jueves, 7 de enero de 2010

Hablemos de abuso sexual




Nosotras de Aguas Bravas nos hemos dado a la tarea de hablar de las graves secuelas que deja el abuso sexual infantil (ASI) en mujeres adultas.

Para compartir nuestras experiencias como sobrevivientes y educar sobre un tema en el cual nadie educa
Para crear la esperanza en otras mujeres que sí, ellas pueden sanar las secuelas
Para invitar a los abusadores a que reflexionen sobre su abuso de poder que cometen cuando abusan de niños y niñas y busquen cambios, para erradicar uno de los más crueles crímenes cometidos.

Por eso queremos dedicar las próximas columnas para educar sobre diferentes secuelas que deja el ASI.

Hoy hablo sobre la rabia que necesitamos para sanar. Lograr sentirla, trabajarla y poder expresarla es un fruto del proceso de recuperación, ya que el abuso sexual vivido en la niñez nos deja a la mayoría, con la secuela de no poder ni sentirla y mucho menos expresar nuestra rabia.

¿Qué pasa en el momento del abuso sexual en una niña o en un niño?
A la par de sentir miedo la niña siente rabia, ya que su resistencia y su “no” no son respetadas. Pero la niña no puede expresar la rabia. ¿Por qué no? El abusador es – en la mayoría de los casos - una persona adulta, y niñas y niños son educadas para respetar y obedecer a los adultos, mientras la rabia es un sentimiento que niñas o niños no tienen permiso de tener. La rabia es un derecho de los adultos, no de niñas o niños. Más bien en la educación durante toda la niñez se aprende, que niñas o niños tienen la culpa cuando sus padres sienten rabia o se enojan con ellos. Por eso deben portarse bien, no ser “malcriados” y no “faltar al respeto” de los adultos para no causar rabia en ellos. Y peor la cosa: por la religiosidad, ya que el cuarto mandamiento exige a niñas y niños a honrar padre y madre (aunque en muchos casos niñas y niños no tienen tanta razón de hacerlo). Eso hace que niñas y niños sean obligados a oprimir su sentimiento de enojo y desarrollan un sentimiento de culpa. Ellas se sienten culpables por el enojo y la rabia de los adultos y se sienten culpables por el abuso vivido.

Lo que queda después del abuso sexual en la niña son miedos y sentimientos de culpa. Ambos sentimientos acompañan a la sobreviviente: miedo a la oscuridad, miedo de estar sola, miedo de estar con personas, miedo a emprender actividades por si misma, miedo a hablar porque siente que lo que dice no vale nada, no es importante. Y, por otro lado, el sentimiento de culpa por ser una persona infeliz, por no tener mayores logros personales y profesionales; culpable por tener miedo, y a veces sentirse simplemente culpable por todo. A muchas sobrevivientes, estos miedos y sentimientos de culpa las obligan a buscar ayuda, y muchas veces los médicos las tratan con psicofármacos que las desconectan aún más de sus legítimos sentimientos de rabia.

Reconocer en el proceso de recuperación emocional que no tienen que sentirse culpable por lo que una persona adulta les ha hecho en su niñez, es un paso importante en el camino de sanar. Reconocer que el miedo es la otra cara de la rabia y permitirse el sentimiento de rabia hacia el abusador, es otro paso sustancial en ese mismo camino. Muchas veces es más fácil para una sobreviviente enojarse por el dolor de otra mujer que por el propio. Es un buen comienzo y abre poco a poco la puerta hacia el propio sentimiento de rabia y dolor.

Es muy común que los abusadores amenacen: “si hablas, va a pasar algo a tu madre, nadie te va a creer” u otras, que agravan aún más los terribles sentimientos de miedo y culpa.

El sentimiento de la rabia es un sentimiento sano, es legítimo como cualquier otro y es indispensable para el proceso de sanar, aunque ninguna sobreviviente tiene porqué quedarse con este sentimiento. Una vez logrado sentir la rabia, el otro paso es expresarla y vivirla. Con frecuencia, y por miedo a este sentimiento, la expresamos hacia nosotras mismas con autoagresiones, usamos alcohol, drogas o fármacos tratando de controlarla, oprimirla o no sentirla. Pas a paso podemos llegar en el proceso de sanar a enfocar la rabia precisamente sobre el abusador y lejos de nosotras mismas. En algún momento del proceso de recuperación emocional muchas de nosotras, las sobrevivientes, sentimos fuertes deseos de vengarnos de los abusadores que nos han causados tantos daños terribles. Algunas llegan a soñar con asesinarlo o castrarlo. El deseo de venganza es algo muy natural. La mayoría de las sobrevivientes logramos usar la rabia como fuerza motivadora y convertirla en el valioso recurso de buscar cambios positivos. Las sobrevivientes somos personas muy valiosas y preciosas y ninguna de nosotras ha merecido vivir abuso sexual en nuestra niñez.
*Soy sobreviviente.
Movimiento contra el Abuso Sexual Nicaragua:
hablemosde.abusosexual@gmail.com
yotecreo@gmail.com
http://www.mcas.org.ni/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también soy una sobreviviente y también siento esa rabia de la que hablas en tu texto es una rabia contenida de mucho tiempo dentro de ti