Silenciados por vergüenza o por desconfianza, muchos casos de acoso infantil quedan invisibilizados durante años generando importantes problemas en las víctimas, especialmente en el terreno sexual. La psicóloga Adriana Fernández Caamaño participa el próximo día 19 en la III Xornada Galega de Saúde Sexual, que se celebra en Pontevedra. En su intervención hablará de violencia sexual en su sentido más amplio: abusos a menores, acoso laboral y violaciones.
–Las mujeres que llegan a usted y han sufrido acoso de niñas, ¿ por qué silenciaron durante años esa violencia?
–Es algo habitual ya que muchas veces por vergüenza es algo de lo que no se habla. La mayoría de los acosadores son familiares cercanos que consiguen el abuso a través de secretismo y abuso de confianza y por eso hay tanto tabú. Además, muchas familias no lo suelen reconocer y las niñas terminan normalizándolo.
–Lo normalizan pero, ¿con qué consecuencias?
–Hay mujeres que sufren las consecuencias muchos años; otras son grandes supervivientes que aprenden a manejar unas herramientas y a tener una vida normalizada. Las consecuencias más directas son los problemas que manifiestan en sus relaciones sexuales: no son capaces de experimentar placer porque se reactivan recuerdos muy duros.
–¿Qué hace que una mujer adulta decida enfrentarse, años después, a esa terrible experiencia?
–En algunos casos llegan a nosotros por una depresión que, indagando, resulta que procede de ese recuerdo. La cabeza es muy sabia y capaz de separar sus emociones del hecho traumático para poder tener una vida normal. Sin embargo, las consecuencias pueden ser peores, por eso yo digo que más vale un minuto rojo que toda la vida amarilla. También hay veces que aparece la revelación cuando tienen hijas y creen que pueden estar viviendo lo mismo o en el embarazo.
–¿Es difícil darse cuenta de que una niña está sufriendo un acoso? ¿Qué pueden hacer los padres?
–Sí, muchas veces es difícil darse cuenta. Lo aprecias a través de sus juegos, de conductas muy sexuales para la edad que tienen y, sobre todo, del diálogo. Los padres tienen que estar muy atentos, sin obsesionarse, porque es algo sutil pero hay más casos de los que creemos. El típico comentario de "no seas mala, dale un beso" puede ser un gran error. Lo importante es dar educación emocional a los niños y educar en igualdad.
–En un momento de crisis como el que vivimos, ¿tiene el acosador sexual en el trabajo un terreno más propicio?
–Normalmente se trata de un ejercicio de poder por parte de un jefe y conlleva muchas consecuencias económicas, por eso suele ser muy aceptado e incluso se le ríe la gracia al jefe. De hecho es el tipo de violencia que menos porcentaje de denuncias tiene. El origen de la violencia sexual son las creencias sociales imperantes del sistema patriarcal en el que vivimos, en donde las mujeres son consideradas un instrumento para satisfacer el deseo de poder de los hombres.
–¿Sigue siendo la víctima culpabilizada por la sociedad?
–Tristemente sí, se sigue juzgando a las mujeres y por eso muchas no se atreven a denunciar. Todos los mensajes que llegan de la sociedad culpan a la mujer: que por qué fuiste por esa calle sola, por qué así vestida, por qué hablaste con él... hay que recalcar que las agresiones sexuales no tienen su base en el deseo sexual o falta de control de impulsos de los hombres, sino que existe un componente de violencia, donde el fin es el de ejercer el dominio y coartar la libertad sexual de la persona a la que se agrede.
–Las mujeres que llegan a usted y han sufrido acoso de niñas, ¿ por qué silenciaron durante años esa violencia?
–Es algo habitual ya que muchas veces por vergüenza es algo de lo que no se habla. La mayoría de los acosadores son familiares cercanos que consiguen el abuso a través de secretismo y abuso de confianza y por eso hay tanto tabú. Además, muchas familias no lo suelen reconocer y las niñas terminan normalizándolo.
–Lo normalizan pero, ¿con qué consecuencias?
–Hay mujeres que sufren las consecuencias muchos años; otras son grandes supervivientes que aprenden a manejar unas herramientas y a tener una vida normalizada. Las consecuencias más directas son los problemas que manifiestan en sus relaciones sexuales: no son capaces de experimentar placer porque se reactivan recuerdos muy duros.
–¿Qué hace que una mujer adulta decida enfrentarse, años después, a esa terrible experiencia?
–En algunos casos llegan a nosotros por una depresión que, indagando, resulta que procede de ese recuerdo. La cabeza es muy sabia y capaz de separar sus emociones del hecho traumático para poder tener una vida normal. Sin embargo, las consecuencias pueden ser peores, por eso yo digo que más vale un minuto rojo que toda la vida amarilla. También hay veces que aparece la revelación cuando tienen hijas y creen que pueden estar viviendo lo mismo o en el embarazo.
–¿Es difícil darse cuenta de que una niña está sufriendo un acoso? ¿Qué pueden hacer los padres?
–Sí, muchas veces es difícil darse cuenta. Lo aprecias a través de sus juegos, de conductas muy sexuales para la edad que tienen y, sobre todo, del diálogo. Los padres tienen que estar muy atentos, sin obsesionarse, porque es algo sutil pero hay más casos de los que creemos. El típico comentario de "no seas mala, dale un beso" puede ser un gran error. Lo importante es dar educación emocional a los niños y educar en igualdad.
–En un momento de crisis como el que vivimos, ¿tiene el acosador sexual en el trabajo un terreno más propicio?
–Normalmente se trata de un ejercicio de poder por parte de un jefe y conlleva muchas consecuencias económicas, por eso suele ser muy aceptado e incluso se le ríe la gracia al jefe. De hecho es el tipo de violencia que menos porcentaje de denuncias tiene. El origen de la violencia sexual son las creencias sociales imperantes del sistema patriarcal en el que vivimos, en donde las mujeres son consideradas un instrumento para satisfacer el deseo de poder de los hombres.
–¿Sigue siendo la víctima culpabilizada por la sociedad?
–Tristemente sí, se sigue juzgando a las mujeres y por eso muchas no se atreven a denunciar. Todos los mensajes que llegan de la sociedad culpan a la mujer: que por qué fuiste por esa calle sola, por qué así vestida, por qué hablaste con él... hay que recalcar que las agresiones sexuales no tienen su base en el deseo sexual o falta de control de impulsos de los hombres, sino que existe un componente de violencia, donde el fin es el de ejercer el dominio y coartar la libertad sexual de la persona a la que se agrede.
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