Sobre los agresores sexuales
Columna
CECILIA DE MARCHI MOYANO
Publicado el 10/03/2019
Los predadores sexuales infantiles tratan siempre de pasar desapercibidos y estar cerca de sus víctimas, por ello es muy común que ataquen a quienes estén dentro de su radio de influencia y oculten su comportamiento, ya sea escondiendo el comportamiento con cariño, amenazando a la víctima o ridiculizándola. La mayoría de los predadores son parientes de la víctima, pero también los hay entre las personas encargadas del cuidado y protección de niños: maestros, religiosos, policías o niñeras, entre otros. Sí, leyó bien: niñeras.
Michele Elliott es una psicóloga infantil que fundó el centro Kidscape que protege a niños víctima. Recibió la medalla de honor en el Reino Unido por sus propuestas en la prevención de delitos contra los niños y formó parte del comité ejecutivo de la Organización Mundial de la Salud. Es, además, una pionera en la denuncia de las mujeres pedófilas. Sus publicaciones causan mucha incomodidad porque nos cuesta imaginar que haya mujeres agresoras sexuales. Después de la publicación de las investigaciones de Elliott, muchas víctimas se animaron por primera vez a hablar de las agresiones que habían sufrido, pensando que se trataba de un caso raro o único y que nadie les creería.
Tendemos a pensar que el abuso sexual infantil es un delito raro, producido por hombres contra niñas. Se trata de una percepción errada: este delito afecta a muchísimos niños y niñas por igual, en pequeñas y grandes comunidades, en todos los grupos culturales y que es perpetrado tanto por hombres como por mujeres.
En Estados Unidos comenzaron a llevar estadísticas de las agresiones sexuales cometidas por mujeres. Según datos del Center for Disease Control (CDC), cada año entre el 10 y 20% de las denuncias por pedofilia son agresiones cometidas por mujeres. Al igual que en el caso de los hombres pedófilos, muchas agresoras se encuentran dentro del círculo de confianza de los niños y niñas víctima. Es decir, son las madres, tías, niñeras, enfermeras, educadoras, religiosas, personas que deberían proteger a quienes son sus víctimas.
Se podría pensar que esto es algo que sucede solo en los casos de pedofilia, pero no es así. Una serie de investigaciones muestra que las mujeres agresoras sexuales que tienen como víctima a adultos son más frecuentes de lo que se pensaba antes. Los datos del CDC muestran que es mucho más frecuente de lo pensado encontrar hombres víctima de abuso sexual, con prevalencia muy similar a la del abuso a mujeres. La cantidad de mujeres agresoras era mucho mayor a la que habían esperado.
Quizá el principal impedimento para ver esta prevalencia sea nuestro propio prejuicio de género que identifica a las mujeres con víctimas frágiles y a los hombres con agresores privilegiados.
La mayoría de las mujeres agresoras sexuales fueron a su vez víctima de agresión durante su infancia, al igual que en el caso de los hombres pedófilos. Esto no es ni puede ser una excusa. Es, más bien, un dato fundamental si queremos acabar con la reproducción de este delito. Solo protegiendo a las víctimas con apoyo y terapia adecuadas se logrará evitar que el ciclo se repita.
No se puede encontrar aquello que no se busca. Si nuestra idea de agresor es sesgada, no veremos nunca a quien se sale de ese patrón –o pensaremos que su incidencia es menor. Ser mujer no garantiza pureza. Las mujeres somos humanas, y los humanos tenemos una gran capacidad para ser violentos y agredir. Todas las víctimas deben ser protegidas, atendidas, ayudadas; sean hombres o mujeres. Todos los agresores deben ser procesados y deben pagar el delito, sean hombres o mujeres.
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