Brigitte Hauschild* | Opinión
Aguas
Bravas Nicaragua, ABN, existe desde hace cuatro años. En ABN
ofrecemos un espacio en el cual mujeres sobrevivientes pueden romper
el silencio y levantar sus voces sobre su experiencia traumática del
abuso sexual infantil. Donde mujeres sobrevivientes –muchas veces
por primera vez asumen su voz y experimentan que son creídas--, que
no les pregunta nadie: “¿Y por qué hasta ahora hablas?”, donde
nadie dice: “no hay que ver para atrás, ya pasó.” Donde nadie
dice: “si logras perdonar al abusador te liberas de la carga
traumática”.
Poco
a poco en los Grupos de Apoyo Mutuo, GAM, que ofrecemos en ABN las
sobrevivientes, en un proceso largo y doloroso pero a la vez
liberador, trabajan su recuperación emocional, sintiendo el poder de
su voz porque en el proceso se respetan sus límites, se respeta su
“no”. En el proceso se permiten preguntas, se invita a
reflexiones en voz alta. Cada mujer detecta que compartir sus
reflexiones en voz alta ayuda a sentir el poder de los propios
pensamientos, el derecho a pensamientos e ideas propias y la fuerza
de poder liberarse de las secuelas y realizar los cambios que cada
una quiere para vivir una vida plena y ejerciendo sus amplios
derechos.
Hablando
en voz alta sobre los mitos de la vida familiar, por ejemplo que la
confianza más grande existe supuestamente en la familia, pero cuando
el abusador es el padre, el tío, el hermano, el padrastro, la
mayoría de las mujeres en GAM no han encontrado con quien hablar en
confianza y quien les salve de la situación traumática. Hablando en
voz alta se dan cuenta que el incesto es común. Hablando en voz alta
se dan cuenta que el abuso sexual es un problema transgeneracional:
la abuela lo vivió, la madre lo vivió, la hija lo vive y por ser el
tema del abuso sexual el secreto mejor guardado nadie habla ni siente
el poder de su voz.
Hablando
en voz alta las mujeres revisan por ejemplo que sus problemas
alimentarios que tienen desde su niñez tienen su raíz en el abuso
sexual vivido, ya que tanto con la anorexia como con la bulimia
tenían como objetivo no ser atractivas para el agresor sexual,
esconderse del agresor y auto-agredirse por sentirse culpables y
sucias.
Hablando
en voz alta se dan cuenta que si tienen problemas de violencia
intrafamiliar, estos tienen su raíz en el abuso sexual vivido en la
niñez, porque el agresor sexual con su poder les ha quebrado en su
niñez su capacidad para poner límites y decir no, al no respetar la
resistencia de la niña.
El
poder de la voz hace que las sobrevivientes ya no se sientan solas.
Haber logrado hacerse escuchar con empatía y comprensión da fuerza
y reconecta con recursos propios de las mujeres que les permiten poco
a poco reconstruir sus vidas.
Hablando
en voz alta y diciendo: “Yo no era la culpable del abuso que viví”,
da fuerza y hace que las mujeres desarrollen sentimientos antes
disociados hacia el agresor. Hablando en voz alta sobre la rabia, las
mujeres logran dirigir su rabia hacia la persona que la merece y no
seguir explotando “sin razón” ante otras personas.
Permitiéndose
hablar también en voz alta sobre otros maltratos físicos y
emocionales que han vivido durante su niñez, las mujeres reconocen
con mucho dolor que se les hace difícil honrar a padre y madre, ya
que ellas en las diferentes etapas de sus vidas no fueron respetadas
como personas con derechos propios y su “educación” muchas veces
solo les obligó a obedecer, en vez de poder desarrollar una opinión
propia.
Las
mujeres en los GAM a través de estas reflexiones en voz alta
logran cambios en la educación de sus hijas e hijos desde su
nacimiento, porque les brindan el amor, el respeto, la confianza, la
seguridad y el cuidado que ellas y ellos merecen, tratándoles como
personas sujetas de derecho.
El
abuso sexual infantil evita que estas niñas desarrollen ampliamente
sus capacidades para hacerse ciudadanas que ejercen sus derechos como
seres humanos con voz y voto en esta sociedad, y algunas que también
han vivido maltrato físico y emocional ni logran reconocerse
como tales.
Hablando
y asumiendo el poder de la voz en el grupo se aprende a poner
límites, desmitificar roles, representaciones sociales y estos
cambios se ponen en práctica fuera del grupo para el bien de las
mujeres mismas, pero también para la sociedad entera, ya que
contribuyen a una sociedad más sana, donde cada mujer asume sus
derechos humanos, los defiende y tiene una calidad de vida que le
permite ser ella misma.
Haciendo público el “secreto mejor
guardado” rompe poco a poco el poder de los abusadores sexuales.
Estas mujeres valientes que comenzaron a usar su voz en un Grupo de
Apoyo Mutuo la levantan ahora en público en contra del abuso sexual,
divulgando el grave problema social que representa esta pandemia, al
mismo tiempo son alicientes para otras mujeres que viven todavía en
silencio para romperlo y detectar el poder de su voz.
*Soy
sobreviviente
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