, o sea entendámoslo del siguiente modo: cuando confunden los juegos de los niños con los deseos de una persona madura sexualmente.

Sintomatología y Verdad en el Niño

Muchas veces – sino en las mayorías – niños y adolescentes no encuentran el modo de comunicar a otro lo que sucede, el peligro que lo acecha continuamente; la experiencia abusiva queda en silencio en cuanto no hay palabras que lo nombren, ya sea por miedo o la misma confusión del menor. Pero que quede claro que no porque el niño no hable va a significar que deja de inscribirse una experiencia como dolorosa en su psiquismo, y es así como en algunos casos - luego de un tiempo - pueden aparecer los síntomas como: irritabilidad, labilidad afectiva, conductas hipersexualizadas para la edad, conductas de riesgo, pesadillas, entre otros; donde lo más interesante es que ninguno de ellos es garante de abuso sexual, o sea no basta con algunos de esos síntomas para tener la certeza diagnostica de ello. Por otro lado, nos encontramos con otros casos donde la victima cruza sin sintomatología alguna. Lo que intento aclarar es que no existe ninguna categoría nosológica que de la certeza real y concreta de que un abuso sexual ocurrió como tal. Entonces, a mi parecer sólo nos queda prestar atención y creer en el discurso directo e indirecto de nuestros niños y adolescentes, el mensaje puede aparecer reiteradas veces de modo claro o desfigurado – como es la sintomatología, ya que ésta siempre busca transmitir otra cosa, remitirnos a una escena anterior -  frente a los ojos de los cuidadores, en ese momento es dónde son llamados a cumplir su función: escuchar y re-significar el dolor. Cuando se dice: “este niño miente”, creo que es esencial detenerse y preguntarse ¿Cuál es la función de aquello? ¿Por qué un menor tendría que comunicarse y así aparecer subjetivamente frente a los ojos de otro a través de una mentira? Se debe ser más crítico, en tanto nadie elige por que sí aquel decir, preguntarse y reflexionar por la ganancia psíquica de la apropiación de aquel discurso catalogado como encubridor de verdad.

Finalmente, re – significar es prestar mente para un otro en cuanto atañe a ese volver a pensar lo doloroso, es ayudar a unir fragmentos de un hecho que parecen ser incoherentes para el niño en desarrollo. El silencio y el olvido son su opuesto, deja un trozo de la historia del propio sujeto en blanco, no le permite reparar y así develar un hecho que en un primer momento resulta confuso y dañino. El trauma se instalaría en la medida en que figuras significativas no actúan como protectores, el niño no logra simbolizar el abuso y sólo queda esa repetición en espera de alguien que pueda decir: yo te creo, yo te escucho.

Fernanda Ojeda Harding
Psicóloga Infanto – Juvenil.
Magister Piscología Clínica (UNAB)
Cualquier comentario y/o sugerencia a: contacto@relato.cl
www.relato.cl

Abuso Sexual Infantil se debe conversar con los niños.

La conversación entre adultos y niños acerca del abuso sexual infantil tiene los siguientes objetivos específicos:



•Desarrollar pautas de protección y prevención desde los adultos
hacia los niños y niñas, entregando conocimientos teóricos y prácticos para el
abordaje del tema.

•Aumentar en los niños y niñas los conocimientos sobre los abusos
sexuales.

•Ampliar los conocimientos de los niños y niñas sobre el tipo de estrategias que utilizan los agresores y así ayudarlos a evitar situaciones en las que un abuso podría ocurrir.

•Desarrollar conocimientos en los niños y niñas sobre sus derechos y sobre los derechos que cada persona tiene sobre su propio cuerpo.

•Lograr que los niños aprendan a diferenciar entre el abuso sexual y otro tipo de contactos normales, así como también, que hay ciertos juegos de tipo sexual que no son adecuados.

•Enseñar a los niños y niñas que hay secretos que no deben guardarse.

•Incentivar a los niños a buscar ayuda si se encuentran en una situación de riesgo o si el abuso no ha podido ser evitado.

•Lograr que los niños y niñas comprendan que la responsabilidad del abuso es siempre del agresor.

•Desarrollar habilidades en los niños y niñas para enfrentar situaciones potencialmente abusivas.


Susana Balao

Infancia robada.

El abuso sexual en la infancia es un fenómeno casi invisible porque se supone que los niños son felices, que la familia y los adultos de confianza son protectores y que el sexo no existe. Pero todo esto es mucho suponer. El abuso sexual no aparece solo en situaciones de marginación y pobreza; en realidad, es la forma de maltrato más homogéneamente repartida en todas las clases sociales. El abuso sexual grave puede llegar a afectar a un 4%-8% de los menores, lo que supone un problema social importante y que afecta a ambos sexos (especialmente a niñas).


