Una de las primeras verdades que aprendemos cuando nos conectamos con una filosofía de vida, es que no debemos preocuparnos por lo que no ha ocurrido y que, generalmente, imaginamos sucederá de la peor manera.
Si echamos una miradita a lo que sentimos en los últimos cinco años, seguramente descubriremos que pasamos gran parte de ese tiempo con preocupación, temor, ansiedad y pesimismo, siempre afectados por los cambios que afrontamos, los rumores, las noticias negativas y las experiencias difíciles que tuvimos. Pero lo cierto es que los vivimos y, de alguna manera, logramos afrontarlos y superarlos, con excepción de aquellas personas que todavía están atrapadas en la negación o en el sufrimiento que les causó lo que experimentaron.
Pero si en lugar de angustiarnos nos hubiésemos enfrentado a todas esas mismas experiencias con serenidad, valor, optimismo, confianza en nosotros y en la vida, con la disposición de buscar los recursos y las herramientas necesarias para afrontarlas y resolverlas, habríamos vivido durante ese tiempo sin tanto desgaste mental, emocional y físico.
He llegado a la conclusión de que debemos incorporar muchas de las verdades liberadoras que sabemos y que les recitamos a otros cuando creemos que necesitan de nuestros consejos, de manera que comencemos a tener una vida más satisfactoria, aun a pesar de los cambios, las dificultades y las situaciones inesperadas que puedan presentarse.
Todo está en nuestra mente, y con esto no quiero decir que imaginamos lo que nos sucede sino que somos nosotros quienes calificamos de difícil, terrible o imposible de resolver cada situación que experimentamos. Y esta calificación que le otorgamos es la que nos dificultad aceptarla, superarla y aprender de ellas, sin quedarnos resentidos y afectados.
Regrabemos el disco duro mental que tenemos, comencemos a volvernos más optimistas y positivos; reforcemos la confianza en nosotros y en la divinidad; seamos valientes, enfrentemos los temores que sentimos y convirtámoslos en aliados de nuestro crecimiento. Vivamos el presente, haciendo cuanto sea necesario para extender los buenos momentos, para relativizar los que no lo son y para superar las experiencias difíciles sin que nos marquen profundamente. Vinimos a aprender el amor en lugar del miedo.
Para tener presente:
•Muchas veces, somos nosotros quienes agravamos la situación al imaginar que las cosas sucederán de la peor manera. Debemos ser más realistas.
•Es importante ponernos en acción y buscar las herramientas, la información, los datos o las personas que puedan ayudarnos a solucionar la situación.
•Debemos tomar decisiones y convertirlas en una acción concreta.
•Dios siempre está allí para ayudarnos
MAYTE.
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