ESTADÍSTICAS:
PAÍS:CHILE.
Las denuncias por delitos sexuales en Chile han ido
creciendo paulatinamente desde la instauración de la reforma procesal penal
(2005). Pese a ello, aún existe un porcentaje importante de casos que permanecen
ocultos. Situación especialmente preocupante cuando las víctimas son niños.
“Las denuncias de abusos sexuales infantiles son la punta de un iceberg. Hay
muchos casos que no se conocen porque los niños no cuentan (por miedo,
vergüenza, amenazas, etc.)Y si lo hacen, el abuso no se denuncia, principalmente
para no generar una ruptura familiar”, advierte la doctora Marcela Menéndez,
ginecóloga infanto-juvenil de Red Salud UC.
Un estudio realizado en un hospital pediátrico de la Región Metropolitana
encontró que el 66% de los casos de abuso sexual infantil registrados habían
sido ejercidos por un familiar, lo que coincide con otro estudio, de origen
español, que revela que en el 38% de los casos, los agresores son figuras
paternas, en un 29% miembros de la familia extensa y en un 18% conocidos de la
víctima.
En tanto, cifras del Sename señalan que un 84 % de los abusos sexuales
infantiles son intrafamiliares: el padre, en un 18.1% de los casos, el
conviviente de la madre 13.2%, algún tío 9.1%; hermano 3.9%; abuelo 3.4% y ambos
padres 0.6%. Por lo tanto, el 48.3% de los agresores intrafamiliares son figuras
altamente cercanas a los niños y niñas víctimas de delitos sexuales.
Indicadores de abuso
La ginecóloga de Red Salud UC -también con experiencia en el sistema público
de salud- señala que la situación más clara de sospecha es cuando el propio
menor cuenta lo sucedido. “La historia entregada por el niño es el antecedente
más importante para la evaluación de un posible abuso. Estudios de veracidad del
relato demuestran que en más del 90% de los casos, ellos dicen la verdad, sobre
todo si son pequeños”, recalca.
Hay otros indicadores menos específicos, como los cambios conductuales.
En preescolares: trastornos de conducta, retraso del lenguaje, enuresis y
encopresis (no controlar esfínteres), trastornos del carácter (irritabilidad,
llanto, inquietud), del sueño (dificultad para conciliarlo, pesadillas, terrores
nocturnos), miedos a determinadas personas y lugares, juegos sexuales reiterados
que no corresponden a la edad del niño y masturbación compulsiva.
En niños en edad escolar: trastornos de conducta (problemas con sus padres,
cambios de humor), del sueño, del aprendizaje, alimentación o de la imagen
corporal, conocimientos sexuales inapropiados para la edad y somatizaciones.
En adolescentes: trastornos de la conducta (mala relación familiar, con sus
semejantes, aislamiento, intento de suicidio, fuga del hogar, consumo de drogas
y alcohol, depresión, etc.), trastornos del aprendizaje, la alimentación y
contactos sexuales promiscuos.
De todas formas, la doctora Menéndez aclara que los cambios de conducta por
sí solos no deben hacer sospechar de abuso. “Demuestran que hay un problema con
el niño, dentro de los cuales puede ser abuso, pero también podrían ser otros”,
precisa.
En cuanto a los indicadores físicos -principalmente alteraciones a nivel del
himen y el ano- es difícil determinarlos, ya que la mayoría de las veces se
trata de tocaciones y, como los tejidos son elásticos y cicatrizan rápido, no
dejan huellas.
¿Es posible prevenir?
Si bien no siempre es posible controlar o vigilar completamente el medio que
rodea al niño, sí es posible prevenir a través de la educación. Por ejemplo,
enseñándoles que no debe mostrar sus partes íntimas a nadie que no sea su madre
-o el cuidador de mayor confianza- y sólo con el objetivo de higiene personal,
no para otros fines.
“Lo otro importante es recalcarles que los secretos no existen, porque de lo
contrario, los abusos se perpetúan. Los abusadores piden al menor guardar un
secreto y lo amenazan con dañar a sus seres queridos si cuentan. Además, suelen
aprovecharse de los niños más débiles, como aquellos niños con retardo mental,
los que tienen problemas de lenguaje o de cualquier tipo. Tratan de asegurarse
que sus delitos no van a ser contados”, concluye.
Marco Legal
La Ley 19.927, del 2004, define abuso como “la exposición de un menor a
experiencias sexuales inapropiadas para su nivel de desarrollo físico o
emocional, de naturaleza coercitiva y llevadas a cabo para la satisfacción
sexual de un adulto”. La doctora Menéndez explica que este concepto incluye
actos como mirar o tocar, aprovechándose de la ingenuidad del menor y que
generen satisfacción sexual en el agresor.
En tanto, violación se define como “el acceso carnal sin el consentimiento de
la persona ofendida, por vía vaginal, anal o bucal, con uso de fuerza o
intimidación”. En menores de de 14 años, cualquier acto sexual –aunque sea
consensuado- se considera violación.
Por su parte, el estupro: es lo mismo que violación, pero en una persona
mayor de 14 años y menor de 18 años de edad, en la cual se abusa de una anomalía
o perturbación mental (aunque sea transitoria). La doctora Menéndez señala que
esta figura es frecuente cuando se da una relación de poder o dependencia
(económica, por ejemplo) entre víctima y victimario o se abusa de la
inexperiencia o ignorancia sexual de la víctima.
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