Brigitte Hauschild*
Desde que nacemos solamente tenemos contactos corporales, a través de ellos nos orientamos en este mundo y aprendemos sobre nosotras mismas, sobre nuestras propias necesidades como sed y hambre, por ejemplo. También experimentamos con nuestros cuerpos las emociones que nos causan las personas que nos rodean: el cuerpo se siente feliz y relajado cuando nos brindan cariño y nos ofrecen apoyo, así el cuerpo aprende de confianza y de seguridad.
Con el abuso sexual en la niñez esta relación con nuestro cuerpo fue seriamente dañada, el cuerpo siente el peligro que representan las personas de su alrededor y busca un sinnúmero de mecanismos para ajustarse a su mundo. Todos los problemas corporales que presentamos las sobrevivientes a lo largo de nuestra vida tienen su origen en nuestra lucha para adaptarnos a nuestra realidad de abuso.
Aunque no tengo muchas memorias de mi niñez, yo recuerdo que desde muy pequeña nada me gustó de mi; ni mi pelo, ni mi cara, ni mi cuerpo. Me sentía fea, mis padres no me dijeron lo
contrario, hasta la edad adulta me comí las uñas. Cuando empecé a tener busto caminaba en una postura como si cargaba con joroba, que a lo largo de los años me causó problemas en la espalda... Dormí por año y medio en un molde de yeso, sin que los problemas de la espalda se resolvieran.
También recuerdo que no sentí dolor. Era un juego durante mi niñez lastimarme y jactarme con eso, me sentía heroica; nadie puso mente a este comportamiento.
No cuidaba mi salud, ignoraba cualquier postura o movimiento de mi cuerpo, ignoraba así las
señales de enfermedades. Hacía muchas cosas para causarme dolor físico, pero no lo sentí, no estaba consciente de que no sentía mi cuerpo. Mi cabeza funcionaba y desde el cuello hasta los pies no sentía nada, pero no lo sabía, ya que pensaba así como “siento” así es sentir.
Durante la adolescencia agregué otros comportamientos autodestructivos: el comer mal, rápido y mucho, desarrollé ciertos desórdenes alimenticios. No llegué hasta bulimia o anorexia, pero durante varios días no comía y bebía diferentes líquidos tóxicos para hacerme vomitar, quería desaparecer, me sentía “bien” cuando estaba enferma, descuidaba totalmente mi cuerpo, ya que no lo quería y a veces sentía que mi cuerpo no era parte de mí o yo no era parte de mi cuerpo. En mis relaciones de pareja también se reflejaba este mal vínculo que tenía con mi cuerpo, fue difícil dejarme acariciar o tocar. No disfruté mi cuerpo, ni sentí placer.
En mi proceso de sanar aprendí que no solo necesitaba hablar e intercambiarme con otras mujeres verbalmente, sino entendí que tenía que luchar para recuperar mi cuerpo, sacarlo de la cárcel del abuso en el cual todavía vivía. Necesitaba re-conectarme con cada una de mis células, hacer paz con él, lograr quererlo y de esta forma aceptarme a mí misma. Mi cuerpo ha experimentado abuso sexual y cierta des conexión me ayudó para no sufrirlo tanto.
En todo mi proceso de sanar he realizado mucho trabajo de cuerpo, siento que los recuerdos estaban guardados en mi cuerpo y no tanto en la memoria. Para liberarme de estos recuerdos necesitaba el trabajo corporal. He tenido experiencias extraordinarias, ya que durante las sesiones del trabajo corporal mi cuerpo llegó a momentos de recordar el abuso a través de regresiones y experimentando estas regresiones mi cuerpo se liberó de estos recuerdos. Cada vez cuando tenía una experiencia con mi cuerpo me sentía con menos peso después de la sesión. .
En mi proceso de sanar cuando empecé a regresar a mí, me he dado cuenta de que muchas veces en mi vida hacía cosas sin sentirlas, por ejemplo, leía un libro y después que lo terminaba ya no sabía qué había leído. Desconectarme de lo que hacia, lo necesitaba para sobrevivir y me acompañaba aun cuando ya no vivía el abuso. Por eso era urgente integrarme, quedar presente en mi cuerpo y en mi mente a cada momento. Al comienzo no lograba sentarme más de un minuto en una silla o en el sofá, pues no aguantaba sentirme. En el momento de sentarme quise levantarme, ya que no aguantaba sentirme, pero aprendí a extender este tiempo y poco a poco empecé a disfrutar estos momentos conmigo misma. Hoy día es parte de mi vida, regalarme estas sensaciones de completa integración conmigo misma y sentir cada célula de mi cuerpo en todas sus dimensiones.
Mujeres sobrevivientes de abuso sexual que quieren o necesitan trabajar su cuerpo deben
experimentar varias formas para encontrar lo que ellas mismas sienten acertadas, puede ser baile, puede ser masaje, puede ser yoga, pueden ser simplemente caminar u otros ejercicios y algún día se van a sentir como yo: volviendo a los diecisiete después de haber vivido un siglo.
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