martes, 12 de octubre de 2010

el abuso sexual de menores ocurre en casa

Con frecuencia, ; especialistas recomiendan estar atentos ante cambios de conducta en los niños y evitar que jueguen con personas mayores

Los niños son los más vulnerables para sufrir abuso sexual. Y aunque puede ser en cualquier lugar, es más frecuente en el hogar, con sus cuidadores, o incluso en la escuela.

"De cada 10, unos cuatro niños están viviendo violencia sexual en la escuela, lo malo es que no lo están identificando los niños", aseguró Verenice Ortega, psicóloga especialista en violencia sexual en niños y adolescentes.

En el 80% de los casos, el niño conoce a su agresor y puede tener algún lazo afectivo que lo confunde y dificulta la denuncia.

El abuso sexual no sólo tiene que ver con la penetración. Existen otras modalidades como tocamientos, tomarle fotografías al menor o cuando se le muestra material pornográfico en revistas o por celular y esto es lo que está sucediendo en algunas escuelas.

El niño que sufre abuso sexual es amenazado por su agresor para que no diga nada, y aunque así suceda, existen signos y síntomas que delatan la situación: Depresión, morderse las uñas, mojar la cama, dolor al orinar o defecar, bajar en el rendimiento escolar, no querer ir a la escuela o no querer convivir con el agresor.

Una vez que se detecta el problema, se debe separar inmediatamente y permanentemente al niño del agresor y hacer la denuncia. La terapia psicológica es imprescindible y debe estar a cargo de un especialista en violencia sexual.

"Ahora trabajan los dos, el papá y la mamá y los dejan al cuidado de alguien. Tener mucho cuidado con eso, a quién les van a dejar a sus hijos y estar pendientes, muy pendientes de ellos, porque eso también a ellos les da seguridad", agregó Laura Martínez, especialista en violencia sexual.

"Un tip muy sencillo, que los niños lo entienden, es todo lo que hay debajo de tu corpiño y tu pantaleta, o tu camiseta y tus calzoncitos, son las partes delicadas de tu cuerpo, por eso llevan doble ropa por que hay que protegerlas" recomendó Verenice Ortega, psicóloga especialista en violencia sexual en niños y adolescentes.

un ejercicio de la terapia

Ha sido muy difícil crecer conociendo esta verdad asquerosa; mi padre fue un monstruo, no me amó, jamás me quiso. Lo más doloroso del abuso, no fue el abuso en sí, sino esa verdad lacerante.

Ahora, después de tantos años, en la terapia me han pedido que vea mi historia con otra mirada. Mi padre fue un ser humano que me amaba de una manera bizarra. No era la forma de amor que yo necesitaba, no era la forma de amor aceptable, pero era amor. Él, en su mundo enfermizo me amó.

Mi padre creció en una familia incestuosa, hermética: nadie de fuera podía entrar a su círculo, pero tampoco nadie podía abandonarlo. Amor para esa familia era sinónimo de poseer. Te amo, te poseo.

Mi padre me amó de tal forma que quiso que yo formara parte de ese clan.

Él era mi padre, pero yo tenía otra familia. La familia materna. Una familia estructurada, sana (en la medida de lo posible) que me permitió tener un referente del amor. Él me quiso poseer porque para él esa era la expresión del amor. Para mí, hubiera sido mayor expresión de amor que me matara antes que me obligara a vivir con esta verdad. Me hizo mucho daño. Me lastimó en lo más profundo del alma, del cuerpo, de la mente.

Ahora tengo que aprender a ver a ese hombre, no como un monstruo, sino como un ser humano con una visión retorcida del amor. ¿Acaso me va a ayudar a sanar saber que me amó a su modo? ¿Saber que la forma como mi padre me amó se parecía tanto al odio? ¿Acaso aprenderé a confiar en un hombre si acepto que fui amada por mi padre de una manera que me produce asco?
 
 
SOBREVIVIENTE.

