Ana Prieto - @anaprieto (Especial para "Río Negro")
Cuenta la historia que el 14 de marzo del 2013, apenas un día después de haber sido elegido como la autoridad máxima de la Iglesia católica, el papa Francisco entró a la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, y vio de lejos a su arcipreste emérito, el estadounidense Bernard Francis Law. Se supone que éste saludó con discreción a su santidad, quien decidido a empezar de inmediato con la limpieza de la institución dijo a su comitiva que no quería ver a Law nunca más en esa basílica.
Las razones por las que Francisco habría estado tan incómodo con la presencia de Law se cuentan en la multipremiada película "Spotlight" ("En primera plana") de Thomas McCarthy, en cartelera en los cines argentinos. En el 2001 se le encomendó al equipo de investigación de "The Boston Globe" indagar sobre viejas denuncias y rumores acerca de supuestos abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos en la ciudad de Boston. El resultado de la investigación, desplegado en más de 600 artículos que el equipo comenzó a publicar en el 2002, reveló que por lo menos 79 curas eran responsables de cientos de casos de abuso, en especial de chicos de bajos recursos. Y también afirmó que esos sacerdotes, durante años, habían gozado de la protección y el silencio del entonces arzobispo de Boston, Bernard Francis Law.
Acorralado por el escándalo y la Justicia, el encubridor de pedófilos presentó su renuncia el 13 de diciembre del 2002. Pero la Iglesia es piadosa y, en lugar de castigar su conducta cómplice, dos años después lo premió con un traslado a Roma y el arciprestazgo de la basílica papal Santa María la Mayor. Todos esos favores llevaron la firma de Juan Pablo II.
Fue el diario italiano "Il fatto quotidiano" el que dio la primicia de que Francisco había prácticamente "exiliado" a Law de la basílica aquel mediodía del 2013. La información, que fue tapa y llevaba el sensacional título "Echen de la basílica a ese cardenal", era irresistible por donde se la mirara: el flamante papa no solo era latinoamericano y jesuita sino que también tendría tolerancia cero para con los lobos que se ocultaban en su rebaño. La imagen mental que proponía la nota de "Il fatto" (un papa decidido que sin dejar de caminar ordenó borrar a Law del templo e incluso mandarlo a un monasterio de clausura) dio rápidamente la vuelta al mundo, y era tan buena noticia que las propias víctimas de abusos fueron las primeras en sospechar que la información era un fiasco.
Y lo era.
Dos días después el vocero del Vaticano, Thomas Rosica, desmintió rotundamente que tal escena hubiera existido. Y no es difícil de comprobar: Law siguió paseándose por la basílica sin que nadie lo molestara y desde el 2015 vive a pocas cuadras de allí, en el magnífico Palazzo della Cancelleria.
Sin embargo, la noticia de que el papa había embestido personalmente contra uno de los grandes pecadores de la Iglesia sigue colgada en la web para quien quiera encontrarla. Con distintos títulos y copetes, ha sido replicada y citada miles de veces, mientras que la desmentida solo aparece unas cuantas. En efecto, quienes tras ver "Spotlight" entren a Google para saber más sobre la vida de Bernard Francis Law se encontrarán sin duda con aquel artículo apócrifo convertido en mainstream.
No deja de ser irónico que la falsa escena de la basílica de Santa María la Mayor vuelva a salir al ruedo con el éxito de un filme que celebra la investigación y las obsesiones periodísticas. Una de las escenas de la película muestra al equipo de "The Boston Globe" repasando miles y miles de planillas repletas de nombres, fechas y lugares y volcando las concordancias en un archivo Excel. Esta labor, que suena tan gris y antipática, es el paraíso del periodista de investigación y se llama chequear información, algo que "Il fatto quotidiano" no hizo.
Y aquí está la trampa: lo más probable es que el diario italiano no haya mentido descaradamente, sino que ante una primicia tan fabulosa los editores hayan preferido no chequear la información o quizás –más grave– no hayan visto la necesidad de hacerlo. En un mundo en el que los equipos de investigación de los periódicos son cada vez más raros, en los que el día a día de la noticia aplasta las ganas de ir más allá, en los que no se valora la necesidad de tener tiempo y en los que la iniciativa propia está desfinanciada será cada vez más complicado distinguir cuál información es falsa y cuál no lo es, sobre todo cuando la máquina de la viralización haya echado a andar. Será cada vez más difícil tirar del hilo del hecho real, encontrarlo y preservarlo. Y sin periodistas que encuentren atractivo y redituable quemarse las pestañas para chequear un dato será cada vez más habitual hacer que una expresión de deseo se convierta en noticia (el papa expulsa a cómplice de abuso sexual infantil de la basílica) y que una noticia de verdad no importe casi nada (el papa no expulsa a cómplice de abuso sexual infantil de la basílica).
(*) Periodista
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