lunes, 23 de septiembre de 2019

Por mes se abordan unos 380 casos de abuso sexual infantil en Mendoza


Están a cargo del Equipo de Abordaje de Abusos Sexuales, creado en 2017. Interviene para entrevistar a las víctimas de estos delitos.

Por Ignacio De la Rosa - idelarosa@losandes.com.ar
En Mendoza, el Equipo de Abordaje de Abusos Sexuales (Edeaas) interviene en unos 400 casos mensuales de presuntos abusos, lo que que implica acompañar a las víctimas y evaluar si están en condiciones de contar lo que les pasó y de declarar.
 
De ese total, entre 370 y 380 son menores de edad, según confirmó a Los Andes su director, Francisco Izura. Es una cifra preocupante pero además, el número de actuaciones de este equipo, que depende del Ministerio Público Fiscal, creció 36% en el último año. 
Efectivamente, a esta altura del año, en 2018 el equipo judicial especializado contabilizaba 280 actuaciones mensuales, es decir unas 100 menos en promedio que en 2019, aunque la mayor parte de ese aumento tiene que ver con el hecho de que el Edeaas amplió su espacio de atención. Es que mientras que hasta el año pasado sólo tenían participación de lunes a viernes por la mañana, en 2019 ampliaron la asistencia y el trabajo también al horario vespertino.
 
Creado en setiembre del 2017, el Equipo de Abordaje de Abusos Sexuales es el órgano que entra en escena para entrevistar a las víctimas de estos delitos; pero también para brindar contención y respuestas cada vez que desde una unidad fiscal se solicita su participación. Entre sus actuaciones está la realización de cámaras Gesell y de pericias en general, independientemente de la edad de la persona involucrada.

Víctimas

Según hizo hincapié su responsable, son los menores las víctimas más comunes. Y, dentro de este grupo, las niñas resultan las más afectadas, ya que el 70% de los casos donde participa el equipo las tiene como víctimas. Por otro lado, el rango de edades más vulnerable va de los 3 a los 16 años y además, el 70% de los episodios de abusos que registran se dan dentro del círculo intrafamiliar. 
 
El equipo de especialistas opera de lunes a viernes y por día llega a tener hasta 20 actuaciones, un número superior al del año pasado, cuando sumaban unas 15 intervenciones diarias. Entre las participaciones referidas a abusos infantiles se destacan las ya mencionadas cámaras Gesell. 
“Consiste en una entrevista que se desarrolla en una sala, que tiene una de las paredes con un vidrio espejado, lo que impide que se vea hacia afuera. Así y mientras se graba la entrevista, los profesionales intentan indagar en las circunstancias de modo, tiempo y lugar en que ocurrió el hecho denunciado”, explicó Francisco Izura. 
“La clave es no indagar hasta caer en la revictimización; más teniendo en cuenta que ya ingresar al sistema judicial puede ser revictimizante”, resumió Izura, uno de los 11 psicólogos que integran el equipo de especialistas, a quienes se le suman un psiquiatra y otros 5 empleados que se desempeñan en lo administrativo.
 

Próvolo

Precisamente las cámaras Gesell han tenido un rol clave en el Caso Próvolo, que por estos días tiene en Tribunales el primero de sus juicios contra 2 curas y un ex jardineros, imputados por 28 episodios. Dada la situación de vulnerabilidad de los afectados (las víctimas son sordas) y de doble vulnerabilidad en ciertos casos (todos menores cuando fueron abusados y algunos todavía lo eran al momento de declarar en la investigación), todas las entrevistas se desarrollaron en cámara Gesell, por lo que hay decenas de horas grabadas que el tribunal y las partes ven durante el juicio.
Es la primera vez que nos encontramos con una situación de esta magnitud e impacto mediático. Pero como equipo y con esta forma de trabajo hemos sentado antecedentes de acuerdo a los criterios de Unicef”, destacó el especialista en alusión al Caso Próvolo. Además, Izurra agregó que ya habían tenido casos aislados donde las víctimas también eran sordas.
 

Sin empatía por la víctima

Según explicó el profesional, el psiquismo de una persona se va armando en base a una estructura y en el caso de los abusadores, se trata de individuos con una estructuración diferente. “Generalmente el abusador suele no sentir culpa, porque no tiene empatía. Esto es algo que suele estructurarse en los primeros años de vida”, resumió e indicó que el abuso es la versión erotizada de la violencia. 
En esa sintonía, contó que es común que estos actos se repliquen en mandos superiores y que se dé una especie de cadena: “Cuando un adulto abusa de un menor, luego es probable que éste abuse de otra víctima más chica aún. Un 70% de los abusadores fue abusados en su infancia. El daño queda encapsulado y se va a convertir en trauma. Si no se logra canalizar existe allí una metodología que va a llevar a repetirlo”, agregó.
 
Mientras más chico es el niño cuando se lo somete a estas situaciones traumáticas, menos capacidad de expresar lo que le pasa tiene. Por ello, el especialista indicó que es clave apuntar en las escuelas y al hogar paraa trabajar la educación sexual ya desde niños. 
Hacer público que se es víctima de algún episodio de abuso sexual no es fácil y por ello, muchas veces quien lo sufre logra exteriorizarlo recién cuando ya ha pasado un tiempo considerable. “Esto tiene que ver con que los niños ingresan a una forma de vinculación en la que entra su sexualidad. Entonces sienten vergüenza y hasta culpa por la participación y eso alimenta el secreto. Ni hablar si sumamos que muchas veces el abusador amenaza a la víctima con que le va a hacer daño a un familiar cercano si cuenta lo que está viviendo”, explicó.
 

Abordaje y prevención

El trabajo con el abusador es complejo, e Izura lo deja en claro. “La desestructuración psíquica es irreversible, y lo más que se puede hacer es armar ciertos mecanismos de contención. La sexualidad es lo menos domesticable del ser humano”, detalló Izura.
Hay corrientes que proponen  la castración química como herramienta para controlar a estos atacantes sexuales. No obstante, para el director del Edeaas no es de utilidad. “Se controla la parte fisiológica, pero lo psíquico sigue teniendo derivaciones. Y el abusador lo va a canalizar de otro modo”, reflexionó.

Indicadores

Respecto a las conductas a las que hay que estar atento, el psicólogo detalló que hay señales que pueden ser indicadores de que el niño sufre o ha sufrido abusos; aunque no son excluyentes. Estos son retraimiento, híper sexualización, angustia, frotamientos constantes en zonas íntimas y temor al contacto con adultos.
 
“Lo primero que hay que hacer es generar un vínculo de confianza con alguien del entorno familiar. También en la escuela trabajar en la aplicación de la ESI, ya que es el escenario donde muchas veces se animan a contar. También hay conductas que hay que intentar evitar con los niños, en especial después de los dos años. Algunas de estas son saludar a los hijos con besos en la boca o bañarse junto”, sintetizó.  
 

Duro trabajo del que no se sale indemne

“Ninguno de nosotros ya es el mismo. Esto impacta en la cabeza de todos; ninguno sale indemne de esta tarea”. Con voz parsimoniosa, el director del Edeaas, Francisco Izurra, que ya ha intervenido en más de 4.000 casos  se refirió a lo difícil que es el día a día de quienes integran el equipo. En el caso de los hechos que involucran a niños, su actuación se divide en 3 etapas. La primera es una entrevista preliminar, donde se intenta determinar si la víctima está en condiciones de declarar. En caso de que no se observen indicadores problemáticos, se procede a la cámara Gesell; para luego desembocar en la instancia pericial. En esta última se tienen en cuenta situaciones más personales de la vida cotidiana y antecedentes del niño.
 

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