Prevenir y Sanar el abuso sexual

No se por que me toco vivir tan de cerca este tema, mi familia está plagada de victimas de abuso sexual infantil, así como amigos y conocidos, por alguna razón a lo largo de mi vida he conocido más y más personas que lo han sufrido, un día contando todas las personas que conozco que han sufrido abuso o violación durante su infancia y me sorprendió el numero... aún más las que por diferentes medios he conocido su caso...mi corazón realmente se parte de dolor al saber que diariamente aumentan, por eso tengo la obligación, de compartir lo que he aprendido, lo que en el pasado necesitaba escuchar y deseo tanto que todos los que vivimos este crimen nos unamos en la lucha para que cada vez nuestros niños estén más protegidos.

Los supervivientes,
¿Por qué supervivientes? por que aún sigues vivo, por que tienes vida y la oportunidad de ser feliz y vivir una vida plena.

Seguramente la mayoría en su busqueda de una respuesta ha investigado las secuelas, las razones de sentirse así, el ¿por qué a mi?, pero es dificil encontrar respuestas que realmente alivien, se habla mucho sobre el dolor pero poco sobre como sanarlo y como evitarlo, como romper esa cadena que sin saberlo nosotros mismos formamos parte como victimas, como familiares de las victimas, amigos o simplemente por desconocer o no querer enfrentar este daño contra nuestros seres queridos.

Debo decir que no todos los caso terminan en devastación, he sido testigo de personas que deciden dejar de sufrir y sanar las heridas, que con esa fuerza de supervivientes deciden poner fin a esta carga.

Es una decisión, decir: Este es el ultimo día en que voy a cargar con algo que no es mio, algo que yo no escogí, de lo cual no soy responsable por que la inocencia de un niño no tiene culpa alguna, la inocencia de un niño mantiene pura el alma.

Tu cuerpo pudo ser lastimado, pero ese cuerpo ya no existe más por que cada célula tuya, el tiempo la ha transformado en una nueva, la naturaleza es tan sabía que cada día nuestro cuerpo se renueva y aquel al que una vez lastimaron ya es polvo, las heridas del alma son las que realmente hay que sanar.

¿Cómo sanamos las heridas del alma? ¿Cómo perdonar un crimen tan horrible? Muchos analistas han escrito sobre las secuelas de las victimas de abuso sexual, toda la información que uno puede encontrar es real, hay que conocerla y actuar, pero esa información no consuela, no alivia, solo hace que la rabia y el dolor aumenten.

Esto me llevó a buscar, a investigar sobre el tema, a ser cada vez mas receptiva, conforme fuí ahondando me di cuenta de la cantidad de personas que lo vivimos, de como es velado y muchas veces somos insensibles aunque lo tengamos delante, en nuestro propio entorno.

Sin embargo, la ciencia no tiene todas las respuestas, y así como hay milagros médicos físicos también hay milagros del alma, eres uno por el simple hecho de estar vivo, de haber sobrevivido.

El primer paso para sanar el alma, el más doloroso y que pareciera imposible es el perdón, imposible por que al escucharlo uno piensa ¿cómo puedes pedirme que perdone al asesino de mi alma, a quien ha destrozado mi vida? La respuesta: para sanar tu alma.

Por ti, aunque no lo consigas dilo en tu interior, mirando su alma, esa alma enferma, que lo más probable es que también tuvo un agresor, que escogió seguir propagando el dolor y por ello es más culpable.

Perdonale por que hoy quieres dejar de ser un eslabón de dolor, por que quieres sanar tu alma y salir de un circulo de maldad, brillar sobre esa vileza, noble y reluciente con un perdón, dejale a Dios que lo juzgue, a la vida y la muerte que se encargará de cobrar cada lagrima tuya. Pero hoy libera tu corazón de esas ataduras de odio, de dolor, de rabia, de la injusticia y tu corazón empezará a sanar pues has sacado la espina que te envenenaba.

Lo más seguro es que no consigas un perdón verdadero al principio pero cada vez que vengan a tu mente los recuerdos dolorosos practica estos pensamientos, dilos en voz alta si hace falta, aunque no lo sientas, las palabras te sanarán, dí: Yo te perdono de todo el mal que me causaste y no te deseo ningún mal, tal vez un día puedas decirle Te perdono de corazón y deseo tu bien aunque no lo merezcas ese sería el mas alto grado de perdón.

