martes, 14 de junio de 2011

El mirar a través de los ojos de una víctima.

Los efectos de la violencia han sido objeto de numerosos estudios  que muestra las secuelas que estas experiencias han dejado. Tanto países ricos como pobres, todos muestran un fuerte aumento de la violencia social. El síndrome o trastorno de estrés postraumático tiene características singulares y lo padecen personas que son víctimas de sucesos inusuales de forma brusca, tales como las guerras, las agresiones sexuales, los accidentes o las catástrofes.

De igual modo el hecho de ser víctima de un delito puede causar  repercusiones psicológicas muy negativas en la estabilidad emocional de las personas afectadas, especialmente en el caso de las víctimas de abuso sexual infantil.


Aunque los síntomas de las personas que sufren de trastorno de estrés postraumático pueden ser muy diferentes, por lo general se incluyen las tres categorías siguientes:



1.- Repetición de la vivencia. Se tienen recuerdos o pesadillas repetidas del evento que causo tanta angustia algunos pueden tener "flashbacks", alucinaciones u otras emociones vívidas.



2.- Evasión. Muchas personas evitan las cosas que les recuerde el evento traumático. Esto puede llegar a causar evasión de todo tipo: pensamientos, sentimientos o conversaciones sobre el incidente, y también actividades, lugares o personas. Otros parecen no responder a las cosas o situaciones relacionadas con el evento y no recuerdan mucho sobre el trauma. Estas personas también podrían mostrar una falta de interés en las actividades que les eran importantes antes del evento, se sienten alejadas de los demás, sienten una gama de emociones más limitada y no tienen esperanzas sobre el futuro.



3.- Aumento de excitación emocional. Los síntomas de las personas pueden incluir sentir dificultades en quedarse dormido o no poder despertar, irritabilidad o desplantes de ira, dificultad para concentrarse, volverse muy alertas o cautelosos sin una razón clara, nerviosismo o facilidad para asustarse.

Los diferentes autores que estudian las secuelas psicológicas del abuso sexual infantil señalan la profunda duda que embarga a la víctima en torno a sí misma y al sentirse culpable por “provocar” o por no haberse resistido lo suficiente, por haber quedado paralizada, 


Las personas víctimas de abuso  pierden la esperanza frente al futuro, por eso es de vital importancia aliviar su sufrimiento. El escribir sobre lo sucedido puede ser terapéutico y la denuncia es parte de la sanidad. A veces, las pequeñas acciones a tiempo tienen más valor que aparatosas reacciones fuera de tiempo.

En la década de los años setenta, no había ni un tipo de atención para las víctimas de abuso sexual infantil, era un tema latente que se mantenía oculto en cada familia  y casi siempre se consideraba que el abuso  era culpa de la víctima, ahora nos encontramos en un proceso de hacer grandes cambios, uno de entender el mirar y el sentir de las víctimas desde el punto de vista psicológico para impartir así la ayuda necesaria para sanar las heridas y por otro lado el lograr modificar las leyes que solo apoyan al agresor.

En nuestro país me han propuesto, impulsado y aprobado leyes al respecto, leyes en las cuales hemos participado activamente en su aprobación con éxito.En este proceso de lucha por obtener justicia y apoyo también se está creando una situación de mejora para las víctimas que cada día es más importante.

El abusador no es un perverso sexual que está merodeando a las víctimas para satisfacer sus deseos sexuales es un sujeto que abusa de un poder, que no busca su satisfacción sexual, sino el sometimiento de la víctima a su violencia.


Porque el mirar a través de los ojos de la victima debe ser un motor que nos impulse a colaborar en la atención de las víctimas de abuso sexual infantil.

JULIETA CASTILLO ROMERO.

1 comentario:

Miguel Adame dijo...

hasta hace 40 años, en los países desarrollados se trataba el abuso sexual con electroshocks que en exceso dejaban a la víctima-paciente en estado vegetal. Pero en todos los casos dejaban secuelas aun peores que el propio abuso