Georgina de los Ángeles Molina Rivera
Mamá, hoy deseo contarte de mí, pero sobre todo de lo que vos has significado en mi proceso.
Como ya sabés, desde hace cuatro años estoy en esto que llamamos proceso de recuperación emocional, es algo que nosotras las mujeres que vivimos abuso sexual siendo niñas, decidimos iniciar una vez que reconocemos que el abuso sexual nos dejó heridas profundas y nos damos la oportunidad de intentar recuperar nuestra VIDA.
Mamá, estoy muy satisfecha y orgullosa por lo que he ido logrando, he descubierto que hay otra manera de ser y estar en la vida.
Aprendí que no es necesario ocultar lo que me pasó y que no tengo que sentir vergüenza por lo que otros me hicieron, en dado caso son ellos los que tienen que sentir una enorme vergüenza por lo que me hicieron. Me fijé que cuando comencé a hablar de la vivencia dolorosa del abuso, empecé a recibir ayuda de otras mujeres sensibles al tema.
Mamá, te comparto con alegría que ha valido la pena iniciar este camino, a veces me he tenido que convencer a mí misma de esto que te comparto, he sentido la dicha de estar VIVA, de construirme a mí misma, de intentar ser yo y no solo eso que dejó el abuso.
En este proceso he tenido que trabajar bastante la relación con vos como mi mamá, lo que has significado para mí, cuando he sentido que has estado ahí conmigo y cuando no. No fue fácil, sobre todo al inicio, porque siempre que tocaba hablar de vos comenzaba a justificarte, decía que vos no me habías cuidado a como se debe porque a vos no te cuidaron y que mucho hiciste al no regalarme como lo hicieron con vos, que éramos demasiados hijos para una sola mujer, que entre el alcoholismo y la violencia de mi papá pues hiciste lo que pudiste.
Ahora lo siento así, pero para llegar a esto en su momento tuve que sacar eso que a nosotras las mujeres se nos está prohibido de alguna manera sentir y expresar, me permití enfadarme, sacar los enojos profundos que sentía hacia vos, esos que estuvieron ahí desde hace mucho pero que no me atrevía a dejar sentir, porque aprendí muy bien la lección de ser buena hija y las buenas hijas no se molestan con sus padres, menos les expresan rabia.
Muchas fueron las veces que lloré y grité en tu recuerdo, muchas fueron las emociones que dejé salir expresándote mi sentir, esa rabia combinada con una profunda tristeza y bañada de dolor porque no llegaste cuando te llamaba para que me cuidaras, porque no viste que mis temores nocturnos no eran normales, porque no viste que el orinarme en la cama era una forma de llamar la atención o de hacerte saber que algo no andaba bien.
Una vez que salieron esos sentimientos amargos pude verte, no solo como mi madre, sino como la mujer que sos, con todas esas cargas culturales que nos imponen como mujeres, vi lo difícil que es tratar de llenar ese papel de la súper mamá o la sacrificada, madre abnegada, sufrida y cuidadora de otros, de esa que está para darse, esa mujer que todos están antes que ella.
Vi las fortalezas que tenés, las que desarrollaste en las condiciones que te tocó crecer, vi las debilidades esas que todas las personas tenemos pero que en una mujer-madre se ven cien veces más grandes de lo que son. Y es hasta este entonces que pensé que en todo esto también hay un padre, pero a ese le va más fácil, porque ellos culturalmente no son los encargados de cuidar a los hijos y ahí me di cuenta de lo injusto y desigual que es esto de los roles de género.
No solo me molesté con vos, la gran parte de mi rabia la estoy dirigiendo ahora a los causantes principales, a los cobardes que se atrevieron a profanar mi cuerpo, a invadir mis pensamientos y a arrebatarme el poder propio. No sabés cuánto me ha aliviado permitir expresar todo esto.
Pero no te aflijás mamá, ahora en verdad veo todos tus esfuerzos, ahora ya no para justificarte sino para entenderte, ahora valoro lo que hiciste por mí, te agradezco las lecciones que aprendí de vos, la valentía, la fortalezas que me demostraste a lo largo del tiempo en que estuve con vos creo que las incorporé a mi vida. Admiro lo que ahora estás haciendo por vos, sé que no es fácil mamá, pero en verdad te digo que se puede vivir diferente a lo que hasta ahora ha sido nuestra realidad.
Mi regalo para vos este día es mi profundo amor para vos, ese que la niña de siete años siempre te ha tenido y que ahora mi yo adulta reconoce y acepta. Mi regalo para vos mamá, es el reconocer que sos la mejor madre para mí y que en gran parte gracias a vos es que hoy soy la persona que soy.
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