Con el tiempo descubrirás que has liberado tu corazón y que no sientes más odio, un corazón listo para ser feliz.

El segundo paso, contarlo, otra atadura menos, cuando ese secreto que se guarda (por temor, por vergüenza, por mil razones) sale a la luz, rompes la segunda atadura de tu alma, rompes ese lazo que que te ata al abusador, esa pesada carga se hace ligera, incluso he sido testigo que de personas que al contarlo a alguien en quien confian han exerimentado cambios físicos, perder sobrepeso, cambio en su rostro, mejoras en su humor, es un paso escencial para la recuperación.

El mayor problema del abuso sexual infantil es el silencio, con el silencio el único beneficiado es el abusador y nuestros niños corren peligro, se sigue cometiendo este crimen contra la humanidad, digo humanidad por que cada inocente abusado es hij@, es amig@, herman@, novi@, madre o padre, un ser querido de alguien.

Aunque el secreto parezca estar bien guardado, se desborda sin que nos demos cuenta, heredandolo a nuestras familias, a nuestro entorno. Por ti y por tus seres queridos se debe gritar que el abuso sexual existe y está más cerca de lo que nos imaginamos. Sin embargo nuestra sociedad esta construida para negarlo, ocultarlo y no quiere ver, es mucho fácil no tener que encarar este cáncer.

Es muy importante que cuando te decidas a hablar sea con alguien con quien tengas confianza, respeto y apoyo. También hay que tener conciencia que la mayoría de las veces la personas no queremos escuchar y preferimos pensar que esas cosas a nosotros no nos pueden suceder y si te encuentras con estas actitudes no te sientas mal por ello, por que tu fuiste valiente, tu has hecho tu parte.

En el caso de psicólogos o psiquiatras hay que buscar especialistas en abuso sexual que tengan la experiencia, la sensibilidad, que realmente te puedan guiar y apoyar, por ello son tan recomendables las instituciones que luchan contra el abuso sexual y los grupos de apoyo con personas que te hagan sentir comprendido.

La terapia para sanar heridas con especialistas es fundamental, ya que en semanas se puede entender y asimilar lo que quizas te costaría años, acelera la recuperación pues finalmente son medicos del alma.

No tienes por que pasar solo algo que es responsabilidad de esta sociedad, un hecho en donde el el más inocente es el que más siente la carga, cuando sólo debe ser auxiliado y protegido por nuestra sociedad, el que debe cargar con ello es el criminal y los complices.

El tercer punto por un momento dudé en escribirlo ya que no todos creen en un ser supremo, en Dios, y si se cree en Él es muy común sentir coraje por no haber intervenido, no se puede comprender como puede permitir estas atrocidades contra inocentes.

Pero a lo largo de este camino he sido testigo que la espiritualidad es un gran alivio para el alma, sin importar religión o doctrinas, el cambiar nuestra mirada hacia lo que realmente es valioso en esta vida, el amor.

Mirar el mundo con nuevos ojos donde el presente es lo más importante, disfrutar nuestro hoy con todo lo que la vida nos ofrece; personas que nos aman y que amamos, las pequeñas alegrías de la vida que no valoramos y damos peso al pasado, un pasado que ya no se puede cambiar, olvidemos el pasado, dejemos de pensar en el futuro que aún no llega y vivamos el presente con todas las bellas posibilidades que nos ofrece.

Estoy construyendo mi vida

Tengo 45 años. Tenía 11 años cuando el esposo de una tía, que vivía en nuestra casa en Managua, se metió en mi cama una noche y abusó de mí. Siguió haciéndolo durante no sé cuanto tiempo. Desde entonces he estado escondida y huyendo. Soy una sobreviviente de abuso sexual. Hace apenas un año decidí que debía parar y hacer algo con mi vida porque no podía seguir viviendo escondida, llorando, llena de dolor, de odio, de rabia, de miedo y de vergüenza, aterrorizada. Me acerqué a través del grupo Movimiento Contra el Abuso Sexual, con mucho miedo. Me costó mucho hacerlo. Vencer el miedo a hablar, desnudar el miedo y el dolor en que había vivido tanto tiempo ha sido un enorme triunfo.

