Mis amigos y amigas en Facebook no se atreven a compartir, copiar o dar clic en “me gusta” a nada relacionado con la prevención del abuso sexual infantil. En el mundo real, no virtual, mis contactos tampoco quieren hablar del tema, informarse, enterarse, apoyar, saber nada… Las personas que conozco suelen hacer comentarios como “¿otra vez con eso?”, “te gusta vivir en el pasado”, “ya olvídalo”, etc. Me pregunto ¿por qué casi nadie quiere tocar el tema?, ¿por qué casi nadie quiere saber nada al respecto?
Es extraño porque si revisamos las cifras, más de la mitad de la población mundial ha sufrido abuso sexual en la infancia o en la adolescencia. Son más las mujeres que los hombres, pero son tantos que si considero mi universo de amigos y las estadísticas, entre mis amigos y amigas seguro hay sobrevivientes de abuso sexual que no quieren hablar del tema, que no quieren saber del tema, que creen que tienen que seguir guardando el secreto a su abusador, que creen que todavía tienen que callar, que piensan que si callan y fingen lo suficiente, el abuso “no está pasando”.
Desafortunadamente las estadísticas también me dicen que muchos de los hijos e hijas de mis conocidos y amigos hay y habrá víctimas de abuso sexual infantil, y aun así mis amigos callan.
A ti que lees esto te pido que ahora mismo lleves tus dedos índice y medio al cuello, bajo el ángulo del mentón, y busques el pulso de tu arteria aorta; busca el pulso en tu muñeca, justo por debajo de tu pulgar; coloca la palma de tu mano en el pecho… ¿acaso puedes sentir los latidos de tu corazón? ¿Sientes la sangre correr por tus venas? Si es así estás vivo y si estás vivo, entonces ¿por qué miras en otra dirección cuando escuchas hablar acerca del abuso sexual infantil? Si tu corazón late ¿cómo puedes fingir que no tiene importancia que la infancia se desquebraje en silencio, escondida a la vista de todos?
Muchos sobrevivientes de abuso sexual infantil, de adultos, logramos vidas productivas, pero no plenas. La felicidad se nos escapa como agua entre los dedos pues tenemos éxitos en múltiples campos de la vida y aun así nos sentimos inadecuados, no merecedores, un fraude, falsos, débiles… Podemos incluso ser destacados en esas áreas de éxito y totalmente grises o inexistentes en otras áreas de la vida.
Una de esas áreas de la vida que pasan frente a nuestros ojos y no la logramos incorporar en nuestro acervo, es la vida en pareja; formar una pareja sana, equilibrada, a largo plazo, no es algo común entre los sobrevivientes. Familia, hijos, pareja… difícilmente logramos incursionar en estos campos y cuando lo hacemos, en múltiples casos, cargamos a la pareja y a los hijos del caos que llevamos hasta el tuétano.
Para alcanzar el equilibrio en nuestras vidas, la plenitud en todos los aspectos necesarios para cada ser humano, tenemos que sanar y sólo entonces podremos formar una familia funcional y armónica. Y sanar no es tarea de un día. Nos toma años, pero nos toma años a partir del momento en que decidimos sanar y nos lanzamos al ruedo para tomar al toro por los cuernos y así enfrentar nuestro inmenso y profundo dolor; nuestros fantasmas y demonios del pasado; enfrentamos nuestra familia de origen y muchas veces terminamos perdiéndola.
Nuestro mundo se sacude una vez más como se sacudió cuando el abuso comenzó y empezamos a soltar todos nuestros mecanismos de defensa aprendidos (y aprehendidos) desde los primeros años de vida. Empezamos a construir nuevamente nuestra existencia con miedo, con dolor, muchas veces en una tremenda soledad y para cuando llega el momento de haber sanado lo suficiente como para completar las áreas de la vida que habíamos dejado pasar mientras tratábamos de sobrevivir, nos damos cuenta con gran desesperación que se nos han ido irremediablemente y no hay modo de volver el tiempo atrás para construir en ese campo yermo.
Una de esas áreas que tiene fecha de caducidad es la paternidad y maternidad biológicas. Podremos encontrar una pareja y lograr la estabilidad a largo plazo, podremos adoptar hijos o ser buenos tíos o tías, pero para muchos, el tener un hijo o hija biológicos está negado.
El abuso sexual nos cobra precios altísimos por ser víctimas. Por eso te invito a no callar más, a no cargar con culpas que no son tuyas, a no seguir pagando el precio del crimen que otro cometió. Sobreviviente, levanta la frente y no te dejes caer más. No estás solo. La sanación es posible y empieza una vez que decides que ya no quieres vivir más en el silencio.
Por: Cony Diaz.
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