Cada sobreviviente que he conocido ha lidiado con la culpa, con la horrible sensación de que había algo mal muy en el fondo de ella(él)que causo el abuso.
A pesar de que esa idea es universalmente sostenida(Laura Davis)he hablado con miles de sobrevivientes y todavía no he conocido a ninguno que haya sido culpable de haber sido abusado sexualmente.
Hay muchas razones por las que los
niños y niñas (y más tarde adultos sobrevivientes) se consideran a
sí mismos responsables. El abusador podría haberte dicho que fue tu
culpa. Otros adultos podrían haber reforzado esta idea. Si tú lo
dijiste, pudiste ser culpado o castigado. Tu religión podría haber
hablado de pecado, infierno y condenación. Si el abuso tuvo lugar en
tu familia, era menos doloroso culparte que aceptar la realidad de tu
situación que los adultos que se suponía que te deberían amar y
respetar estaban tratando de lastimarte. Si tú creías que el abuso
fue tu culpa, al menos tú podías mantener la ilusión de que había
algo que tú podías detenerlo.
Hay ciertas circunstancias que
hacen a los sobrevivientes sentirse aun más responsables por el
abuso. Si tu cuerpo respondió a la estimulación, si tú
experimentaste placer sexual o disfrutaste la cercanía que viene
aparejada con el abuso, tú pudiste tomar estas cosas como prueba de
que realmente fue tu culpa. Si no dijiste no, buscaste la atención,
fuiste abusada(o) por un hermano que era sólo un poco mayor que tú,
o tú eras mayor, puedes sentir particular vergüenza. Y si tú eres
un hombre, tienes que lidiar con los mitos adicionales de que los
hombres no son víctimas y que tú tuviste “suerte” de ser
iniciado sexualmente a temprana edad.
Pero incluso si tú experimentaste
todo esto, no significa que el abuso sea tu culpa. Nunca está
justificado que una persona más poderosa tome ventaja de la
vulnerabilidad, ingenuidad, curiosidad o necesidad de atención de
una persona más joven. El abuso sexual nunca es responsabilidad del
menor. Siempre es responsabilidad del adulto.
Los ejercicios en este capítulo
están diseñados para ayudarte a entender por qué el abuso no fue
tu culpa. Identificarás las razones por las que te sientes
responsable por el abuso y encontrarás información que desacredita
esas razones. Serás enviada(o) en un viaje de campo a observar niños
y niñas y adolescentes de la edad que tú tenías cuando comenzó el
abuso y tendrás la oportunidad de investigar en tu propia infancia
la evidencia de tu vulnerabilidad e inocencia. Un proyecto de arte te
ayudará a entrar en contacto con el niño(a) que todavía vive
dentro de ti y el ejercicio escrito final te requerirá acercarte a
un pequeño(a) que hoy se siente responsable y avergonzado.
DEJANDO LA VERGÜENZA
Antes de que dejes de sentir
vergüenza, debes reconocerla, nombrarla y ponerla frente a ti a
plena luz de día. Cuando mantienes la vergüenza en secreto, gana
poder sobre ti. Aún te sigues sintiendo tan avergonzada(o) como para
decírselo a alguien porque piensas que el abuso fue tu culpa. Pero
admitir la culpa es el primer paso para debilitar su poder.
El siguiente ejercicio se divide en
dos partes. La primera te pide que identifiques las razones por las
que te culpas tú misma(o) por el abuso; la segunda requiere que
reúnas información para negar esas razones. Contestar las preguntas
de la primera sección puede generarte intensos sentimientos de
vergüenza y odio a ti misma(o). Es importante que cuentes esos
sentimientos para completar las afirmaciones más positivas de la
segunda sección. Trata de completar ambas partes a la vez.
IDENTIFICANDO LA VERGÜENZA ESCONDIDA
Completa las siguientes
afirmaciones. No dudes ni censures tus respuestas. Anota la primera
cosa que venga a tu mente. (Siéntete libre de usar cualquiera de los
ejemplos con los que te identifiques.
Realmente fue mi culpa porque seguí
yendo por más. Yo fui quien pidió un masaje en la espalda.
Realmente fue mi culpa porque tuve un orgasmo. Debí quererlo.
Realmente fue mi culpa porque nunca dije no. Realmente fue mi culpa
porque sólo era mi hermano y era sólo un año mayor que yo. (Para
mujeres) Realmente fue mi culpa porque mi padre dijo que era una
ramera. Él me dijo que yo quería. (Para hombres) Realmente fue mi
culpa porque tuve una erección. Debe haberse sentido bien para mí.
Realmente fue mi culpa porque…
Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque…
Realmente fue mi culpa porque… Realmente fue mi culpa porque…
Realmente fue mi culpa porque… REMPLAZANDO LA VERGÜENZA CON LA
REALIDAD
Una persona que te dé un buen
apoyo te dirá inmediatamente que el abuso sexual no fue tu culpa.
Una persona que te dé un gran apoyo te dirá porque no fue tu culpa.
