La sexualidad humana es un asunto que tiene tantas interpretaciones como individuos. Sin embargo hay factores pueden ser muy influyentes a la hora de determinar aspectos de nuestra sexualidad. Parece poco discutible que los abusos sexuales padecidos durante la infancia (ASI) sean uno de los aspectos más drásticos e intrusivos, y por lo tanto, uno de los que más puede modificar nuestra realidad y nuestra percepción en relación con el sexo.
La relación que establecemos las personas sobrevivientes de ASI con la sexualidad dista bastante de lo que podríamos considerar como normal, por lo que suele ser común que se halle situada en los extremos. Así pues, algunas veces se cae en la más absoluta promiscuidad y otras tantas manifestamos un rechazo más o menos acusado a todo lo referente al sexo. Ambas posturas, a pesar de ser opuestas, son perfectamente explicables. Es probable que el rechazo sea más fácil de entender. Frente a unos abusos sexuales reiterados que, por la edad, no pueden ser interpretados ni procesados en modo alguno por el niño, lo que se hace es archivarlos en la mente, asociando el sexo con algo horrible. Aunque más adelante la madurez nos permita reinterpretar muchas cosas, lo cierto es que ese mensaje que grabaron a fuego en nuestra infancia puede llegar a tener un poder devastador. A partir de ahí pueden aparecer patologías como el vaginismo u otras secuelas, entre las que también se encuentra una ausencia total de contacto con el sexo; incluido con uno mismo.
De hecho es un comentario frecuente decir que se siente asco hacia el propio cuerpo. Si todo lo anterior es como lo hemos explicado, que lo es, ¿como podemos explicar también lo contrario? Aunque ocurre con menor frecuencia, también es bastante habitual que las personas abusadas caigan en una promiscuidad descontrolada. En este sentido me permito traer a colación un estudio estadístico que se hizo con prostitutas. Según el mismo, un 60% de las encuestadas manifestaron haber padecido abusos sexuales en su niñez. Debemos tener en cuenta que buena parte de los abusos sexuales no se llevan a cabo mediante el uso de la violencia.
El adulto, por lo general un familiar, tiene suficiente con las armas que le confiere su autoridad sobre el menor. Y no sólo eso; si es necesario se hace uso del chantaje, de las amenazas y, lo que nos interesa en este caso, del cariño. Cuando se trata de abusos intrafamiliares, sobre todo, el mensaje que se traslada al menor es que se le hace todo eso porque es especial y porque se le quiere. Puede ocurrir, entonces, que entre otras muchas secuelas, también esté la de relacionarse con los demás a través del sexo; es decir, la persona abusada termina auto convenciéndose que, o bien sólo sirve para eso, o bien que esta es la manera de expresar afecto, cariño o amor. Es, en definitiva, la que se ha adquirido mediante este aprendizaje tan doloroso como erróneo. Igualmente se pueden dar desórdenes como la masturbación compulsiva o una adicción al sexo. Y también al sexo de pago, lo que añade una carga económica al problema.
Otra dificultad que aparece en nuestra vida con una mayor incidencia que el resto de la población versa sobre nuestra orientación sexual. Es normal que a ciertas edades uno pueda tener ciertas dudas, sin embargo en nuestro caso las dudas pueden permanecer flotando en nuestra mente durante mucho tiempo. En un foro sobre ASI que administro he confeccionado diversas estadísticas. Una de ellas buscaba respuestas sobre este asunto. Los resultados nos hablan de un 6% homosexual y otro 6% bisexual. Estas cifras habría que cotejarlas con el resto de la población para comprobar si realmente la incidencia es significativa. Las cifras no parecen indicarlo, desde luego, sin embargo las dudas de las que hablaba antes creo que son más acusadas en nuestro colectivo.
Decía al principio que una de las complicaciones más graves que comporta el ASI respecto de nuestra sexualidad es lo intrusivo que puede llegar a ser. Cuando en nuestra vida se ha producido un hecho traumático, algunos elementos asociados al trauma, mucho tiempo después, pueden hacernos reexperimentar las sensaciones negativas que vivimos en el pasado. Es decir, si de niños tuvimos malas experiencias con el agua porque estuvimos a punto de ahogarnos, por poner un ejemplo, ese miedo puede seguir latente y manifestarse en ocasiones donde el agua sea protagonista. En nuestro caso, al tener una experiencia tan negativa con el sexo, también ocurre que la relaciones que podamos tener con una pareja de la que, además, estemos totalmente enamorados, nos puede retrotraer al pasado y a las imágenes, olores, sensaciones o incluso colores que asociamos con los abusos padecidos en la niñez, dando al traste con un momento que debería ser todo lo contrario. Muchas personas manifiestan que muchas veces son incapaces de realizar el acto sexual con su pareja, otras están ausentes durante el mismo o bien en un momento dado salta el interruptor de los recuerdos y se echa todo a perder. Y otras tantas dicen que después de hacer el amor sienten ganas de llorar. Es lógico que el sexo sea uno de los aspectos más dañados en las personas que fueron víctimas de abusos sexuales, pero a pesar de ello y aunque no sea nada fácil, también puede superarse.
Fuente del Artículo: http://www.editum.org/autor-=-.html
1 comentario:
Sabe esto es un crimen tan grande que te quitan las etapas que tiene que recorrer cada ser humano en su vida para llegar a ser un adulto, te confunde la mente y te daña toda tu vida en todos los aspectos, laboral, familiar, social...
Publicar un comentario