En la entrada anterior esbocé algunos rasgos del abusador. Hoy me gustaría profundizar un poco más sobre su psiquismo, su manera de pensar y de actuar, y marcar algunas diferencias entre el abusador constante y e lcasual.
Un rasgo bastante común entre los abusadores es que están convencidos de que sus actos no traen consecuencias. Piensan que el niño o la niña olvidarán el abuso al crecer y que por lo tanto, ellos quedarán impunes y los niños podrán llevar una vida normal.
Esto no es cierto; el abuso sexual deja unas secuelas claras y duraderas en la víctima que, de no ser tratadas a tiempo, le acompañarán el resto de su vida. Muchas de estas secuelas llegan a ser incapacitantes y pueden llevar incluso al suicidio.
Otra de las características en la manera de pensar de algunos abusadores, sobre todo en los casuales, es que a menudo no tienen conciencia de estar haciendo abuso ni de lo que conlleva. La idea de abusos sexuales en la población se basa en la penetración en todos los casos, y no siempre es así. Mostrarle los genitales a un niño es abuso; obligar o incitar a un niño a tocar a un adulto los genitales, o tocar al niño, es abuso; masturbar a un niño, obligarle a masturbar a un adulto o exponer a los niños a la pornografía, es abuso. Cualquier comportamiento sexual o incitador a la sexualidad con niños es considerado abuso sexual, y deja secuelas graves. Muchos abusadores no saben esto y por eso se animan a experimentar. Creen que sus actos son inocentes y que tienen una mínima importancia. Huelga decir que, aunque no pasara nada, la persona que se atreve a experimentar con los niños es un insensato, un mezquino y un descerebrado.
Otra idea común en los casuales es considerar a los adolescentes jóvenes como si fueran ya adultos. Un adolescente no es un adulto, su cerebro y su personalidad todavía se están desarrollando, y son muy susceptibles de sufrir un trauma a causa de los abusos. Como ya expliqué en la entrada anterior, muchos se aprovechan del aura sexual que le queda al abusado para abusar a su vez, y le dan poca importancia cuando la víctima es un adolescente, porque consideran que estos ya saben lo que hacen y que son responsables de sus actos, y que si ceden es porque les gusta y quieren. Un joven que ha sido abusado en su niñez y/o adolescencia, desarrolla un comportamiento sexual exacerbado y actúa de manera sexual aunque no lo desee, porque ha sido pervertido y su comportamiento queda condicionado al deseo de los demás. El abusado se comporta como cree que se espera de él. Cualquier persona con un mínimo de juicio comprende que, aunque un niño o un adolescente despliegue un comportamiento muy sexual, la respuesta de un adulto debe ser siempre una respuesta responsable, no ceder nunca a las provocaciones, o incluso hace comprender a ese niño o joven que ese comportamiento no es apropiado y ayudarle si sospechamos que ha sido víctima de abusos. Esto último es pedir demasiado en una sociedad ciega y egoísta, pero no debemos tolerar excusas ni justificativas para la violencia contra los niños. El responsable de una relación sexual entre un niño o adolescente y un adulto, es siempre el adulto.
Por supuesto, muchos abusadores saben perfectamente lo que hacen y siguen haciéndolo porque no les importa si la víctima sufre o no. Estos suelen ser más los abusadores constantes, padres, madres, hermanos, abuelos o personas cercanas en general. Aquí entran en juego otros factores importantes que van más allá del mero placer sexual, como el Poder.
Efectivamente, hay una innegable relación de poder entre víctima y abusador. El abusador disfruta de la sensación de poder sobre otro ser humano, que es una de las motivaciones más antiguas e instintivas que nos quedan, y una de las más peligrosas. Las relaciones de poder entre los seres humanos van más allá de las palabras o los gestos; una persona que ha sido sometida a la voluntad de otra desde niño, seguirá bajo su influencia incluso después de que esta haya muerto. La relación de abuso sexual en concreto, conlleva una violencia intrínseca que limita y condiciona a la víctima incluso en su vida adulta.
Esas sensaciones placenteras que provoca el sometimiento de otros a nuestra voluntad son altamente adictivas, y una de las conductas que causan mayor dolor en el ser humano. Lo hemos visto a lo largo de la historia de la humanidad en genocidios y dictaduras. El ansia por el Poder va siempre en aumento y prospera en la mente del abusador de manera progresiva y a pesar de todo y de todos; la víctima pasa a desarrollar una indefensión aprendida que le marca para el resto de su vida y que le hace susceptible de terminar siendo víctima también de otros, con relativa facilidad. En muchos casos no hay terapias suficientemente efectivas que acaben con la marca del Poder sobre las personas. Ese es el caso de los ASI.
tomado de:
http://asiinforma.blogspot.mx/
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