sábado, 16 de agosto de 2014

Violencia sexual infantil: entre la impunidad y el desafío de seguir.


"Después de lo que me pasó, cuando estaba sola me sentía mal, me alejé de muchas cosas del mundo, de mí misma, confié en las personas… fui inocente", así describe su experiencia, Vanessa, una joven de 23 años que fue abusada sexualmente en dos ocasiones, cuando tenía 15 y 18.
Historias de desesperación y silencio, son las que identifican generalmente este tipo de violencia,  donde cada día más víctimas inocentes son afectadas. Según datos proporcionados por el Centro Una Brisa de Esperanza (CUBE), en Bolivia, una de cada tres niñas y uno de cada cinco niños son agredidos  sexualmente antes de cumplir los 18 años.
A esto se suma que más del 85 por ciento de los agresores son personas cercanas o familiares de las víctimas y éstos utilizan la presión emocional o chantaje para que guarden el silencio, explica la abogada de la institución, Carmen Arispe.
"Me pasó dos veces, a los 15 y 18 años, uno era mi amigo y otro un compañero de colegio. El hecho de haber sufrido abuso sexual ha sido muy traumante, me sentía como un objeto y que solamente podía servir para eso. Pasó por mi mente no querer nada, quise suicidarme, primero con pastillas y luego con veneno pero al ver que tenía muchas personas a mi lado decidí nunca más hacerlo, me dañaba mucho y me arrepentí", relata Vanessa quien aún tiene fresco el recuerdo de esos momentos difíciles de su vida.
Y la justicia, ¿qué?
Más allá de la difícil situación de la víctima de abuso sexual, otra problemática sale a la luz: la deficiencia del sistema judicial. "Cuando son adolescentes los que denuncian, muchas veces, el sistema judicial no le da la credibilidad, piensan que están mintiendo y muchos casos quedan en la impunidad", señala la abogada.
El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) dispuso dar prioridad a estos casos, pero en la práctica como manifiestan varias personas afectadas por este tema, no se está dando cumplimiento, ya que muchos casos quedan en la impunidad y por otro lado, cuando se llega a la etapa de juicio oral, por la carga laboral que tienen los jueces, se va retrasando el caso y suspendiendo las audiencias.
Ha habido casos que fueron suspendidos hasta 19 veces para un juicio oral. "Es desgastante, se debe preparar a la niña y a la familia nuevamente, a veces ella (la víctima),  va muy nerviosa a prestar su declaración y se suspende porque los jueces ciudadanos no asisten o por otros motivos y eso dificulta poder contar con una sentencia condenatoria", afirma Arispe.
El caso de Vanessa no fue la excepción, ella denunció al agresor pero tuvo que dejar paralizado el proceso por miedo. "Como yo era una adolescente me intimidaban, para ellos era normal ver esto, supuestamente yo era una mentirosa. Tenía miedo de que no me crean en las audiencias incluso me dijeron que si podía probar que yo estaba mintiendo a mi mamá podían meter a la cárcel por eso decidí cerrar el caso y seguir con mi vida.
"Cuando las niñas rompen el silencio es importante creerles y acompañar en el proceso de hacer la denuncia", añade la abogada.
De la misma manera, Verónica Roque, coordinadora del Centro Una Brisa de Esperanza, asegura que  hay un margen muy amplio de impunidad por el tiempo que transcurre desde la denuncia hasta la sentencia.
"Los agresores y los abogados, muchas veces, tratan de que los procesos se dilaten por mucho tiempo y que se extingan las acciones. Queremos evitar eso, porque la niña queda lastimada por siempre y es un daño muy fuerte, el mismo sistema es agresivo por el hecho de que tiene que declarar en varios lugares y al final, no queda en nada, afirma Roque.
Ante esto, la propuesta es crear uno o dos juzgados que tengan especialidad en la temática de violencia sexual y un tribunal que se dedique específicamente a estos casos y además esté sensibilizado en esta problemática.