Si tú empiezas con un entendimiento intelectual de porque tú no
fuiste culpable, ese entendimiento a menudo comienza a infiltrar y
remplazar las creencias falsas que cargas. Tu sentido de vergüenza
es gradualmente aliviado y empiezas a darte cuenta, en lo profundo de
tu ser, de que tú realmente no fuiste culpable.
Regresa a “las razones por las
que fue mi culpa” que acabas de anotar. Para cada razón, escribe
una refutación correspondiente (ve los ejemplos siguientes). Si tú
no puedes pensar en nada que escribir, habla con otros
sobrevivientes. Lee El Coraje de Sanar. Lee otros libros acerca de
sanar el abuso sexual infantil. Pídele a tu terapeuta que te lo
explique. Si no tienes un terapeuta, ¿qué crees que te diría un
buen consejero? Este es un proyecto de investigación. Es tu trabajo
traer los hechos y la información que contradiga tus razones para
culparte a ti misma(o).
Cuando hayas terminado tu
investigación, anota las razones abajo. Incluso si tú no crees en
ellas al inicio, anótalas de todas formas. Poner la verdad sobre
papel es el primer paso para remplazar una falsa creencia con una
verdadera.
No fue mi culpa porque los niños
necesitan atención y afecto para sobrevivir. El sexo con mi abuelo
fue el único contacto que estuvo disponible para mí. Es por eso que
yo volvía por más. No fue mi culpa porque mi cuerpo respondió. Mi
cuerpo hizo lo que se supone que debe hacer. No fue mi culpa. No fue
mi culpa porque nunca me enseñaron a decir NO. Nadie en mi familia
nunca me enseñó que está bien establecer límites o decir NO. No
fue mi culpa porque mi hermano era mayor y más fuerte que yo. Él
tenía mucho más poder que yo en la familia. Yo lo miraba y quería
hacer lo que fuera para complacerlo. Cuando tú tienes 12 y tu
hermano 13, un año es una gran diferencia. (Para mujeres) No fue mi
culpa porque mi padre estaba equivocado. Yo era una niña inocente.
Él me llamó ramera para
justificar su conducta enferma. (Para hombres) No fue mi culpa porque
se supone que los penes responden al tacto. Yo tuve una erección
porque mi abusador me estimuló sexualmente, no porque yo quisiera
ser abusado.
No fue mi culpa porque… No fue mi
culpa porque… No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque…
No fue mi culpa porque… No fue mi culpa porque…
COSAS PARA REFLEXIONAR:
¿Qué fue más difícil para mí,
la primera o la segunda parte del ejercicio? ¿Por qué? ¿qué
respuesta me resultó la más vergonzosa en la primera parte? ¿Qué
respuestas fueron las más difíciles de contar? ¿Creo en las cosas
que escribí en la segunda parte de este ejercicio? Si no, ¿Qué me
ayudaría a hacerlo?
OBSERVANDO NIÑOS Y NIÑAS
Muchos sobrevivientes creen que son
culpables porque ellos piensan que debieron hacer algo para detener
el abuso. Esto es porque muchos sobrevivientes no están
familiarizados con qué tan vulnerables son los niños y niñas.
Tienen una idea no realista de la habilidad de los niños para
protegerse a sí mismos. La mejor manera para ganar una perspectiva
adecuada es observar a los niños y niñas.
Ve a un lugar donde puedas observar
niños y niñas que sean de la edad que tenías (o crees haber
tenido) cuando el abuso comenzó. Si tú eras un bebé, ve a una
guardería. Si tú tenías 4 años, ve a prescolar. Si tenías 9
años, observa a un grupo de estudiantes de cuarto grado en el
recreo. Y si tú eras adolescente, acude a un centro comercial. Si
tienes hijos propios, retrocede y obsérvalos con una mirada
escudriñadora.
Conforme observas, mira
cuidadosamente. Físicamente, ¿Qué tan grandes son los niños y
niñas? ¿Cómo suenan sus voces? ¿Cómo se comunican? ¿De qué
hablan? ¿En qué se interesan? Si son chicos y chicas mayores, mira
la vulnerabilidad encubierta en su aparente madurez. ¿Cómo
interactúan con sus pares? ¿Con otros adultos? ¿Crees que estos
chicos y chicas quieren tener sexo con adultos? ¿Puedes ver que
ellos pueden ser fácilmente manipulados? Si encuentras que alguno de
ellos está siendo abusado, ¿pensarías que él o ella se lo
merecen?
Anota tus observaciones.
COSAS PARA REFLEXIONAR:
¿Cómo pensaba antes que eran los
chicos y chicas antes de hacer mis observaciones? ¿Mis expectativas
eran realistas? Si no, ¿Por qué no? ¿Cómo cambiaron mi
perspectiva mis observaciones? ¿Este ejercicio influyó mis propios
sentimientos de vergüenza y responsabilidad en alguna forma? Si sí,
¿cómo?
Espera el ejercicio acerca de
EVIDENCIA DE NIÑEZ
Tomado de El Coraje de Sanar, libro
de ejercicios de Laura Davis.
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