Lorna Norori Gutiérrez*
Opinión
“Cuando yo tenía 14 años tuve un novio que tenía 22, teníamos ya como nueve meses cuando él comenzó a decirme que como nos queríamos tanto él necesitaba darme una prueba de amor y que yo también se la tenía que dar. Yo no entendí al comienzo qué era lo que quería, pero después me dijo claramente que quería que tuviéramos relaciones. Al comienzo fue mucho de cuentiarme, pero a medida que pasaban los días sentía que me estaba presionando más y decía que si lo quería entonces tenía que hacerlo. Yo tenía mucho miedo, no sabía qué hacer, sentía que lo quería, pero yo no estaba todavía para eso, al final de tanta presión tuve que aceptar”.
Esto es el relato de una mujer de 32 años, recordando lo que vivió en su adolescencia y que ahora ella reconoce como un abuso sexual, de parte de quien asumía era alguien que la amaba.
La “prueba del amor” es una forma de invisibilizar la condición de abuso sexual que tan frecuentemente viven las adolescentes, lo que a su vez lleva a que sean culpabilizadas y que vivan consecuencias tan dolorosas como el embarazo forzado y la experiencia del aborto en condiciones de alto riesgo.
Socialmente se considera que una vez que las chavalas llegan a la pubertad ya están “listas”, lo que significa que pueden tener una iniciación sexual; esto igualmente determina que se establezcan ideas y hasta “valores” que son aplicados para asumir que una adolescente está dispuesta, o que “acepta” tener un contacto sexual con el “novio”. Ésta es la base sustancial para condenar a la adolescente por haber “accedido” a la petición, …al “novio” no hay quien lo condene.
Estas condiciones también son la base para el abordaje que muchas veces se produce en las instancias policiales y judiciales, en las que prevalecen los mitos de las/os operadoras judiciales, realizando preguntas o haciendo afirmaciones de forma inadecuada, sin considerar que la adolescente ha pasado por un proceso de seducción, distorsión afectiva, chantaje y presión hasta “acceder” a lo que demanda el abusador. En ninguna circunstancia se considera la relación de poder que se establece, en la que él domina, controla, somete, creando condiciones contradictorias de afecto, presión y chantaje.
Cuando la familia decide denunciar al novio abusador y éste es llamado a la Comisaría de la Mujer o el Ministerio Público hemos visto cómo le dicen a la madre: “mire señora no se queje, que por lo menos este hombre está dispuesto a salvar el honor de su hija, déjela que se case con él”.
En este sentido, el delito cometido queda invisibilizado, pues se considera que el matrimonio será una forma de “lavarlo”; sin tomar en cuenta que la chavala puede aceptar el matrimonio también de forma presionada.
El Código Penal mismo conceptualiza el delito de estupro, como un delito de menor cuantía a la violación, sin considerar los elementos aquí apuntados y otros más que determinan que el estupro también corresponde al delito de violación. Como si la libertad sexual de las adolescentes fuera de menor cuantía, no solo es más difícil probar el delito, sino que la ley establece que cuando el que lo ha cometido accede a casarse con la chavala, el delito se extingue y por otro lado hasta la pena es menor.
Cuando he hablado con mujeres jóvenes y adultas sobre su experiencia con la “prueba del amor”, ellas dicen claramente que no fue algo agradable para ellas, que se sintieron presionadas, confundidas, que lo vivieron con mucho dolor, culpa y sobre todo con mucho miedo.
Aquellas que llegaron al matrimonio, a partir de esta experiencia, refieren con mucha tristeza o enojo que el desconocimiento de sus propios derechos les limitó para tomar una mejor decisión, se sienten engañadas, frustradas porque esto les marca la vida, sienten vergüenza y tratan de ocultarlo, se sienten culpables y sobre todo sienten el estigma social. En este sentido cabe la pregunta ¿Cómo será que se sienten aquellos que han llevado adelante este acto de abuso sexual?
En muchas ocasiones, cuando inicio una reflexión sobre “la prueba del amor”, veo rostros que sonríen con picardía, ya luego cuando comenzamos a abordarlo la situación cambia, sobre todo con las mujeres que expresan sus propias experiencias, desde la realidad dolorosa que han vivido y que siempre han ocultado.
La “prueba del amor” es pues una expresión más de abuso sexual, que se produce a partir de esa estrategia que establece el abusador en que seduce y somete, llegando a hacer sentir cómplice a las mujeres; a que la familia culpabilice a las chavalas y tome decisiones que marcan de forma dramática su vida.
El propósito de este escrito es poder aportar a las madres y padres de familia, a las autoridades policiales y judiciales, a las chavalas y toda la población en general, sobre la ocurrencia de esta forma de abuso sexual, para que aprendamos a prevenirla, a identificarla, denunciarla y condenarla. Para que en algún momento las chavalas puedan decir NO al abusador.
*Psicóloga Movimiento contra el abuso sexual hablemosde.abusosexual@gmail.com yotecreo@gmail.com
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