Hablar de abuso sexual siempre es difícil. Pero para las mujeres de mi edad es mucho más. Cuando yo crecí ni siquiera se mencionaba el sexo en público, solamente para chistes de mal gusto, y el abuso jamás, mucho menos si era incestuoso. Crecí convencida de que había sido mi culpa, de que era sucia, mala, de que no servía, de que no merecía nada, sin confiar en nadie, avergonzada, sin entender que no era mi culpa. Debido a las circunstancias de este país, mi familia y yo estuvimos fuera varios años. El escape perfecto porque estuve fuera, lejos del abusador. Todo eso reforzó mi conducta de escape, de huida, de escondite.

Al regresar a Nicaragua, a los 17 años, me encontré con que tenía que ver al abusador. Pero también encontré un ambiente que propiciaba el consumo de alcohol e incluso lo toleraba como algo divertido. Fueron muchos años de escape en los que usé enormes cantidades de alcohol para vivir anestesiada del miedo y del dolor. El miedo a ver al abusador que vivía en mi propia familia y yo sin poder decir nada y el dolor y la vergüenza que he llevado todo este tiempo. Y sin embargo, funcionaba más o menos normalmente. Estudié, tuve pareja, tuve un hijo, me separé, comencé a trabajar, seguía bebiendo, tomando malas decisiones porque no me merecía tomar las buenas, con la autoestima siempre por el suelo. Las peores decisiones, a sabiendas de que me iban a dañar, pero de todas formas no importaba porque mi vida tampoco importaba. No hice el esfuerzo suficiente para lograr muchas cosas porque yo no valía la pena. Sé que muchas personas que me conocen me censuran todas las cosas que hice: tuve muchas parejas, bebía demasiado. Pero para mí eso no tenía importancia ni la tiene: lo peor no era eso, siempre fue el peso de vivir con ese secreto horrible, saber lo mala y sucia que yo era.

En algún momento, a inicios de los 90, se me vino el mundo encima y tuve la terrible necesidad de gritarle al mundo que yo había sido abusada. Se lo dije a mi entonces pareja y a mi familia más cercana. Nadie supo qué hacer conmigo, cómo ayudarme, y yo menos. Mi vida se destruyó otra vez y nuevamente hice lo único que sabía hacer, salir corriendo y esconderme. Me escondí con mi segunda pareja formal, con quien pasé quince años de mi vida. Otra vez una mala decisión a sabiendas de que era lo peor que podía hacer. Pero lo único que importaba era huir y esconderme debajo de una piedra, porque no me atrevía a darle la cara al mundo, estaba demasiado sucia como para que alguien me viera.

Ahora veo hacia atrás y veo todas las secuelas del abuso. Lamento no haber hablado antes, pero también estoy clara de que cuando lo hice no encontré apoyo sencillamente porque en esa época no había. Nadie sabía qué hacer ni cómo ayudarme. Logré sobrevivir a pesar de todo. Pero nadie me va a devolver todo lo que no viví. No voy a volver a tener quince, ni 20 años ni a alcanzar los sueños que no alcancé. La vida que perdí no la voy a recuperar. El dolor que me ha acompañado y que también he causado no lo puedo devolver a su lugar de origen.

Quisiera que la persona que abusó de mí fuera castigada por todo lo que me quitó, por todo el sufrimiento que me causó y por toda la vida que no viví, la vida que me desbarató. Que nadie crea que es una buena persona si no que es un delincuente, que ha destrozado sin remedio al menos una vida, mi vida. No sé si ese castigo pueda suceder.

Por el momento busco cómo curarme yo reconociendo las ventajas que tengo y las fortalezas que me ha dado el ser sobreviviente. A pesar de todo, siempre me las arreglé para ser buena estudiante, siempre tuve fama de inteligente, de producir muchas buenas ideas, y quien me conoce actualmente cree que soy una persona exitosa. Pero estoy clara de que no estoy reconstruyendo mi vida porque no hay nada que reconstruir, sólo hay escombros. Estoy construyendo una vida totalmente nueva, en la que me siento limpia, sin miedo y sin vergüenza, aliviada, tranquila, sin huir de nadie.
 
Autora: Soy Sobreviviente END - 19:12 - 10/10/2010.