viernes, 22 de julio de 2011

¿Qué es la recuperación?


Empezar no tenemos idea de qué se supone que es sanar pero lo único que pensamos es que nuestra vida es horrible, es caótica, que vivimos en un infierno y no creemos bajo ninguna circunstancia que nuestra vida puede ser diferente, que puede cambiar, que podemos vivir tranquilos, felices, tener una vida estable que merezca la pena ser vivida.

Así que ¿Qué es la recuperación? ¿Qué podemos esperar de un proceso de recuperación? ¿Cómo sabremos que hemos sanado?

Para empezar la recuperación no es algo que ocurre de la noche a la mañana ni es fácil. Es un proceso arduo que implica el deseo y el compromiso constante de sanar. En tanto no sanemos, los efectos del abuso seguirán haciéndonos daño y se seguirán sumando a la larga lista de pendientes a sanar cuando nos decidamos a comenzar el viaje hacia la plenitud.

Mi caso no fue extraordinario. No creía que hubiera otra cosa. Simplemente así era mi vida. La eterna sensación de “hay algo mal en mí” y el constante meterme en situaciones dañinas que cada vez me hacían más difícil la existencia y me llevaban a cuestionarme una y otra vez “¿por qué tiene que ser así?”, “ya no aguanto más”, “no vale la pena vivir”, “quisiera estar muerta”… y en una de tantas crisis generada por una de las tantas discusiones con mi agresor, con quien vivía y convivía diariamente y a quien “le debía respeto”, de pronto mi voz cambió, las palabras que salían de mi boca no eran las habituales; una niña había tomado la palabra y empezó a reclamarle “tú me tocaste…”. Yo me escuchaba y no me reconocía, no reconocía los hechos que narraba, estaba a punto de volverme loca… Él, de pie frente a mí, simplemente dijo: “Sí, y ¿qué? Soy tu padre y es mi derecho”.

¡Creí volverme loca!

Así fue como llegué a la primera terapia. Simplemente estaba desesperada, mi vida no tenía sentido y quería morir a cada instante. Mi familia se dividió para siempre. Aun con la afirmación de mi agresor, no sabía exactamente qué fue lo que me pasó pero empecé a sanar con lo que tuve a mano. Fueron 10 años de terapia, durante un par de los cuales tomé antidepresivos (no de muy buen grado). Tuve que leer cientos de libros sobre el tema, hacer miles de ejercicios escritos, trabajar en grupo e individualmente, caer una y otra vez en crisis y sentir muchas veces que iba como los cangrejos para atrás, pero nunca desistí, seguí y seguí hasta que finalmente empecé a ver la luz.

¡No era magia! No se trató de un cambio dramático. A veces estaba irritable a más no poder, otras estaba totalmente devastada. La depresión era un estado habitual. Las lágrimas se me derramaban solas a la menor provocación. ¿Dónde estaba esa sonrisa que todos recordaban de mí? A las personas les gustaba más antes cuando me resultaba fácil fingir que mi vida era perfecta y no ahora cuando no podía disimular que todo había estado mal por años. Pero paradójicamente ahora que no sonreía, era cuando iba por mejor camino. El camino de la recuperación.

Empecé a tener una vida que me gustaba más. Empecé a seleccionar mejor a mis parejas y a mis amistades, aprendí a decir no, a no permitir lo que no quería permitir, a poner límites, a respetarme y no permitir que nadie me faltara el respeto, a validarme, a aceptarme. No fue precisamente decir un día "ya sané" ni tampoco recibir un diploma de graduación y terminar la terapia, sino que fue un gradual irme sintiendo mejor e ir teniendo herramientas y habilidades que me permitieran hacer mejores elecciones en mi vida y poner fin a situaciones que de algún modo no eran favorables para mí. Y eso invariablemente me ha llevado a sentirme bien con mi vida y con mis elecciones. No es que sea perfecta, no es que ya no haya nada que me lastime jamás, no es que sea rabiosamente feliz todo el tiempo, es que si algo no funciona lo arreglo, si algo funciona lo disfruto, si quiero algo sé que puedo y que me lo merezco y voy por ello. 

La recuperación no significó olvidar el abuso, ni siquiera perdonar al agresor. Yo no creo que sea necesario perdonar. Pero sí significó que me dejara de doler, que dejara de pensar en el abuso a todas horas, que dejara de sentirme "rara, diferente, mala o que algo anda mal conmigo", que dejara de sentirme víctima. Que condenara toda mi vida al fracaso y a la autodestrucción por algo que me otro hizo hace muchos años. La recuperación fue aprender a poner límites y a hacer elecciones en mi beneficio, a quererme y a partir de ahí a querer a otros, a confiar en mí primero que nadie y luego a confiar en otros; a disfrutar sin sentirme culpable; a tomar el control de mi vida en mi beneficio.

C. D.

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