Según datos de CUBE, cada año se reciben entre 100 y 150 casos sólo de niños, niñas y adolescentes, víctimas de violencia sexual aunque la coordinadora reconoce que se ha avanzado bastante, pues lograron más de 250 casos con sentencia condenatoria cuando hace 10 años, la cifra no llegaba ni al uno por ciento.
Este año la campaña se denomina "Mi seguridad es una prioridad, violencia nunca más", una iniciativa que busca trabajar en la prevención de esta problemática. "Incidimos políticamente para que las autoridades tomen cartas en el asunto. Tenemos diferentes leyes: la 348, la 3773, la 443, entre otras, pero estas leyes han quedado solamente escritas. Ninguna de ellas ha podido dar una respuesta real con eficiencia y eficacia a la problemática. Vamos a hacer diferentes solicitudes al Gobernador, al Alcalde, juzgado y diferentes instituciones", indica Cecilia Navarrete, coordinadora de la Red contra la Violencia sexual de los Niños, Niñas, Adolescentes (Cochabamba).
Romper el silencio y seguir
"Cuando pienso en ese momento sólo puedo decir que quiero ayudar a más personas para que esto deje de pasar, hay muchos niños y adolescentes que sufren lo mismo por eso cuento mi testimonio", dice Vanessa, para quien la vida ha vuelto a tener sentido con nuevos proyectos e ilusiones.
Sin embargo, esto es resultado de un proceso de "sanación" donde el apoyo familiar,  psicológico, legal y el trabajo en el área social y de prevención son decisivos.
"Lo primero es buscar personas que te escuchen en las que puedas confiar, hablar, llorar, mostrar los sentimientos. Me han apoyado mi familia y amigos, en mi casa me abrazaban y me decían que me querían, aquí en el centro también recibí ayuda, de las psicólogas y toda la gente, también mi pareja ha sido un apoyo", cuenta Vanessa.
"Hemos desarrollado estrategias psicológicas, el objetivo de la terapia es que el niño, la niña o adolescente tome el control de su cuerpo porque vemos que uno de los efectos inmediatos que ocasiona la violencia sexual es esto, porque el mensaje del agresor es 'yo te controlo' y eso deriva en una crisis profunda", explica Fátima Gamboa, psicóloga de CUBE.
Entre las causas de la violencia sexual se puede mencionar el andocentrismo o el adultocentrismo, es decir que a veces se piensa que las niñas y adolescentes son propiedad de los adultos y que tienen el derecho de lastimarlos y no respetar sus espacios.
Al final, el testimonio de Vanessa, es contundente: "después de haber pasado esto, sí creo que hay una vida, no se rindan,  hay que seguir luchando por nuestros sueños y por lo que queremos realmente y no nos callemos hablemos sobre esto …vuelvan a vivir hablando".


CUBE, un refugio

Con el objetivo de crear condiciones apropiadas para que niñas, niños y adolescentes, víctimas de agresiones sexuales puedan hacer de esta crisis una oportunidad y construir un nuevo proyecto de vida, surge el Centro Una Brisa de Esperanza en Cochabamba.
Comenzó a funcionar el 2004 con la temática de violencia sexual, para ser un referente en esta problemática y constituirse como un centro integral donde se pueda trabajar de manera multidisciplinaria la parte legal, psicológica y social.
CUBE forma parte de la Red contra la Violencia sexual de los Niños, Niñas, Adolescentes (Cochabamba), una instancia de coordinación conformada por más de 20 instituciones privadas como públicas de la sociedad civil.
Entre los avances de esta iniciativa, se destacan haber logrado que se decrete la ley 3773 que existe desde noviembre del 2007 donde el 9 de agosto se declara el Día de solidaridad con las víctimas de violencia sexual, una fecha ya reglamentado a nivel nacional.
El centro cuenta con el apoyo de: The Global Found for Children, Tierra de Hombres (Terre des Hommes), MAP Internacional, Save the Children, entre otras.
 
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