Considerando los daños que provocaron en la Iglesia católica los escándalos de abusos sexuales, uno se imagina que el Vaticano querría nuevos obispos para obtener una presentación de mejores prácticas en términos de prevenir este tipo de colapsos en el futuro.
Desde 2001 el Vaticano realiza un curso de formación para los obispos recién nombrados en todo el mundo y casi el 30 por ciento de los prelados católicos en el mundo ya lo ha realizado.
El lunes pasado, el líder de la Congregación para los Obispos, el cardenal canadiense Marc Ouellet, esbozó los trabajos presentados durante el curso más reciente y dijo que quería invitarlos a enviar "sugerencias para mejorar la experiencia".
Tradicionalmente, los obispos reciben tres tareas fundamentales: santificar, enseñar y gobernar. Los nuevos obispos necesitan escuchar algo acerca de cada tema, pero el gobierno debe tratarse un lugar preeminente sobre la lucha contra el abuso sexual infantil. Ouellet reconoció que la "prevención de abusos" es uno de los desafíos clave.
Son especialmente desconcertantes los recursos que la Iglesia ha invertido en programas de prevención. En los Estados Unidos, los obispos estimaron en 2013 que habían gastado USD 260 millones desde 2002. Un libro titulado Toda la verdad, del abogado estadounidense Joe Klest, un agnóstico que ha hecho millones al demandar a la Iglesia en favor de las víctimas de abuso, elogia esos esfuerzos.
"Tenemos que centrarnos en la protección de nuestros niños, la prevención del abuso y la intervención rápida cuando se produce el abuso", escribió Klest, dirigiéndose a toda la sociedad.
Para ponerlo en perspectiva, un periodista de la revista Crux se contactó con monseñor Stephen Rossetti, que integra el consejo para la protección de la infancia del Centro de la Universidad Gregoriana, con sede en Roma.
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