En la mayor parte de los casos no es cometido por el hombre del saco, sino por familiares o personas relacionadas con la víctima. En estos casos los abusadores dan salida a un problema de insatisfacción o de adicción sexual por medio de los menores sobre los que ejercen una mayor influencia.

Los menores más vulnerables son los más pequeños, los que muestran retrasos del desarrollo y los que tienen carencias afectivas graves en la familia.


Las conductas de abuso son difíciles de detectar porque no suelen dejar huellas físicas y porque las víctimas se resisten a revelarlo, bien por el temor a no ser creídas, bien por el miedo a destrozar la familia o a las represalias del abusador. De ahí que el abuso sexual pueda salir a la luz de una forma accidental cuando la víctima decide contar lo ocurrido -a veces a otros niños o a un profesor- o cuando se descubre una conducta sexual casualmente por un familiar, vecino o amigo. Otras veces son los cambios bruscos de conducta o los indicadores sexuales (por ejemplo, una sexualización precoz o un sentido del pudor excesivo sobrevenido recientemente) los que pueden alertar sobre la existencia de un abuso sexual. En general, el descubrimiento del abuso suele tener lugar bastante tiempo después de los primeros incidentes.

A corto plazo más del 80% de las víctimas sufren reacciones psicológicas negativas. La gravedad depende de la frecuencia y la intensidad del abuso, así como de los recursos psicológicos del menor. La interferencia emocional es más profunda cuando el abuso es continuado, hay penetración y es ejercido por un miembro directo de la familia. En general, las niñas tienden a presentar reacciones ansioso-depresivas; los niños, fracaso escolar y dificultades de socialización, así como comportamientos sexuales agresivos.


Respecto a la edad, los menores muy pequeños pueden no ser conscientes y tener dificultades para verbalizar lo ocurrido, lo que puede explicar la paradoja del cariño mostrado al adulto por el menor. En los niños un poco mayores son más frecuentes los sentimientos de culpa y de vergüenza. Y el abuso sexual presenta una especial gravedad en la adolescencia porque el abusador puede intentar el coito y el adolescente toma conciencia del alcance de lo que ocurre. Así, la víctima puede sentirse sucia y adoptar conductas como huidas de casa, consumo abusivo de alcohol y drogas, promiscuidad sexual e incluso intentos de suicidio.

Las secuelas emocionales a largo plazo son menos frecuentes y más difusas que los efectos iniciales, pero, a modo de cicatriz psicológica, pueden afectar al 30% de las víctimas. En estos casos las víctimas adultas no pueden sentir ni disfrutar, como si no tuvieran derecho a la ilusión, al amor y al sexo.

Sin embargo, no todas las personas reaccionan de igual manera. El equilibrio emocional de la víctima, dar crédito al testimonio del menor y el apoyo psicológico de la familia y de los amigos son factores protectores. Por el contrario, cuanto más crónico e intenso es el abuso y más próximo emocionalmente es el agresor, mayor es el desarrollo de un sentimiento de indefensión y de vulnerabilidad.


Pero hay un mensaje de esperanza porque, afortunadamente, hay vida después de un suceso traumático. Hay menores que, aun habiendo sido abusados sexualmente en la infancia, son capaces de llevar una vida ilusionante de mayores. La clave es detectar de forma temprana el abuso, interrumpirlo de inmediato y arropar psicológicamente a la víctima, así como tomar las decisiones adecuadas según los casos: el tratamiento de la víctima, la salida del agresor del hogar, el apoyo social a la familia y la terapia del abusador.

Susana Balao

Vannesa

Te dije que no anduvieras de cabrona, pero ah como eres terca y además haces tu pinche escandalito, ya deja de hacer dramas y vente para la casa.


 
Esas son las palabras de Rosa, mamá de Vannesa cuando le pide que regrese por que la gente la ve feo en la calle.


Vannessa no quiere regresar a su casa, ya no quiere tener miedo, no quiere sentir el aliento de su padrastro tomandola por sorpresa en las madrugadas ó cuando su mamá no esta en casa, Vannesa ya no quiere que le digan mentirosa, no quiere que sus tias le digan que es una cualquiera, ya no quiere que Santos se burle de ella.


Ella es una sobreviviente, conoce demasiado bien para sus el miedo, el sentirse sucia, el creer que es culpable por andar en por la casa “sin pudor”, “provocando” a, las noches de insomnio sintiéndose enferma y asustada y también conoce de humillaciones, sabe de sentirse sola, que todo su mundo le de la espalda.

Su mamá tomo una decisión y fue a favor de su violador, su pareja sentimental, jura que el no fue, aunque tampoco se explica por que la abandono.


Vannesa vive en una casa hogar donde le tendieron la mano, pero Vannesa tiene una gran responsabilidad, tiene un hijo producto de la violación de su padrastro, un bebe de meses que dio a luz en baño de su antigua casa, Vannesa ya vive sola, ya es madre y solo tiene quince años.


La historia de Vanessa