Cada día son más los niños a los que no se les deja vivir una infancia inocente. En una época en la que tanto se habla de derechos, parece un contrasentido, pero así es, que la infancia siga siendo una presa fácil por parte de los adultos para la explotación sexual.
El comportamiento más animal a veces lo sobrepasan los propios seres humanos. Las víctimas siempre son los más frágiles. Niños que no tienen una familia donde aprender a vivir lo que es una relación natural entre madre, padre e hijo, que se mueven por si mismos en una sociedad depravada y depredadora, sin moral alguna. La combinación de sexo y violencia en los medios de comunicación y en los espectáculos, así como la normalización de la experimentación sexual cuanto antes, desembocan fácilmente en perversiones como viene sucediendo.
No hay excusas para el abuso a menores por parte de nadie.
Los niños deberían ser el centro de atención en todos los países del mundo. Digo deberían, porque hoy no lo son, en absoluto. Lo serían si la disminución y la eliminación de esa violencia fuese realidad. De poco sirve hablar en todos los foros de una cultura de paz, sino se predica con el ejemplo. A ninguna asociación del mundo puede permitírsele la liberación de la pornografía infantil y las relaciones sexuales entre adultos y niños.
Lo peor que le puede pasar a una generación es que deje perder la inocente infancia y permita el sufrimiento de los niños, que serán los hombres del mañana.
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