Las herramientas para afrontar los temores son muchas y diversas, desde ejercicios de visualización hasta centrar la atención en realizar una actividad con metas claras.
Temor al fracaso, falta de reconocimiento, aprensión frente al futuro, son algunas de las emociones que confrontan las personas cotidianamente frente a situaciones que se les escapan de las manos. Sin embargo, si esos sentimientos no se identifican a tiempo para manejarnos de forma satisfactoria, pueden llegar a convertirse en fobias que limitan la vida de quien las padece. De hecho, algunos expertos afirman que cuatro de cada diez personas pueden experimentar esos padecimientos.
La buena noticia es que hoy en día los psicólogos disponen de muchas técnicas para ayudar a la gente a superar la ansiedad y el miedo. A continuación nueve recomendaciones a tomar en cuenta.
1. Contar con un buen método de desahogo. "Lograr la relajación física es un paso fundamental en el manejo de la ansiedad y el miedo patológico, con independencia del tipo de trastorno que se padezca. No obstante, debemos establecer una gran diferencia entre estar relajados un rato y aprender a relajarnos a voluntad. Estar un rato escuchando música puede relajarnos, pero no nos aporta más recursos contra la ansiedad que habernos desconectado en ese momento (que no es poco). Sin embargo, para ganar la batalla es necesario aprender una técnica que nos permita lograr la relajación física a voluntad, incluso en las situaciones más tensas", afirma el doctor Pedro Moreno, autor del libro Superar la ansiedad y el miedo: un programa paso a paso.
2. Dejar de proyectar. Las personas con pánico al porvenir a menudo se trasladan mentalmente al futuro e imaginan las dificultades que encontrarán. Con ello sólo facilitan la profecía de auto cumplimiento; es decir, contribuyen a que el temor se vea confirmado, pues los miedos empiezan a ocupar el espacio mental que correspondería a la toma de decisiones y a la acción.
3. Ocuparse de lo presente. Para apartar del ánimo la desconfianza en la propia capacidad, una de las mejores terapias es ocuparse de lo que se tiene entre manos. La actividad, con el logro de metas posibles y bien definidas, aporta seguridad de quien controla su rumbo.
4. Seleccionar los recuerdos. En lugar de volver la mirada al pasado para examinar las cosas que salieron mal y alimentar el temor, ¿por qué no guardar en la memoria aquello que sí funcionó? El recuerdo de las pruebas superadas ayuda a afrontar los retos actuales.
5. Limitar las lecturas sombrías y los noticieros o programas que resaltan lo escabroso. No se trata de estar desinformado, sino de salvalguardarse del catastrofismo que predomina en las programaciones y noticieros de muchos medios de comunicación. Si se tiene un mal día, lo recomendable es abrir el periódico por la sección de cultura o deportes, ver una comedia en televisión o escuchar la música de su preferencia.
6. Rodearse de optimistas. Muchas veces, el miedo se alimenta de aquellas personas del entorno que sólo ven el lado sombrío de la realidad y pueden arrastrarnos a compartir su visión. Por suerte, se puede escoger estar con aquellos que tienen la capacidad de mostrar también el lado soleado.
7. Reírse de los miedos. El humor permite tomar una distancia saludable de aquello que produce angustia. Por qué no propiciar una sesión de risoterapia, a partir de ver una película, por ejemplo, lo que puede ser una manera de disminuir considerablemente las amenazas en el horizonte.
8. Pensar en las oportunidades. Hacer una lista con todas las iniciativas que se pueden llevar a cabo para mejorar la vida laboral, familiar e intelectual. Pensar también en lo que se puede hacer para mejorar el mundo en el que se vive o, como mínimo, la vida de los que nos rodean.
9. Solicitar ayuda. Otro aspecto importante a destacar es contar con un diagnóstico adecuado del problema que se padece, para ello lo aconsejable es recurrir a la ayuda de un especialista, quien contará con las herramientas necesarias para ello.
Lo que se aprendió de forma errónea, se puede re aprender y con ello conseguir sentirnos bien, a gusto y en paz con nuestro interior, pues todos nacemos con el derecho a disfrutar de una vida plena y libre de miedos.
Usualmente nos sentimos diferentes a los demás, creemos ser más civilizados, maduros, preparados, conscientes y hasta más espirituales, pero nuestro comportamiento cotidiano, muchas veces, demuestra lo contrario.
La verdadera labor de aquellos que se sienten diferentes porque tienen una perspectiva más positiva y sabia de la vida, consiste en actuar siempre de acuerdo a sus valores y parámetros positivos de vida, aun a pesar de que las demás personas a su alrededor no lo hagan e insistan en confundirlos y provocarlos para hacerlos actuar de la misma manera que ellos.
Hace algún tiempo leí una frase bellísima y muy profunda que decía: "Las personas que más te afectan se convierten en tus maestros perfectos, porque ellas te dan la oportunidad de practicar la comprensión, el amor incondicional, la paciencia y la aceptación verdaderas". Como ves, es mucho lo que podemos hacer para transformar al mundo con nuestra actitud y comportamiento diario consciente. Podemos sembrar paciencia, tolerancia y confianza en la medida en que no permitamos que los demás nos contagien con su mala actitud y envenenen nuestro espacio personal con su agresividad, resentimientos, temores y frustraciones. Y si lo consiguen... evitemos justificarnos, pues no hay razón suficiente para actuar con violencia, pensemos, más bien, en cuáles son las razones ocultas por las cuales reaccionamos de esa manera y así tal vez descubramos alguna herida del pasado que aún no ha sanado, para afrontarla y ocuparnos de ella.
Lo más fácil es dejarnos afectar por las actitudes, los comentarios y el comportamiento negativo de los demás para terminar reaccionando de la misma manera que ellos. Si en lugar de permitirlo, nos tomamos un par de minutos para pensar en cómo vamos a responder, en lo que vamos a decir y en lo que realmente queremos lograr con nuestra acción, seguramente conseguiremos el cometido y, además, seremos nosotros y no las circunstancias, quienes conduzcamos nuestra vida. No nos dejemos contagiar por la indolencia, el pesimismo, la agresividad o el temor de los demás.
Decidamos experimentar "la mirada interior". Esta es una práctica que consiste en vernos a nosotros mismos con gentileza, pero con objetividad y firmeza, para asumir el compromiso de cambiar aquello que, presente en nosotros, nos impide entregar y tomar lo mejor de la vida.
Si logramos reconocer y transformar esos aspectos negativos de la personalidad, seremos capaces de aprender, crecer, madurar y tomar el control de nuestra vida para reflejar nuestra verdadera naturaleza esencial.
1 comentario:
Muy buen artículo,con toda la razón del mundo,son las limitaciones que nos enfrentamos cada día entre otras,las más difíciles son la 1 y la 7 pero hay que afrontarlo como sea...un beso.
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