Solo había una cama en la casa de Aurora. Por la noche, cuando se acostaba, su padrastro simulaba echarle el brazo a su madre que dormía al lado ella. Entonces poco a poco hacía llegar su mano hasta sus genitales y comenzaba a tocarla.
Por el día, el abuso era más brutal. Cuando estaban solos el sujeto la agarraba por el pelo y ponía la cara en sus genitales. Con la otra mano se masturbaba. En una ocasión hasta intentó violarla “pero no pudo”.
Aurora (nombre ficticio para proteger su identidad) no se atrevía decir lo que sucedía. El sujeto se mostraba como la mejor pareja y se sentía amenazada. Un día no soportó más la situación se armó de valor y le contó todo a su madre.
Pero la reacción que obtuvo de la madre, una empleada de un bar, no era la que esperaba: no le creyó, la botó de la casa a sus tiernos 11 años y así Aurora comenzó una tortuosa ruta que la llevó a vivir por décadas en la calle, a prostituirse y a la narcodependencia.
“eso me costó la calle”
“Eso me costó la calle. Ella me dijo que no fuera embustera y me tiró afuera”, recordó. Aurora, quien actualmente tiene 51 años y todavía lucha por rehabilitarse, indicó que de algún modo su madre creía que ella a los 11 años quería quitarle a su pareja.
No se fue muy lejos. Todas las personas que conocía y que la ayudaban estaban en el vecindario. Algunos días dormía en la covacha de una panadería frente a la casa de su madre. El dueño del negocio le daba de comer a cambio de que limpiara los baños o mapeara el piso. En ocasiones se bañaba o pernoctaba en la casa de sus primos, que vivían en un vecindario cercano.
Pero no pasó mucho para que se repitiera, pero con agravantes, la amarga experiencia que tuvo con su padrastro.
Ya para entonces ella comenzaba a experimentar con drogas y alcohol. Una noche, sus primos, cuyas edades fluctuaban entre 20 y 26 años, se aprovecharon de la situación y la violaron. Hicieron lo mismo ofreciéndola a otras personas y con el tiempo se convirtieron en proxenetas, en “chulos”. Ella entretanto se adentraba en las drogas. Para entonces ni había cumplido 15 años. Llegó a vender su cuerpo hasta por una bolsita de drogas.
“Después que me violaron, me prostituían. Ellos hacían de chulos. Yo tenía que darles algo a ellos por conseguir la gente. Ni me velaban. Yo estaba sola cuando salía”, dijo la mujer.
En la panadería entonces, en lugar de sándwiches, buscaba que le pagaran con una caneca por limpiar los pisos y el baño. “Estaba adicta. A veces pasaba días sin comer por la droga”, recordó.
Para entonces, los clientes la buscaban porque era presa fácil y joven. “Era todavía una nena”, dijo.
Los encuentros sexuales, todos con hombres mayores, eran terribles, recordó. Además del acto como tal que repugnaba, cada vez que cerraba los ojos lo que hacía era recordar a su padrastro y a su madre botándola de la casa.
“Yo me iba con el tipo, pero siempre pensaba en lo que pasó con mi mamá y mi padrastro. Eso era lo que cargaba mi corazón. Era como ver todo, como en una película. Cuando uno pasa un trauma así, no se olvidan los detalles. Todavía cuando cierro los ojos veo lo mismo”, dijo la mujer.
Décadas de infierno
Los clientes eran diversos. La mayoría eran conocidos de sus primos que conducían negocios ilícitos. Ya de adulta, cuando sus primos no actuaban de proxenetas, se prostituía con cualquiera que pudiera darle algo de dinero.
Aurora estuvo prostituyéndose casi sin interrupciones hasta los 49 años. En ese tiempo permaneció deambulando, salvo por los breves periodos de intento de rehabilitación y por un periodo en que ocupó la vivienda de un familiar que se marchó a Estados Unidos.
Hace ocho años, Aurora tuvo un segundo encuentro con la prostitución infantil, esta vez como testigo de un caso. En esa ocasión iba a visitar a un “novio” y al asomarse por la ventana de la casa del sujeto vio al hombre con tres niñas, entre 10 y 14 años, a las que violaba.
Ella denunció la situación y al sujeto lo procesaron y las menores fueron removidas de la casa de su madre. “Y eso que la mamá era una señora que se veía como que cuidaba mucho de ellas, siempre estaba velándolas en la escuela. Esto pasa en todos lados”, dijo.
La última vez que Aurora se prostituyó fue hace apenas un año, justo antes de entrar a un refugio y comenzar su proceso de rehabilitación.
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