viernes, 21 de junio de 2013

La herida que cicatrizo en la oscuridad


La herida que cicatrizo en la oscuridad.
Sobrevivir al abuso sexual infantil representa todo un reto. Una vida diferente a la de los demás, aprender a sobrellevar una herida profunda que sangra continuamente y cuya cicatrización tiene que llevarse a cabo en el silencio, en la soledad y en el llanto ahogado en la lágrima que solo rueda oculta por la oscuridad de la noche que parece interminable. 

La confusión de una niña que cree que es normal, que es parte de ser mujer, que todas las  mujeres son tocadas así por los adultos, que aun  y cuando hay algo en la parte inconsciente que dice que eso no es normal. es algo tan cotidiano tan repetitivo que se convierte en la única forma de ser tocada, en medio del dolor y la nausea y el auto rechazo al propio cuerpo que hace sentir que después de eso de que otra forma podría ser tocado, que toda sensación es mala, ya que al final se reduce al dolor ese dolor que arde, que quema por dentro que da nausea y un deseo de ser limpiada de todo eso de tallar tan fuertemente la piel, la carne, el musculo y limar el hueso  hasta desaparecer hasta  quitar la ultima sensación de asco y desprecio hacia sí misma.


Esa herida incomprendida porque no se ve, cuyo dolor es ignorado porque no sangra, y sin embargo supura tanta pus que produce un tumor que invade todo el cuerpo. Que cambia al llegar a la adolescencia, al percibir la mirada lascivia  y la admiración o los comentarios que hacen notar que es atractivo la sensación se agudiza aun mas, llegando incluso al deseo de mutilar los pechos, las piernas y las nalgas,  cortar el pelo, vestir masculina hablar rudo, destruir todo aquello que diga soy mujer, porque desde niña aprendí que ser mujer es sinónimo de vulnerable, sinónimo de ser un blanco de estar rodeada de letreros que señalan y dicen: atacar, vulnerable, débil, presa fácil, atacar, VIOLABLE, PUTA.

La llegada a la edad adulta no fue lo que soñé de niña, como el paraíso perdido donde nadie me dañaría, donde sería tan grande y fuerte que nunca más se repetiría la misma experiencia, y realmente no se repitió, no en la experiencia, si en las sensaciones la vulnerabilidad y la sensación de no tener nada que ofrecer como mujer por no poseer esa tan valorada virginidad que las tradiciones, la sociedad y la familia tanto inculcan en mi país México, que por ser mujer tienes que salir de blanco y derechito al altar. 

Pronto entendí que esa historia no seria para mí, eso es para las niñas bien, para las virgencitas, para las que son educadas con el cuento y las historias de la princesa, para las perfectas creía yo, no para las estigmatizadas por una herida que si bien no estaba en la cara, si en el alma y en un inexistente y codiciado himen cuya ausencia  según yo me desvalorizaba. Las primeras experiencias sexuales no fueron del todo desagradables sin embargo tenían algo distinto a aquello que yo conocí en mi lejana infancia era un toque distinto, había algo hasta entonces desconocido, creo que se llama amor, era un toque que tenia implicado cuidado, protección, afecto, sin el menor atisbo del deseo de dañar, me dejaban en la piel el deseo de seguir impregnada por el aroma, la sensación, el sudor, la caricia, la saliva y porque no decirlo de sentir el semen de mi pareja haciendo efervescencia, que distinto fue para mí todo aquello, sin embargo, surgió algo que hasta ahora entiendo, mi madre también fue violada, y mi mayor temor se manifestó, el temor de heredar eso como si se tratase de un gen dominante, algo que impregna cada célula, la posibilidad de tener un hijo o hija cuyo destino estaba escrito aun antes de ser concebido, el repetir la historia de su madre (yo) y de su abuela (mi madre), entendí entonces que la única forma de evitarlo, es evitar la concepción, hacer todo lo posible por no tener hijos, y si tenía una relación estable, naturalmente el hombre que compartiera mi vida querría tener hijos, que aberración, parir hijos que serán violados. INCONCEBIBLE completamente INIMAGINABLE.

Esta fue mi historia, cuyo origen no puedo cambiar, pero si el destino, aprendo de ella y crezco, me hago responsable de mi persona me empodero y valoro como mujer, que tiene mucho sentir, expresar, experimentar, que habita un cuerpo hermoso, sano, delicado y principalmente femenino.

  

Anónimo.

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