martes, 31 de enero de 2012

ENTENDIENDO QUE NO FUE TU CULPA




Cada sobreviviente que he conocido ha lidiado con la culpa, con la horrible sensación de que había algo mal muy en el fondo de ella(él)que causo el abuso.
A pesar de que esa idea es universalmente sostenida(Laura  Davis)he hablado con miles de sobrevivientes y todavía no he conocido a ninguno que haya sido culpable de haber sido abusado sexualmente.




Hay muchas razones por las que los niños y niñas (y más tarde adultos sobrevivientes) se consideran a sí mismos responsables. El abusador podría haberte dicho que fue tu culpa. Otros adultos podrían haber reforzado esta idea. Si tú lo dijiste, pudiste ser culpado o castigado. Tu religión podría haber hablado de pecado, infierno y condenación. Si el abuso tuvo lugar en tu familia, era menos doloroso culparte que aceptar la realidad de tu situación que los adultos que se suponía que te deberían amar y respetar estaban tratando de lastimarte. Si tú creías que el abuso fue tu culpa, al menos tú podías mantener la ilusión de que había algo que tú podías detenerlo.



Hay ciertas circunstancias que hacen a los sobrevivientes sentirse aun más responsables por el abuso. Si tu cuerpo respondió a la estimulación, si tú experimentaste placer sexual o disfrutaste la cercanía que viene aparejada con el abuso, tú pudiste tomar estas cosas como prueba de que realmente fue tu culpa. Si no dijiste no, buscaste la atención, fuiste abusada(o) por un hermano que era sólo un poco mayor que tú, o tú eras mayor, puedes sentir particular vergüenza. Y si tú eres un hombre, tienes que lidiar con los mitos adicionales de que los hombres no son víctimas y que tú tuviste “suerte” de ser iniciado sexualmente a temprana edad.



Pero incluso si tú experimentaste todo esto, no significa que el abuso sea tu culpa. Nunca está justificado que una persona más poderosa tome ventaja de la vulnerabilidad, ingenuidad, curiosidad o necesidad de atención de una persona más joven. El abuso sexual nunca es responsabilidad del menor. Siempre es responsabilidad del adulto.
Los ejercicios en este capítulo están diseñados para ayudarte a entender por qué el abuso no fue tu culpa. Identificarás las razones por las que te sientes responsable por el abuso y encontrarás información que desacredita esas razones. Serás enviada(o) en un viaje de campo a observar niños y niñas y adolescentes de la edad que tú tenías cuando comenzó el abuso y tendrás la oportunidad de investigar en tu propia infancia la evidencia de tu vulnerabilidad e inocencia. Un proyecto de arte te ayudará a entrar en contacto con el niño(a) que todavía vive dentro de ti y el ejercicio escrito final te requerirá acercarte a un pequeño(a) que hoy se siente responsable y avergonzado.



DEJANDO LA VERGÜENZA



Antes de que dejes de sentir vergüenza, debes reconocerla, nombrarla y ponerla frente a ti a plena luz de día. Cuando mantienes la vergüenza en secreto, gana poder sobre ti. Aún te sigues sintiendo tan avergonzada(o) como para decírselo a alguien porque piensas que el abuso fue tu culpa. Pero admitir la culpa es el primer paso para debilitar su poder.

El siguiente ejercicio se divide en dos partes. La primera te pide que identifiques las razones por las que te culpas tú misma(o) por el abuso; la segunda requiere que reúnas información para negar esas razones. Contestar las preguntas de la primera sección puede generarte intensos sentimientos de vergüenza y odio a ti misma(o). Es importante que cuentes esos sentimientos para completar las afirmaciones más positivas de la segunda sección. Trata de completar ambas partes a la vez.




IDENTIFICANDO LA VERGÜENZA ESCONDIDA



Completa las siguientes afirmaciones. No dudes ni censures tus respuestas. Anota la primera cosa que venga a tu mente. (Siéntete libre de usar cualquiera de los ejemplos con los que te identifiques.
Realmente fue mi culpa porque seguí yendo por más. Yo fui quien pidió un masaje en la espalda. Realmente fue mi culpa porque tuve un orgasmo. Debí quererlo. Realmente fue mi culpa porque nunca dije no. Realmente fue mi culpa porque sólo era mi hermano y era sólo un año mayor que yo. (Para mujeres) Realmente fue mi culpa porque mi padre dijo que era una ramera. Él me dijo que yo quería. (Para hombres) Realmente fue mi culpa porque tuve una erección. Debe haberse sentido bien para mí.

Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque… REMPLAZANDO LA VERGÜENZA CON LA REALIDAD




Una persona que te dé un buen apoyo te dirá inmediatamente que el abuso sexual no fue tu culpa. Una persona que te dé un gran apoyo te dirá porque no fue tu culpa. Si tú empiezas con un entendimiento intelectual de porque tú no fuiste culpable, ese entendimiento a menudo comienza a infiltrar y remplazar las creencias falsas que cargas. Tu sentido de vergüenza es gradualmente aliviado y empiezas a darte cuenta, en lo profundo de tu ser, de que tú realmente no fuiste culpable.




Regresa a “las razones por las que fue mi culpa” que acabas de anotar. Para cada razón, escribe una refutación correspondiente (ve los ejemplos siguientes). Si tú no puedes pensar en nada que escribir, habla con otros sobrevivientes. Lee El Coraje de Sanar. Lee otros libros acerca de sanar el abuso sexual infantil. Pídele a tu terapeuta que te lo explique. Si no tienes un terapeuta, ¿qué crees que te diría un buen consejero? Este es un proyecto de investigación. Es tu trabajo traer los hechos y la información que contradiga tus razones para culparte a ti misma(o).




Cuando hayas terminado tu investigación, anota las razones abajo. Incluso si tú no crees en ellas al inicio, anótalas de todas formas. Poner la verdad sobre papel es el primer paso para remplazar una falsa creencia con una verdadera.



No fue mi culpa porque los niños necesitan atención y afecto para sobrevivir. El sexo con mi abuelo fue el único contacto que estuvo disponible para mí. Es por eso que yo volvía por más. No fue mi culpa porque mi cuerpo respondió. Mi cuerpo hizo lo que se supone que debe hacer. No fue mi culpa. No fue mi culpa porque nunca me enseñaron a decir NO. Nadie en mi familia nunca me enseñó que está bien establecer límites o decir NO. No fue mi culpa porque mi hermano era mayor y más fuerte que yo. Él tenía mucho más poder que yo en la familia. Yo lo miraba y quería hacer lo que fuera para complacerlo. Cuando tú tienes 12 y tu hermano 13, un año es una gran diferencia. (Para mujeres) No fue mi culpa porque mi padre estaba equivocado. Yo era una niña inocente.




Él me llamó ramera para justificar su conducta enferma. (Para hombres) No fue mi culpa porque se supone que los penes responden al tacto. Yo tuve una erección porque mi abusador me estimuló sexualmente, no porque yo quisiera ser abusado.




No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque…




COSAS PARA REFLEXIONAR:

¿Qué fue más difícil para mí, la primera o la segunda parte del ejercicio? ¿Por qué? ¿qué respuesta me resultó la más vergonzosa en la primera parte? ¿Qué respuestas fueron las más difíciles de contar? ¿Creo en las cosas que escribí en la segunda parte de este ejercicio? Si no, ¿Qué me ayudaría a hacerlo?

OBSERVANDO NIÑOS Y NIÑAS

Muchos sobrevivientes creen que son culpables porque ellos piensan que debieron hacer algo para detener el abuso. Esto es porque muchos sobrevivientes no están familiarizados con qué tan vulnerables son los niños y niñas. Tienen una idea no realista de la habilidad de los niños para protegerse a sí mismos. La mejor manera para ganar una perspectiva adecuada es observar a los niños y niñas.
Ve a un lugar donde puedas observar niños y niñas que sean de la edad que tenías (o crees haber tenido) cuando el abuso comenzó. Si tú eras un bebé, ve a una guardería. Si tú tenías 4 años, ve a prescolar. Si tenías 9 años, observa a un grupo de estudiantes de cuarto grado en el recreo. Y si tú eras adolescente, acude a un centro comercial. Si tienes hijos propios, retrocede y obsérvalos con una mirada escudriñadora.




Conforme observas, mira cuidadosamente. Físicamente, ¿Qué tan grandes son los niños y niñas? ¿Cómo suenan sus voces? ¿Cómo se comunican? ¿De qué hablan? ¿En qué se interesan? Si son chicos y chicas mayores, mira la vulnerabilidad encubierta en su aparente madurez. ¿Cómo interactúan con sus pares? ¿Con otros adultos? ¿Crees que estos chicos y chicas quieren tener sexo con adultos? ¿Puedes ver que ellos pueden ser fácilmente manipulados? Si encuentras que alguno de ellos está siendo abusado, ¿pensarías que él o ella se lo merecen?


Anota tus observaciones.

COSAS PARA REFLEXIONAR:


¿Cómo pensaba antes que eran los chicos y chicas antes de hacer mis observaciones? ¿Mis expectativas eran realistas? Si no, ¿Por qué no? ¿Cómo cambiaron mi perspectiva mis observaciones? ¿Este ejercicio influyó mis propios sentimientos de vergüenza y responsabilidad en alguna forma? Si sí, ¿cómo?

Espera el ejercicio acerca de EVIDENCIA DE NIÑEZ
Tomado de El Coraje de Sanar, libro de ejercicios de Laura Davis.




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