Es bien sabido que hace más de un siglo Sigmund Freud, ese neurólogo vienés quien formuló el método terapéutico llamado psicoanálisis, descubrió que un gran número de patologías psíquicas en la edad adulta eran el resultado del abuso sexual en la infancia por parte de un adulto, y que gran parte de estos abusos eran cometidos por alguien de la familia o cercano a esta.
Por ello, a finales del siglo 19, el Doctor Freud desarrollo “La teoría de la seducción”; Planteaba que el niño o la niña habían sido seducidos por un adulto en quien confiaban, pero que ese recuerdo, su sensación y su imagen no eran verdaderamente comprendidos en la infancia, y además coincidían con la curiosidad sexual del infante y con su necesidad de cariño.
El Doctor Sandor Ferenczi, discípulo de Freud, incluso escribió un artículo llamado “Confusión de lenguas entre el adulto y el niño: El lenguaje de la ternura y la pasión” en 1932, donde explicó que el niño o la niña poseen el lenguaje de la ternura y es lo que buscan en el adulto en el que confían, pero muchas veces el adulto responde con un acto sexualizado y por lo tanto también agresivo, que resulta traumático debido a que el infante no lo puede traducir en un lenguaje adulto, no lo comprende, le es ajeno.
La doctora Alice Miller compara las posibles sensaciones de los niños y niñas abusadas como las de aquellos chiquillos que se suben a un carrusel en la feria: Por un lado el miedo de dar vueltas tan rápido, solos y sentados sobre el elefante, o el camello o la jirafa de fibra de vidrio y vivos colores, por otro lado la curiosidad de lo que vendrá a continuación, la angustia de perder de vista a los padres por momentos, la vorágine del movimiento, la intranquilidad.
Ella escribe: “Todo podría resultar extraño, inusual y angustioso en sus cuerpos, quizás esta clase de sensación no es para nada adecuada a un alma infantil, quizá no sea natural”.
Y luego la Dra. Miller veía como los niños bajaban y corrían a abrazar a sus padres. ¿Será así como siente un niño seducido sexualmente por un adulto? “¿Cómo debe de sentirse una niña que sufre abusos sexuales cuando, por ejemplo, su madre casi no la toca, porque la rechaza y, debido a su propia infancia, se impide a sí misma cualquier efusividad? Después esta niña estará tan sedienta de caricias que acepará el contacto corporal con gratitud, casi como la realización de un deseo apremiante«.
Qué decepción pensar que ese padre en el que se buscó ternura uso la necesidad de esta niña (o niño) y su confianza en su propio beneficio aún en detrimento de su propia hija.
Más allá, esta persona querida e idealizada, en la que un infante apoya su supervivencia, su existencia, ha cometido un acto innombrable. Innombrable sí, porque el niño y la niña no tienen el lenguaje para entenderlo, el psiquismo para tramitarlo. Así, el recuerdo debe ser reprimido, echo a un lado, encapsulado.
Eso explica que muchos niños no presenten síntomas al momento, o que hagan como que nada pasó. Es un conflicto con su propia moralidad, con lo prohibido, con la culpa de haber sido ellos quienes lo provocaran, con la necesidad de seguir adorando y confiando en dicha figura “protectora”, y proteger el Status Quo familiar.
De hecho, el niño o la niña retornarán más veces a buscar esta relación – que se vive como privilegiada – con el familiar amado, por una necesidad de reafirmación y de búsqueda de cariño, en una suerte de compulsión a la repetición.
Sin embargo, ¿Si no puedes confiar en que tu padre o familiar no te seduzca, entonces en quién puedes confiar?
Eso es lo que Sigmund Freud ideó como “Trauma psíquico”, y esto es lo que dictó en su conferencia “La etiología de la histeria” en la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Viena tradicional y puritana de 1896. ¡Menudo escándalo! El recibimiento fue muy frío y Freud eventualmente se aquejaría de sentirse marginado.
Posteriormente sus investigaciones plantearon las “fantasías sexuales” infantiles del niño o la niña en la etapa edípica, “abandonando” la teoría de la seducción y desarrollando el concepto de “realidad psíquica”.
Por desgracia este planteamiento ha sido mal usado por muchos especialistas para descreer de una víctima que acusa a su abusador, alegando que son sus fantasías edípicas, y por ello, tachándola de mentirosa o “imaginativa” y por lo mismo revictimizándola.
Lo cierto es que Freud nunca terminó de renunciar a la teoría de la seducción, aunque tampoco la reivindicó explícitamente más adelante, mientras que los demás psicoanalistas dejaron, en su mayoría, de hablar de ella.
Hoy por hoy creemos que esta omisión fue con la finalidad de seguir adelante con la teoría del psicoanálisis y no pisar callos victorianos, esto es: no meterse en problemas.
Los médicos y legalistas afirmaron que eran puros inventos de los niños y niñas, y que en los pocos casos que sí habían existido abuso, este era por parte del personal doméstico y no por alguien de la familia. Creían además, que el abuso era algo que se olvidaba y que no tenía mayores consecuencias.
“En cambio Freud, no solo no dudaba de la veracidad de los relatos de sus pacientes, sino que además consideraba que la distorsión del desarrollo emocional de los niños era consecuencia directa de la seducción prematura. Lo novedoso era decir que los episodios de seducción sexual realmente habían sucedido y que constituían una experiencia traumática”.
Durante la década de 1980, cuando comenzaron a ampliarse los estudios sobre abuso sexual infantil, se comenzó a cuestionar la idea de las «fantasías de seducción» argumentando que escondían casos reales de abuso.
Qué curioso que el mismo psicoanálisis que descubrió el gran numero de abusos sexuales perpetrados en la infancia fue también el culpable de silenciarlo.
En 1984, en “El asalto a la verdad: la renuncia de Freud a la teoría de la seducción”, la obra de Jeffrey Masson, quien fuese director de los Archivos Sigmund Freud, denunció que en la correspondencia de Freud con su confidente, el Doctor Wilhelm Fliess, relataba casos clínicos en los que aparecía fuertemente el tema del abuso sexual de niños por parte de adultos y la creencia de Freud en su teoría de la seducción. Sin embargo, dicha correspondencia fue censurada por la comunidad psicoanalítica de los años 50.
Hoy por hoy todo Psicoanalista cree en su paciente y sabe que la incidencia de casos de abuso a menores es muy numeroso. Por ello el psicoanálisis es una disciplina que analiza la multiplicidad de aristas sintomáticas y afectivas que dichos casos presentan como efecto.
La inclusión del psicoanálisis en la generación de políticas públicas que permitan entender, tratar y prevenir casos de abuso sexual infantil me parece, por ende, indispensable.
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